La Casa Del Tesoro Historia De Terror 2024

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La Casa Del Tesoro Historia De Terror 2024

La Casa De Tesoro Historia De Terror… En mi familia hay una casa que tiene una especie de leyenda entre los familiares, una que dice que quién logre quedarse a vivir ahí más de una semana, se queda con ella y con toda la riqueza que está escondida ahí.

Yo no me creía esos cuentos de tesoros enterrados o fantasmas que custodiaban riquezas, solo cuando era niño pensaba que existían los fantasmas, me daba miedo la oscuridad, creía que un monstruo vivía debajo de mi cama, lo normal.

Con el paso del tiempo me hice más incrédulo, a pesar de que mi familia siempre ha sido muy creyente de cosas mágicas. Mis papás también tienen ciertas creencias, como que las ánimas llegan el dos de noviembre de visita o que cuando se escucha a los perros aullar es que traen a la muerte.

Yo soy nieto directo del que actualmente administra todos los bienes que corresponden a la herencia de los Padillas, el problema es que mi papá se casó con una mujer a la que mi abuelo jamás dio su bendición como nuera. Mi papá se había escapado con mi mamá cuando él tenía vente años y ella veinticuatro.

No sufríamos carencias, estábamos justos siempre pero no recuerdo momentos amargos entre mis hermanos y yo, hasta considero que éramos más felices y unidos que mis primos, pues del lado de los hijos bien aceptados por el abuelo Arturo, siempre había peleas sin sentido.

Mis diez primos eran hijos de los otros cuatro hijos de mi abuelo, ellos eran los que tenían algo de dinero, algo de la herencia les había beneficiado, así como las conexiones de mi abuelo, los trabajos de sus papás y una serie de pequeños regalos que el abuelo hacía para ayudar a mejorar sus negocios o contribuir a sus familias.

Casi todos mis primos se dedicaban al negocio de agave en ese momento.  Yo prefería no entrar en ese círculo, no era que mis primos se portaran mal conmigo y mis hermanas, pero mi papá no tenía una buena imagen de ellos, yo me quedé con la idea de que incluso la riqueza de la familia era muy turbia, algo no cuadraba.

Los primeros Padilla que conocía en el árbol familiar eran unos migrantes Castellanos, ellos tenían dinero para explotar en el nuevo mundo y vinieron buscando hacerse ricos. Así pasó, dos generaciones después ya eran dueños de una hacienda, tenían dinero invertido en alguna mina, comerciaban con piedras preciosas, luego se extendieron a la ganadería, al final también habían invertido en algunas destilerías.

Cuenta mi papá que para cuando él era niño la situación de la familia no era tan buena, muchos habían perdido su dinero por malos manejos, habían perdido la vida justo al momento de viajar transportando cosas valiosas y habían terminado robadas, pero era como un volado, a veces ellos estaban bien a veces mal, incluso le pasaba a su abuelo. Entre cada pequeña desgracia incluso la importancia del apellido se perdió, pocos recordaban que antes hablar de los Padilla era saber de la gente de dinero al norte de Jalisco.

Yo no quería averiguar nada, entre esos robos, pérdidas y muertes era obvio que algo malo estuvieron haciendo mis ancestros para que terminara empobrecida la familia. Aunque la palabra pobreza era relativo porque aún había algo de dinero entre sus manos.

Una de esas aburridas fiestas de fin de año, en las que íbamos al rancho de mi abuelo, el señor Don Arturo, me aburría y me enfriaba hasta los huesos. Estaba harto, mis hermanas estaban ocupadas haciendo sus propias novelas persiguiendo muchachos del pueblo con mis primas mayores y me quedé solo con Pepe, el primo más alcohólico de todos.

Cansado de aguantarlo me levanté de la fogata dispuesto a irme a acostar bien cobijado para ponerme a leer el libro que traía conmigo porque, en aquel lugar no había ni luz a veces, menos señal para el teléfono. Mientras me dirigía a donde iba a dormir, pasé por la cocina, mis tías estaban platicando con mi mamá, ella se veía incomoda como diario, así que intenté ir a sacarla de ese problema cuando me quedé interesado en lo que ellas contaban. Le decían que quizás ella y mi papá tendrían que ir a quedarse en la casa grande, para probar suerte con el tesoro.

Se contaba que hace muchos años, la casa principal, la que habían construido los primeros Padilla, tenía un tesoro oculto entre sus paredes. Había un testamento que lo mencionaba, mandaba a probar suerte a los herederos para ver si podían encontrarlo.

Era un tesoro para salvar a la familia, solo aparecería para ayudar a aquellos que cayeran en desgracia verdaderamente. Entendí por qué mi mamá estaba tan incómoda, de nuevo mis tías estaban señalando nuestra disqué pobreza.  Ella hizo como que iba al baño e iba a provechar que yo estaba pasando para que la acompañara porque le daba miedo cruzar el patio a oscuras.

Mientras la acompañaba, le pregunté si esa historia era real, si había un testamento señalando que había un tesoro oculto en la casa vieja, ella me dijo que si, que hasta mi papá le había contado esa historia, pero nadie había podido encontrar nunca ese tesoro.

Yo pensé que podríamos probar ir, no estaba de mal tener un poco más de dinero, pero por no ofender a mi mamá, por si creía que también pensaba que no teníamos lo suficiente, no le dije nada. Aunque la idea de ir a esa casa ya estaba bien plantada en mi cabeza.

Mi mamá se encontró con mis hermanas y les preguntó dónde estaba mi papá, él estaba encerrado en el cuarto de su papá, tenían un buen tiempo ahí platicando encerrados. Me preocupé, esperaba que no hubiera problemas más tarde, porque mi abuelo no era la mejor de las personas, así que esperaba lo peor.

Fui por mi libro al cuarto y me quedé sentado en una silla cerca del pasillo esperando que salieran, escuché algunos ruidos en el pasillo, mi abuelo había salido de su cuarto para cenar. Nos sentamos todos los nietos a la mesa chica en la cocina, los grandes estaban en el comedor principal, no hubo señales de problemas. Pasó la noche tranquila, terminó el festejo e íbamos a regresar al día siguiente a nuestra casa.

Por la mañana, al ir al baño, escuché la voz de mi abuelo que me hablaba. Cuando me acerqué lo escuché sin decir mucho, no lo conocía bien, siempre me había dado la sensación de que si decía algo indebido me iba a pegar con su bastón.

Él se veía muy tranquilo cuando me dijo que se iba a morir pronto, pero había podido hablar con mi papá por si pasaba cualquier cosa, así que era mi turno de platicar conmigo un rato. No fue nada del otro mundo, me preguntó dónde estudiaba, a qué me iba a dedicar, si tenía novia, si pensaba tener hijos.

Cuando le hice saber que estaba estudiando contabilidad le brillaron los ojos, me dijo que esa era una buena profesión, me dijo que eso era una buena decisión, no como la que tomó mi papá de estudiar música. Al final de la conversación me dijo si ya había ido a quedarme a la casa grande, le dije que ni siquiera conocía dónde estaba, él se quedó callado mirando a la nada.

A los pocos segundos, sin mirarme, me dijo que le pidiera la llave a Julia, la señora que se encargaba de la limpieza de su casa. Después me ordenó que fuera pronto, me daba hasta mayo para ir. Era diciembre. Con voz severa me dijo que tenía que probar suerte como los otros nietos, tenía que ver si yo podía quedarme con el dinero de la casa porque él no iba a esperar a que viniera alguien ajeno a la familia a encontrar ese dinero que no se merecía.

Me levanté agradeciéndole, como todos los demás besé su mano y antes de poder retirarme me miró fijo, de nuevo me dijo que tenía hasta mayo para ir a esa casa.

Cuando íbamos de regreso llevaba la llave conmigo, mis hermanas estaban enojadas porque a ellas no les había dicho nada, ni les había dirigido la palabra. Mi papá me dijo que era decisión mía si quería involúcrame con las costumbres de su familia, no podía negarme eso, pero me pidió que tuviera cuidado.

Me contó la otra parte de la versión de la familia. Aquellos españoles que llegaron a probar suerte al nuevo mundo eran personas que pertenecían a un culto, ellos habían encontrado poder gracias a las cosas malas que hacían, estaba involucrada la brujería, también el robo de bienes de algunos judíos a los que acusaron falsamente de ser ellos los que habían practicado brujería.

Muchos se fueron involucrando en la política, la venta de indígenas como trabajadores que eran casi esclavos, pues la esclavitud estaba prohibida. Por esa razón él había decidido dejar a la familia, mudarse al centro de la gran urbe y alejarse de cualquier cosa que tuviera que ver con el apellido, no quería tener nada que ver con eso.

Evidentemente todos quedamos sorprendidos, al parecer mi mamá tampoco supo nada del pasado familiar. Fue por eso que le preguntó si mi abuelito estaba involucrado en esas cosas todavía. Mi papá dijo que no sabía, pero mis primos, los que andaban trabajando con agaveros, tenían los anillos que pasaban de generación como símbolo de lo que ellos creían.

Me quedé todo un mes ignorando la llave, quizás mi papá tenía razón y lo mejor no saber nada de las cosas en las que estaba metida la familia, pero me carcomía la curiosidad. Pertenecer a un culto no me parecía raro, la gente ha hecho cosas más raras con tal de conservar las riquezas. Lo que realmente me llamaba la atención era que nadie había podido encontrar ese tesoro escondido en aquella casa.

Quizás todos mis familiares eran una bola de idiotas ignorantes. Con un poco de suerte y pensando bien los lugares o revisando algunos mapas de construcción o cosas antiguas podrían saber dónde estaba ese dinero. Me decidí, iba a ir a la casa grande a revisar si podría encontrar algo, mi mamá intentó que cambiara de idea, pero estaba seguro de que podría encontrar esa herencia, además era mía, nadie podría decir lo contrario, mi abuelo me había dado la llave esperando que yo la encontrara.

La Casa Del Tesoro Historia De Terror

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Mi papá no dijo nada, permaneció en silencio respetando mi decisión. Me llevé a mis hermanas, ellas también tenían derecho de acompañarme, íbamos a encontrar entre los tres ese tesoro, lo íbamos a repartir entre nosotros, incluyendo a mis papás, y así podríamos tener un poco más de oportunidades pues la casa en la que vivíamos era de nosotros, rentábamos.

Nos fuimos a finales de enero, teníamos dos semanas antes de tener que regresar para seguir con las actividades normales de la escuela. Le pedí a uno de mis amigos que tenía carro, nos acompañara, así podría tener una mano extra en caso de que tuviéramos que hacer trabajo rudo como escarbar.

Ángel era mayor que yo, tenía carro y toda la disposición de ir a buscar un tesoro enterrado, era un chico con mucha buena actitud, le encantaban los cuentos, era muy fácil tratar con él y casi a cualquier evento al que lo invitaba ahí estaba. Llegamos un lunes en la mañana, cuando llegamos nos quedamos en la carretera, al parecer teníamos que cruzar una reja de alambre para llegar a la casa.

Llamé a la casa de mi abuelo y me contestó Julia, le pregunté si podíamos entrar como si nada al terreno, ella contestó que sí pero que procuráramos llevar comida, agua, algunas cosas con pilas, leña, cargadores o cosas que no necesitaran luz directa.

En la casa no había luz ni comunicaciones, teníamos que sacar agua de un pozo que estaba atrás. Nos dijo que le avisáramos si veíamos que alguno de los alambres estaba roto o señales de que alguien se había metido. Al parecer era famosa la leyenda del tesoro escondido en esa casa.

Después de quince minutos de pasar la reja, llegamos a la casa. Era mucho más pequeña de lo que pensaba, apenas eran cinco cuartos y dos de ellos eran un comedor, el otro un lugar que parecía haber sido una cocina muy antigua, lo raro es que se veía más arreglada que lo demás.

Al lado tenía unos espacios donde ponían caballos. Había cosas tiradas, un andamio, también cubetas de cal, cemento y ladrillos, creo que habían intentado darle mantenimiento, pero no se pudo, tampoco entendía porque todo estaba aventado, como si hubieran dejado las cosas a medias.

Solo la cocina estaba preparada para que se pudiera cerrar la puerta, también tenía como una estufa de hierro, de esas que se usan con leña. Había algunos agujeros aquí y allá en la tierra, también se veían deterioradas las paredes de adobes, en algunas partes se veían picadas, en otras habían tirado un pedazo, creo que habían picado el adobe con palas o cuchillos esperando encontrar el tesoro.

Después de ese pequeño recorrido, nos dimos cuenta que no podíamos quedarnos a dormir en la casa como pensamos. Ángel traía una casa de campaña, esperaba dormir afuera para no incomodar a mis hermanas.

Decidimos dejar a las chicas dormir en la casa de campaña, justo en donde era el comedor y nosotros íbamos a usar uno de los cuartos que tenía más espacio, había unas bases para cama de metal, también unos colchones tapados con bolsas de plástico, era cuestión de poner unas cobijas.

La casa tenía algunas cosas, pero tendríamos que ir viendo qué podíamos usar y qué no porque había pasado mucha gente por ahí dejando las cosas a medias.

Supusimos eso porque hasta en la mesa del comedor habían dejado todo acomodado como si alguien estuviera comiendo, ya no había ni rastro de comida, pero si quedaban las bolsas de papas, de sopa marchan y chocolates en la basura.

Fuimos a revisar la letrina, estaba usable, al menos podríamos contar con un baño cerrado. También revisamos el pozo, estaba limpio, podríamos usar esa agua para lavar o limpiar. El primer día nos dedicamos a revisar toda la casa, fuimos haciendo un pequeño mapa de todo, también revisé algunos cajones donde encontré actas de nacimiento viejas, casi ilegibles.

Había un álbum viejo de fotografías bien guardado en uno de los cajones, estaba envuelto en tela. Al ver esas personas me di cuenta que me parecía mucho a algunos. Interrumpí la revisión cuando escuchamos que mi hermana la más grande gritó.

Dijo que estaban revisando un ropero cuando una de las cortinas mal puestas de una ventana se movió sola. Decía que se puso a ondear como si hubiera mucho aire, pero la peque, como le llamábamos a mi hermana más chica, dijo que ella novio nada, cuando se volvió la cortina se estaba cayendo al suelo. Dejamos la búsqueda un rato para comer. Descansamos, no pasó nada trascendente durante el día, el detalle fue por la noche.

Al momento de irnos todos a dormir, comenzaron a pasar cosas que no podíamos explicar fácilmente. Donde Ángel y yo estábamos dormidos e escuchaban pasos en el techo.

Por la oscuridad no se veía nada, pues allá en los ranchos o esas casas viejas lejos de los pueblos no se ve nada, no alumbra la luz de un carro o de una casa en muchos kilómetros. Por la oscuridad tan profunda, a cada rato usaba la luz del celular para revisar si veía algo en el cuarto, pero no había nada, sorprendentemente ni arañas había.

Apenas lograba quedarme dormido cuando escuchaba de nuevo los pasos, me despertaba a revisar y nada, jamás veía nada. Ángel ni cuenta se daba, con el sueño tan pesado apenas y se despertaba con un ruido fuerte, así que no se iba a despertar con la luz.

Llegó la mañana y no dormí bien, en cuanto vi luz fui a despertar a la peque, quería ir a dar una vuelta más lejos de la casa, quizás había un indicio que no podía verse fácilmente desde dentro de la casa. Cuando llegué a la tienda puesta en medio del comedor, no escuché que estuvieran despiertas, comencé a mover la casa para asustarlas.

Las escuché gritar y comencé a reírme, les dije que era yo, Ángel llegó corriendo subiéndose el pantalón, se despertó con los gritos. Las muchachas iban saliendo de la tienda sacudiéndose, tosían, les pregunté que pasaba, ellas dijeron que había mucha tierra revuelta entre sus cobijas.

Les habían puesto tierra mientras dormían, pero eso era imposible, la tienda se abría solo desde dentro. La peque estaba muy asustada me dijo que la casa estaba poseída, y como era muy nerviosa, quería irse en ese momento.

Después del susto nos fuimos a desayunar, convencí a mi hermanita para que no saliera corriendo, íbamos a buscar otro día más, quizás podríamos entender dónde estaba el tesoro. Caminé en círculos por la casa, la pequé no se quiso separar de su hermana y ella no quería que se quedaran ellas dos solas así que mi amigo les hizo compañía.

Miraba y miraba la casa, no veía algún indicio en la forma, había leído que algunos cultos construían sus casas con mensajes ocultos para que solo los que conocían de sus códigos pudieran encontrar rutas secretas o pudieran entender que ellos pertenecían al mismo culto.

Mientras me rompía la cabeza pensando, a lo lejos, al lado de la casa, vi que un hombre salió de una esquina, había dado vuelta, ahora se dirigía a donde estaba el establo, de ese lado estaba la cocina.

Comencé a gritarle, el hombre se veía grande de edad, de pelo largo y bigote, traía unos pantalones cafés y una chamarra de piel. Por más que gritaba no se detenía, así que comencé a gritar más y más para que Ángel estuviera avisado que alguien se iba a meter a la casa.

Corrí con todas mis fuerzas, jamás he hecho ejercicio que no sea por la escuela así que tarde un poco en llegar, hasta me resbalé con la arena cuando llegué a la casa. Escuché que lloraba la peque.

Me agarré de la pared sofocado, me lancé a la cocina, Ángel estaba sentado en un banco de madera, mi hermana mayor estaba revisando a mi hermanita de la cara. Cuando me vieron llegar comenzaron a preguntarme si estaba bien, yo le preguntaba lo mismo, la peque se me lanzó a mis brazos, le vi la cara llorosa y llena de mocos.

Tenía un golpe en el ojo y la mejilla izquierda.  Me puse como loco, estaba fuera de mí, gritaba y maldecía, comencé a perseguir a mi amigo, nadie más pudo haberle pegado así. Él corría de un lado a otro, se escudaba con lo que encontraba.

Mi hermana me agarró por atrás me dijo que él no había sido, que le dejáramos que nos explicara. Yo estaba incrédulo ¿Cómo no había sido él? ¿Había sido mi hermana? Me volteé a ver a mi hermana y le grité si ella había sido capaz de dejarle así la cara, ella me contestó que ni, aunque quisiera podría dejarle un golpe de esa forma. Cuando estaba más tranquilo me contaron lo siguiente.

Los tres estaban en la cocina platicando, habían estado inquietas las muchachas por lo de la tierra. Mientras pensaban en cómo pudo haber pasado eso, escucharon unos pasos en el techo, Ángel se había asomado por el patio para ver si yo estaba arriba, pero por más que me llamó no contesté.

Se regresó a la cocina, ahí las muchachas estaban abrazándose, le dijeron que se había movido uno de los vasos de la mesa solo. Él no les creyó, pensó que estaban demasiado nerviosas e intentó tranquilizarlas, pero antes de poderse meter bien al lugar, en el momento que cruzó el umbral de la puerta, uno de las cucharas que estaban ahí también se movió solo, cayendo de la mesa.

La peque entró en pánico, les dijo que no se iba a esperar que algo peor pasara, ella se moría de miedo, no quería estar ahí ni un minuto más. Les dijo que iba a ir por mí para decirme que teníamos que irnos esa misma tarde. Al momento de salir al patio, vieron como ella se fue de lado, cayó casi medio metro de donde estaba.

Fueron corriendo auxiliarla y fue cuando la vieron con ese golpe, ella estaba confusa, por el golpe no podía hablar bien. La llevaron a dentro, Ángel le llevó agua y un trapo a mi hermana para que pudiera limpiar su cara, pues había quedado enterregada por la caída.

Mientras la curaron estaban todos callados, disimulaban el miedo por el bien de la peque, no querían entrar en pánico, pero al verme llegar corriendo, casi desmayándome, pensaron que algo malo estaba pasándome a mí también.

Les conté del hombre que vi que se metía a la casa. Mi hermanita rompió en llanto. Entendí que teníamos que salir de inmediato. No recogimos casi nada, apenas y pudimos doblar la casa de campaña para llevárnosla. Ahora entendía por qué razón estaban todas esas cosas tiradas, porque parecía que la casa estaba abandonada, seguramente a otros más les había pasado lo mismo que nosotros. 

De regresó llevamos a la peque a un consultorio, no fue fácil explicar lo que pasó, así que dijimos que un hombre se había metido a la casa donde habíamos ido de vacaciones, porque pertenecía a nuestra familia y que sin razón había golpeado a mi hermana.

A pesar de que sonaba raro, nos creyeron y procedieron a ponerle algunas cosas para que bajara la hinchazón del golpe. Yo le marqué a Julia, pero me contestó mi abuelo raramente.

Le dije que iba a regresarle las llaves, que no había podido encontrar nada, que no quería volver a esa casa y me contestó que estaba bien, que esperaba que estuviéramos bien, así supe que él sabía exactamente lo que pasaba ahí. No le quise ni decir adiós, ni me esperé a que agregara más, del coraje le colgué. Le regresé su llave por correo y jamás volvimos hablar del tema de la casa en mi familia. Tampoco fuimos al funeral de mi abuelo.

Autor: Patricia González

Derechos Reservados

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