Pacto De Sangre Historia De Terror 2024
Pacto De Sangre, Historia De Terror… Me llamo Lucía, y aunque ahora tengo 35 años, no puedo olvidar aquella experiencia aterradora que viví en el último año de preparatoria cuando tenía 18 años. En aquel entonces, mi popularidad en la escuela era prácticamente nula. Solo tenía un amigo llamado Andrés, quien desde el primer año se llevaba muy bien conmigo. Pero en el fondo, siempre había deseado pertenecer al grupo de los populares.
Desde que entré a la escuela, aquel grupo me parecía fascinante. Eran un grupo de seis, cuatro chicas y dos chicos, que lo tenían todo: belleza, popularidad, inteligencia y dinero. A pesar de que nuestra escuela era pública, todo el mundo les envidiaba. Siempre había querido pertenecer a ellos, pero siendo una chica común y corriente, sabía que era casi imposible.
Ya en mi último año de preparatoria, me había resignado a nunca pertenecer al grupo de los populares. Sin embargo, un día ocurrió algo que cambió por completo esa situación. Mientras platicaba con mi amigo Andrés en la cafetería de la escuela y desayunábamos, una de las chicas del grupo de las populares se nos acercó. Mis ojos se abrieron como platos al verla frente a mí, no podía creerlo. La chica se llamaba Valentina, tenía el cabello completamente negro y la piel blanca casi transparente.
Valentina me saludó y me preguntó si podíamos hablar en privado. Miré a Andrés y él asintió con la cabeza, pues aunque nunca le había dicho que mi sueño era pertenecer a ese grupo, él lo sabía por mi forma de verlos cada vez que caminaban por los pasillos. Me senté frente a ella en otra de las mesas de la cafetería y le pedí que me dijera qué pasaba.
En esos momentos que ella estaba tan cerca de mí, por alguna extraña razón sentí una vibra extraña, como si estuviera viendo una película de miedo. Pero pensé que quizá eran los nervios. Valentina me dijo que una de sus amigas iba a mudarse de ciudad y, por ende, se cambiaría de escuela. Así que, como ella y sus amigos se habían acostumbrado a ser siempre seis, querían saber si quería pasar el recreo del siguiente día con ellos. Me aseguró que les parecía muy amable y querían ser mis amigos.
No podía creerlo, era increíble que ellos se fijaran en mí, así que claramente accedí. Valentina sonrió, pero su sonrisa no parecía sincera y al devolverle la sonrisa se fue.
Después de aquella inesperada conversación con Valentina, no pude evitar sentir un torbellino de emociones en mi interior. Ansiaba compartir la noticia con mi mejor amigo, esperando su apoyo y entusiasmo. Sin embargo, al encontrar a Andrés y relatarle lo sucedido, su reacción fue muy diferente a la que esperaba.
En lugar de emocionarse o ponerse feliz por mí, Andrés me miró con decepción y con una sonrisa a medias. Sus palabras me sorprendieron, pues me advirtió que no debería acercarme demasiado a esas personas. Según él, había escuchado rumores y comentarios inquietantes sobre el grupo de los populares. Algunos afirmaban que pertenecían a una secta o algo similar, lo que explicaría el dinero que parecía tener en abundancia, a pesar de su corta edad y de provenir de familias con niveles económicos medios.
Andrés compartió conmigo que los fines de semana, los integrantes del grupo frecuentaban los mejores antros de la ciudad, luciendo ropa de las marcas más exclusivas, comiendo en restaurantes de alta categoría y derrochando dinero sin ningún reparo. Su sospecha era que quizás se dedicaban a actividades ilegales o turbias, ya que esa situación no era normal para jóvenes de nuestra edad y condición económica.
Aunque sabía que había algo de razón en las palabras de mi amigo, decidí hacerme la desentendida y cambié de tema. Me costaba aceptar que algo oscuro se escondiera detrás de aquel grupo que tanto había admirado. Andrés solo volteó los ojos y decidió dejar pasar el asunto, aunque parecía preocupado por mí.
A pesar de las advertencias de Andrés, no pude evitar sentirme emocionada y ansiosa por la oportunidad de pasar tiempo con el grupo de los populares. En mi interior, creía que tal vez esto era lo que necesitaba para cambiar mi vida y finalmente ser parte de ese mundo que tanto había anhelado. Sin embargo, no podía dejar de pensar en las palabras de Andrés y en la extraña sensación que me había invadido al estar cerca de Valentina.
Aun así, decidí seguir adelante con la invitación y ver qué sucedía. Quizás, después de todo, solo se trataba de simples rumores y malentendidos, y no había nada de qué preocuparse. Sin embargo, en lo más profundo de mi corazón, una voz me decía que debía tener cuidado y estar alerta ante lo que estaba por venir.
Esa tarde, después de la sorprendente conversación con Valentina, no pude evitar repasar una y otra vez en mi mente cómo sería formar parte de ese grupo de jóvenes populares. Sin embargo, también me asaltaban preocupaciones e inseguridades: temía que, al descubrir que no tenía tanto dinero como ellos o que no era tan brillante y maravillosa, dejaran de hablarme o me rechazaran. Pero después de debatir internamente, decidí que debía darles una oportunidad y confiar en que había una razón por la cual querían empezar a juntarse conmigo.
Otra preocupación que me atormentaba era la idea de dejar a mi amigo Andrés solo. Me dolía pensar que nuestra amistad pudiera verse afectada por mi decisión, pero en el fondo sentía que esta era una oportunidad única que no podía dejar pasar. Esa noche, me costó mucho conciliar el sueño, ya que la emoción de sentarme con ellos al día siguiente en el recreo era abrumadora y me mantenía despierta.
Cuando casi llegó la madrugada, finalmente caí en un sueño profundo, pero lo que me esperaba era muy extraño y perturbador. En mi sueño, Valentina, vestida completamente de negro, aparecía frente a mí en un entorno oscuro y sombrío. Tomaba mi mano con firmeza y, utilizando un cúter, cortaba su palma y luego la mía, dejando escapar gotas de sangre. Luego, unía nuestras manos y realizaba un pacto de sangre mientras sonreía con la misma sonrisa hipócrita que había usado un día antes. Alrededor de nosotros, una atmósfera ominosa y opresiva se cernía, alimentando mi creciente inquietud.
Pacto De Sangre Historia De Terror
Al despertar, me sentí profundamente asustada y desconcertada por la naturaleza del sueño, pero decidí atribuirlo al hecho de que había estado pensando en exceso en la situación. Aun así, una sensación de temor persistía en mi pecho mientras me preparaba para ir a la escuela. Mi mente no dejaba de divagar, preguntándome si había algún significado oculto en ese sueño tan vívido y aterrador.
Llegué a la escuela con una mezcla de nerviosismo y expectativa, con el corazón latiendo rápidamente en mi pecho. No pude evitar buscar con la mirada al grupo de populares mientras caminaba por los pasillos, sintiendo un nudo en el estómago cada vez que los veía. Sin embargo, cada vez que los observaba, la imagen de Valentina en mi sueño regresaba a mi mente, lo que me causaba una sensación de temor y malestar que no lograba sacudirme.
Mientras tanto, Andrés se mostraba distante y preocupado, como si presintiera que algo no estaba del todo bien en este nuevo capítulo de mi vida. Aunque intenté hablar con él y asegurarle que todo estaría bien, no pude evitar sentir que algo se estaba rompiendo entre nosotros, una barrera invisible que se levantaba lentamente. No obstante, me convencí de que debía seguir adelante con mi plan de acercarme al grupo de los populares, tratando de ignorar las advertencias y preocupaciones que se acumulaban en mi mente.
El día transcurrió lentamente, y cada minuto parecía eterno mientras esperaba ansiosamente la llegada del recreo. Mis pensamientos seguían divagando entre la emoción, el miedo y la preocupación por Andrés. A medida que se acercaba la hora, la tensión en mi pecho crecía, y mi respiración se volvía más agitada.
Finalmente, llegó el momento del recreo. Sentí una mezcla de ansiedad y emoción mientras me dirigía a la cafetería. A lo lejos, pude ver a los populares sentados en una de las mesas, como si me estuvieran esperando. Valentina me vio y levantó la mano para saludarme, indicándome que estaban allí. A pesar de la aparente cordialidad de su gesto, una sensación de miedo sin razón comenzó a apoderarse de mí.
Con el corazón latiendo rápidamente, me dirigí hacia ellos. Pero con cada paso que daba, el miedo se intensificaba, y un sentimiento de mal agüero comenzaba a invadir mi cuerpo. Era como si una fuerza oscura e invisible me estuviera advirtiendo de un peligro inminente. Mis pasos se volvían más pesados, y el camino hacia la mesa parecía extenderse cada vez más, como si mi destino se alejara constantemente de mí.
Al acercarme a la mesa, noté que la atmósfera a su alrededor era extraña y opresiva. El ruido y el bullicio de la cafetería parecían desvanecerse, dejando en su lugar un silencio espeluznante que se cernía sobre nosotros como una nube negra. La luz del sol que entraba por las ventanas parecía más tenue, como si estuviera siendo consumida por las sombras que se arremolinaban en torno al grupo.
Cuando finalmente llegué a la mesa, me senté con cuidado, tratando de ocultar mi creciente temor. Los demás miembros del grupo me miraron con expresiones enigmáticas, como si supieran algo que yo no sabía. Sus rostros, antes llenos de vida y alegría, ahora parecían extrañamente pálidos y vacíos, como si les faltara algo esencial.
Valentina comenzó a hablar, pero su voz sonaba distorsionada y lejana, como si proviniera de otro mundo. Sus palabras se mezclaban con susurros incomprensibles que parecían surgir de la nada, haciéndome sentir cada vez más angustiada. A medida que la conversación continuaba, me di cuenta de que los demás miembros del grupo parecían estar hablando en un lenguaje desconocido y siniestro, cuyas palabras retorcidas me llenaban de terror.
Los objetos alrededor de nosotros comenzaron a cambiar de forma, como si estuvieran siendo manipulados por fuerzas invisibles. Las sillas se retorcían y gemían, como si estuvieran vivas y atrapadas en una pesadilla sin fin. Las sombras en las paredes parecían moverse y crecer, adoptando formas grotescas y amenazadoras que me observaban con malicia.
A pesar del miedo que me embargaba, traté de mantener la compostura y seguir la conversación, pero cada palabra que pronunciaba parecía alimentar la oscuridad que nos rodeaba. Sentía que estaba atrapada en una espiral de terror y que, con cada momento que pasaba, me sumergía más y más en un abismo sin fondo.
Todo comenzó a dar vueltas a mí alrededor, y me sentí mareada y desorientada. Mi visión se volvía borrosa, y las voces distorsionadas de mis nuevos amigos resonaban en mi cabeza como ecos distantes. La opresiva atmósfera de la mesa parecía intensificarse, y sentí que estaba a punto de perder el control.
De repente, uno de los chicos del grupo dio un fuerte aplauso frente a mí mientras me miraba fijamente. Al instante, mi mareo desapareció y todo volvió a la normalidad. Por un momento, pensé que quizá el jugo que había tomado estaba caducado o algo parecido, ya que había experimentado una sensación tan extraña e inquietante.
Todos en la mesa actuaron como si nada hubiera pasado y continuaron con la conversación como si nada fuera de lo común. Hablaban sobre moda, el nuevo vestido de Valentina y sus planes para el fin de semana. Mencionaron que asistirían a una fiesta increíble y que, después, irían al bosque a ver la luna llena.
Me sentí muy incómoda cuando todos me voltearon a ver al mismo tiempo, como si hubieran ensayado ese movimiento previamente. Con una sonrisa en sus rostros, me invitaron a unirme a ellos en la fiesta y en la excursión al bosque, asegurándome que sería muy divertido. Aunque me sentía algo insegura, decidí aceptar la invitación, tratando de ignorar mis preocupaciones.
No obstante, al observarlos de cerca, me percaté de que sus caras parecían demacradas y desgastadas, como si algo en su interior les hubiera arrebatado la vitalidad. Sus ojos, antes brillantes y vivaces, ahora tenían un aire de maldad muy extraño. A pesar de esto, intenté convencerme de que era solo mi imaginación jugándome una mala pasada.
La conversación continuó, pero mi mente seguía divagando, atormentada por las extrañas sensaciones que había experimentado y las inquietantes apariencias de mis nuevos amigos. En el fondo, no podía evitar preguntarme si estaba tomando la decisión correcta al aceptar unirme a ellos en sus aventuras nocturnas, especialmente después de las advertencias de Andrés y el siniestro sueño que había tenido la noche anterior.
Con cada palabra que intercambiábamos, la atmósfera a nuestro alrededor parecía volverse más densa y pesada, como si estuviera siendo invadida por una oscuridad invisible que se adhería a todo a su paso. Las sombras en los rincones de la cafetería parecían moverse y crecer, como si estuvieran vivas y ansiosas por consumirnos.
A medida que el recreo llegaba a su fin, las carcajadas y sonrisas de mis nuevos amigos comenzaron a adquirir un tono macabro y perturbador. Sus risas resonaban en mi cabeza como un coro de voces fantasmales, dejándome con una sensación de inquietud y terror que se enraizaba en lo más profundo de mí ser.
El recreo llegó a su fin, y me despedí de mis nuevos amigos, quienes se dirigieron a sus respectivos salones. Sus sonrisas no parecían sinceras, y algo en ellas me hacía sentir inquietud. Al ver mi reflejo en una ventana, noté que mi propia sonrisa también carecía de la alegría y calidez que solía tener.
Busqué a mi amigo Andrés y le conté todo lo que había sucedido durante el recreo, cómo me había sentido mareada y atemorizada sin razón aparente, y cómo todo había vuelto a la normalidad de repente. Él escuchó con atención, su expresión cada vez más preocupada.
Andrés sugirió que quizá alguien había puesto algo en mi jugo, ya que era muy extraño todo lo que había experimentado. Me aconsejó que no fuera con los populares el sábado, argumentando que parecía una pésima idea, que todo estaba yendo muy rápido y que no tenía ningún sentido que me hubieran buscado a mí, habiendo tantas otras chicas en la escuela. Aunque sus palabras me ofendieron, en el fondo sabía que tenía razón.
Sin embargo, mi deseo de permanecer en ese círculo de amigos y experimentar la vida como parte de los populares era tan intenso que decidí hacer caso omiso a sus advertencias. Me convencí de que mis preocupaciones y temores eran infundados y que, en el fondo, todo iría bien si simplemente me relajaba y disfrutaba de la experiencia.
A medida que la semana avanzaba, me volví cada vez más distante de Andrés y más cercana a los populares. Nos veíamos en los pasillos, compartíamos risas y bromas, pero siempre había esa sensación de malestar acechando en la sombra de mi mente. En las noches, me costaba dormir, pues mi sueño estaba plagado de pesadillas en las que Valentina y los demás se transformaban en monstruosos seres que me perseguían y devoraban lentamente mi alma.
El viernes por la noche, antes del fin de semana en que había aceptado unirme a los populares en la fiesta y en la excursión al bosque, decidí hablar con Andrés una vez más. Quería disculparme por haberlo dejado de lado y compartir mis preocupaciones con él, buscando su apoyo y consejo.
Nos encontramos en un café cerca de nuestras casas, y me sorprendió ver lo demacrado y cansado que se veía. Me pregunté si había estado preocupándose por mí todo este tiempo y si mi alejamiento había afectado nuestro vínculo de amistad. Al verlo, mi corazón se llenó de culpa y arrepentimiento.
Le conté mis temores, las pesadillas que me atormentaban y la constante sensación de malestar que me acompañaba en cada encuentro con los populares. Andrés me escuchó con atención, su rostro lleno de preocupación y tristeza. Después de un largo silencio, me dijo que lo pensara bien antes de ir con ellos y que, si en algún momento me sentía incómoda o en peligro, no dudara en alejarme de ese grupo y regresar a casa y volver a la relación de amistad que solíamos tener.
Asentí, agradeciendo a Andrés por su preocupación y prometiéndole que tendría en cuenta sus palabras. Nos despedimos, y cada uno se dirigió a su casa, mientras una sensación de inquietud continuaba creciendo en mi interior.
Esa noche, me acosté temprano, tratando de descansar antes del agitado fin de semana que se avecinaba. Sin embargo, el sueño no me brindó el refugio que esperaba. En lugar de eso, me sumergió en un mundo de horribles pesadillas que me atormentaron hasta el amanecer.
En mis sueños, me encontraba en un lugar oscuro y lúgubre, donde reinaba un silencio sepulcral. El aire estaba cargado de un hedor nauseabundo, como si la muerte y la descomposición se hubieran adueñado del entorno. En medio de la penumbra, podía distinguir una serie de velas que emitían una luz pálida y enfermiza, iluminando un extraño altar cubierto de símbolos sumerios y arcanos.
A medida que me acercaba al altar, notaba que estaba cubierto de sangre fresca, que goteaba lentamente hasta formar un charco en el suelo. En el centro del altar, había un gran libro abierto, cuyas páginas parecían estar hechas de piel humana y cuya tinta parecía ser sangre coagulada. Los símbolos y escrituras del libro me llamaban de manera hipnótica, incitándome a leerlos en voz alta.
Mientras recitaba las palabras, una sensación de terror me invadía, y el aire a mí alrededor se volvía más denso y opresivo. Las velas comenzaron a arder con una llama azulada, y las sombras que proyectaban adoptaron formas grotescas y amenazadoras. Podía sentir la presencia de seres malignos y antiguos que se agazapaban en la oscuridad, observándome con malicia y esperando el momento adecuado para atacar.
En ese instante, los populares aparecieron ante mí, vestidos con túnicas negras y llevando máscaras que ocultaban sus rostros demacrados. Sus voces se alzaron en un cántico gutural y siniestro, y sus manos sostenían objetos rituales cubiertos de sangre y símbolos arcanos. Me di cuenta de que había sido arrastrada a un ritual de brujería, y que mi alma estaba siendo ofrecida como tributo a entidades innombrables y terribles.
Intenté huir, pero mis piernas no me respondían, y mis gritos de auxilio se ahogaban en mi garganta. Los populares continuaron con su ritual, y una energía oscura y maligna comenzó a acumularse a nuestro alrededor, atrapándome en un vórtice de horror y desesperación. Sentí cómo la oscuridad penetraba en mi ser, devorando mi alma y dejándome vacía y perdida.
Desperté empapada en sudor y temblando de miedo, las imágenes de la pesadilla todavía vívidas en mi mente.
A pesar de la horrible pesadilla, decidí no darle importancia. Me convencí a mí misma de que todo era producto de mi imaginación, y que no tenía sentido preocuparme por tonterías. Así que, decidí seguir adelante con los planes de ir a la fiesta con mis nuevos amigos y, si todo iba bien, quizá incluso ir al bosque con ellos. Eso sí, me prometí que si algo salía mal, buscaría a Andrés.
A las 8 de la noche, llegué a la fiesta con los populares. El evento estaba lleno de gente adinerada, pero había algo extraño en sus ojos que me ponía nerviosa. Sin embargo, decidí ignorar ese detalle y simplemente disfrutar de la noche. Bebí más de lo que debía, me divertí mucho y me sentí aliviada al pensar que quizás había exagerado mis temores.
Cuando dieron las 12 de la noche, les dije a mis amigos que debía irme, pues ya era tarde y mis padres estarían preocupados. Ellos insistieron en que los acompañara al bosque, y bajo la influencia del alcohol y la diversión, terminé accediendo.
Al llegar al lugar, me sorprendió ver un altar idéntico al de mi sueño. Mis amigos me pidieron que tomara sus manos, formando un círculo alrededor del altar. Comenzaron a recitar palabras en un lenguaje desconocido y antiguo, mientras velas negras ardían alrededor de nosotros. El viento soplaba con fuerza, y el ambiente se volvía cada vez más pesado y opresivo.
De repente, me percaté de que había caído en un aquelarre de brujas, tal como en mi pesadilla. Aterrorizada, solté las manos de mis amigos y comencé a correr lejos de ese lugar. Uno de los hombres me alcanzó y me dijo que no fuera tonta, que si quería dinero, belleza y poder, debía aceptar unirme a su grupo de brujos. Me contó que el diablo había aparecido en un sueño de una de las chicas y les había dicho que yo era la indicada, por eso me buscaron.
El susto me hizo recuperar la sobriedad, y corrí como nunca antes en mi vida. Afortunadamente, una mujer que pasaba en su auto me vio y me ofreció llevarme a casa. Apenas podía hablar, y cuando llegué a mi hogar, me eché a llorar desconsoladamente. Mis padres me consolaron y mi madre durmió conmigo esa noche para asegurarse de que estuviera bien.
Al día siguiente, fui a casa de Andrés y le conté todo lo sucedido. Él me llevó con un curandero que vivía cerca de su casa, quien limpió mi energía y me prometió que esos brujos jamás volverían a acercarse a mí. Aunque la experiencia fue aterradora, aprendí una valiosa lección sobre la importancia de escuchar a mis amigos y a mi intuición.
Me di cuenta de que las apariencias pueden ser engañosas y que la belleza, el dinero y el poder no son lo más importante en la vida. Esta experiencia me enseñó a valorar las verdaderas amistades y a no dejarme llevar por el deseo de encajar en un grupo que parecía perfecto desde afuera. Aprendí a no confiar ciegamente en las personas, especialmente cuando mi intuición me advierte que algo no está bien. A partir de ese momento, decidí enfocarme en cultivar relaciones auténticas y en ser fiel a mí misma, sin importar las circunstancias.
Autor: Anónimo
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