La Otra Abuela Historia De Terror 2024
La Otra Abuela Historia De Terror… Bien, me temo que lo que les contaré no es ni una mentira, y mucho menos es algo que se me acaba de ocurrir. He compartido mi historia con varias personas e incluso me han tachado de loco, pero a estas alturas la verdad ya no me importa.
Se los cuento solo para que usen esta información de la mejor manera posible y para ustedes. Tengo solo 17 años, me llamo Saúl y actualmente vivo con mis padres, mi hermana menor y mi abuela. Vivimos todos en una casa de dos pisos, y desde que murió el abuelo, mi abuela ha vivido con nosotros.
Mi madre dice que es para que no se sienta sola, pero mi padre menciona que ya está cansado de ella. Sin embargo, no lo niego, su presencia en la casa había sido para mí algo muy bueno; yo la quería mucho. Ella siempre está con nosotros, cuidándonos, ayudándonos con nuestras tareas y más cosas.
Pero la verdad es que desde que falleció el abuelo, el comportamiento de mi abuela ya no ha sido el mismo que antes. Y eso era de entenderse, pues su pareja de años ya no está con ella.
Una tarde, mientras nuestros padres trabajaban, mi abuela se quedó a cuidarnos. Recién había terminado la tarea cuando me dio un poco de hambre, así que le pregunté a mi hermana menor si quería que fuéramos a la tienda, y ella me comentó que no tenía dinero, por lo que sería necesario pedirle a la abuela.
Guardé mis cosas en mi mochila y subí al segundo piso, donde sabía que se encontraba la abuela en el baño. Llegué a la puerta y toqué un par de veces, pero no me contestó, así que abrí con cuidado pidiendo permiso para pasar. Pude ver que mi abuela estaba sentada en una silla dándome la espalda, pero sentada frente al tocador, peinándose.
Me acerqué a ella y le conté nuestros planes, pero que necesitábamos dinero. Ella tomó un billete y me lo entregó sin mirarme; yo solo lo tomé, le agradecí a mi abuela y salí del baño rápidamente. Cuando llegué al primer piso, le hablé a mi hermana para que se preparara para salir, entonces la escuché platicar con alguien.
Pensé que se trataba de la televisión, pero el sonido parecía más real; le contestaba las preguntas a mi hermana. Busqué a mi hermana y me la encontré en la cocina, justamente platicando con la abuela. Me desconcertó bastante ver que mi abuela se encontraba allí, estaba precisamente sacando unas cosas de la bolsa del mandado que acababa de realizar.
Parecía estar fuera y tenía unos pocos minutos de haber regresado. Le dije que eso no era posible, pues yo estaba seguro de haberla visto en la planta alta. Ella me dijo que no había nadie arriba. Justo antes de salir, nos comentó que regresaría en cinco minutos, pero no le respondimos, pues al parecer estábamos muy concentrados en nuestras actividades.
Ya no supe qué decirle, mi mente comenzó a dar vueltas con todo esto. Si mi abuela acababa de regresar, entonces, ¿quién demonios estaba arriba y me dio dinero? Mi abuela me comentó que revisaría si eso me daba tranquilidad, subió las escaleras y yo fui detrás de ella.
Al abrir la puerta del baño, pasó lo que era de esperarse: no había nadie allí. Le platiqué cómo estuvo todo a la abuela, desde cómo la encontré, y sin mirarme, me dio el dinero que traía en la bolsa. Busqué el billete y al sacarlo, me encontré con que tan solo era un pedazo de servilleta.
Todo esto resultaba bastante desconcertante; pensé que estaba volviéndome loco, pero estaba seguro de haber visto a la abuela. Al menos recordaba su espalda; nunca le vi el rostro. En ese momento, fue algo divertido para mi hermana y mi abuela, se burlaban de mí porque me decían que estaba viendo cosas que no existían. Pensé que quizás tenían razón y me lo había imaginado todo.
En otra ocasión, un fin de semana, me encontraba jugando videojuegos. Había puesto la televisión con un volumen un poco alto, tenía muchas ganas de jugar y no quería que nadie me molestara. Fue entonces que, después de quince minutos de juego, escuché que alguien me hablaba.
Era claramente la voz de mi abuela, quien se estaba bañando y me estaba pidiendo a gritos que le subiera una toalla. Un poco molesto porque me interrumpieron en mis actividades, subí corriendo. Abrí la puerta del baño y, para mi sorpresa, no había nadie.
Me quedé pensando si realmente me había llamado la abuela o no. Después de unos segundos, empecé a analizar la situación y me di cuenta de que llevaba una hora solo en casa. Fue entonces cuando comencé a preocuparme; quizás era cierto y no me estaba dando cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, y comenzaba a imaginarme cosas. Sin embargo, las cosas se pusieron más turbias desde ese día.
La casa donde vivimos no fue de nosotros originalmente; perteneció antes a una pareja que la mandaron a construir en la década de los 80. La ocuparon solo un par de décadas para después venderla a mi padre, la cual llegamos a ocupar en el año 2004.
Menciono esto porque desde esa fecha hasta la actualidad nunca habíamos tenido algún tema con apariciones, fantasmas o cosas similares. Y desde ese día que comenzaron a pasarme esas situaciones con la abuela, empecé a detectar que pasaba algo anormal. Las cosas cambiaban de lugar o se movían por sí solas; eso sucedía en toda la casa, pero particularmente quisiera concentrarme en hablarles de un lugar… el baño. El mismo lugar donde había visto a la falsa abuela o de donde me habían hablado.
Ese lugar era el más frío de la casa, por alguna razón, no importaba si era primavera, verano, otoño o invierno, siempre era el lugar más helado de la casa. Uno entraba y siempre tenías la sensación de que eras observado; no te sentías nada a gusto aunque supieras que estabas solo y todas las puertas cerradas. Siempre uno tenía la sensación de que en ese lugar alguien estaba contigo.
Una mañana de domingo (yo, la verdad, procuraba ya no quedarme solo en casa), me encontraba con mi madre. Mi padre y mi hermana habían salido a hacer unas compras mientras que la abuela había ido a visitar la tumba del abuelo. Los dos nos encontrábamos en la sala; mi madre cocinaba mientras que yo hacía la tarea. Ella me comentó repentinamente que le llegaba un olor a tabaco.
Me quedé quieto un momento olfateando el ambiente y precisamente así era. Era extraño, pues hasta donde yo sabía no tenemos vecinos a los que les guste fumar, por lo que nuestra siguiente sospecha fue que quizás algo se estaba quemando. Nos dispusimos a buscar el origen de ese olor; por más vueltas que le dimos a la casa no encontramos nada, pero solo faltaba un lugar en el que yo no había visto: el baño.
Le comenté a mi madre que quizás provenía de afuera y el olor se estaba metiendo por las ventilas del baño, pero en ese momento se escuchó un ruido fuerte desde el baño. Mi madre me pidió que, por favor, fuera a revisar. Era evidente que tenía miedo y que por ello me estaba enviando a mí. Pero la verdad, yo trataba de evitar ese baño desde mi experiencia con la voz de mi abuela. Sin embargo, no tuve más remedio que obedecer a mi madre.
Cuando llegué, me percaté de que efectivamente el aroma venía de allí adentro, incluso pude ver cómo una estela de humo salía volando desde dentro. Lo que fuera, estaba allí adentro y debía confrontarlo. Abrí la puerta y, sentada en la misma silla como la primera vez y dándome la espalda, se encontraba mi abuela, o al menos se parecía a ella.
Sin mirarme, me pidió que pasara y cerrara la puerta. Yo no quería hacerle caso, pero algo me impulsó hacia dentro y cerró la puerta sin que yo la tocara. Ella traía un cigarro con una larga boquilla, giró ligeramente la cabeza y me miró de reojo.
Solo pude ver un costado de su rostro y con eso me di cuenta de que se parecía demasiado a la abuela, pero al verla con más detenimiento, tenía ciertas características que se asemejaban mucho a su rostro. Me saludó y se presentó como Mercedes.
Se dio la vuelta por completo y aterrado, noté que la otra parte de su rostro que no había visto estaba deforme; algo le había sucedido. Se acercó a mí y me aventó su humo en la cara, luego me dijo lo siguiente: “Esta es mi casa, no de tu familia. Lárgate de aquí”. Dicho esto, la puerta se abrió y yo salí corriendo.
Bajé las escaleras asustado y le conté a mi madre lo que había visto. Mi madre se rió de mí y me dijo que tenía mucha imaginación; no era posible que todo lo que le conté estuviera en el baño de arriba. Ambos subimos y al abrir la puerta, el olor ya se había ido e incluso el baño parecía vacío, como si no lo hubiéramos usado en años.
Yo le juraba a mi madre lo que había visto y que no estaba imaginando nada. Ella, ya un poco preocupada, me comentó que tenía que llevarme al médico.
Duré un par de días con estudios. Mis padres temían lo peor, pues un psiquiatra les comentó que había casos en que la esquizofrenia se presentaba en jóvenes, y en casos muy extraños, adolescentes de mi edad, y que era común que vieran cosas que nadie más podía ver.
Algo alterados por la noticia, aceptaron el tratamiento de darme medicamentos. Yo lo odiaba, pues me mareaba mucho y me daba mucho sueño, pero noté que realmente me ayudaba a tranquilizarme y a olvidar lo que había visto.
Y esa noche, después de tomarme el medicamento, me quedé muy dormido en mi habitación. No sé cuánto pasó, pero una sacudida me despertó; se trataba de mi abuela, la verdadera, que estaba sentada al borde de mi cama. Ella me confesó algo que había hecho y que quizás por eso tenía tantas visiones de otra persona.
Desde que el abuelo había fallecido, ella había quedado muy dolida, así que hizo hasta lo imposible por contactarlo. Trató con diversos métodos, formas y rituales, pero nada le funcionaba. Hasta que hace poco se había conseguido unos inciensos que, según las indicaciones, mencionaban que podían causar una alteración en el ambiente.
Mi abuela, desesperada porque nada le funcionó, optó por usarlos, pero antes que nada los puso en el baño para que aromatizaran el lugar. Esto fue realmente un error, pues de alguna manera se había logrado abrir un portal y desde allí la señora Mercedes encontró donde quedarse.
Sabía yo que lo que hizo la abuela no fue con mala intención, así que no podía culparla; ella quería contactar al abuelo, quizás solo para despedirse una vez más, pero las cosas se habían salido de control.
Después de eso, mi abuela me prometió que me cuidaría y me protegería si alguien intentaba hacerme daño. Ya más tranquilo, me quedé dormido.
Desperté a las dos horas con mucha sed y me di cuenta de que mi abuela se había quedado dormida en mi cama. La arropé y me dirigí a la cocina para tomar agua. Sin embargo, el olor a cigarrillo volvió a impregnarse en el ambiente. Miré hacia el baño y vi una luz salir de allí. Sabía que tenía que ponerle fin a esto; ya me estaba afectando tanto que incluso me estaban dando medicamentos. Así que me armé de valor y entré al baño para confrontar a Mercedes.
La Otra Abuela Historia De Terror
Cuando entré, noté que el baño ya no era el mismo de antes. Era como si hubiera viajado en el tiempo o a otra dimensión y me encontrara en una habitación de un cabaret. Sentada al fondo, se encontraba Mercedes contemplando una fotografía. Me acerqué a ella sin decir ni una palabra y me di cuenta de que sostenía en sus manos un retrato de mi abuela.
Ella suspiraba al verla y me miró con su rostro deforme. Me comentó que mi abuela se parecía mucho a la suya cuando aún vivía, por eso había adoptado esa forma. Su rostro real era más horrible debido a que años atrás, esta casa se había quemado y ella murió justo en esa habitación.
Le dije que no era posible eso, pues la casa se había construido en los 80. Pero ella me aseguró que no era así. La casa, en un tiempo atrás, había sido una casa de citas, un lugar muy concurrido por mucha gente. Pero después del incendio donde ella perdió la vida, se remodeló.
Se creía que volvería a retomar la fuerza de antes, pero la gente huía del lugar diciendo que un fantasma se aparecía en los pasillos, que se movían cosas o se escuchaban ruidos. Mercedes se dio cuenta de que se trataba de ella de quien hablaban, así que decidió concentrarse en donde había sido antes su camerino.
Con el paso del tiempo, el lugar fue abandonado y se remodeló por segunda vez, convirtiéndolo en el hogar donde ahora vivimos. Además de eso, Mercedes me confesó que gracias a la abuela y a sus rituales, había abierto algún portal que le facilitaba manifestarse. Le ofrecí una disculpa a Mercedes y le prometí que no la molestaría más. Sin embargo, me dio un recado para mi abuela.
Al día siguiente, me sentía mejor. No era por la medicina, sino porque sentía que me había quitado un verdadero peso de encima. Vi a la abuela y le comenté que necesitaba hablar con ella a solas. Después del desayuno, salimos un momento al jardín y le conté lo que había visto y platicado con Mercedes, y le di el recado… De parte de mi abuelo, le pedí a la abuela que le dejara descansar, pues no podía irse al otro lado si no lo dejaba ir. Y si necesitaba algo, solo bastaba con hablarle y él escucharía. Mi abuela rompió en llanto; yo sabía que me creía.
Hoy en día, aún me llega el olor a cigarrillo. Procuro no molestar, solo paso de repente y saludo con un ligero toque a la puerta. Sin embargo, estas manifestaciones han disminuido porque mi abuela ha dejado de hacer rituales para contactar al abuelo. Por mi parte, los medicamentos ya los dejé, pues ya no me afecta esto, y he retomado mi vida normal.
Autor: Mario Franco Corrales Lengua de Brujo
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