Algo Maligno En El Monte-Historia de terror 2022

Algo Maligno En El Monte-Historia de terror 2022

Historia de terror…Algo maligno en el monte
Hace años desde la última vez que participé en una cacería pues me ocurrió un suceso tan aterrador que cada vez que lo recuerdo logro perder el sueño.

No vengo a intentar convencer a alguien acerca de los sucesos, el que me crean o no realmente no me importa, si las mismas personas que lo vivieron jamás me creyeron aun cuando dos personas desaparecieron y ellos simplemente se limitan a negar la existencia de los desaparecidos, no sé si la finalidad de hacer esto sea evitar problemas legales o emocionales.

Realmente como dije poco me importa el que me crean o no, sin embargo contaré la historia que viví en los bosque de Teul Zacatecas donde dos hombres desaparecieron y tres fuimos testigos de un horror mas profundo que el miedo a lo embrujado o a las bestias salvajes.


Como les contaba, un grupo de amigos solíamos juntarnos, como nos gustaba acampar y la aventura preparamos un grupo de caza, como se pueden imaginar este pasatiempo no es barato, por lo que solíamos salir solamente una vez cada dos o tres meses.

Al principio lo hicimos en lugares cercanos, somos de Guadalajara.

Nuestras primeras excursiones fueron rumbo a Tesistán y Santa Lucia, lugares como Palo Alto, El Quemado o el Cimarrón y algunas rancherías que debido a amistades nos abrían sus puertas.

Para algunas personas que viven en el campo somos un alivio pues disminuimos la población de Jabalíes.

Como según escuchábamos, nuestras incursiones mantenían lejos a otros animales salvajes que arruinaban sus huertas y asesinaban el ganado.

Aparte siempre repartíamos carne entre las personas de las rancherías las cuales agradecidas siempre compartían lo suyo con nosotros y aunque era agradable.

Pronto quisimos visitar lugares mas lejanos, lugares que tuvieran venados.

Con el tiempo por medio de un familiar de un amigo nos contó que un familiar suyo estaba dispuesto a prestarnos un rancho cerca de Teul Zacatecas, donde según nos enteramos la población de venados era alta y de hecho el rancho que nos abriría las puertas estaba abandonado, lo cual hizo que toda la zona en sus alrededores fuera invadida por animales salvajes, jabalíes en su mayoría.

Historia De Terror-Algo Maligno En El Monte

Esto ultimo nos daba un poco de miedo, pues lo jabalíes son muy territoriales y en más de una ocasión nos habíamos enfrentado a ellos saliendo heridos además no queríamos causar una masacre, pues si algo bueno tenían nuestras cacerías era que nunca desperdiciábamos carne, aparte aun no sabíamos el numero exacto de animales salvajes, hasta ese entonces jamás nos habíamos encontrado un puma o león de montaña.

Créanme que aun en un campamento bien armado el sonido de los pumas es algo que aterra en las noches, pues una cosa es disparar a una presa y otra muy diferente atacar a un animal que te considera su presa, pero ya verán que hay cosas mas aterradoras que un felino salvaje.

Solíamos juntarnos en un taller de autos de un amigo, que de entre el grupo era uno de los más importantes. He decidido cambiar sus nombres para evitar problemas con ellos, así que digamos que el dueño del taller es Lalo, que es el que tiene facilidad para conseguir buenas escopetas y las municiones además de que su camioneta esta adaptada para andar en la sierra.

El que consigue los permisos de cacería y los cintillos de la SEMARNAT es Julio, una persona que de entre todos es el mayor pues ya pasa los cincuenta años, pero es el que mas experiencia tiene en esto de la cacería, en tercer lugar, estoy yo que soy el que tiene el vehículo mas grande y al igual que Lalo y Julio cuento con mi permiso de portación de armas.

Después de tomar la decisión de viajar a ese rancho a Teul, preparamos todas las cosas necesarias para el viaje. He de confesar que desde un principio algo dentro de mí decía que no fuera, el que el rancho estuviera abandonado me daba mala espina.

De niño crecí en casa de mi abuela quien siempre me contaba historias aterradoras que había vivido de niña en un rancho de Zacatecas, que por cierto no estaba en Teul, sino en García de la Cadena, según me contaba abandonaron la finca porque estaba embrujada y aunque decía que al principio ocurrían cosas que realmente no eran tan difíciles de sobrellevar, los fenómenos paranormales fueron de mal en peor hasta que terminaron tan mal como para hacer huir a los patrones y a todos los trabajadores.

Recuerdo mucho que mi abuela me contaba que en la entrada de la casa donde vivía colgaban bicicletas y de repente en la noche comenzaban a pedalear solas, cosa que a mi abuela quien era una niña en ese entonces le aterraba muchísimo, pero como me contó después, el que los objetos se movieran solos no era algo con lo que no se pudiera lidiar, pero no fue este tipo de sucesos lo que les hizo huir a Guadalajara.

En una temporada se empezaron a desaparecer los hijos de unos peones y por más que los buscaron nunca les encontraron, algunos peones decían que habían visto que unas luces se los habían llevado, al final todos entraron en histeria colectiva y decidieron huir de inmediato.

Recuerdo que mi abuela solía recalcarme mucho que tuviera cuidado en los lugares mas profundos de la sierra o de los bosques pues allí viven criaturas que el hombre jamás ha visto.

Pero bueno, con todo y mi mal presentimiento, decidimos salir un viernes en la mañana, iríamos doce personas en dos camionetas y aparte todo el equipo de campamento y cacería, viajamos pesados, pues estaríamos al menos quince días en el rancho abandonado.

Conducimos lentos, tardamos tres horas en llegar al centro del pueblo y hora y media mas en adentrarnos en el bosque hasta llegar al rancho.

Hora y media conduciendo en brecha es un poco agotador, pero si eres como yo y amas los paisajes sabes que agradable puede ser conducir por aquellos lugares desolados, lugares donde raramente se ve algún vehículo perdido.

Después de un largo tramo llegamos hasta la ubicación, apenas me bajé de la camioneta noté que la naturaleza ya había comenzado a reclamar lo suyo, pues para abrir la valla de entrada al rancho tuvimos que tumbar mucha maleza, acción que nos demoró un rato.

Una vez pudimos ingresar los vehículos nos dispusimos a buscar cual sería el mejor lugar para levantar el campamento, pues según nos comento Héctor a quien le habían prestado el lugar.

le habían pedido no entrar en la finca principal, cosa que quisimos respetar, pese a que la finca estaba totalmente deteriorada a tal punto que realmente nada detendría la entrada de algún animal salvaje o persona, las puertas que habían sido de madera ya no estaban, igual los ventanales con los cristales quebrados y sin protección de acero.

Era extraño pues alrededor de esa finca la maleza no parecía crecer y todo estaba árido y seco, desentonaba mucho con sus alrededores donde la naturaleza ya había ganado la batalla por el dominio del terreno.

Tardamos un rato en elegir el lugar donde montaríamos el campamento, pues como les dije todo estaba invadido por la maleza, dimos vueltas un rato al perímetro del rancho, hasta que nos decidimos por una zona que estaba mas despejada, era lo que parecía ser una terraza frente una vieja alberca llena de yerbas.

Nos dispusimos a limpiar de maleza con machetes. Una vez que despejamos el terreno nos dividimos en dos grupos, un grupo levantaría las casas de campaña y cinco hombres irían conmigo a buscar leña, uno de ellos era Héctor.

De hecho, no tuvimos que caminar mucho para recoger la leña, yo caminaba armado, pero aun así tenía miedo de que en el camino nos encontráramos en el territorio de jabalíes, pues como les dije suelen ser muy territoriales y dudo mucho que una sola escopeta eliminara a todo un grupo, por suerte mi temor no se cumplió, rápidamente conseguimos en los alrededores dentro del rancho toda la leña y los únicos animales que vimos fueron ratas de campo y algunas ardillas.

Esa misma noche iríamos a “farear”, pues por lo regular era en la noche cuando los venados son más fáciles de emboscar.

Así que nos dividimos nuevamente, no todos deseaban andar de madrugada por el bosque, además solo llevaríamos un vehículo, pero debido a lo difícil del camino la mayor parte de la búsqueda se hace a pie, pues los venados se encuentran muy adentro y allí no caben los vehículos.

Si han ido de cacería sabrán de lo que les hablo, caminata constante en la madrugada en la oscuridad, solo iluminado por unas cuantas lámparas y si tienes suerte por la luz de luna.

Esa primera noche Héctor y Lalo iban conmigo en el grupo de siete, llevábamos dos rifles, tres lámparas y dos radios. Saben, desde ese día yo note a Héctor algo preocupado además no quería estar solo en ningún momento y de cualquier cosa se sobresaltaba, yo sabía que el se drogaba como algunos del grupo, pero yo ya lo había visto actuar bajo los influjos de las drogas y su comportamiento no solía ser así, así que decidí no dejarlo apuntar y lo pusimos a cargo de uno de los faros.

Después de caminar un par de horas vimos un cerro y en sus faldas un rio, fue allí donde vimos un venado tomando agua, sigilosamente nos escondimos entre los arboles y la yerba, apagamos las luces, tomamos posiciones, yo quería llevarme el mérito, así que fui el primero en apuntar, le pedí a Héctor que echara las luces al animal y en cuanto lo hizo le disparé en una pierna.

El animal camino unos pocos metros hasta que cayo desangrado. Nos acercamos a él, lo llevaríamos cargando hasta la camioneta que estaba como a una hora de camino, pero aquella noche habíamos logrado nuestro cometido.

Cuando alumbramos al animal, este se veía en mal estado, de hecho le faltaba una pata y no se la había volado yo con el tiro pues esta ya estaba cicatrizada en un muñón, quizás a causa de un previo encuentro con otro cazador, aparte los ojos del animal no se veían vivos, por el tamaño del animal podríamos decir que era un ejemplar muy joven pero esos ojos, en lugar de ser negros eran de un color gris, muy extraño, en ese entonces pensé que el animal quizás estaría enfermo, pero su carne se veía bien y no tenia mal olor.

Héctor apenas vio al animal y se notó más ansioso, me pidió que no lo lleváramos, yo le pregunte porque y el solo respondió que aquella zona no era buena para cazar, todos nos burlamos de el y caminamos de regreso con el animal en hombros.

Cuando regresamos de inmediato se pusieron a despellejar el animal y cortar la carne, yo me sentí cansado, pero deseaba hablar con Héctor, no me gustaba su actitud, en otra ocasión anterior me había tocado que un chico se puso nervioso y terminó disparándole a otro en el hombro, por suerte no murió, pero cerca estuvimos, así pues, no quería que esa historia se repitiera.

Hablé un rato con él, pero no pude sacarle nada de nada, solo decía que se sentía mal y nada más. Yo no le creí, sabía que el ocultaba algo.

La madrugada fue larga, la mayoría bebía una bebida parecida al tequila que llamaban Bacanora, yo me negué a beber, cuando estoy en campamento no me gusta tomar alcohol, prefiero estar en mis cincos sentidos.

Los demás si lo hacían, incluso Julio quien solía ponerse muy entusiasta bajo los influjos del alcohol y precisamente fue el quien propuso que regresáramos a esa zona donde cazamos al venado de los ojos grises, le interesaba sobre todo subir al cerro, pues a su criterio era el mejor punto para estudiar la zona.

Héctor inmediatamente al escuchar esto comenzó a decir que no era buena idea ir a ese punto, que podríamos probar más al norte, de inmediato le interrumpí preguntándole sobre él porque no quería volver a ese lugar, que como él era el único que había pisado esas tierras antes debería saber si había algún peligro y era mejor que nos informara de inmediato.

Ante la mirada de todos se puso mas nervioso aun, pero ya no pudo callar, nos contó una historia simple sin detalle ni gracia donde de niños dos de sus primos se perdieron en ese cerro y a él lo persiguió un animal extraño parecido a un puma, todos lo escucharon con atención y comenzaron a contar historias de terror, yo me fui a dormir, pues estaba decidido a investigar esa zona en cuanto hubiera luz, pensaba al igual que Julio que era una buena zona para estudiar el terreno.


Me quedé dormido rápidamente y desperté apenas estaba amaneciendo, ya no se escuchaba nadie afuera en la fogata.

Necesitaba orinar así que abrí el cierre de la puerta de mi casa de campaña, sentí mucho frio, tanto que no pude evitar empezar a temblar, luchando contra el frío me dirigí a la zona donde estaba la alberca abandonada llena de yerbas y me puse a orinar.

Pero apenas estaba por acabar cuando escuche un sonido entre la yerba, rápidamente me subí el pantalón y me hice hacia atrás, me di cuenta de que no iba armado, si algún animal salvaje quisiera atacarme no tendría oportunidad de salvarme.

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Mi única reacción fue no hacer ruido, agacharme y caminar lentamente hacia atrás, pero el sonido en la yerba avanzaba hacia mi y justo cuando quise correr un animal brinco sobre mi tumbándome de espaldas, sentí todo el hedor de su boca en mi cara.

Cerré los ojos, creí que sería mi final, pero aun no sabía todo lo que viviría mas adelante, pero en ese momento creí que moriría pero detrás de mí, donde estaba el campamento un par de chicos se habían levantado a vomitar y esto asustó a la bestia que me atacaba, pues de inmediato se puso a correr, rápidamente me levanté y pude ver su silueta a lo lejos, caminaba en dos patas, era algo parecido a un gorila pero más grande.

No recuerdo mucho sobre su forma, todo estaba oscuro a esa hora además me sentía muy asustado, pero solo recuerdo eso, la silueta de un simio gigante.


Cuando les conté lo ocurrido a los demás chicos del grupo se burlaron de mí, me dijeron que, si le había pedido un poco de coca a Héctor, yo me puse serio, pero organicé una búsqueda en el perímetro, si hubiera alucinado o no un animal salvaje grande estaba rondando nuestro campamento y era de suma importancia mantener a salvo. Justo cuando estábamos a punto de partir, Lalo nos interrumpió para decirnos que la carne del venado había desaparecido.

Fuimos a ver y las hieleras estaban tiradas en el piso y sin una pieza de carne, solo un rastro de sangre que indicaba que la carne había sido arrastrada a la alberca, ahora todos me creían, un animal salvaje atacó en la noche nuestro campamento.

Buscamos por todo el perímetro, primero la alberca, donde tumbamos lo mas que pudimos las yerbas con machetes, pero nada, ni un solo rastro del venado o el animal, después levantamos las vallas que habían sido derrumbadas por la maleza y limpiamos un poco el terreno con un par de azadones que cargábamos entre nuestras cosas, una vez que esto estuvo listo, pusimos un perímetro con cuerda y unas campanas, si algo entrara sonaría.

Revisamos también todos los edificios alrededor de la finca principal, antiguas caballerizas, casas y hasta algunos baños, solo nos encontramos con ratas de campo, al final solo faltaba entrar a la finca, la cual nos habían prohibido entrar, no importaba, solo entraríamos unos minutos y no nos quedaríamos allí, a fin de cuentas, el dueño no se enteraría.


Entramos por la puerta principal ya que la madera de la puerta se había podrido y fue fácil entrar, solo Julio y yo íbamos armados con rifles, caminábamos sigilosos pues no sabíamos si dentro habría algo.

Yo sentía cierta sensación rara, era muy drástico el cambio de clima dentro de la casa, afuera hacia muchísimo frio y dentro hacia un calor insoportable, aun así, casi todas las paredes estaban cubiertas por un extraño musgo y hongos que jamás había visto.

Revisamos cada habitación en la planta baja, incluso entramos a lo que en mejores tiempos había funcionado como cocina la cual contaba con horno de leña, pero no encontramos nada, ni siquiera un ratón o paloma.

Luego nos dirigimos escaleras arriba, lo hicimos sin cuidado, a pesar de que eran de madera, pero cuando el primer hombre subió justo en el quinto peldaño, la madera se rompió y el hombre cayó.

Le sacamos debajo de las escaleras vimos que solo se había enterrado algunas astillas en la pierna derecha, aun así, decidimos que se regresara al campamento, para que le revisaran a fondo, por suerte uno del grupo trabajaba como paramédico y el podría curarle las heridas por muy pequeñas que fueran.

También nosotros regresamos al campamento, necesitaríamos una soga si queríamos subir a revisar la segunda planta.


penas llegamos y Héctor de inmediato comenzó a decirme que no tenia caso que siguiéramos buscando, que creía que el animal habría huido asustado dentro del bosque, yo le tome de los hombros y le pregunté directamente si conocía el por qué su familia había abandonado el rancho, a lo que el sólo contestó que simplemente perdieron el interés, que al final no sembraban nada y solo la usaban como casa de campo, pero que su familia perdió todo el interés en ir a ese lugar.

No le creí, mi mente comenzaba a armar una historia, la cual trataba de una zona invadida por animales salvajes, los cuales mataron a dos de sus primos, decidí decírselo así directamente, pero su respuesta fue solo: “No sabes nada de lo que paso aquí”.

No quise interrogarlo más, era obvio que mis especulaciones le incomodaban.

Regresamos a la casa, con ayuda de dos hombres trepé hasta la segunda planta, luego busqué un punto donde pudiera amarrar la soga, me fue un poco difícil pues todo el barandal de la escalera era de madera y estaba podrida, así que estuve un rato de pie buscando un punto y fue justo sobre mi cabeza que lo encontré, un pedazo de viga descubierta amarré la cuerda y todos subieron uno a uno.

La planta alta contaba con mas habitaciones que la parte baja, todo estaba en completo silencio, dentro de la casa, pese a que todas las puertas y ventanas estaban rotas el sonido se aislaba.

Revisamos todas las habitaciones, no solo en busca de un animal, sino también en pistas que delataran su presencia, pero no, ni siquiera el olor a orina o restos de heces, nada, solo muebles de madera podrida y camas tendidas con sábanas cubiertas del mismo musgo de las paredes y los hongos raros, pero de animales nada, ni siquiera un ratón. Una vez que checamos el lugar regresamos al campamento.

Después de comer, le pedí a Julio y otros dos muchachos que me acompañaran hasta el cerro donde cazamos el venado, quería trazar un pequeño mapa de esa área, así como preparar otro campamento más pequeño allí arriba, pues tarde o temprano los animales tenían que bajar a beber agua al rio y desde allí arriba sería más fácil apuntarles.

Así lo hicimos tomamos dos casas de campaña, las armas y bastante munición, un par de machetes y nos pusimos en marcha.

Recordaba bien el camino, una media hora en camioneta y otro rato a pie.

Dejamos estacionada la camioneta en una arboleda donde ya no pueden entrar los vehículos, caminamos un rato y llegamos al cerro y nos pusimos a buscar un camino o una brecha, cosa que no resultó tan difícil, pues apenas cruzamos el rio y notamos que se abría una brecha por el lado derecho del cerro, nos adentramos de inmediato.

Justo cuando íbamos a medio camino, a lo lejos vimos un par de jabalíes, rápido Julio y yo apuntamos con los rifles, vimos bien la mirilla y tumbamos uno, de un tiro limpio en la cabeza.

A otro solo le paso rozando por una pierna, empezó a chillar y correr, lo perdimos de vista y nos acercamos a ver el cadáver, estaba muy gordo, les indicamos a los dos muchachos que nos acompañaban que regresaran con el animal al campamento en lo que nosotros buscábamos al otro animal, no iría lejos antes de desangrarse.

Julio y yo seguimos avanzando en los rifles en mano, a lo lejos vimos un lodazal, pensé lo peor y así fue, apenas unos segundos cerca del lodazal y ya teníamos al menos una docena de cerdos salvajes lanzándose contra nosotros, corrimos cuesta abajo y casi por instinto nos subimos a unos cedros enormes.

Si nos hubiéramos tardado mas tiempo en trepar nos hubieran atacado con sus colmillos y quizás no estaría contando esta historia, peor aún, ni siquiera hubiera vivido lo que estaba por experimentar arriba del cerro.

Julio y yo contábamos con suficiente parque para matar al menos a la mitad de los cerdos, pero cuando te encuentras en una situación así no piensas con claridad, por lo que matamos solo los que nos permitió la carga que traíamos en los bolsillos.

Esto no asustó a los demás jabalíes que continuaban agresivos debajo de nosotros, realmente no se porque no se me ocurrió sacar el parque de mi mochila, además en ese momento me di cuenta de que los dos chicos se llevaron el radio, me maldije.

Estuvimos mucho tiempo sobre los arboles Julio y yo nos preguntábamos que haríamos, porque cuando oscureciera seria más difícil bajar, no sabíamos si cercas rondaban mas cerdos.

Recuerdo que Julio me gritó que sacara el demás parque de la mochila, cosa que hice de inmediato, pero debido en la posición que estaba y al tamaño de la mochila estúpidamente se me cayó, escuche a Julio dedicarme un par de groserías.

Los cerdos corrieron debajo del árbol y regaron todas las balas, la desesperación me invadía, casi estuve a punto de brincar y enfrentar a los cerdos a machetazos, justo me estaba convenciendo de hacerlo cuando vi a los jabalíes olfatear en dirección contraria a nosotros y comenzaron a chillar y a correr hacia la parte mas baja del cerro.

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Era como si algo invisible les hubiera asustado. Aprovechamos la oportunidad y bajamos de los árboles. Intenté recuperar todas las balas, pero al menos hubo doce que no logre encontrar. Julio pidió que siguiéramos cerro arriba, pues si volvíamos por la misma brecha nos encontraríamos de nuevo a los jabalíes y según él, una vez saliendo de su territorio dejarían de seguirnos.

Mientras más nos acercábamos a la punta del cerro que mas bien parecía meseta pues a lo lejos se veía plano en su punta, más seco y árido era el terreno, de hecho, la tierra se veía como quemada y mas subías, mas desprovisto de vida estaba, Julio y yo pensamos que era un buen punto a favor, no habría mucho que limpiar para poder montar el campamento.

Cuando llegamos a la cumbre encontramos algo sorprendente, algo que hoy en día Julio y los demás niegan haber visto. Un circulo de piedras talladas con extraños símbolos de un posible origen prehispánico de una al menos metro y media de altura y más allá la entrada a una cueva.

Julio y yo solo la revisamos muy superficialmente, yo imaginé de inmediato que quizás los primos de Héctor se cayeron dentro y nadie los rescató, por eso abandonaron el rancho, pero estaba equivocado.

Levantamos el campamento y regresamos al rancho.

De camino rodeamos el lugar donde habíamos visto a los jabalíes, pero justo al llegar al rio los volvimos a encontrar, pero esta vez muertos, eran al menos unos quince cadáveres.

Nos acercamos a ellos, pensando que quizás los muchachos del campamento se habían encontrado con ellos y les dispararon, pero examinándolos no mostraban heridas de bala, de hecho, todos estaban abiertos en canal y tenían las vísceras de fuera, como si los hubieran abierto con una navaja uno por uno.

Julio y yo nos preguntamos acerca de que habría ocurrido, descartamos que fueran los muchachos ellos bien sabían que hay que retirar con mucho cuidado las vísceras pues la bilis se riega rápido y hecha a perder la carne, además un grupo tan grande no sería fácil de abatir y menos con navajas.

Miramos cada uno de los cerdos de nuevo por todos lados y en ninguna parte tenían marcas de balas, decidimos amontonar los cadáveres lejos del rio, cerca de la maleza, algún animal carroñero terminaría por desaparecerlos, pero esto también sería un problema pues seguramente el hedor atraería a los pumas o leones de montaña.

Al final Julio y yo propusimos dar armas a otros dos y traer un grupo mas numeroso del que teníamos contemplado.

Cuando llegamos nos encontramos con que ya habían despellejado y destazado el jabalí, de hecho, ya lo estaban preparando para asarlo a las brasas, por suerte siempre cargábamos con condimentos y especies. Aquella carne que no comeríamos la preparamos en cecina.

Todo el grupo se encontraba tranquilo y bebiendo Bacanora, escucharon con atención nuestra aventura con los jabalíes, como escuchamos algo que los hizo huir, como encontramos que en la punta del cerro todo estaba plano y despejado, Julio y yo les explicamos que decidimos montar allí el campamento, pero con mas hombres por si nos encontrábamos con un puma, necesitaríamos montar guardias.

Partiríamos hasta la mañana siguiente aquella noche querían pasarla allí, había suficiente carne para ese día y mañana, además todos estaban contentos menos Héctor quien se me acercó y me dijo que él no iría al cerro, yo le volví a contar lo que pensaba, le dije que quizás sus primos cayeron por la cueva que esta en la punta del cerro, a lo que con una risa nerviosa me preguntó si había entrado allí, yo le dije que no, que solo me había asomado, pero probablemente estaría muy profundo, Héctor se burló de mi y me dijo: “Esa cueva no tiene profundidad, entras y sales y ya”.

No le hice mucho caso, la verdad comenzaba a desagradarme un poco ese tipo, me molestaba que no me hablara claro acerca de la desaparición de sus primos y no tenia ganas de presionarlo hasta decírmelo, por lo que forme un plan, lo llevaría mañana con el grupo, aunque no quisiera, una vez en el cerro le obligaría a contarme la verdad.

Aquella noche yo me fui a dormir temprano, pero los demás excepto Lalo bebieron Bacanora hasta vomitar, yo les había dicho a los demás que en cuanto se fueran a dormir montaría guardia, pues aún no había quedado resuelto mi incidente con el animal que me atacó cerca de la alberca de quien pensábamos se había robado la carne del venado.

Todos pensaban que había sido un puma, pero recuerdo que esa silueta y los sonidos que producía no eran los de un felino, era mas parecidos a los de un simio grande, lo cual era casi imposible que existiera por aquella zona, aunque todo era posible, en ese entonces imaginaba que quizás algún rancho cercano pudiera alojar animales exóticos y bien se le pudo haber escapado alguno, pero como verán más tarde, estaba equivocado.

Llegó mi turno de vigilar, habíamos acondicionado previamente un pequeño edificio que en otro tiempo había funcionado como baño y cambiador, pero desde el techo la vista era muy buena, me senté en la silla con un rifle a mi lado y un cigarro en mis labios, siempre llevaba un termo de casi un litro lleno de café.

Aquella noche no había luna, por lo regular los animales salen mas las noches así y por alguna extraña razón los animales no salen cuando la luna esta llena.

Cuando me había bebido casi la mitad del termo escuché las campanas que pusimos en el perímetro, rápidamente levante el rifle y vigilé el punto donde se escuchaba la campana, no vi nada, pero si se movía la campana, bajé el rifle y saqué unos binoculares con vista nocturna, fue entonces cuando lo vi, esa misma silueta que me brincó encima la mañana anterior.

Tomé el rifle y le apunté, no lograba verlo bien, pero su silueta era casi humana, de no ser por el largo de sus brazos que le daban un aspecto simiesco.

Sin pensarlo dos veces apreté el gatillo y le di posiblemente en un hombro, un sonido cavernoso sonó fuertemente en el aire, lo que hizo que mas de alguno de los chicos de despertaran.

“¡Vengan a ver!” les grité y volví a disparar, el animal gritó una vez más y corrió hacia el bosque, los demás salieron de sus casas de campaña y encendieron las lámparas para ver de que animal se trataba, pero ninguno logró ver más allá de su espalda, pues corría de una manera extraña, erguido pero torpe, intenté disparar una vez más, pero lo perdí de vista.

Los demás salieron armados y con lámparas tras él, pero nadie logro darle alcance, al final todo regresaron preguntando: “¿Qué era eso?” otros afirmaban que era un gorila, pero yo que fui el que mejor lo vio les dije que los gorilas no tenían ese tamaño, pues fuera lo que fuera medía mas de dos metros y no tenía pelo.

Todos intentamos seguir el rastro de sangre, pero este desaparecía después de un par de kilómetros, donde el bosque tomaba camino hacia el cerro donde habíamos levantado las bases del segundo campamento, decidimos regresar.

Parecía paranoico, pero inmediatamente le pregunté a Héctor que, si sabía algo acerca de lo que estaba ocurriendo, el no quiso contestar, solo lloraba y decía no saber, además de afirmar que era muy niño cuando estuvo en ese lugar, no le creía, no era normal que se pusiera así de histérico, pero ante la presión de los demás decidí dejarlo en paz.

Como no lograríamos dormir decidimos partir de una vez en busca del segundo campamento.

Siete hombres subiríamos en la camioneta, con suerte la bestia se habría desangrado y la encontraríamos de camino al campamento en el cerro, pero al menos todo el tramo que anduvimos en la camioneta no vimos señas.

Bajamos de la camioneta para seguir a pie, luego seguimos hasta el rio, suena sencillo, pero realmente es una hora de camino hasta llegar al rio y aún estaba oscuro, íbamos iluminando el paso el cual comenzaba a marcarse después de nuestras incursiones.

Cruzamos el rio, luego pedí que iluminaran el lugar donde Julio y yo habíamos amontonado a los jabalíes, pero ya no estaban, solo un par de cabezas y huesos, supuse que habrían sido devorados por coyotes, pumas o hasta los buitres.

Seguimos caminando, no sin antes contarles a Lalo, Héctor (quien venía quejándose) y a los demás que Julio y yo habíamos amontonado allí los cadáveres de los jabalíes que encontramos muertos. Lalo nos dijo a todos que tuviéramos cuidado, pues era muy probable que nos encontráramos a un “gatote”, nadie se rio y seguimos caminando.

Cuando llegamos al punto donde Julio y yo habíamos levantado una casa de campaña todos quedaron sorprendidos por las rocas con símbolos, menos Héctor, quien permanecía de espaldas y se mordía los labios, no dudaba ni un poco que estuviera super drogado.

Uno de los chicos que nos acompañaban era estudiante de antropología en UDG y fue el que quedo mas maravillado aun, nos contó que existía muy poca información de las tribus que habitaron aquellas zonas, pero que por lo regular, lugares así solían ser usadas o como observatorios o como lugares de culto a dioses antiguos.

Apenas escuchó Héctor el discurso cuando se giró bruscamente y nos pidió que nos fuéramos, intentamos calmarlo, pero lo único que logramos fue alterarlo más: “¡No se acerquen a la cueva!” nos gritaba, Lalo se enojó y con fuerte vos le advirtió que si no se calmaba lo dejarían volver solo hasta el campamento, al final se tranquilizó un poco, y se quedo sentado en una piedra fumando un cigarro.

Los demás levantamos las demás casas de campaña una vez hecho esto la curiosidad de ver dentro de la cueva nos ganó, así que tomamos las lámparas, un par de escopetas y nos pusimos a mirar.

Tal como dijo Héctor, la cueva no tenia profundidad, de hecho era muy angosta, pero ante nuestra sorpresa encontramos unos grabados en las paredes, pinturas antiguas a las que no les encontramos forma de primera mano.

Hasta que nuestro compañero estudiante de antropología encontró un patrón en los dibujos, la pintura mostraba las piedras que estaban en la entrada de la cueva y lo que parecían indígenas a su alrededor adorando una especie de dios antiguo que se encontraba justo en medio del círculo de piedra.

El joven estudiante nos confirmó que quizás aquel cerro habría servido como un tipo de centro de culto o algo así. Decidimos entrar para ver bien y justo acabábamos de entrar todo cuando escuchamos a Héctor gritar.

El primero en salir de la cueva fui yo, con el rifle en mano y lo único que alcancé a ver fue que algo arrastraba cerro abajo a Héctor, quien gritaba: ¡Les dije que no se metieran a la maldita cueva!”.

Corrí para intentar ver que lo arrastraba, pero justo cuando estuve a punto de alcanzarlo otro grito detrás de mí.

Escuché un par de tiros y en lo que gire la cabeza Héctor estaba demasiado lejos como para alcanzarlo, apunte con el rifle y vi la misma silueta a la que le había disparado antes.

Intenté dispararle pero era difícil hacerlo sin darle a Héctor también, en eso escuché a Lalo gritarme por ayuda así que regresé corriendo hasta el circulo de piedras, a mis lados pasaron corriendo los demás chicos del grupo, incluso el estudiante de antropología.

Al llegar a la cueva solo me encontré a Lalo apuntando con su rifle al techo de la cueva. “¡No hay nada que podamos hacer!” me dijo y corrimos dejando todas las cosas atrás.

Cuando llegamos a la camioneta, le pregunté sobre lo que había pasado, el sólo me dijo que en el techo apareció esa criatura a la que le disparé en el campamento, tomó al chico por la cabeza y desapareció al fondo de la cueva.

Yo le pregunté que como era eso posible si ya habíamos visto que la cueva no era profunda, que habíamos estado dentro y apenas cabíamos, me respondió que no sabia como, pero que un chico al escuchar los gritos de Héctor comenzó a sangrar de la nariz, que todo había pasado tan rápido.

Solo recordaba que el tamaño de la cueva había cambiado y cuando menos lo esperaban la criatura ya estaba sobre el chico que le sangraba la nariz, le tomó por la cabeza y desapareció al fondo de la cueva.

Yo le dije que deberíamos calmarnos, pues por lo vivido podríamos ver cosas que no eran, pero que lo mejor seria resguardarnos en el campamento y en la mañana organizar una búsqueda.

Lalo me miró y me dijo que yo podía hacer lo que quisiera pero que el y los chicos se irían inmediatamente.

No volví a dirigirle la palabra durante todo el camino de regreso al campamento, ni siquiera cuando después de veinte minutos de conducir nos encontramos a los chicos que habían huido, les indiqué que subieran, se veían asustados, pero no quise hablarles del tema.

En verdad no deseaba irme, estaba obsesionado con las extrañas criaturas de la cueva, el cerro y aún mantenía la esperanza de encontrar a los desaparecidos vivos o muertos.

No le ayudé a recoger el campamento, si me quedaba lo haría a la intemperie pues mi casa de campaña quedo en el segundo campamento.

Me quedé sentado afuera de la puerta de la finca central del terreno y el estudiante de antropología se acercó a mí, mientras todos se amontonaban en la camioneta de Lalo, me pidió que los acompañara, yo le dije que no, que quería buscar a las bestias al menos una última vez.

Me volvió a pedir que nos fuéramos, pues me aclaró que todo de lo que acabábamos de ser testigos no tenía explicación lógica, que hasta donde el sabía esas criaturas no pertenecían a este mundo.

Recuerdo bien sus palabras: “Los antiguos habitantes tenían conocimientos incomprensibles para nosotros, no sabemos si uno de esos conocimientos pudo atraer a seres de otra dimensión, se que suena loco, pero después de lo que vimos en la cueva puedo atreverme a afirmar cualquier cosa.

Después de decirme esto me pidió una última vez que nos fuéramos, le dije que no, que después los alcanzaría.


Los vi irse rápido, no sé cómo le hicieron, pero cupieron todos en una sola camioneta. Yo me fumé un par de cigarrillos tratando de trazar un plan, a pesar de que tomé una decisión apurada tampoco quería lanzarme en el calor del momento, en medio de la noche ante lo desconocido.

Al final decidí pasar la noche dentro de la finca, total ya no estaba Héctor quien nos lo prohibía.

Busqué una habitación que no tuviera ventanas, la limpié un poco, pero no quise meter mano al musgo y hongos de las paredes y con un ropero que encontré en otra habitación tapé la entrada, puse mi bolsa para dormir y dormí un par de horas y en realidad no se como hice para dormir con esos niveles de adrenalina, supongo que estaba en verdad muy cansado.


Justo antes de que la alarma de mi reloj sonara me desperté de golpe, pues escuché un sonido muy fuerte afuera de la casa, en ese momento desee haber elegido una habitación con ventana.

Rápidamente me puse zapatos, encendí una lámpara, la dejé en el piso alumbrando a la entrada, tomé mi rifle lo puse en la pared y después jalé el ropero hacia adentro del cuarto, me puse la lámpara en la bolsa trasera de mi pantalón, luego agarré el rifle y me puse en posición de disparo, caminé el pasillo hasta una ventana y escuché una gran explosión, rápidamente tomé la lámpara de mi bolsillo y alumbre, la explosión venía de mi camioneta.

Salí corriendo hasta el lugar donde la mantenía estacionada y descubrí que las llantas delanteras habían explotado, maldije e hice una rabieta, era imposible que hayan explotado pues no tenia mucho que las había comprado a menos que alguno del grupo me haya hecho el favor de dejarlas picadas a propósito por no haberlos querido llevar, esto era muy posible.

Me agaché para inspeccionar las llantas traseras y en eso comenzó a sonar la alarma de mi reloj, no pude evitar sobre saltarme, la apagué, un neumático mas tronado, solo quedaba una llanta buena, imposible regresar así al pueblo.

Después de un rato de rabietas sin sentido me di cuenta de que lo mejor que podría hacer era regresar de inmediato a pie al pueblo, pues no me animaba a hablar por radio a Lalo o a Julio, además todos estaban enojados conmigo ante mi decisión de quedarme.

Lo medité un poco, vi algunas de mis posibilidades y lo mejor que pudiera hacer es cargar una mochila con lo básico, aun quedaba algo de cecina, pero agua quedaba poco menos de un litro, así que decidí llevar a cabo mi búsqueda, total que mas daba, de todos modos, necesitaba ir al rio a recoger agua.

Se que quizás piensen que habría sido más sencillo haber llamado por celular a protección civil, pero si han ido a esos lugares saben que la señal esta muerta.

Así que durante esa aventura solo contaba con mi instinto y mis herramientas de supervivencia, es muy fácil perderse en el bosque, sobre todo cuando se esta solo.

Pero yo en ese momento no me dejaría vencer por el miedo y en cuanto tuve lista una mochila partí rumbo a ese lugar en el monte, donde seguramente algo maligno me esperaba.

Llegue al rio justo cuando el sol se encontraba con mas fuerza, baje la mochila y saqué las botellas que llenaría, después crucé el rio, pasé por un lado de donde estaban los restos de los jabalíes muertos, pero lo poco que quedaba casi habían desaparecido, solo un par de cráneos a la mitad me acerqué y de un pisotón quebré la quijada, recogí un par colmillos y los guarde en mi mochila, si salía vivo de esa aventura quería un recuerdo más allá del trauma.

Subí el cerro a buen paso, aunque descuidado, tanto que olvidé rodear la zona donde nos atacaron los Jabalíes, pero para mi suerte no me encontré con ninguno, ni siquiera un cadáver de estos.

Llegué a la cima y para mi sorpresa seguía en pie, intacto, solo el piso marcado por las pisadas de la marcha de la noche anterior. En ese momento me sentí estúpido, que pelea pudiera ofrecer yo solo contra aquello que no pudimos derribar en grupo, pensé en que si debí haberme ido con los demás.

Quizá la adrenalina bajó en ese punto, pero sentí un gran arrepentimiento a tal punto que me tire al piso y comencé a reír de desesperación, miles de pensamientos me invadieron, escuchaba en mi cabeza la historia de la desaparición de los primos de Héctor, las creencias de las que me habló el estudiante de Antropología.

No podía dejar de pensar en que todo estaba ligado de alguna manera, pues quizás los antiguos habitantes tenían otro tipo de conocimiento desconocido para nosotros, conocimientos que en esta época podrían ser considerados malignos, estaba a punto de corroborarlo.

Estando tirado escuché un grito dentro de la cueva, me puse en pie y seguí el eco. Encendí la lámpara y entre en la cueva, mire las mismas pinturas, pero el espacio seguía igual de angosto como la primera vez que entré.

Alumbré el techo y no vi nada, después apunté con la lámpara al piso y fue allí donde descubrí un agujero algo grande, fácilmente cabría un hombre.

Me acerqué al agujero y apunté con la lámpara dentro, parecía un túnel, metí la mitad de mi cuerpo dentro, olía horrible, estuve casi a punto de vomitar cuando escuché otra vez un grito, era la voz de Héctor.

Me quité la mochila, me metí al túnel y me arrastré hacia adentro, sintiendo como las piedras y algunas raíces se me encajaban en la piel, no se cuanto tiempo me estuve arrastrando, pero cuando menos lo esperé caí al piso de cara.

El rifle y la lámpara rodaron unos cuanto metros delante de mí, inmediatamente me estiré y tomé la lámpara y de inmediato busqué mi rifle, escuché un grito casi frente a mi por lo que iluminé de inmediato en la dirección de donde provenía el sonido, frente a mi estaba Héctor, le faltaba una pierna pero no sangraba.

Y a penas me vio, me dijo: “Imbécil, les dije que no se acercaran a este cerro.

” Yo intenté calmarlo, intenté decirle que podría salvarlo a lo que él me contestó que en este punto no podría salvarme ni yo. Iluminé a los lados de donde estaba tirado Héctor.

La cámara parecía estar bien edificada, vi un par de pilares y varios mas que sostenían la bóveda, los cuales estaban talladas con figuras parecidas a las de las antiguas civilizaciones como la Olmeca o Azteca, pero con cierto aire diabólico.

Busqué el rifle y me acerque a Héctor y agresivamente le pregunté que si sabía que eran esas criaturas que nos habían atacado a lo que el me contestó: “No lo sé, son las mismas que se llevaron a mis primos cuando éramos niños, nuestro abuelo solía prohibirnos alejarnos del rancho, sobre todo nos prohibía acercarnos a este cerro, siempre decía que guardaba algo maligno en su interior, pero nunca lo escuchamos.

Un día de niños venimos al rio, luego subimos, entramos a la cueva y ellos desaparecieron, yo regresé corriendo al rancho, buscaron a mis primos todo un mes, pero la gente del pueblo siempre se negaba a acercarse al cerro, siempre fue leyenda entre la gente el que las personas desaparecían aquí”.

Yo volví a preguntar presionando sobre esas criaturas, pero solo respondió que no sabía y rompió a llorar, después se desmayó.

Sabía que no lograría salvarlo, no había manera de sacarlo, además no sabía cuanta sangre había perdido, probablemente hubiera muerto antes de cruzar el rio.

Ahora el problema era encontrar la manera de que yo saliera de ese lugar, pues el túnel por el que caí estaba como dos metros por encima de mí, así que intenté buscar alguna piedra o algo a que subirme para poder alcanzar el agujero para escapar de ese lugar.

Por lo que comencé a iluminar todo el piso de la sala, la cual era muy amplia, conforme pasaba la luz vi cráneos partidos, comencé a sentirme desesperado, fueran lo que fueran esas criaturas regresarían tarde o temprano, empecé a caminar en círculos como desesperado cuando sentí que una mano agarró mi camisa por la espalda, de inmediato me di la vuelta y ciegamente di un tiro con el rifle, escuché un gruñido, tome la lámpara y vi que era una de esas criaturas.

No me detuve a ver como eran de cerca, pero me atrevería a decir que tenían una mezcla entre humano y simio.

Recargué el rifle y le volví a disparar, escuché un grito mas fuerte y escuché sus pisadas fuertes en retirada, yo caminé hacia atrás sin dejar de apuntar, en un paso hacia atrás en mi bota sentí el piso mas blando, no alcancé a regresar el pie cuando volví a caer.

Me desmayé, cuando desperté me encontraba tirado en un matorral junto al rio, tardé alguno minutos en recuperarme, afortunadamente no tenia mas que unos raspones, me senté, tratando de recordar lo que acababa de ocurrir, luego localicé el rifle y la lámpara, me puse en pie tomé el rifle pero la lámpara no porque estaba hecha añicos, me acerqué al pie del cerro, no entendía como al haber caído desde arriba siguiera vivo y entero pero la respuesta apareció ante mis ojos.

Un matorral escondía otro agujero, no quise asomarme, pero deduje que detrás habría otro túnel como el que me llevo a la cámara debajo de la cueva, regresé sobre mis pasos y puse marcha de nuevo al rancho pues ya estaba oscureciendo y no tenia ni el más mínimo deseo de seguir en aquel maldito lugar.

Pase la noche dentro de mi camioneta con un frío terrible y aunque estaba asustado nada más ocurrió esa noche.

A la mañana siguiente tomé camino por toda la brecha que llevaba hasta el camino que conducía al pueblo, acompañado solo de una lámpara pues había perdido mi mochila, afortunadamente siempre guardo una lámpara de emergencia en la guantera.

No se por cuanto tiempo estuve caminando, pero la oscuridad llevaba ya un par de horas siguiéndome, no quería pensar en nada, solo caminaba con la cabeza abajo hasta que unos faros me aventaron las luces altas.

El vehículo se detuvo, el conductor era un señor de mas de sesenta años, que muy amablemente me ofreció llevarme hasta el pueblo, intentó interrogarme un poco, pero me limité a mentir, le dije que estábamos acampando y me perdí, el me comentó que no me recomendaba acampar por esa zona, pues cerca del rio hay un cerro donde muchas personas se han desaparecido, yo fingí no saber nada y me limité a escucharlo.

El señor amablemente me permitió usar su teléfono, telefonee a una hermana y conseguí que me enviara dinero por medio de un OXXO, inmediatamente pagué un transporte a Jalisco.

Hace ya mucho tiempo de todo lo que me ocurrió en Zacatecas, jamás hice nada por recuperar mi camioneta y las pocas veces que he ido a visitar a Lalo a su taller, me encuentro siempre la misma respuesta, nada ocurrió, Héctor no existe, lo mismo que el otro chico desaparecido mismo argumento que me ofrecen todos los demás, incluso Julio quien sigue organizando cacerías.

Créanme que me ha costado mucho asimilar todo lo que me paso y mas me costó ir a hablar con los demás, hasta ahora no les he querido volver a visitar, siento algo de rencor hacia ellos, como les dije en un principio, quizás negarlo sea la manera más fácil de superar lo que ocurrió, pero no para mí.

En fin, creo que esas criaturas se comieron a Héctor y al otro, también creo que aun esa maldad sigue allí dentro del cerro. Quien sabe, yo por mi parte jamás volveré a pisar terrenos desconocidos, quien sabe que otros misterios se escondan allí.

Autor: Mauricio Farfan

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