El Fantasma De La Fabrica Historia De Terror 2024

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El Fantasma De La Fabrica Historia De Terror 2024

El Fantasma De La Fabrica Historia De Terror… Todo esto lo tengo muy presente a pesar de que me pasó hace mucho tiempo, yo creo que tenía unos ocho o nueve años, en ese momento pues no entendía porque la gente se asustaba cuando le contaba esta historia y mi mamá me pidió que dejara de hacerlo, ya cuando fui creciendo entendí porque me lo había pedido, ahora lo pienso como una experiencia, una de esas que nunca se olvidan.

Mi mamá trabajaba en ese entonces de costurera en una fábrica de tenis que estaba por el Palacio de los Deportes, aquí en la ciudad de México, le tocaba el turno de la tarde y cuando había mucho trabajo, don Mario que era el encargado, le pedía que se quedara unas horas más, a ella le tocaba cocer las lengüetas y los empeines de los tenis, a mi mamá le caía muy bien ese dinero extra por lo que casi nunca decía que no, pero había ocasiones en que no tenía con quien dejarme en casa y entonces me traía con ella al trabajo, casi siempre salíamos a las nueve, pero aquellas ocasiones de horas extras, andábamos saliendo de la fábrica a las once o doce de la noche.

A mí sí me gustaba mucho estar con ella, porque después de terminar mi tarea podía ponerme a jugar y correr como loco por todos lados, era una fábrica enorme, con largas hileras de máquinas de coser, tenía un techo de lámina muy alto, por la entrada había dos cuartos que parecían oficinas y hasta el fondo de todas las máquinas de coser, pasando el área de cortado, había como un agujero muy grande y hondo en el piso, en donde echaban toda la despedacería de las telas que ya no se ocupaban, ese era mi lugar favorito, porque me gustaba estar saltando como si fuera una alberca sobre los pedazos de hule espuma.

Un día mientras jugaba ahí, escuché a una niña a mi espalda que me preguntaba que si quería jugar con ella, yo volteé y me le quedé viendo, tenía como mi edad, llevaba un vestido  y zapatos blancos muy limpios, y el cabello recogido hacía atrás, no se me hizo extraño verla allí, algunas de las compañeras de mi mamá que trabajan en este turno traían a sus hijos también, lo que si se me hizo un poco raro es que su cara estaba muy pálida y hablaba muy seria, como si fuera una persona grande, pero la verdad a esa edad a uno no le importa nada eso, así que le dije que sí, entonces me dijo que jugáramos a las “traes” y sin decirme más se echó a correr sobre el pasillo principal de la fábrica, mientras gritaba que yo las “traía”, yo salí corriendo detrás de ella sobre el pasillo pero por más que corrí la perdí de vista, no me detuve hasta que llegué a la primera hilera de máquinas, donde estaba trabajando mi mamá, al verme todo agitado me preguntó qué estaba haciendo, le dije que estaba jugando a las traes con una amiga, ella levantó la mirada de la máquina de coser por un momento y me miró extrañada, pero de inmediato la regresó a la aguja que había perdido el hilo.

El fantasma De La Fabrica Historia De Terror

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Tiempo después entendí porque me miró así, ya que éramos los únicos que estábamos en ese momento en la fábrica, porque ninguna de sus compañeras se había quedado horas extras, entonces yo me regresé por el pasillo, mi mamá me alcanzó a gritar que ya mero nos íbamos, no le hice mucho caso y mientras caminaba revisaba cada hilera de máquinas buscando a la niña, pensé que ya se había ido, me di media vuelta dispuesto a regresarme con mi mamá, pero fue entonces cuando escuché de nuevo su voz detrás de mí, me espantó, volteé lo más rápido que pude y ahí estaba la niña, hasta el fondo del pasillo en donde había estado jugando y la había encontrado la primera vez, yo me quedé todo confundido, cómo le había hecho para regresar tan rápido por el mismo pasillo sin que yo la viera, y entonces volvió a decirme: «las traes», con esa cara seria, yo empecé a correr de regreso sobre el pasillo lo más rápido que podía hacía ella sin dejar de verla, esta vez no me engañaría ni se escaparía, pero la niña no parecía tener la intención de moverse, solo me miraba fijamente, y cuando ya estaba muy cerca me aventé sobre de ella para agarrarla, al estirar mi brazo para tocarla fue como si la atravesara y me fui a caer de panza sobre el piso, me levanté muy rápido, la niña empezó a caminar hacia mí con pasos muy lentos, yo empecé a caminar hacia atrás aterrado, ella solo repetía: «las traes, las traes», pero su voz sonaba muy gruesa y su cara parecía muy enojada como si fuera a explotar en cualquier momento, entonces empecé a gritarle desesperado a mi mamá, pero como iba de espaldas no me di cuenta que la tapadera de la cisterna estaba abierta,  di el paso y me caí adentro, el agua estaba helada, yo no sabía nadar y empecé a patalear para tratar de empujarme hacia arriba, al querer agarrarme del marco de la tapa no pude, ahí estaba ella, podía ver sus zapatos blancos en la orilla, ya tragaba mucha agua y no podía respirar, aterrado sentí como me hundía lentamente, bajo el agua alcancé a ver todavía la silueta deformada de la niña, en ese momento perdí el conocimiento.

Cuando abrí los ojos todo estaba borroso, lo primero que hice fue vomitar mucha agua y toser, a mi lado estaba don Mario y mi mamá que lloraba mucho, estaba afuera de la cisterna, don Mario me levantó y me llevó a su oficina, adentro mi mamá le ayudó para recostarme en uno de los sillones de la sala de espera, ninguno decía nada, pero veía el susto y angustia en sus ojos, mi mamá se sentó a mi lado y me abrazó, mientras don Mario buscaba algo en uno de sus anaqueles, hasta que por fin agarró un pedazo de tela grande y se lo dio a mi mamá para que me secara, después se sentó en su escritorio, agarró uno de sus teléfonos y empezó a marcarle al médico de la fábrica, mi mamá me enderezó sobre el sillón para quitarme la playera y el pantalón mojados y secarme bien con el pedazo de tela, después me envolvió con ella mientras exprimía bien mi ropa, don Mario salió un par de veces de la oficina, en una de esas regresó con otro pantalón y una playera, se los dio a mi mamá para ponérmelas, en eso sonó el timbre del zaguán y don Mario salió apresurado a abrir, mi mamá me cargó y me puso sobre el escritorio, fue entonces cuando vi aquella fotografía, era la niña con la que estaba jugando y la que me tiró a la cisterna, estaba abrazada a don Mario, mi mamá  agarró el portarretrato, no tuve que preguntar, la miró con mucha tristeza y me dijo que era la hija más pequeña de don Mario, que era su adoración, y dejó nuevamente la foto sobre el escritorio, en ese momento entró don Mario con el doctor, me revisó de pies a cabeza y les dijo que estaba bien, que al parecer no había tragado tanta agua y que no había otras afectaciones, pero que sería bueno que me llevaran al hospital para una valoración, apenas se despidió el doctor, don Mario le dijo a mi mamá que sería bueno otra revisión, me cargó hasta su coche y nos llevó al hospital.

A partir de ese día mi mamá dejó de llevarme a la fábrica, me encargaba con mi tía o a veces con la vecina, algunos meses después renunció.

En ese momento en que pasó todo esto, mi mamá nunca me dijo nada de lo que había pasado ahí, pero ya más grande en una ocasión en que platicábamos de la fábrica, me comentó que el día de la primera comunión la hija de don Mario, él había tenido que ir a la fábrica por un asunto pendiente y que su hija se había encaprichado en acompañarlo, entonces don Mario se había metido a su oficina y su hija se puso a jugar entre los pasillos de las máquinas de coser, y que al salir a buscarla para regresarse a casa no la encontraba, que revisó cada rincón hasta que finalmente la encontró ahogada en la misma cisterna en que me caí, fue un golpe muy duro para don Mario que lo afectó muchísimo, tiempo después se divorciaría y se dedicaría por completo al trabajo, en esa ocasión aproveché para preguntarle a mi mamá por qué había renunciado a seguir trabajando en la fábrica si don Mario era una buena persona, y me dijo que a partir del día en que casi me ahogaba en la cisterna, todas las noches siguientes y hasta el último día que estuvo ahí, se le aparecía una niña de vestido y zapatos blancos al fondo del pasillo.

Autor: Luis Martínez Vázquez

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