El Imitador Historia De Terror 2023

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El Imitador Historia De Terror 2023

El Imitador, Historia De Terror… La siguiente historia tiene su origen incluso antes de mi nacimiento. Según cuenta mi abuelo, mi familia ha sido víctima de una maldición que nos atormenta desde hace varias generaciones.

Al parecer, uno de mis antepasados tuvo un romance con una bruja, quien, tras ser abandonada, maldijo a las futuras generaciones de la familia. Algunos miembros han tenido suerte y no han sufrido la maldición, pero otros, como yo, hemos sido condenados a una vida de infortunios. Y luego está “el imitador”.

Mi abuelo cuenta que el día en que nací, reinaba un silencio sepulcral en el pueblo. Mi parto no fue convencional, ya que estaba previsto para un par de meses después, y al estar lejos de un hospital, mi abuela tuvo que ayudar en el parto.

Desafortunadamente, mi madre falleció al darme a luz. En ese momento, nadie sabía qué maldición me afectaría durante el resto de mi vida, pero mis abuelos me colocaron en una caja de madera con cobijas, lo único que tenían a mano. Mientras toda la familia intentaba asimilar la muerte de mi madre, una de mis tías buscó mantas para cubrir su cuerpo.

Al abrir el armario, se llevó una sorpresa al verme dentro. Yo no lloraba ni emitía sonido alguno. Al estar lejos de la familia, ella me tomó en brazos y decidió averiguar quién me había dejado en el armario en medio del intenso frío de ese momento.

Sin embargo, al tenerme en brazos, mi tía no solo sintió que mi cuerpo estaba anormalmente frío, sino que mi piel se sentía flácida y llena de pequeños bultos. Era como tocar una bolsa de carne molida, ya que sus dedos parecían hundirse cada vez más en mi espalda.

Preocupada, me miró más detenidamente y con horror contempló cómo lo que en un momento había sido yo, ahora no era más que un montón de carne que se caía a pedazos entre sus dedos.

Mi tía dio un grito tan fuerte que alertó a toda la familia, que acudió rápidamente al lugar. Pero para la sorpresa de todos, nadie pudo ver absolutamente nada de lo que mi tía les intentaba explicar. Mi abuela fue inmediatamente a ver si yo me encontraba bien, cosa que era así, ya que me hallaba profundamente dormido en aquella cuna improvisada.

Nadie supo explicar lo que mi tía había presenciado aquella noche, pero nadie dudó de que lo vivido había sido real. A partir de ese día, todos en mi familia experimentaron de cerca y en múltiples ocasiones algún encuentro con “el imitador”. Muchas veces, no pasaba nada más allá de encontrarme llorando, riendo o gritando en lugares o habitaciones distintos a donde me habían dejado anteriormente.

Mientras yo iba creciendo, aquel ser no solo lo hacía también, sino que parecía fortalecerse. Muy pronto pasó de solo poder imitarme a mí a lograr imitar a cualquier miembro de mi familia.

Escuchábamos los gritos de desesperación de mi abuelo entre la maleza del cerro cuando íbamos a cortar madera. Muchas noches podía escuchar y ver a mi hermano mayor tocando la ventana de mi cuarto, pidiéndome que saliera un momento con él. Sin embargo, a pesar de lo escalofriante que este ser pudiera ser, nunca había logrado hacer más que dar un simple susto a cualquiera que tuviera el infortunio de toparse con él.

Sin embargo, esto cambió el día en el que, harto de esta situación, mientras veía a “mi hermano” dando pequeños golpecitos en mi ventana y pidiéndome que saliera con él, decidí averiguar qué era lo que él haría si salía con él. Sé que aquel pensamiento parece un disparate para cualquiera, y, a decir verdad, eso es exactamente lo que era, pero solo tenía 12 años y quería que todo aquello terminara de una buena vez.

Tomé una navaja que me había regalado mi abuelo y salí de la casa directo a la parte trasera para enfrentarme por primera vez a aquel ser. Cuando llegué, él seguía allí de pie, mirándome con una enorme y muy deformada sonrisa que no era completamente posible para un ser humano normal. Le grité que qué era lo que quería, que, si en verdad me quería, entonces ahí estaba.

A pesar de mis gritos, él solo se mantenía de pie mirándome entre la oscuridad. Más pronto que tarde supe que aquello sería inútil. Caí en cuenta de que, en caso de que la criatura me hablara o intentara atacarme de verdad, podría tomar la forma de cualquier persona más grande y fuerte que yo.

Incluso estando como mi hermano, él me sacaba más de una cabeza. Con la poca valentía y sentido común que me quedaba, decidí mejor dar media vuelta y volver a mi cama. Sin embargo, al solo dar un par de pasos lejos de él, pude escuchar las hojas crujir de otros pasos justo detrás de mí. Volteé inmediatamente, pero de nuevo él se hallaba quieto, aunque esta vez un poco más lejos de mi ventana. Era como si hubiera caminado exactamente los mismos pasos que yo había hecho.

Caminé unos pasos más, esta vez de espaldas para no perderlo de vista, y para mi sorpresa, él también caminó los mismos pasos, solo que, en lugar de hacerlo hacia atrás, lo hizo hacia adelante. Sabía que debía tomar una decisión. No podía recorrer todo el camino de vuelta a casa completamente de espaldas, ya que había muchos obstáculos que sin duda harían difícil esa tarea.

Caminé unos pasos más de espaldas antes de que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo. Di la vuelta y corrí lo más rápido que pude de vuelta a casa, escuchando los pasos cada vez más cerca. Al parecer, no fui lo suficientemente rápido, puesto que un poco antes de llegar a la puerta, sentí cómo algo me sujetaba del tobillo, haciéndome caer en la tierra.

Sentí como si un tentáculo muy viscoso se hubiera enrollado en mi tobillo, el cual me estaba quemando. Intenté patear a aquel ser, sin embargo, este ya no parecía ser mi hermano. Aunque la oscuridad no me permitía ver exactamente en qué se había convertido, pude ver un cúmulo de carne sin forma definida. Si mal no recuerdo, también parecía tener más de cuatro extremidades. Era como una enorme araña de carne.

Mis gritos alertaron a todos dentro de la casa, haciendo que mi abuelo saliera a mi rescate. Este salió con un machete en mano y de un solo corte desprendió aquel viscoso tentáculo que me sujetaba. Al hacerlo, la criatura dio un horrible alarido y justo frente a la mirada de todos, desapareció. Miré mi pie, en el cual tenía la quemadura. Aquella cicatriz aún la conservo hasta el día de hoy.

El Imitador Historia De Terror

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Mi abuelo me cuestionó qué era lo que estaba haciendo afuera, pero no tuve el valor de contarle mis verdaderos motivos. Sabía que eso molestaría a todos, así que solo dije que había salido al baño y que me encontré con él en el camino de regreso. Aquella mentira sin duda me libró de una paliza por parte de mi abuelo, pero no me salvó de un gran sermón sobre cómo nunca debíamos abandonar la casa sin compañía. Me disculpé con mi abuelo y nos fuimos a dormir. Aunque no vi a aquel ser durante el resto de la noche, sabía que aquello era solo el principio de algo más grande.

Aquel pensamiento sin duda fue lo más acertado que he tenido en toda mi vida. Desde aquel día, los avistamientos del imitador no se limitaban a simplemente escucharlo o verlo. Esos avistamientos se volvieron mucho más agresivos hacia todos los miembros de mi familia.

Mi hermano Jacinto, quien había tenido la fortuna de no haberlo visto más que una sola vez cuando yo aún era un bebé, se jactaba en más de una ocasión de que no tenía miedo del imitador. Sin embargo, fue el primero en verlo desde aquella noche.

Él contó que estaba recogiendo leña, como se lo había ordenado mi abuelo. Aquella tarea no era muy pesada, pero para Jacinto era sin duda la peor cosa que le podrías mandar a hacer. Estaba haciéndolo de mala gana cuando de pronto escuchó claramente la voz de mi abuelo, el cual le decía que la madera que había juntado no servía en lo absoluto y que era tonto por no poder reconocer madera húmeda de madera seca.

Mi hermano se disculpó con mi abuelo y comenzó a buscar mejor leña. No era raro que mi abuelo inspeccionara de vez en cuando si estábamos cumpliendo con nuestras obligaciones, pero el que se quedara detrás de nosotros sin decir nada más fue sin duda la primera advertencia que hizo que Jacinto comenzara a sentirse un tanto incómodo.

Aun así, Jacinto no era el tipo de chico que cuestionara a sus mayores, por lo que no se atrevió siquiera a preguntarle si necesitaba algo más. No pasaron más de 15 minutos antes de que mi abuelo volviera a hablar, señalándole la orilla del barranco y diciéndole que ahí seguro había buenos troncos que podrían usar.

Jacinto miró a mi abuelo confundido, ya que él mismo había puesto la regla de no acercarnos nunca a la orilla del barranco. No solo era porque la maleza no te dejaba ver con claridad por dónde pasabas, sino que el piso ahí era tan inestable que aun cuando se sintiera firme, tu propio peso podría ocasionar un deslave y caerías colina abajo.

Mi hermano le repitió a mi abuelo todas aquellas razones, pero solo le dijo que no fuera un cobarde y que no le pasaría nada por solo acercarse un poco. Como dije antes, mi hermano no era el tipo de persona que desafiaría la autoridad, por lo que se acercó un poco y miró que mi abuelo tenía razón: ahí había buena madera. La emoción por concluir rápidamente su tarea lo hizo olvidar inmediatamente los peligros que había al acercarse ahí.

Estaba tan feliz por la gran cantidad de madera que ni siquiera notó cómo mi abuelo se acercó tanto a él que pudo sentir cómo lo tomó del hombro para después sonreírle de manera inhumana antes de arrojarlo con todas sus fuerzas al barranco.

Jacinto cayó varios metros colina abajo y, para su desdicha, ninguno de nosotros se dio cuenta de su ausencia debido a que nos encontrábamos haciendo nuestros respectivos deberes. No fue hasta entrada la noche cuando mi abuelo decidió ir a buscarlo, y al darse cuenta de lo sucedido, inmediatamente pidió ayuda para sacar a Jacinto del barranco. Lo llevaron al hospital del pueblo siguiente, ya que ahí era imposible tratar heridas de tal gravedad.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los doctores, Jacinto no sobrevivió aquella noche. Pero antes de morir, contó a mi abuelo lo sucedido. Por mi parte, no solo me encontraba devastado por la muerte de mi hermano, sino que sentía que yo era el único responsable de su muerte.

Después de todo, esta era la primera maldición que afectaba a otros miembros de mi familia. No deseaba que ninguno de mis hermanos saliera lastimado, por lo que después del funeral de Jacinto, decidí irme del pueblo. Supuse que, si de alguna manera el imitador era mi maldición, entonces debía estar lo más lejos posible de cualquiera a quien le pudiera hacer daño, por lo que decidí partir sin decirle nada a nadie sobre mi paradero.

Durante casi 15 años apenas tuve contacto con mi familia. Al parecer, yo tenía razón: los avistamientos del imitador cesaron apenas me fui. Sin embargo, para mí, las visitas del mismo eran cada vez más frecuentes y agresivas. Fui acumulando cicatrices en mi cuerpo por cada una de ellas, algunas de las cuales aún dolían, en algunas noches si pensaba mucho en ellas.

En ocasiones, simplemente ignoraba los sonidos en mi habitación, así como el hecho de verlo parado a los pies de mi cama. Supuse que, si lo ignoraba lo suficiente, algún día podría olvidar que estaba ahí, o quizás si tenía la suficiente suerte, esta criatura se daría cuenta de que ya no podía perturbarme y simplemente se iría por sí misma.

También descubrí que, aunque esta criatura siempre terminaba encontrándome, tardaba un poco cuando me mudaba a largas distancias de donde estuviera ubicado anteriormente. Así que no solo tenía poca comunicación con mi familia, sino que también había empleado un sistema para no permanecer más de 3 meses en un mismo lugar.

De esta manera, me aseguraba no solo de mantener a salvo a mi familia, sino también de tener algunos días en los que no era un hombre que arrastraba una maldición consigo.

Simplemente era un hombre que no debía preocuparse por permanecer al margen de cualquier persona que quisiera relacionarse con él de cualquier forma, ya que no deseaba que nadie, aparte de mí, cargara con mi maldición.

Creía que esa sería mi vida hasta una mañana de noviembre, cuando pensaba que ese día vería al imitador. Me había mudado a esa ciudad exactamente 5 días antes, los mismos días en los que el imitador se demoraba en encontrarme.

Sin embargo, esto fue diferente, ya que este no se presentó esa noche, ni la noche siguiente, ni la siguiente. Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, y así pasaron cuatro años.

Para ese momento, estaba convencido de que mi plan había funcionado, de alguna manera había logrado deshacerme de aquella criatura. Sin embargo, aún después de esos 4 años, no lograba sentirme del todo seguro como para establecerme en un solo lugar, al menos no hasta que conocí a mi pareja, quien tenía una preciosa hija de su matrimonio anterior.

Sentí por un momento que lo había conseguido, que de alguna manera había logrado romper aquella maldición y podría entonces por primera vez tener la opción de llevar una vida común y corriente.

La vida me sonreía de nuevo, había encontrado a mi pareja y disfrutaba de una bonita familia con su hija, tenía un trabajo estable y me había establecido en una ciudad por más tiempo del que había estado en mucho tiempo.

Pero por desgracia, la cruda realidad me golpeó de la manera más cruel posible. Una noche, mientras dormía junto a mi pareja, escuché un sonido que me resultaba familiar, algo que no había escuchado en años, el sonido de aquel imitador que creía haber dejado atrás.

Abrí los ojos y allí estaba, de pie al lado de la cama, observándonos en silencio. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo mientras me movía para proteger a mi pareja y a su hija, pero antes de que pudiera hacer algo, el imitador desapareció.

Desde esa noche, las visitas del imitador se hicieron más frecuentes y cada vez más agresivas. Había vuelto a arrastrar a mi familia a la maldición que me perseguía desde hacía tanto tiempo y esta vez no estaba solo, tenía a dos personas más a mi cargo. Me sentía impotente y desesperado, había intentado escapar de aquello durante tanto tiempo y parecía que nunca tendría una solución.

Sin embargo, decidí que no me rendiría. Me puse en contacto con mi familia y les conté lo que estaba sucediendo, juntos buscamos una solución. Investigamos sobre maldiciones y sobre criaturas sobrenaturales, intentando encontrar alguna pista que nos permitiera acabar con aquello de una vez por todas.

Fue mi hermana quien finalmente dio con la respuesta. Había encontrado un antiguo ritual que, según la leyenda, había sido utilizado en la antigüedad para romper maldiciones. No sabíamos si funcionaría, pero estábamos dispuestos a intentarlo.

Reunimos los materiales necesarios y seguimos al pie de la letra las instrucciones del ritual. Fue una noche larga y agotadora, pero finalmente lo conseguimos. La maldición había sido rota y el imitador había desaparecido para siempre.

Después de tantos años luchando contra aquella maldición, finalmente había encontrado la forma de acabar con ella. Sentí una enorme sensación de alivio y paz al saber que mi familia y yo estábamos a salvo y que por fin podría llevar una vida normal.

Pasaron los años, y construimos una vida juntos, en la que aprendí a aceptar mi pasado y a dejar ir los temores que me habían perseguido durante tanto tiempo. Ya no miraba detrás de mi hombro cada vez que caminaba por la calle, ni sentía la necesidad de mudarme constantemente para mantenerme a salvo.

Finalmente, llegó el día en que mi pareja y yo decidimos casarnos, y aunque al principio sentí un poco de miedo de que algo pudiera salir mal, todo salió perfecto. Esa noche, en la pista de baile, sentí que la maldición finalmente había sido vencida, y que había encontrado el amor y la felicidad que había estado buscando durante tanto tiempo.

Desde entonces, hemos tenido una vida llena de alegría y amor, con la pequeña niña que se convirtió en mi hija y una familia que me aceptó sin importar cuántas cicatrices tenía. A veces, todavía recuerdo al imitador y a los momentos de miedo y dolor que me hizo pasar, pero sé que ahora tengo a mi familia a mi lado para protegerme y cuidarme.

Autor: Canek Hernandez

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