La Bruja Española Historia De Terror 2024
La Bruja Española, Historia De Terror… Después de varios años sin haber podido tener unas vacaciones decentes decidimos tomarlas pues mi mamá nos dijo que ella podría cuidar de Juanito que apenas tenía cinco años. Yo acepté con facilidad, necesitaba desconectarme de todo, me sentía cansada de trabajar sin descanso; también por cuidar al niño, mientras hacía malabares con mi tiempo en casa, me tenía agotada por lo que no iba a rechazar la propuesta de mi mamá. Para Juan, mi esposo, fue un poco más complicado.
Él no podía pedir fácilmente vacaciones pues trabajaba de contador y al momento de que yo pedí mis vacaciones él estaba por iniciar el cierre de actividades anuales. Además, quería traer al niño siempre, lo veía poco a causa de que cuando él llegaba el niño estaba dormido y al momento de irse a trabajar, el niño dormía. Me costó trabajo hacerle entender que de vez en cuando necesitábamos espacio para nosotros, para descansar.
Tras unos días que se trataron de discusiones, más que de hablar tranquilamente para ponernos de acuerdo, accedió a tomarnos cuatro días de descanso sin el niño, ni las obligaciones de preparar las comidas, mantener todo limpio y demás, así que reservamos unos días en un hotel fuera de la ciudad.
Elegimos un destino poco conocido, nos lo habían recomendado unos amigos, ellos habían ido el verano pasado para hacer un poco de turismo alternativo. El hotel ofrecía la experiencia de ser un viaje para catar vinos. El paquete era muy sencillo, tú hacías la reservación y se te daba la opción de participar en las actividades de los grupos de turistas o simplemente podías disfrutar de las instalaciones del lugar.
El hotel había sido remodelado, era una vieja hacienda que fue convertida en un hotel tradicional con restaurante, alberca, sauna y jardines en los que podías dar paseos para escaparte del ruido de la ciudad. Lo atractivo eran los campos de uvas que se cultivaban a los alrededores, la experiencia era formar parte de los grupos de visita a las instalaciones del viñedo, ver cómo se produce el vino, conocer los campos de uva, probar algunas cosechas y participar en las cenas de reunión.
Sin duda algo exótico que me llamó la atención poderosamente porque estaba cansada de los destinos que siempre eligen las personas usualmente para vacaciones. La playa o el bosque me parecían demasiado normales tras vivir encerrada en mi oficina varios años. Ya conocía muchas playas o cabañas, imaginaba que romper la monotonía me iba a ayudar a relajarme y a recuperar un poco la relación que teníamos, mi esposo y yo, antes de casarnos.
Era una aventura que pensaba iba a ser inolvidable así que nos fuimos con la esperanza de vivir algo increíble en pareja después de siete años de matrimonio. Después de arreglar los detalles, arreglamos irnos al destino que nos recomendaron nuestros amigos. Nos dirigimos al norte del país, exactamente a Baja California.
Hicimos las maletas un poco tristes de separarnos de Juanito, pero en el camino ambos comenzamos a sentir la tranquilidad de no estar al pendiente de él todo el tiempo. Había comenzado el momento de soltar las preocupaciones, mi suegra, mi mamá y bien de nuestro pedacito.
Tras el vuelo y algunas horas en carro llegamos a nuestro paraíso. El que más se emocionó fue Juan, yo me sentí un poco decepcionada porque estaba algo más impresionante. Llegamos, dejamos las maletas para comenzar a explorar el lugar que iba a ser nuestra casa cuatro días. Tras una caminata y la comida nos fuimos a relajar al cuarto, pasamos un rato agradable como novios hasta que llegó la noche y comenzamos a prepararnos para descansar temprano pues la visita a los viñedos comenzaba a las once y queríamos tener tiempo de sobra para arreglarnos y desayunar.
Juan cayó profundamente dormido primero que yo, así que en medio de la oscuridad del cuarto me puse a jugar en el celular para pasar el tiempo hasta que pudiera darme sueño. Mientras jugaba se me ocurrió revisar el sitio del hotel para ver qué más cosas había alrededor para aprovechar la visita. Una cosa llevó a la otra y poco a poco fui saltando de publicación en publicación hasta que llegué a las calificaciones de los viñedos que estaban, por así decirlo, cercanos.
Comencé a ver las opiniones de los visitantes y ahí encontré un comentario que me llamó mucho la atención. Una mujer llamada Ana, ella decía que había pasado una noche muy interesante porque en su cuarto se escuchaban ruidos raros.
Contestando a ese comentario varias personas mencionaban que aquel hotel tenía su historia, pues era una ex hacienda que pertenecía a una famosa familia de la región que era dueña de una mina de oro. Ahora estaba la casona restaurada y convertida en ese hermoso hotel, pero conservaba muchos de sus objetos antiguos como decoración.
Desperté con el celular pegado a la cara, en algún punto me quedé dormida mirando las reseñas y las supuestas apariciones en aquel hotel. Me despertó la televisión, miré a Juan, pero lo vi profundamente dormido todavía, así que me levanté a apagar la tele.
Eran las seis de la mañana, imaginé que tenía puesto el despertador ese aparato, era demasiada coincidencia que justo en la madrugada estaba leyendo de que había apariciones en el hotel y a las horas pasara alguna cosa de ese tipo. Ignorando mi miedo, porque yo no creía en esas cosas, me metí a bañar, ya no pude regresar a dormir otro rato.
Juan se despertó con mis ruidos y comenzamos la mañana dando otra caminata por el lugar, la vista era impresionante, todo parecía que estaba como en un desierto, supongo que por eso sentía que no había muchas cosas, aunque pensándolo, tras algún tiempo, tengo que admitir que es un bonito lugar, pero no volvería por nada. Y no fue por el lugar, la comida o algo similar, sino porque ahí aprendí a temer a la oscuridad, a aquello que nos busca. Por eso el desierto ahora me parece un lugar lleno de misterios, parece que siempre está rodeado de cosas fantasmales.
Cerramos la visita el primer día muy bien. El viñedo fue una buena experiencia y como es de esperar terminamos un poco tomados mi esposo y yo. Recuerdo que muchos de los otros visitantes estaban en el mismo estado que nosotros así que nos comenzamos a conocer, comenzamos a convivir como si nos conociéramos de toda la vida. Ahí surgió de nuevo el tema que había leído durante la noche.
Una chica muy joven nos dijo que ella había querido hospedarse en el hotel con su novia porque a ambas les encantaban las historias de terror y como nunca habían visto un fantasma o experimentado algún encuentro cercano con lo paranormal, habían decidido hacer de su viaje un buen momento para ver si podían recibir un buen susto.
Mi esposo es un incrédulo de esas cosas así que de inmediato comenzó a intentar hacerles entender que esas cosas no existen. En medio de la necedad de un grupo de borrachos, terminé mareada por el alcohol y la discusión sin sentido. Me paré para ir al baño, seguí el pasillo hacia el exterior del cuarto subterráneo donde guardan los vinos. Salí tambaleándome, el aire se sentía fuerte. Miré a todos lados, había mucha gente en reuniones, todos tomaban, también había música.
Seguí el camino al baño, pero me perdí. Yo supongo que, por las pequeñas pruebas de vino, pero como no pensaba en ese momento, me imaginé que estaba en un hotel muy grande y por eso no encontraba el camino que quería. Di un poco de vueltas por aquí y allá hasta que una persona me indicó dónde estaba el baño. Al salir me resbalé así que me agarré de una pared, llevando mi vista al horizonte.
A lo lejos, cerca de una de las entradas del hotel, justo debajo de un arco, estaba una mujer parada mirando hacia donde yo estaba. La mujer parecía estarse riendo. Era una figura delgada, con un gran vestido de holanes que se movían por el fuerte viento. En su pecho centelleaba un colgante, su cabello estaba un poco recogido pero el fuerte viento deshacía el peinado ocultándole la cara con el enmarañado cabello negro.
Me tallé los ojos, miré al cielo y regresé la vista a ese lugar. La mujer había desaparecido. Imaginé que tal visión era culpa del alcohol, regresé de nuevo al baño para mojarme un poco la cara, pensé que eso me bajaría más rápido la borrachera. Terminé de arreglar mi cabello y acomodar mi ropa cuando de un portazo se cerró la puerta de la entrada al baño.
Me dirigí a abrirla para irme, pero no podía abrir la puerta. Traté una y otra vez de abrirla, pero no cedía. Comencé a gritar para ver si alguien me escuchaba porque no sentí mi celular por ninguna parte, no tenía manera de llamar a Juan.
Los primeros minutos de mi encierro estuve pidiendo auxilio tranquilamente, después comencé a sentirme sofocada. Las luces comenzaron a parpadear, el chiflido del aire se colaba por todas partes y entre ese sonido logré escuchar otra cosa. Era un cascabel.
Entré en pánico, no había pensado en la posibilidad de que una serpiente estuviera en el baño. Sin buscar, para asegurarme de que el animal estuviera ahí, comencé a pegarle a la puerta con fuerza. En medio del ruido por los llamados de auxilio escuché una voz lejana. Grité con más fuerza para que me sacaran de ahí pero no escuchaba que fueran a buscarme.
Me quedé quieta, puse el oído en la puerta, ya no sentí tanto los efectos del alcohol por la impotencia de verme encerrada. De nuevo los murmullos de alguien que iba pasando se escuchaban, era la voz muy apagada de una mujer. Me quedé esperando escuchar si la voz se acercaba o alejaba, por ese silencio de nuevo escuché el cascabeleo de una serpiente, miré a todos lados para asegurarme de que al menos no estuviera cerca.
El sonido del viento era fuerte, creo que era por esa fuerza que movía algo para hacer que las luces del baño parpadearan cada cierto tiempo. En un momento mágico o algo así, la puerta se abrió sola, se escuchó un chasquido y luego cedió lentamente. Agarré la manija de la puerta y salí como si nada. Afuera no había viento, solo sentía el sol quemante de las dos de la tarde.
Miré hacia atrás al baño, metí la cabeza por unos minutos, no escuché de nuevo el cascabeleo. Me pregunté si me estaba afectando demasiado el alcohol, pero ese definitivamente no era el caso pues cuando me hice un poco hacia atrás para irme, de inmediato se apagó la luz dentro del baño, pero alcancé a ver una figura al fondo del baño.
Tras eso la puerta se regresó a cerrarse sola. Tragué saliva mientras me tapaba los ojos, inconscientemente me rehusé a ver que era aquello, pero puedo asegurar que nadie más estuvo en ese baño aparte de mí.
Por la noche, al platicar con mi marido me preguntó si había pasado un buen día, porque duré demasiado tiempo lejos de donde él estaba. Molesta le contesté que me había quedado encerrada en el baño hasta que pude destrabar la puerta.
Primero se preocupó por mí, luego me dijo que había sido demasiado tonto, que quizás tendría que bajarles a las copas por un día, me dijo. Esa noche dormimos molestos, se acostó al lado de mi sin voltear a verme y apagó la luz sin avisarme. No quise pelear, dejé que se quedara dormido mientras el insomnio me mantenía despierta escuchando sus ronquidos.
Tomé mi celular, comencé a buscar cosas sobre fantasmas, sobre apariciones y encontré muchos videos, también personas que hablaban sobre eso, explicando qué eran o porque estaban ahí. Sentí un miedo terrible de pronto. Un hormigueo anormal se extendió por mi espalda a pesar de que estaba acostada.
La sensación de frío me provocó algunos escalofríos e instintivamente metí más los pies dentro de la cama. Dudaba un poco si había sido real lo que había visto. De nuevo me metí a buscar cosas sobre el hotel o la zona donde estaba.
Nadie había visto a una mujer en el desierto, pero algunas historias contaban que había una mujer con un vestido elegante que podía verse como borrosa o como una sombra en las fotos de algunos visitantes de esa ex hacienda. Me quedé pensando si era aquella mujer.
Mientras cabeceaba y pensaba, el sonido de un cascabel me llegó de repente a los oídos. Me quedé inmóvil, luego comencé a ver la cubierta de la cama con la luz del celular. No vi ninguna serpiente, pero podía escucharla. Moví a Juan hasta que logré despertarlo, le puse un dedo en los labios, le dije que escuchara.
Él también escuchó el sonido del cascabel y comenzó a quitarnos las sábanas de encima, revisó las almohadas, prendió la luz de la lámpara al costado de la cama. No veíamos nada. Llamamos a recepción, ellos llegaron casi de inmediato a pesar de ser mitad de la noche.
Mientras permanecíamos en la cama, vimos como un joven revisaba los espacios para encontrar lo que hacía el sonido. Movieron todo, revisaron todo, pero no encontraron nada. Asustada pedí que hicieran algo, lo quesea, fumigar, levantar cada mueble o algo, pero nos dijeron que por el momento nos cambiarían de habitación.
Nos instalaron en uno de sus mejores cuartos, más grande y elegante. Eso había sido bueno, de no ser porque ahí fue donde comencé a sentirme nerviosa de la nada. Dormí poco ese día, apenas alcanzaba a dormitar en los camastros alrededor de la alberca, me sentía muy agotada.
Juan se preocupó por mi así que ese día me pidió que no tomara nada de alcohol hasta que pudiera verme un doctor. Le dije que estaba bien y seguimos con los planes que teníamos. Ese segundo día por la noche, había un evento en la fogata central. Era una estructura de ladrillo que rodeaba una pequeña chimenea. Ahí nos manteníamos calientes mientras platicábamos con otros huéspedes.
Las chicas del día anterior se despedían de nosotros porque ellas regresarían a Monterrey al día siguiente. Me contaron que lamentaban mucho no haber podido ver ningún fantasma. Yo no quise mencionar nada, no le vi sentido, quizás si estaba enfermándome o algo, por eso había pasado de ver a una mujer en medio de la tarde del desierto a esa sombra rara en el baño, incluso una serpiente imaginaria me perseguía.
No tomé alcohol esa noche, los demás seguían con las pruebas de vino y la degustación de quesos. Julio miraba las estrellas conmigo, platicábamos del nacimiento de nuestro Juanito, pero aquello se quedó interrumpido porque muchos de los huéspedes comenzaron a hacer sonidos de sorpresa.
Fuimos a la mesa donde aún estaban muchas personas durante el cierre de la degustación y vimos que apuntaban sus dedos y celulares a la uno de los pasillos de columnas que llevaban a los viñedos. No veíamos nada. Otras personas decían que tampoco veían nada, pero unos señores aseguraban que habían visto a una silueta caminar despacio por ese pasillo. Era una mujer de aspecto antiguo, dijeron.
Se me heló la sangre, otras personas, además de mí, habían visto a una mujer caminar por ahí. Eso significaba que no estaba borracha completamente cuando vi a aquella mujer. Mientras todos armaban el revuelo, las historias de miedo no se hicieron esperar. Es común en muchos lugares que la gente termine contando ese tipo de historias solo para entretener, pero yo me comencé a tomar muy enserio lo que nos estaba contando el señor que había dirigido todo el evento.
Nos contó que ahí a veces se podía ver fantasma de una hermosa mujer que había sido llevada ahí para ocultarla. Pasaba su tiempo encerrada en aquella hacienda al cuidado de una mujer mayor que le servía. Los que trabajan por esa zona, en los hoteles o en el viñedo habían podido verla a veces.
La historia contaba que esta joven había sido alejada de su ciudad en España, lugar donde la habían tachado de bruja. Como en ese tiempo se tomaban muy seriamente esas acusaciones, había sido perseguida por algunas personas del pueblo para llevarla ante el cura, que en ese momento podía buscar la forma de encarcelarla hasta que se comprobara que no tenía ese tipo de prácticas diabólicas.
Esta joven española había sido llevada en secreto, escondida en un carro, hasta un barco que la trajo a México. Aquí se le había llevado a uno de los lugares más alejados del centro del país buscando que nadie pudiera localizarla pues era la única hija de un matrimonio adinerado y no querían perder la única oportunidad de que naciera un heredero.
La joven fue traída a la hacienda con unos amigos de la familia, esperando que se arreglara un matrimonio con alguien de los que vivían ahí. Al vivir en la hacienda comenzó a alejarse de todos, pasaba días encerrada en su cuarto y una de las amigas de sus padres decidió ayudarla a mejorarse de la enfermedad que tenía, pero en lugar de ayudarla, encontró el motivo de su actitud.
Ella en realidad cometía actos diabólicos en nombre del maligno. Fue encontrada una noche, en medio de un ritual, estaba desnuda, poseía a varios hombres para ofrecer el acto a su maestro. La pobre joven fue encerrada hasta la muerte para expiar sus pecados. Se cuenta que en un cuarto que ya no existe, fue encerrada en un lugar sin ventanas y solo contaba con una sola puerta para asegurase de que no pudiera salir nunca más.
Temblé como un pequeño gato asustado al escuchar aquella historia, de inmediato recordé lo que había visto en el baño. Ellos decían que el cuarto donde murió no existía, pero si era que lo habían convertido en otra cosa, quizás lo habían tirado, pero habían puesto los baños en ese lugar.
Imaginé que por eso me había tapado los ojos, por puro instinto quise alejarme de aquella entidad oscura en la que se había convertido esa mujer. Mientras Juan se reía de todos por estar creyendo en cuentos para asustar niños, yo temblaba por dentro. No me sentía tranquila, algo había pasado en ese lugar, hubiera sido esa mujer u otra cosa, aquello no era ni de cerca algo bueno e inofensivo.
Sentía que eso me acechaba, vinculé el sonido del cascabel con su presencia. Tenía que cuidarme de no volverlo a escuchar. El tercer día fue una pesadilla, me sentía enferma por dormir tan poco. No disfruté la piscina ni el sauna, Juan preocupado me propuso que mejor nos regresábamos a la ciudad para que me viera un médico, pero le dije que no, que solo durmiendo un rato iba a quitarme la sensación de cansancio.
Me regresé al cuarto con la intención de descansar mientras Juan regresaba del sauna. Abrí por completo la cortina para dejar entrar la luz y también dejé el foco encendido para que cuando cayera la noche, si estaba dormida, aún hubiera luz en el cuarto.
Dormité un rato hasta que me quedé dormida y en medio del sueño abrí los ojos. No podía moverme, movía solo los ojos, quería pedir ayuda, pero ni la boca podía mover. Se me salían las lágrimas por la desesperación. Una fuerza sobre mi me hacía sentir pesada, sentía que estaba hundida en el colchón.
La luz comenzó a parpadear, sentí que la luz del día también se estaba yendo porque el cuarto estaba de un color naranja muy intenso. No quería quedarme a oscuras por nada del mundo, así que luchaba por moverme, aunque no lo lograba. Cerré y abrí los ojos, me decía muchas veces, despierta, despierta, pero no era un sueño. El sonido del cascabel comenzó a escucharse, me rodeaba.
Los sollozos se escapaban de mi garganta, pero no podía abrir la boca, también sentía cómo mis oídos se llenaban de agua por estar boca arriba. Escuché que crujió la puerta de la entrada, le pedí a dios que no fuera a aparecer aquella mujer.
El cascabel se escuchaba más cerca que nunca, poco a poco observé cómo la puerta era empujada para abrirse. Dejé de mirar hacia la puerta. Alcé la vista al techo para buscar pedirle a dios ayuda, pero en ese momento vi que se asomaba de una viga, un pequeño rostro con ojos intensamente oscuros. Era ella. Cerré los ojos, con fuerza, grité por fin.
Sentí que algo cayó sobre de mi desde arriba y escuché la voz de mi marido gritarme. Era él el que había abierto la puerta muy despacio para no despertarme en caso de que estuviera dormida. Me arrastré fuera de la cama, completamente histérica. Gritaba y lloraba mientras Juan me sacaba del cuarto. Había caído una serpiente desde el techo hasta la cama.
Nadie entendía cómo entró o cómo se coló hasta ese lugar, pero como yo no lograba de temblar, me llevaron a la clínica más cercana. Así fue que me enteré que tenía un mes de embarazo. Yo creo que aquella bruja me estaba buscando precisamente por eso, pues desde la primera vez que la vi, ella se reía viéndome.
Además, cuentan que las brujas roban bebés para hacer sacrificios, quizás ella quería usarme con todo y el pequeño en mi vientre como uno.
Autor: Patricia Gonzalez
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