La Casa De Piedra Historia De Terror 2023

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La Casa De Piedra Historia De Terror 2023

La Casa De Piedra, Historia De Terror… Me llamo Emma y lo que les voy a contar a continuación es una historia de terror que me ocurrió junto a mis primos Andy y Miguel.

Todo sucedió en un verano particularmente caluroso en las afueras de nuestra pequeña ciudad. Éramos niños y todos rondábamos los nueve años y siempre encontrábamos la manera de divertirnos juntos.

Ese día estábamos jugando a la pelota en un pequeño campo que, al estar baldío, se había convertido en el parque perfecto para que pudiéramos jugar sin preocuparnos por los automóviles, nuestros padres se sentían tan seguros de que jugáramos ahí que era rara la vez que veían como estábamos, y solo teníamos la regla de volver a casa para antes de la cena.

Miguel pateó la pelota con fuerza y voló por los aires, desapareciendo tras una loma cercana. Riendo, los tres primos nos lanzamos a una carrera para ver quién llegaba primero, como era costumbre; sin embargo, en esta ocasión no lográbamos encontrar la pelota por ningún lado, alejándonos incluso más de lo que nuestros padres nos tenían permitido jugar.

Seguimos caminando hasta que finalmente llegamos a la cima de la loma. Nunca habíamos estado en ese lugar, por lo que nos encontramos curiosos por todo lo que se encontraba ahí. Incluso, a ese punto, a todos nos daba muy igual dónde se encontraba la pelota.

Decidimos explorar un poco antes de volver, ya que sabíamos que nuestros padres no tardarían mucho en notar nuestra ausencia de gritos y pelotazos.

Caminamos hasta que nos encontramos con una extraña casa de piedra, antigua y en ruinas. No teníamos ni idea de que existía una casa en ese lugar, por lo que recorrimos todo su alrededor de aquella curiosa casa. Yo intentaba mirar por una de las ventanas al interior de la casa, pero esta estaba tan llena de tierra que no me permitía ver absolutamente nada. Fue cuando Miguel, que había estado intentando forzar la cerradura desde que habíamos llegado, finalmente había logrado su cometido, ya que de una patada esta finalmente se abrió.

La Casa De Piedra Historia De Terror

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En cuanto Miguel soltó un grito de victoria por su hazaña conseguida, todos corrimos hacia donde él se encontraba para así poder entrar a la casa. La cual justo en la puerta poseía una muy vieja y oxidada placa de metal que contenía la leyenda: “El que entre en esta casa no volverá”.

Aquello me pareció muy extraño, por lo que al comentárselo a Andy, este se encargó de recordarnos la leyenda que circulaba por el pueblo. La cual contaba la historia de una casa de piedra que se aparecía de la nada en cualquier lugar de aquella loma y que aquellos que habían entrado nunca habían logrado salir.

Pero Miguel no creía en esas historias, por lo que, riéndose de Andy, caminó unos cuantos pasos dentro de la casa.

Aquello fue más que suficiente para que yo también me animara a entrar y, debido a la presión social, Andy terminó entrando también.

El interior de la casa era húmedo y oscuro. Había muebles cubiertos con sábanas viejas, podíamos ver las gruesas capas de polvo al pasar por ellos. Cuando estuvimos todos lo suficientemente lejos de la puerta, esta se cerró de golpe. Todos nos asustamos y lanzamos una fingida risa nerviosa para simular que no estábamos tan asustados.

Sin embargo, cuando Miguel falló al intentar abrir la puerta como lo había hecho al principio, nos dimos cuenta de que estábamos atrapados. La oscuridad del interior de la casa nos envolvía, haciéndonos sentir como si estuviéramos sumergidos en un abismo de sombras.

Los rayos de luz apenas se filtraban por las rendijas de las ventanas, proyectando figuras distorsionadas en las paredes desgastadas. Sentíamos una extraña sensación de opresión en el pecho mientras buscábamos desesperadamente una salida.

Comenzamos a explorar cada habitación de la casa, empujando puertas entrecerradas y evitando los muebles polvorientos. Nuestros pasos resonaban en el silencio sepulcral, creando un ambiente aún más inquietante. Fue entonces cuando, mientras recorríamos el pasillo principal, vimos algo moverse en la oscuridad al final del mismo.

Nuestros corazones se aceleraron y nuestras manos sudaban de nerviosismo. Nos acercamos con cautela, intentando discernir qué se encontraba en aquel rincón oculto. Conforme nos acercábamos, la figura se hizo más clara y descubrimos una puerta camuflajeada, disimulada entre las paredes de piedra. Un escalofrío recorrió nuestras espaldas al imaginar qué secretos podría ocultar aquel misterioso acceso.

Decidimos abrir la puerta y, para nuestra sorpresa, nos encontramos con una escalera que descendía a un sótano. Dudamos en bajar pero, aquel sótano podría tener una salida por lo que terminamos bajando. Los escalones de madera crujieron bajo nuestros pies mientras descendíamos lentamente hacia la penumbra. Al llegar al fondo, nuestros ojos se abrieron de par en par al contemplar el asombroso panorama que se desplegaba ante nosotros.

El sótano estaba repleto de estanterías llenas de frascos, los cuales contenían un líquido verdusco. Se notaba que aquellos frascos habían estado ahí por mucho tiempo, ya que tenían una gruesa capa de polvo sobre ellos. Cada uno de ellos contenía un animal o alguna extraña criatura sumergida en lo que mi primo me dijo que era formol. Desde reptiles en conserva hasta inquietantes especímenes con deformidades grotescas, el sótano era un macabro santuario de rarezas biológicas. Un sutil hedor a químicos y preservativos invadía el aire, haciéndonos sentir aún más incómodos en aquel lugar sombrío.

Mientras examinábamos los frascos con curiosidad mezclada con repulsión, algo captó nuestra atención. En una esquina apartada del sótano, apenas visible entre la penumbra, vimos un frasco que parecía contener algo más que un simple animal en formol. Parecía tener una forma humanoide y, lo más inquietante, se movía ligeramente.

Nuestros corazones se detuvieron por un momento, mientras nuestras mentes luchaban por comprender lo que nuestros ojos estaban presenciando. La curiosidad nos venció y nos acercamos lentamente hacia aquel frasco enigmático. La luz titilante de una lámpara cercana reveló un rostro pálido y desconcertante, con ojos vidriosos que parecían mirarnos fijamente.

El terror nos envolvía mientras contemplábamos aquel rostro inquietante en el frasco. Nos invadió una sensación de peligro inminente y nuestras mentes se apresuraron a buscar una salida de aquel sótano macabro. Sin embargo, nuestros intentos por encontrar la puerta de entrada resultaron en vano. La entrada principal parecía haberse desvanecido, dejándonos atrapados en aquel espacio tenebroso.

La desesperación crecía en nosotros, pero antes de que el pánico total se apoderara de nuestros corazones, Miguel, el cual siempre había sido el más valiente y protector de los primos, descubrió una puerta y se apresuró en abrirla, gritándonos que entráramos rápidamente.

Corrimos hacia Miguel, siguiendo su voz a través de los estantes de frascos y animales en formol. Finalmente, encontramos una puerta oculta en un rincón oscuro del sótano. Al abrirla, nos adentramos en un laberinto de pasillos angostos y sombríos. El lugar olía mucho a humedad y, si mal no recuerdo, también persistía el olor a químicos y formol del sótano.

Mis ojos recorrieron el lugar, horrorizada por lo que veía. Las paredes de la caverna estaban cubiertas de extraños símbolos y marcas antiguas, mientras que en el suelo se dibujaba una serie de senderos. Entrelazados, los senderos se perdían en la oscuridad. El aire se volvió espeso y se cargó con un horrible olor, que a cada momento se intensificaba, emanando un desagradable y rancio hedor.

De pronto, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo y me apreté aún más contra mis primos, buscando consuelo y protección en su presencia. Sabía que estábamos atrapados en algo mucho más grande y aterrador de lo que jamás habíamos imaginado. Y para mi consuelo, mis dos primos tomaron mis manos, estábamos todos asustados pero al menos aún permanecíamos juntos.

Nos aventuramos por uno de los senderos, siguiendo el resplandor azul que se filtraba entre las grietas de la roca. Cada paso que dábamos aumentaba mi inquietud y mi corazón latía desbocado en mi pecho. El laberinto parecía no tener fin, y la sensación de que algo nos observaba desde las sombras se volvía más intensa con cada momento que pasaba.

La oscuridad era aplastante, solo interrumpida por la tenue luz que parecía provenir del techo. Cada paso que dábamos nos sumergía más profundamente en aquel laberinto misterioso. Los corredores parecían retorcerse y cambiar constantemente, confundiendo nuestra orientación y haciéndonos sentir atrapados en una pesadilla interminable.

La ansiedad y el miedo nos acechaban en cada esquina, pero nos aferramos a la esperanza de encontrar una salida. Avanzamos juntos, guiados por el instinto y la necesidad de escapar de aquel laberinto infernal. Cada vez que parecíamos acercarnos a una salida, las paredes se cerraban, obligándonos a retroceder y continuar nuestra búsqueda desesperada.

El tiempo se dilataba en aquel laberinto, como si estuviéramos atrapados en un bucle interminable. Los susurros de voces distantes y los sonidos extraños resonaban a nuestro alrededor, aumentando nuestra sensación de desesperación. Pero continuamos, negándonos a rendirnos, pues sabíamos que nuestra única opción era encontrar la salida y escapar de aquel lugar maldito.

Mientras el tiempo pasaba, la desesperación se apoderaba de nosotros. Yo estaba al borde del llanto cuando de pronto, a lo lejos, pude visualizar una leve luz. Todos corrimos hacia aquella luz, donde encontramos una vieja puerta de madera que empujamos con fuerza hasta que se abrió. Al instante, el aire fresco llenó nuestros pulmones, aliviando el peso de la opresión que habíamos sentido en el laberinto.

Nos miramos entre nosotros, agotados pero aliviados. Sabíamos que habíamos escapado de aquella pesadilla, al menos por ahora.

Andy, Miguel y yo nos abrazamos. Me llevó un momento darme cuenta de dónde estábamos, pero finalmente supe que estábamos de vuelta en la loma, por lo que no sería difícil encontrar el camino de regreso. Poco a poco, nuestras respiraciones se calmaron y comenzamos a caminar en dirección a nuestro hogar. Mientras avanzábamos, reflexionamos sobre la extraña experiencia que habíamos vivido.

Esa noche, cuando finalmente llegamos a casa, nos reunimos con nuestras familias, quienes nos abrazaron con alivio y alegría. Todos estaban muy preocupados, ya que habían estado buscándonos durante horas, dado que ningún vecino nos había visto. No les contamos los detalles de nuestra aventura, ya que sabíamos que sería difícil de creer. Pero en lo más profundo de nuestros corazones, sabíamos que habíamos enfrentado el horror y habíamos salido victoriosos.

Autor: Aurora Escalante

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