El Huésped Historia De terror

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El Huésped Historia De terror

El huésped, historia de terror… Para que puedan comprender la situación de mi hija, es necesario que les cuente desde que ella estaba en mi vientre, tenía casi ocho meses de embarazo cuando me sucedió un hecho extraño, vivía en una casa con mi hijo de dos años, mi esposo y yo, en un fraccionamiento muy tranquilo.

A un lado de mi casa había unos vecinos que eran adultos mayores, del otro un matrimonio con tres hijos adolescentes, ese día eran como las tres de la tarde, la calle se encontraba en total tranquilidad, yo estaba confeccionando un vestido que me habían encargado, mi hijo estaba dormido en su habitación y mi esposo se encontraba en el trabajo.

Tenía la máquina de coser funcionando cuando escuché el llanto ahogado de un bebé, por el ruido que hacía la máquina no pude distinguir de dónde provenía, detuve un momento el aparato, fui a revisar a mi hijo a su habitación, el cual permanecía dormido, me senté de nuevo a continuar con mi trabajo, justo cuando comencé a coser otra vez escuché el llanto, esta vez ya no me levanté a revisar, traté de entender cuál era su procedencia, pensé en los vecinos de ambos lados, pero en esas casas no había bebés.

Estaba en esta indagación cuando de nuevo escuché el mismo sonido, esta vez fue más claro, venía del interior de mi casa, como si el bebé estuviera cubierto con una cobija, de tal forma que el sonido se oía apagado.

A la tercera vez que lloró el bebé, estuve atenta, puse mi mano en mi vientre y sentí la vibración del llanto, quien estaba llorando era el ser que se gestaba en mi vientre.

Dejé de trabajar por un momento, me senté en el sillón cubriendo con mis manos mi voluminosa panza, ya no volví a escuchar el llanto, me quedé durante un rato desconcertada, tratando de entender cómo era posible que eso sucediera, después de un momento de reflexión olvidé el incidente y me dispuse a terminar mi trabajo. Cuando llegó mi esposo del trabajo, le comenté lo acontecido, él no le tomó ninguna importancia, me dijo que era normal, lo niños lloran, le respondí que sí, pero no dentro del vientre, como vi que no le tomó interés alguno ya no le comenté nada, días después de que ocurrió este evento, le platiqué a mi madre, pero a ella tampoco le tomó interés, por tal motivo, creí que era un suceso más normal de lo que creía.

A la edad de siete años mi hija se hizo amiga de una compañera de la primaria, en ocasiones la niña iba a jugar a nuestra casa, en otros momentos, mi hija iba a la suya; esto originó que conversara más con la madre de ella.

Un día comentábamos sobre nuestros embarazos, en ese instante me acordé de lo que me sucedió con mi hija Andrea, le dije a la mujer que Andrea había llorado en mi vientre, ella de inmediato se puso el dedo índice en la boca, para hacerme la señal de que me callara, le pregunté qué tenía de malo, ella me respondió que no hay nada de nocivo en ello, al contrario, cuando un bebé llora antes de nacer, tiene un significado, ese ser nace con poderes de clarividencia y tiene sensibilidad para comunicarse con espíritus que no son de este mundo, pero me dijo que ya no volviera a comentar este suceso, porque mientras más lo dijera, mi hija iba a perder ese don.

Le pregunté cómo sabía ella eso, ya que en su momento, cuando me pasó, traté de platicar con mi esposo y mi madre sobre ello, sin embargo, ellos lo tomaron como normal, no me hicieron caso, ella me respondió que eso pasa porque no todas las personas tienen esta información, más que un problema es una ofrenda de la vida.

No comprendí del todo lo que ella continuó diciéndome, me dijo que ya que mi hija creciera podría contactarse con otros seres que conviven con nosotros en este mundo, a los cuales, no todas las personas tenemos la capacidad de verlos.

Ella lo veía como un obsequio, como algo grandioso, porque vi que se emocionó y comenzó a enseñarme los rituales que ella hacía, así como toda una teoría sobre las energías.

Andrea y yo nos retiramos de la casa de su amiga un poco antes de que oscureciera, decidí no decirle nada a ella, no lo consideré prudente por su edad, lo que sí hice a partir de ese momento fue observar con detenimiento cada una de sus acciones, en la medida de lo posible.

Un día me encontraba cosiendo en la sala cuando comencé a escuchar a mi hija Andrea que conversaba con alguien, por un instante creí que jugaba con su hermano Dany, escuchaba su plática sobre nuestra mascota, las risas se convirtieron en carcajadas, de pronto oí un ¡no! en varias ocasiones, uno de los trastes del juego de té salió volando, me incorporé de mi silla para ir y calmar a mis dos hijos.

Al ingresar a la habitación sólo encontré a mi hija con su mesa y su juego de té en el piso, había un poco de agua derramada, a lo que le dije que no debería pelear así con su hermano, ella me respondió que Dany no estaba jugando con ella, sólo se encontraba con su amiga y con la perra, le pregunté con quién estaba jugando, y por qué se había enojado.

En un inicio, sólo movía la cabeza negativamente, después se puso a llorar desconsoladamente, con la palabras entrecortadas por el llanto, me dijo que él quería que le pegara a nuestra mascota, ella le dijo que no lo haría, él insistió tanto, que se molestó mucho, por eso le lanzó la tetera, para mojarlo y darle en la cabeza con el pequeño instrumento. Le dije que dónde estaba él, porque yo no lo veía por ningún lado, ella me apuntó con el dedo hacia el closet, después me dijo que ya no estaba, ya se había marchado.

Traté de calmar a mi pequeña, más adelante buscaría el momento oportuno para hablar de ese asunto.

En otra ocasión, íbamos rumbo a la escuela, mi hija alzó su mano con alegría y le dijo adiós a alguien, volteé para ver quién era, del otro lado de la calle no había nadie, ella continuaba sonriendo, observé por un momento la reacción de Andrea, ella continuaba alegre, le pregunté a quién saludaba, ella se limitó a apuntar con su mano hacia enfrente, ya no le dije nada, en ese momento comprendí que las palabras de la mamá de Paty, la amiga de mi hija, eran ciertas.

Busqué la manera de encontrarla a la salida de clases, cuando la vi me acerqué a ella sin preámbulo alguno; después que la puse al tanto de la situación que vivía con mi hija, ella me dijo que no me preocupara, por lo general, son seres que se encuentran extraviados y no saben el camino de regreso a su nuevo mundo, son energías que es necesario saber canalizarlas, mientras no se encuentre con un espíritu maligno, no hay de qué preocuparse, todo está bien.

Más que tranquilizarme sus palabras me asustaron un poco, porque me habló sobre la posibilidad de que existiera un ser maligno.

Continué atenta a la conducta de mi hija, por fortuna conforme ella fue creciendo ese tipo de visiones fueron desapareciendo, o al menos, eso creí, ya que mi hija entró a la etapa de la adolescencia y jamás me volvió a decir que hubiera visto algo, trataba de preguntarle si continuaba viendo a seres imaginarios, ella me evadía y no respondía.

El Huésped Historia De Terror

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Después de que terminó de estudiar la universidad, comenzó a buscar empleo, al principio, no fue posible obtener uno de su agrado, estuvo trabajando en una empresa, en la que no se sentía cómoda, ni con el sueldo, ni en el ambiente de trabajo; surgió una oportunidad para trabajar como coordinadora académica y ella se postuló para el empleo, logró conseguirlo, sin embargo, la vacante no era para la ciudad de Guadalajara, había que desempeñarlo en Mexicali, después de pensarlo un poco, mi hija tomó la decisión de mudarse a esta ciudad.

Desde casa comenzó a buscar una vivienda para rentarla en Mexicali, luego de ciertos días de búsqueda, se dio cuenta de que las rentas estaban muy elevadas, incluso, algunos propietarios ponían los precios en dólares, quizás porque estaba en la frontera con Estados Unidos.

Mi hija, en su búsqueda, logró encontrar una casa a buen precio, ella ya se había hecho a la idea de compartir vivienda con alguien más, para que se redujera el gasto de la renta, pero esa vivienda que había encontrado tenía una renta adecuada, no lo pensó más y contactó al dueño, de inmediato se hicieron las transacciones necesarias, de tal forma, que ella llegaría a Mexicali con una casa que podría habitar de inmediato.

Andrea se fue a vivir a esa ciudad, cuando comenzamos a hablarnos por teléfono, ella me dijo que la casa se encontraba bien ubicada, la zona no era la ideal, pero estaba bien, su centro de trabajo no le quedaba lejos, así que era posible llegar a él caminando, sólo que había una cosa que no le agradaba, ella hizo una pausa por unos minutos, parecía como si no quería decírmelo, después de unos segundos de silencio, me dijo que algo habitaba esa casa, desde el primer momento en que ella entró a la vivienda, pudo darse cuenta de que algo no estaba bien, el interior se encontraba enrarecido, como si fuera complicado respirar.

Traté de calmarla, le dije que quizás la casa se encontraba sola desde hace mucho tiempo, las viviendas deshabitadas guardan olores extraños por tanto encerramiento, Andrea me respondió que esto iba más allá de simple olor, había algo que no estaba bien.

Los días pasaron sin que tuviera comunicación con mi hija, después de varios intentos pude establecer contacto con ella, me dijo que estaba muy ocupada con el trabajo y la organización de la mudanza, traté de que me contara de nuevo sobre lo que había percibido, pero ella evadía hablar de ello, me evitaba contándome otra serie de contratiempos que le estaban sucediendo.

Cada vez las llamadas con mi hija eran más distantes, no alcanzaba a comprender el por qué de su conducta, hasta que un día en la madrugada recibí una llamada de Andrea, tardé un poco en despertar, pero en cuanto vi que era ella me incorporé y le respondí asustada.

La voz de mi hija era como un susurro, trataba de decirme algo con voz muy baja y entrecortada, le pregunté qué estaba sucediendo, por qué me llamaba a esa hora, después de unos segundos de silencio, que a mí me parecieron una eternidad, ella respondió con un llanto desesperado, me dijo que alguien estaba en su casa, que no sabía qué hacer, tenía miedo.

Me puse desesperada al escuchar eso, le dije que colgara de inmediato y llamara a la policía, su respuesta me dejó congelada, al otro lado del teléfono oí un no, esto no se resuelve con la policía, hay un intruso en esta casa, pero él no pertenece a este mundo.

En ese momento comenzaron a llegar unas fotografías por el celular, ella me las enviaba para que entendiera el por qué de su conducta alterada, en ellas se encontraban sus brazos, así como sus piernas con varios moretones, le dije que no comprendía del todo, porque esos golpes se los debió de haber hecho una persona real, no alguien de otro mundo, ella me respondió que no, cada vez que se dormía por las noches, amanecía con más huellas de golpes, en realidad no percibía en qué momento sucedían, pero quedaba la huella en su piel de estas agresiones.

No puedo negar que por un momento dudé de lo que mi hija me comentaba, no alcanzaba a comprender cómo un ser incorpóreo fuera capaz de dañar físicamente a otra persona, como si ella se diera cuenta de eso, por mi silencio, me respondió que quizás no era creíble lo que me decía, pero que era cierto, poco a poco fueron en aumento las manifestaciones por parte de ese ser que cohabita con ella.

Conforme Andrea comenzó a platicar sobre esto, fue calmándose un poco, ya más tranquila empezó a decirme cómo fue sucediendo todo.

Al principio, ella notó como si alguien estuviera en esa casa, primero porque percibió una sombra que se escurría por todos lados, pero trataba de evitarla, era como si ese ser quisiera conocerla y al mismo tiempo pasar desapercibido.

Cuando ella se encontraba recostada en la cama, notaba cómo se sumía una parte del colchón, como si alguien se sentara del lado de sus pies, cuando se metía a bañarse, veía a través del resquicio de la puerta que alguien pasaba, incluso, en una ocasión se estaba bañando con agua muy caliente, el espejo quedó completamente empañado, con el mismo vapor del agua se plasmó una imagen de un rostro, como si fuera etéreo, no se alcanzaba a distinguir por completo la cara, pero sí quedaron impresas ciertas facciones que denotaban el rostro de alguien.

Así continuó mi hija con su relato, mientras estos eventos sucedían de esta manera, no es que fuera natural para ella, pero estaba acostumbrada a ver gente que no pertenecía al mundo corporal, aunque conforme pasaron los días, la presencia de este ser fue en aumento, poco a poco sus manifestaciones fueron más invasivas. Una noche, mi hija llegó tarde a su casa, después de terminar la jornada laboral fue con una compañera a un café, la charla se tornó agradable y se les pasó el tiempo sin darse cuenta, su compañera de trabajo le dijo que si le permitía quedarse en su casa a dormir, ya que la casa de ella estaba muy lejos, en cambio, la de Andrea quedaba a unas cuantas cuadras.

Ella no tuvo ninguna objeción en permitirle dormir esa noche en su casa, se encaminaron hacia la vivienda de Andrea; al ingresar a ella, en cuanto encendieron las luces, se escuchó un traste que se caía en la cocina, la amiga de Andrea le preguntó quién más vivía con ella, por lo que mi hija le respondió que nadie, entonces, ella le preguntó por qué se escucha que alguien anda en la cocina, ella le respondió con una evasiva y así quedaron las cosas.

Después que su amiga se marchó, se comenzó a notar más la presencia de ese ser, comenzaron a caerse trastes, adornos, cuadros que estaban en la pared, se encendía o se apagaba una luz. Una noche, Andrea se durmió muy temprano porque se sentía enferma, se tomó un analgésico y un antigripal, este último siempre le ha ocasionado somnolencia, de tal manera, que se durmió profundamente, una vez que despertó se sentía adolorida y sumamente cansada, se lo atribuyó al medicamento; cuando se vio en el espejo, tenía moretones en los brazos, como si alguien la hubiera apretado con fuerza o golpeado, se sorprendió mucho por lo ocurrido.

Al inicio, creyó que ella misma se había golpeado, aunque esta reflexión no tenía ningún sentido, después se dio cuenta de que le dolían con más frecuencia ciertas partes del cuerpo.

Lo peor ocurrió el día de su llamado, había una especie de espectro en la esquina de su habitación, el cual, no se movía en absoluto, se quedó inerte desde el momento en que apareció, sin hacer nada en absoluto, sin embargo, su sola presencia generaba mucho miedo.

Mientras hablaba con mi hija, le dije que lo más prudente era que se saliera de ese lugar, ya que conforme pasaron más días, el ser daba muestras de que no le agradaba su presencia, ella me dijo que había pensado en eso, pero no tenía a dónde ir, cómo le iba pedir ayuda a uno de sus compañeros de trabajo, y decirles la razón por la cual ya no podía estar en ese lugar, creerían que estaba loca.

Le dije que sólo por esa noche se fuera, mientras buscábamos una forma de resolver el problema.

Así lo hizo, rentó el cuarto de un hotel, esa noche pudo descansar y amanecer sin golpes, en el lugar de trabajo, una compañera de ella la notó cansada y desmejorada, le preguntó si se encontraba enferma, ella lo negó, su amiga le dijo que ya tenía días que la notaba mal, por eso se preocupaba por ella, sabía que no tenía familia en ese lugar, por eso se ofrecía a apoyarla si ella requería de su ayuda.

Mi hija ya no lo dudó, en cuanto hubo oportunidad, le comentó todo lo que sucedía en su casa, en un inicio tuvo miedo a la reacción de ella; todo lo contrario, le dijo que sabía muy poco de ese asunto, pero encontraría la forma de apoyarla, incluso le ofreció su casa en lo que Andrea sabía qué hacer.

La amiga de Andrea logró llevar a mi hija con una mujer que podía intervenir en el problema, primero, esa mujer en cuanto tuvo contacto con Andrea, le dijo que eran muy similares, ambas tenían la capacidad de ver seres que otras personas no pueden, después de tomarla de sus manos, le dio una serie de cosas que tenía que llevar a la casa, entre ellas estaba el agua bendita, los inciensos, las veladoras, la sal negra, entre otras herramientas que puedan contribuir a “limpiar” el espacio.

Andrea y su amiga fueron a la casa a realizar los rituales recomendados por la mujer, desde el primer momento en que Andrea ingresó a la casa, se percibió un tufo muy fuerte, ambas se tuvieron que salir a respirar un poco de aire limpio, porque de inmediato tuvieron náuseas, unos minutos después comenzaron a realizar lo indicado por la mujer; encendieron los inciensos y el aroma lo esparcieron por todos los rincones de la casa.
Más tarde, después de realizados todos los rituales, ambas se quedaron un rato en la casa sin que sucediera nada extraordinario, luego decidieron irse porque no pasaba nada.

Andrea le habló por teléfono a la mujer para exponerle lo acontecido, cuando le comentó que no había acontecido nada, ella le dijo que repitiera el ritual por tres días, sino ocurría nada iba ser necesario que ella fuera de forma presencial al lugar de los hechos, lo hicieron como ella dijo, pero parecía que esta situación no le incomodaba en lo absoluto, mi perspectiva es que se sentía cómodo solo, y como mi hija había abandonado la casa, este tenía el espacio para sí mismo.

La mujer sabía el tipo de manifestaciones de esos seres, así que le dijo a mi hija que tendría que acudir ella para realizar una “limpia” del lugar, era necesario que se hiciera a las tres de la tarde, le encargó otra serie de elementos esotéricos para poder realizar el ritual.

A las tres en punto se encontraban mi hija, su amiga y la mujer al interior de la casa, conforme esta comenzó a rezar y esparcir por las habitaciones un incienso con aroma muy fuerte, comenzó a escucharse ruidos en toda la casa, las puertas se azotaron, era como si el ser se oponía a irse.

En ese momento, mi hija sintió una serie de sentimientos poco agradables: una tristeza infinita, desolación, nihilismo, apatía, así como un gran odio, fue cuando Andrea comprendió que el ser no había podido trascender al más allá porque se encontraba detenido por sus emociones que aún existían, esa noche la mujer les dijo que no era conveniente que durmiera ahí, era necesario que cada ritual surtiera el efecto suficiente, pero que en pocos días podría regresar a ese lugar.

Por la noche, Andrea tuvo una serie de sueños, parecía como si pudiera conocer a través de la ensoñación todo lo que el ser le quería comunicar, en realidad no fue posible saber si lo que ella soñó fue real o sólo una quimera, lo que sí es cierto es que pudo convivir con ese ser sin que él la agrediera más.

Autor: Ana Bécquer

Derechos Reservados.

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