juegos en La Oscuridad Historia De Terror 2024

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juegos en La Oscuridad Historia De Terror 2024

juegos en La Oscuridad Historia De Terror… Nota de lengua de Brujo: El presente relato es una recopilación de historias sucedidas en un lugar. Para mayor comodidad del espectador y resumen de los sucesos, se ha generado una historia acorde a los eventos. No se solicitó mantener anonimato, y tampoco evitar mencionar el lugar donde sucedieron los eventos.

Relato dedicado a Carolina Chairez. Gracias por las historias.

Si pudiera retroceder el tiempo, sin lugar a dudas, sería a mis días de estudiante de preparatoria. Conocí a mis mejores amigos y pasé mis mejores días con ellos. Sin dudarlo, lo volvería a vivir.

            Mi nombre es Mario, actualmente tengo 43 años. Hace décadas, durante mi juventud, estudié en una preparatoria ubicada frente a una plaza. En aquel entonces, ese lugar rebosaba de vida, llena de estudiantes que se reúnen entre clases y también después de la salida .

Sin embargo, con el pasar del tiempo, la plaza ha caído en desgracia y ha sido olvidada por la mayoría. Ahora, sus rincones oscuros y abandonados parecen sacados de las pesadillas más sombrías o de una película de terror.

Los juegos infantiles y las máquinas de video yacen desgastados por el tiempo y cubiertos por polvo y sombras, como si estuvieran congelados en el tiempo, atrapados en un mundo de tinieblas y abandono.

Hoy en día, decidí regresar al lugar por pura nostalgia. Al llegar, me di cuenta de la triste y decadente situación en la que se encontraba la plaza. Las luces apenas lograban penetrar la oscuridad que se cernía sobre el lugar. Fue entonces cuando una idea macabra y tentadora se apoderó de mi mente: ¿por qué no reunir a mis amigos de la preparatoria para explorar este lugar abandonado en plena noche?, solo para divertirnos un rato.

            Reunir a mis amigos no fue complicado. Ciertamente, mantuve contacto con ellos la mayoría del tiempo, pero no nos habíamos reencontrado en varios años. Sin embargo, cuando les mencioné la situación de la plaza y les compartí fotografías del lugar, decidimos reunirnos lo antes posible.

Mi amigo Daniel fue el primero en llegar, seguido a los pocos minutos por Jesús, quien no había cambiado nada en años. Por último, llegó Abel, acompañado de un sujeto que, al observarlo con más atención, resultó ser el vigilante del lugar.

Abel había logrado que nos dieran permiso para pasar unas horas en la noche en el lugar, evitando así entrar de manera ilegal. Sin embargo, el sujeto, a quien llamaré Víctor, nos comentó que una vez que entráramos, solo contaríamos con un par de horas. La plaza cerraba en cuanto el centro comercial cerraba sus puertas.

Después de eso, Víctor se retiraría para cenar y volvería a la medianoche solo para abrirnos la puerta y que saliéramos. Era tiempo suficiente; ninguno de los cuatro pretendía quedarse por más tiempo.

Armados con linternas, batería en los celulares y alguna que otra provisión, decidimos esperar a que el centro comercial cerrara sus puertas y adentrarnos en lo que ciertamente pensamos que sería una aventura excitante.

            Por fin, después de un rato de espera, en el momento en que cerraron las puertas, los cuatro nos adentramos por la reja de enfrente. Apenas ingresamos, nos dimos cuenta de que el tiempo se había detenido décadas atrás. Era como si retrocediéramos en el tiempo al ver todos los juegos infantiles que estaban cuando éramos estudiantes.

Las máquinas de video apagadas generaban cierta inquietud, y el olor a humedad solo demostraba que había pasado mucho tiempo sin actividad. El grito del vigilante anunciando que se iría a cenar fue lo último que escuchamos antes de que cerrara la puerta.

Juegos En La Oscuridad Historia De Terror

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Nos miramos los cuatro. En ese momento, por mi cabeza pasaba la idea de que quizás no había sido la mejor idea de todas, pero al notar que Jesús fue el primero en dar el primer paso, me dio el valor suficiente para seguirlo.

Mientras caminábamos entre las bancas llenas de polvo donde comíamos antes, recordábamos viejos tiempos, antiguos compañeros y compañeras, así como travesuras que llegamos a hacer en nuestra época. De repente, se escuchaba uno que otro crujido a lo lejos.

Sabíamos que se debía quizás a la dilatación de los objetos por el cambio de temperatura, o quizás alguna rata. Era lo que nos mantenía tranquilos. Unos metros adelante ya se encontraban los juegos infantiles. Con la linterna, iluminé el rostro de lo que parecía ser el antiguo carrusel; el rostro de un Mickey Mouse desgastado aún sonreía.

A Abel se le ocurrió la idea de subirse y que diéramos un paseo. Daniel le hizo segunda y se subió también. Cuando Jesús y yo estábamos por participar, a lo lejos se escuchó la risa de un niño. Los cuatro nos quedamos pasmados.

A pesar de que no se escuchó cerca de nosotros, escuchar a un niño reír a esas horas y a oscuras no era normal. Daniel comentó que quizás era el eco que aún se conservaba en el lugar, pero realmente esa explicación no nos tranquilizó. Jesús comentó que quizás era hora de retirarnos, pero llevábamos tan solo unos minutos y no nos abriría la puerta. Así que decidimos continuar, aunque ahora lo hicimos con mayor silencio.

Pasamos justo a un Playground, un juego grande donde los niños se meten entre túneles de plástico, por puentes colgantes y resbaladillas. Este se encontraba también lleno de polvo. La verdad, yo lo recordaba muy poco o no le presté mucha atención, pero fue Jesús quien nos comentó que él sí lo recordaba.

Lo pasamos de largo cuando, de pronto, escuchamos que alguien pasó corriendo sobre el puente colgante. Los cuatro nos volteamos y apuntamos las linternas justo a él. El puente aún se tambaleaba. Daniel exclamó de pronto, apuntando a un extremo del juego. Pudimos ver la silueta de una cabeza asomarse de uno de los tubos y luego ocultarse entre las sombras.

Daniel comentó que lo más seguro era que se tratara de un niño que se quedó allí y que no se había ido, pero la verdad era un lugar muy escalofriante como para que se quedara allí alguien tan pequeño. Por si fuera poco, se escuchó que del otro lado del Play Ground alguien pasaba corriendo, la risa de un niño retumbó en nuestros oídos.

Los cuatro maldecimos al mismo tiempo. Siendo honesto, yo ya me estaba asustando. Apuntamos las linternas en todas direcciones, pues los pasos, no de uno, sino de varios niños, se escucharon por todas partes. Abel le dijo a Daniel que no solo era un niño, sino que parecían cientos de ellos. Jesús se adelantó y nos gritó para que lo siguiéramos y abandonáramos ese lugar.

No hizo falta pensarlo dos veces. Corrimos detrás de él, dejando atrás las risas de los niños, solo para adentrarnos a la zona de juegos de video.

En esos momentos, si alguno de los cuatro hubiera dicho que se retiraba de la expedición, los demás hubiéramos estado de acuerdo, pero creo que nadie se atrevía a decirlo o demostrar que tenía miedo.

Ya nos encontrábamos algo agitados, cuando justo pasamos al lado de una máquina de video en la que Daniel y yo jugábamos. Era una máquina de baile. Daniel se subió en ella y me invitó a subir también. Apenas me agarré de la barra protectora, mis manos se llenaron de polvo.

Sabíamos que no funcionaba, así que disimulamos un par de pasos, y justo en ese momento una de las máquinas continuas a donde estábamos se encendió por sí sola. Abel dijo en voz alta que eso no podía ser posible; el guardia nos había asegurado que no había energía eléctrica en el lugar. Nos acercamos a ver y, efectivamente, se había encendido por sí sola.

Abel buscó el cable de energía y lo encontró desconectado. De pronto, la pantalla cambió de colores. Nos alejamos de ella y se apagó repentinamente, al igual que las linternas, dejándonos en la penumbra completa. Los cuatro intentamos encender las linternas, las golpeamos, les quitamos y pusimos las pilas, pero ninguna de las cuatro volvió a encender.

Jesús ya se notaba algo desesperado, y siendo honesto, yo también lo estaba. En eso, pude notar cómo Abel apuntaba hacia un extremo. Nos dimos cuenta de que a lo lejos de allí se notaba la silueta de una persona. No parecía moverse, solo estaba quieta. Todo parecía indicar que nos tenía en la mira. Daniel le saludó, indicándole que teníamos permiso para estar allí, pero la silueta no se movió en absoluto.

El silencio tenso que nos rodeaba, y la figura inmóvil en la distancia nos provocaba una sensación de incomodidad cada vez más intensa. Nos preguntábamos quién o qué podría estar observándonos desde la oscuridad. Daniel intentó establecer contacto de nueva cuenta preguntando quién era, pero la falta de respuesta solo aumentó nuestra inquietud.

Abel propuso avanzar en dirección opuesta, tratando de evitar cualquier posible confrontación con la misteriosa presencia, de todas maneras teníamos que regresar por donde veníamos pues era la única salida.

Con cada paso que dábamos a oscuras, el ambiente parecía volverse más denso, como si la misma oscuridad y el polvo nos estuvieran envolviendo. A mí me inquietaba la figura que vimos a lo lejos, aún se mantenía de pie sin mover un músculo, pero parecía atenta a cada paso que dábamos.

Comencé a notar que las sombras a nuestro alrededor se movían, y que cada objeto crujía pero ahora con un tono siniestro. A lo que antes le hubiéramos encontrado una explicación lógica, ahora simplemente nos daba mucho temor.

Finalmente llegamos de nueva cuenta al Playground, mi vista ya se había acostumbrado a la oscuridad y al parecer también la de los demás, ya que no quitábamos la mirada del juego, temiendo que algún niño se asomara y nos asustara.

De repente, un ruido estridente detrás de nosotros rompió el silencio, haciéndonos saltar del susto. Miramos en todas direcciones, tratando de identificar el origen del sonido, pero solo encontramos sombras y el eco de nuestras propias respiraciones agitadas.

En eso, la figura que vimos antes apareció más cerca, a tan solo unos cuatro metros de donde estábamos. A pesar de lo cerca que nos encontrábamos, aún no podía distinguir su rostro, sin embargo, dos orbes brillantes aparecieron en lo que parecía ser su cabeza. Comprendí que ya era hora de irnos.

Les pedí a mis amigos que siguieran avanzando, pero cada uno parecía absorto en sus pensamientos, como si estuvieran hipnotizados. Intenté jalarlos, pero era imposible, no daban paso alguno. Miré hacia la figura oscura y le pedí que nos dejara ir, le prometí que ya nos iríamos del lugar. De pronto, la silueta parpadeó hasta desvanecerse ante mi mirada.

Abel, Jesús y Daniel reaccionaron, comenzaron a toser; todos se quejaban de que no podían respirar y que les estaba robando el aliento. Nos fuimos tan rápido como pudimos.

Mientras caminábamos hacia la salida, pudimos escuchar que detrás de nosotros las risas de los niños en el Playground comenzaban a escucharse. Yo no me atreví a voltear, seguí con mi camino hacia la salida. Jesús estaba apoyado en mi hombro, así que en voz baja le pedí que no volteara.

Llegamos al área de comida, miré el reloj y me di cuenta de que solo faltaban unos minutos para que regresara el vigilante. Noté que la silueta había vuelto a aparecer, pero esta vez se había quedado en el Playground. No sé si fue correcto lo que hice después de eso; me acerqué lo más que pude a donde se encontraba la silueta y le pedí disculpas por haber invadido su lugar.

Además, le aseguré que no volveríamos a hacerlo, pero que por favor nos dejara ir. La figura no me respondió, sin embargo, se desvaneció ante mis ojos y, como por arte de magia, las linternas volvieron a encenderse. La penumbra volvió a ser la misma y la sensación de temor aún seguía latente, pero sabíamos que las cosas estarían más tranquilas desde ahora en adelante.

Con el regreso de la luz, nuestros corazones se llenaron de alivio, aunque el temor aún se aferraba a nuestros pensamientos. Sin embargo, sabíamos que habíamos logrado salir ilesos de una experiencia que nunca olvidaríamos.

Nos apresuramos a salir de la plaza, agradeciendo en silencio haber logrado escapar de lo que fuera que nos había acechado en la oscuridad. Al llegar a la salida, nos encontramos con Víctor, el vigilante, quien nos observaba con una expresión de sorpresa y preocupación. Sin detenernos a explicar lo que acabábamos de vivir, salimos rápidamente al exterior, donde la luz de la luna y el aire fresco nos recibieron.

Fuera de la plaza, nos tomamos un momento para recuperar el aliento y procesar lo que acababa de suceder. Aún podía escuchar las risas de los niños en mi cabeza, y sé que mis amigos tenían una sensación similar.

Al final, nos reunimos en el departamento de Daniel para tomar un merecido descanso y hablar con más tranquilidad sobre nuestra experiencia. Aunque ninguno de nosotros pudo explicar completamente lo que habíamos presenciado, nos dimos cuenta de que hay cosas con las que uno no puede jugar y es mejor dejar en el pasado.

Hoy en día, ese lugar sigue existiendo y se han documentado casos sobre extrañas apariciones. Por nuestra parte, creemos que son reales por lo que experimentamos en carne propia.

Autor: Mario Franco Corrales   Lengua de Brujo

Derechos Reservados

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