Los Vigilantes De La Morgue Historia de Terror

Los Vigilantes De La Morgue Historia de Terror

Jeff Conway trabajaba desde hacía poco más de dos meses en el edificio de la Morgue, y detestaba su trabajo. Le producía repelús. Su empresa de seguridad lo había destinado allí, aunque él ya había pedido el traslado a otro lugar Los Vigilantes De La Morgue Historia de Terror. Le daba lo mismo si lo trasladaban a un banco o a cualquier otra empresa privada; pero no quería seguir trabajando allí. Aquel lugar le producía escalofríos. Odiaba cada segundo que pasaba allí. Siempre tenía el turno de noche, que hacía junto con otro compañero que ya era veterano. Este ya estaba resignado. Trabajaba en el depósito de cadáveres de Boston desde hacía ya varios años, y no parecía excesivamente preocupado o descontento. Solían turnarse, y mientras uno observaba atentamente la gran pantalla dividida en doce cuadrículas, tantas como cámaras había ubicadas tanto en el interior como en el exterior del extenso recinto, el otro hacía su ronda por el edificio. Jeff caminaba lentamente por uno de los largos y estrechos pasillos. El tubo fluorescente que había en el techo, se encendía y se apagaba cada poco segundo, creando una atmósfera agobiante y terrorífica. De repente, a Jeffrey le pareció escuchar un pequeño ruido, como el de una puerta que chirriaba y se abría al fondo de uno de los largos pasillos. Nervioso y algo asustado, dobló a la derecha y se encaminó por el oscuro pasillo que daba a la sala refrigerada donde los cuerpos de los cadáveres recientes se encontraban sobre las camillas, bajo una sábana blanca. Venciendo su instintivo miedo hacia los muertos, Conway encendió su linterna y empuñó su arma reglamentaria. Poco después abrió la puerta y entró en la sala refrigerada donde se hallaban los cadáveres pendientes de practicarles la autopsia, entre dos y cinco grados. Iluminó con su linterna hacia todos lados y no observó nada extraño. Tal vez por su natural aprensión, su instintivo miedo hacia la muerte, o por su autosugestión, le había hecho escuchar un ruido imaginario. Cerró la puerta y salió de la fría y aséptica sala. De nuevo volvió a caminar por el estrecho y largo pasillo, cuando de pronto sintió la extraña e indefinible sensación de que no estaba solo, de que algo o alguien se encontraba detrás de él. El corazón comenzó a martillearle con fuerza en el pecho. Se dio la vuelta rápidamente y con el haz de luz de la linterna iluminó el oscuro pasillo. Al instante vio algo que le heló la sangre en las venas. Observó a una mujer envuelta en lo que parecía un camisón o un sudario blanco, con el largo cabello que le cubría totalmente la cara, ocultando su faz demacrada. Loco de terror dio media vuelta y corrió por el pasillo intentando alejarse lo más rápido posible de aquella terrorífica visión de ultratumba. Pocos minutos después llegó jadeando, con la respiración agitada y la cara congestionada por el miedo, hasta la pequeña sala en donde se encontraba su compañero controlando lo que las cámaras captaban. -¿Has visto eso, Fred? Fred no se movió, permanecía con la vista fija frente al panel de control de las cámaras. Jeff se acercó a él, preocupado, y volvió a hablarle: Eh, Fred! ¿No me has oído? Fred permanecía impertérrito. Muy extrañado, Jeff se acercó a él, y observó aterrorizado que este tenía un fino tajo en el cuello, y que la sangre estaba empezando a manchar el cuello de su camisa blanca. Oh, Dios mío! ¿Qué ha pasado aquí? Jeffrey aún no se había repuesto de la impresión de ver a su compañero muerto, cuando volvió a sentir la angustiosa sensación de que había alguien detrás de él. Se dio la vuelta y ante él vio el espectro de la mujer con el largo cabello negro que le cubría la cara por completo. Esta llevaba en su mano derecha un cuchillo de ancha y afilada hoja manchada de sangre. Jeff intentó levantar su pistola para disparar sobre aquel engendro, sobre aquel ser infernal; pero se hallaba completamente paralizado por el terror. Un segundo más tarde, la fantasmal figura se abalanzaba sobre él y le clavaba repetidas veces el cuchillo en el pecho y el estómago, mientras la sangre surgía con profusión de las heridas. Conway cayó al suelo mortalmente herido. Justo antes de morir aún tuvo tiempo de escuchar la siniestra y demencial risa que emitía aquel ser surgido del negro abismo del infierno, de aquella hija del diablo.
 
Autor: Anónimo
Derechos Reservados

Share this post

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Historias de Terror