El Que Suspira 2023.

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El Que Suspira 2023.

El Que Suspira… Me duele un poco la cabeza, muchas partes de mi vida están muy nubosas, es cómo cuando sueñas algo, pero no puedes recordarlo a menos que te esfuerces de verdad, así está mi cerebro en este momento, me es difícil recordar exactamente cuándo fue la primera vez que escuché la historia del que suspira, toda mi vida he vivido entre el orfanato y casas temporales, supongo que tuve algo de suerte al ser ubicado en lugar de quedarme perpetuamente en ese lugar infestado por piojos, chinches y ratas, entre otras alimañas.

Tampoco es cómo si el ser ubicado fuese alguna especie de mejor premió, digo, obviamente es mejor que el orfanato, más bien depende de a dónde te ubiquen, era tiempos de guerra, los orfanatos estaban sobre saturados y la hambruna y la enfermedad flotaba en el aire, si eras un huérfano reconocido cómo yo (sin padres o familiares vivos) por lo general eras ubicado para trabajar arduamente en alguna granja o fábrica a cambio de un techo y comida.

Tu alma era vendida con la esperanza de que el orfanato se deshiciera de una boca que alimentar, el mayor tiempo posible, pero cómo digo era mejor que mi orfanato, peor que algunos, mejor que muchos de eso estoy seguros, en algún punto de mi vida, recuerdo haber escuchado de uno, en dónde apenas al llegar les rasuraban el cabello de los niños y niñas por el grave problema de piojos que tenían.

Recuerdo esto, regresaba después de dos años de trabajar en una fábrica, ahora mismo no puedo recordar exactamente de qué, pero sí sé que una caldera explotó y si el guardia hubiese estado tomando su siesta en su lugar habitual, lo más probable es que él hubiese explotado junto con la caldera y al mismo tiempo nosotros hubiésemos muerto calcinados, bueno supongo que para mí era un tanto preferible a regresar.

La voz de la gobernanta era demasiado irritante, me daba las mismas indicaciones que ya había escuchado cinco veces antes; “Comerás solo a la hora de la comida” “Cuida mucho tu jabón, te tendrá que durar todo el año” “Si te lo terminas tendrás que hacer trabajos para conseguir más” “Queda prohibido salir de la habitación hasta que se les ordene al día siguiente” ese tipo de cosas poco me importaban, con la suficiente suerte solo permanecería ahí un par de semanas y después sería de nuevo ubicado.

Durante la primera mañana, me di cuenta de que las cosas seguían igual, el desayuno, medio vaso de leche fresca y un bolillo, por la tarde no fue mejor, por ser el “nuevo” Alfonso Ibarra, un chico más grande y fuerte que casi cualquiera ahí, me emboscó quitándome mi pedazo de caramelo macizo que había logrado hacer durar por un mes y calculaba que podía hacerlo durar uno más, pero lo que más me dolió fue mi preciosa colección de canicas.

Mis preciosas quince canicas ahora estaban en manos de ese cretino, por supuesto que peleé por ellas, diez años en este mundo, me habían enseñado que el que no usa los puños, recibe los golpes, sin embargo, no gané, terminé con le labio floreado y la nariz sangrante, mi gran consuelo, lo golpeé con una llave de gas que le abrió la frente, esperaba que eso fuera un precedente lo bastante fuerte como para que al menos me ignore, el tiempo suficiente para ser ubicado de nuevo.

Si que odiaba este lugar, trabajábamos todo el día arreglando desperfectos del orfanato, pero con una cantidad miserable de comida, abecés cuando escuchaba a los aviones pasar, me imaginaba que una bomba caía derribando cada miserable piedra del lugar, soñar no costaba nada, al pasar mi primera semana me di cuenta de cómo funcionaban las cosas aquí, habían cambiado mucho después de que la guerra comenzó.

Recuerdo que cuando tenía tal vez tres años, solo había un poder, y ese era el de la gobernanta, sin embargo ahora estaba don Augusto, un hombre obeso, con barba y pelo cano de unos cincuenta años, el era ahora el que daba todas las órdenes, no sabría decir si en su gobierno el orfanato se volvió más lúgubre o el solo llegó en un mal momento, talvez fue un poco de ambos.

No podíamos comer hasta que el diera la orden y si nos veía descansar siquiera por un minuto, nos ponía más trabajo “El trabajo duro moldea la joven arcilla del niño y la convierte en la arcilla de un hombre” esa era su frase característica, podría jurar que lo decía todos los días al menos tres veces, por alguna razón también era un sádico, o talvez, solo un morboso, a menudo hacía que los niños pelearan por una ración extra de comida o un paquete de galletas, y parecía ser que después de mi pelea del primer día.

Alfonso y yo nos había convertido en sus “boxeadores” favoritos, abecés me daba un trozo de ate o una paleta de azúcar quemada para que él lo viera y tratara de quitármela, pudo haber funcionado bien las primeras tres veces, pero después mi orgullo pudo más que mi hambre y dejé de recibirle cualquier cosa que me ofreciera, Alfonso lo entendió dos semanas después y solo para molestarlo a él dejó de intentar golpearme.

Tuvieron que pasar talvez un par de semanas, en donde mis esperanzas de ser ubicado pronto desaparecían, los demás me seguían apartando y a su vez, yo los apartaba a ellos, si ellos no me querían, se podrían podrir, porque yo muy poco los necesitaba a ellos, o al menos es lo que trataba de decirme para convencerme a mí mismo, supongo que todo comenzó a cambiar cuando me eché la culpa por una navaja de contrabando, honestamente solo lo hice porque Alfonso.

El verdadero dueño de la navaja, había sido castigado sin desayunar esa mañana y si no comía, seguro se desmayaría con tan arduo trabajo bajo el sol, recibí un fuerte jalón de orejas y no pude comer nada, sin embargo aquella madrugada alguien agitó mi hombro por unos segundos mientras yo dormía,desperté exaltado, cómo dije ante.

La vida que me tocó vivir significaba que siempre tendría que estar dispuesto a pelear para sobrevivir; “Calma, calma” escuché a Alfonso mientras cubría mi boca para que no gritara, “No te voy a pegar” volvió a decirme para tranquilizarme, antes de soltar mi boca, “Saca tus cosas” continúo susurrando para que los demás no se despertaran, sus ojos parecían tener un brillo tenue por el resplandor de la luna que entraba por la ventana, “vamos a dar un paseo”.

Cuando, órdenes tan específicas se presentan tan misteriosas a mitad de la noche resulta imposible desobedecer, me levanté y saqué mi pequeña caja de madera de mi almohada (era el sitio más seguro que había conseguido, aquella caja era bastante ligera, tenía todas mis posiciones valiosas dentro pero no era para nada pesada).

El “paseo” no fue más que ir a la bodega de las calderas junto con un grupo de chicos, todos bromeaban y charlaban de trivialidades de la vida, algunos hablan de su vida antes de llegar ahí o que sus padres les afirmaban que pronto volverían por ellos, todo esto mientras intercambiaban algunas cosas, ninguno al igual que yo tenían muchas cosas, algunos tenían un poco de licor que habían robado de la habitación de Augusto, otros tenían algunos cigarrillos que Dios sabe de dónde los habían sacado, otros traían dulces de anís, caramelo macizo o pedazos de pilon

El Que Suspira

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Aquella noche conseguí algunas cosas, por algunas de las mías, cosas que talvez a ti te puedan sonar cómo basura, pero en tiempos de guerra eso era un tesoro, por haber salido varias veces, me había hecho con una pequeña colección de rocas brillantes y con formas graciosa, así como con algunos pedazos de juguetes que todos trataron cómo si fuesen nuevos, también escuché algunas historias que sonaban en el lugar, la historia de la bruja que se hacía pasar por tu madre y te llevaba o la historia de la mujer que lloraba en las bodegas, “yo la escuché un día” decía uno de los chicos.

Bueno a decir verdad varios lo afirmaron, en lo personal jamás había creído en ese tipo de historias, ya había suficientes problemas en la vida cómo para temerles a brujas y mujeres lloronas, sin embargo, era mejor a ser el apestado de lugar, así que eventualmente me uní a ellos y conté aquellas historias de terror que había recopilado con los años.

Aquella noche de luna llena, podría asegurar que se plantó la semilla de la amistad, por lo general queríamos trabajar uno al lado de otro para apoyarnos si uno se atoraba o necesitaba ayuda extra, nos burlábamos y poníamos apodos a todos ahí, me atrevería a decir que nuestra amistad llegó a tal punto que solo bastaba cruzar nuestras miradas para saber que estaba pensando el otro.

Con los días supe un poco más de él, su madre y hermana mayor se habían perdido al empezar la guerra y su padre peleaba con la oposición en secreto, aun así siempre encontraba la manera de enviarle una carta semanal, sin embargo, tenía la firme corazonada de que estaba muerto, pues las cartas se habían detenido hace cuatro semanas, al igual que yo, estaba solo y eso me hacía pensar que, si no era reubicado de vuelta, no sería el fin del mundo.

Recapitulando, talvez el me enseñó la historia del que suspira, no lo sé, puede ser, no sé por qué no puedo recordarlo, y al mismo tiempo es todo lo que tengo en la cabeza, supongo que debo de tratar de seguir recordando lo hasta aclarar mis ideas.

Debo admitir que la comida aumentó considerablemente, aunque nos sentimos aún más culpables, sabiendo exactamente el motivo, creo que fue una noche de “paseo” cuando Nacho dijo algo que nos dejó fríos a todos; “Los soldados le dan dinero por cada chico de doce a Augusto”, honestamente no fue algo difícil de creer para nadie, además la historia de Nacho parecía bastante sólida, se había escabullido a la bodega la noche anterior, con la esperanza de conseguir algo digno para intercambiar esa noche, “esconde todo el dinero en una caja fuerte, en el cuarto abandonado en el área de bodegas” relataba con seriedad, la mayoría le creyó.

Yo no estaba tan seguro, después de todo no podría ser reclutado hasta dentro de dos años más, sin embargo está conversación fue sin lugar a dudas una oportunidad única para la desesperación de Alfonso, quien durante el levantamiento de una cerca dos días después me dijo de la nada, se veía claramente que se trataba de ni más ni menos que un impulso de valor y adrenalina; “podríamos robar todo el dinero de esa caja fuerte y largarnos para siempre” al principio, creo que dude, no lo sé, no me acuerdo, me gusta creer que lo hice, aunque no sé por qué.

Alfonso me lavó la cabeza con lo fantástica y maravillosa que podría ser nuestra vida si nos íbamos con todo ese dinero, decía cosas que la verdad no sonaban nada mal, cómo que no tendríamos que aguantarle nada a nadie y que podríamos comer buena comida con todo el dinero que seguramente sacaríamos del lugar.

Lo recuerdo ahora, si me opuse varios días, claro que la propuesta era tentadora, no tener qué rendirle cuentas a nadie, comer como reyes todos los días, pero había un problema, eso no era realista, talvez era dos años menor, pero aunque me emocionaba, algo dentro de mí me decía que su plan no iba a funcionar, que el ejército terminaría reclutándonos o aún peor matándonos por pensar que éramos hijos de la oposición.

Por eso no logro disuadirlo en cada oportunidad que tenía de tratar de convencerme, hasta que me confesó el verdadero motivo, estaba muerto de miedo, lloraba cada noche pensando que sería el último día en el orfanato antes de ser reclutado, el último día que me vería, y fue entonces cuando supe que no tenía más opciones, era mi amigo y tenía que ayudarlo.

El que suspira, creo que se me acercó, lo siento en mí, siento que casi puedo saborear el momento en que lo escuché por primera vez, curioso, pero podría jurar que sabe a agua estancada y musgo. Alfonso cumpliría doce en tres días así que, si íbamos a hacer algo, más valía hacerlo rápido, nos las ingeniamos a robar un desarmador y un martillo, eran cosas que podíamos ocultar entre nuestra ropa y había tantos que difícil mente notarían su ausencia, esperamos hasta que todas las luces y velas estuvieran apagadas, nuestro plan era bastante simple escabullirnos hasta la bodega y después al cuarto en dónde Nacho afirmaba que Augusto guardaba ese tesoro.

Ya teníamos alistadas nuestras escasas pertenencias, no esperaríamos ni un segundo más, en cuanto tuviésemos el dinero, aprovecharíamos el abrigo de la noche para escapar, esto no resultaría un gran desafío, las cercas eran bastante sencillas de burlar, y no era para menos, si quería entrar a robar, bueno, no encontrarías nada y si querías irte del orfanato, perfecto, una boca menos que alimentar, básicamente las cerca solo estaba ahí para marcar el límite de propiedad.

Entramos a la bodega, nuestro plan hasta ese momento había salido de maravilla, el olor a cigarrillo nos alertó enseguida, nos ocultamos detrás de unas cajas de madera para inspeccionar el terreno antes de dar nuestro siguiente pasó.

El que suspira, lo sé está cerca, pero si está tan cerca ¿Por qué no puedo terminar de recordarlo? Debimos quedarnos ocultos al menos una media hora, sin embargo, el olor solo se hacía más fuerte y no había una sola señal de que alguien estuviese ahí, avanzamos de manera cautelosa por detrás de cualquier cosa lo suficientemente grande como para cubrirnos, ambos nos lanzamos una mirada de profunda vergüenza e incredulidad cuando notamos que la bodega tenía una ventana pegada a la de Antonio, el hombre que por lo general era quien nos dividia en grupos y asignaba los trabajos, siempre podías verlo con un cigarrillo en la boca, tan era así que nuestro apodo para él era “chimenea”.

Después de la mirada continuamos caminando con un poco más de seguridad, pues además del olor a tabaco, no había ningún otro indicio de que alguien estuviera ahí.

Se que tuvimos el mismo pensamiento de tratar de abrir también la bodega, si íbamos a irnos, más valía llevarlos algo, y aunque no nos dijimos nada, sé qué ambos creíamos que llevarnos la comida de los demás, no era para nada ético, así que comenzamos a buscar en todo esos cuartitos abandonados la famosa caja fuerte, no es que hubiese mucho en dónde buscar.

En el primer cuarto después de la bodega, en el primero había un colchón viejo, mal oliente y con los resortes salidos, aún lado algunas botellas de agua ardiente y me atrevería a decir que apestaba a orines, no, ahí no podía estar, no era cómo Nacho lo había descrito, pasamos al segundo había algo aún más peculiar, una enorme pileta, con agua tan sucia que una gruesa capa de algas cubría la superficie.

¡Dios! La cabeza me punza al recordar esto, su pintura estaba descarapelada casi por completo, sin embargo, en alguna que otra parte aún se podía apreciar que, en una época, que quizás fue más gloriosa, estaba pintada de un hermoso color rojo ladrillo, olía a agua estancada, y por alguna razón que desconozco.

Alfonso dijo que le gustaba ese aroma, mi cabeza duele los recuerdos se están volviendo mucho más claros, recuerdo que entramos y cómo los niños curiosos que éramos rodeamos toda la pileta, incluso Alfonso sacó un trozo de aquella babosa y gruesa capa de algas para proceder a arrojármela y aunque logré esquivarla le dije que no fuera un tarado.

Eso le dije, no sé por qué, pero creo que me arrepiento de eso, el solo estaba jugando, siempre trataba de hacerme reír, aunque a veces cruzara la línea o se metiera en problemas por ello.

Tengo que recordar ¿Quién es o que es el que suspira? Porque mi maldito cerebro no deja de pensar que todo estará mejor, en cuanto logré recordar en dónde escuché al que suspira, a pesar de que siento que me estoy acercando, el continuar con mi historia me lastima, veamos, concéntrate, Alfonso me dijo algo sobré que no fuera un aburrido o algo así, y, creo, creo que escuchamos, si escuchamos pasos, rápidamente nos pegamos a la pared con la esperanza de no ser descubiertos, sentía que el corazón se me saldría del pecho y juro que tuve que sujetarme muy fuerte de la cintura solo para cerciorarme de no romperme en dos.

Era Augusto, caminaba directamente hacia la tercera habitación, intercambiamos miradas de nuevo y nos pegamos aún más contra el muro, cómo si mágicamente pudiéramos hundirnos en la pared para no ser vistos, le susurre a Alfonso que lo mejor era irnos, Augusto estaba ahí y quién sabe cuándo se iría, le dije que lo mejor sería intentarlo al día siguiente, sin embargo él no estaba dispuesto a abortar la misión tan fácilmente, hasta cierto punto supongo que puedo entender que lo hizo por su desesperación, me dijo que por favor lo esperamos hasta que se fuera, que no podía esperar más tiempo quería irse esa noche, no quería pasar una noche más ahí.

Nos quedamos ahí mucho tiempo, talvez unos veinte minutos, se escuchaba algunos sonidos y el aroma del cigarrillo se intensificó, Alfonso se sentó aún lado mío, yo estaba comenzando a cabecear por el cansancio, me dio las gracias por hacer eso por él, me dijo que era su mejor amigo y que estaba ansioso de que ambos huyéramos juntos para vivir una vida mucho mejor.

Llena de aventuras y comida rica a diario, Concorde con él, no estaba seguro de que así sería nuestra vida pero me agradaba la idea de pasarla junto a él, considere por un momento que si no hubiese dinero, aun así podríamos irnos, ya veríamos que hacer, cualquier cosa era mejor a que nuestra amistad quedara solo cómo un recuerdo lejano del día en el que lo reclutaron en una guerra, en la que para ser honestos, no sabíamos el motivo.

“Te reto a brincar a la pileta” bromeó conmigo, esperando que eso me despertara, “te doy mi yoyo si aguantas más de diez segundos con la cabeza metida ahí” Alfonso ahogó una carcajada sin mucho éxito, resonó por el eco del lugar, ambos nos miramos horrorizados, nos levantamos y salimos corriendo por el miedo, sin embargo su zancada era mucho más grande que la mía, Augusto me sujetó por el hombro, comenzó a amenazarme, preguntándome repetidamente que era lo que había visto exactamente, estaba en shock, no podía contestar.

Solo me le quedé mirando sin tener nada que decir, tiraba de mi cabello con cada pregunta y de pronto, Alfonso lo golpeó con un madero, y entonces una especie de pelea comenzó, un hombre alto y gordo contra dos raquíticos niños que solo querían noquearlo el tiempo suficiente para huir a decir verdad yo no nos importaba el dinero, eso no era nada comparado con la vida misma.

Es confuso, no, ya no es confuso, tenía dolor, el madero me golpeó, fue Augusto, Augusto me golpeó con esos gordos brazos, algo tibio bajaba por mi frente y me quedé en el piso mientras ambos me miraban aterrados ¿Qué pasó conmigo? Mi cuerpo fue arrastrado a la pileta, pudriéndose por siempre bajo una gruesa capa de lama ¿Qué pasó con Alfonso? No estoy seguro, lo busqué por supuesto que lo busque, que clase de mejor amigo sería si no lo hubiese hecho, pero no lo encontré aquí ¿Cuánto tiempo lo busque? Tampoco lo sé.

Ese maldito mal nacido debió deshacerse de su cuerpo fuera de aquí, no lo sé, los chicos hablaban de cómo ambos debíamos de habernos unido a la oposición y seguro estábamos viviendo la gran vida fuera de esos muros, ellos se fueron, ellos también se fueron y llegaron nuevos, nuevos huérfanos que escuchaban mis perpetuos llamas a Alfonso cómo suspiros a mitad de la noche, los vivos difícilmente pueden escucharnos, me bautizaron con nombre genérico y estúpido, lo sé ahora, todo este tiempo buscando que demonios era el que suspira pero ahora lo sé, yo soy el que suspira.

Autor: Liza Hernández.

Derechos Reservados.

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