Las Adolescentes Historia De Terror 2024

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Las Adolescentes Historia De Terror 2024

Las Adolescentes Historia De Terror… No sé ni por dónde empezar a contarte, lo que sí puedo decirte es que son esas experiencias que uno no quisiera volver a vivir nunca, pero comenzaré por decirte que esto me pasó hace algunos años cuando servía a las fuerzas militares.

Fue una noche de finales de octubre cuando hacíamos un reconocimiento especial en la Dodge, en cierta zona de la Sierra de Guerrero, en la periferia de Tierra Colorada, un pueblo relativamente cercano de donde estábamos, era una noche calurosa y apacible, tuvimos la fortuna de tener una luna llena muy grande que iluminaba todo el paisaje y el camino bastante bien, ya llevábamos varias horas haciendo el reconocimiento y todo parecía sin ninguna novedad.

El Sargento Rojas, que iba de copiloto, ya me había dado la orden de que nos regresáramos al cuartel, y en esas andábamos, cuando vimos a lo lejos sobre el mismo camino por donde íbamos, a un par de jóvenes que al vernos intentó esconderse de nosotros entre el denso ramaje de los costados, se nos hizo sospechoso pero no extraño, no sé por qué pero hay civiles que nos llegan a tener desconfianza.

A una señal del Sargento dirigí el vehículo hacía donde los habíamos visto esconderse, lo hice muy despacio, me orillé lo más que pude sobre ese sendero angosto, detuve la camioneta y descendimos el Sargento y yo, el cabo Villa y el raso Amezcua, permanecieron en la parte trasera de la Dodge con las manos en la minigun, con cautela pero sin actitud amenazadora, nos acercamos al ramaje y les pedí de favor a las jóvenes que salieran de ahí, fue algo extraño pero en ese momento se hizo un silencio muy profundo, tras unos segundos de espera salieron poco a poco de entre los arbustos, la más grande tendría quizá unos diecisiete y la otra chica unos catorce años, al quedar totalmente al descubierto nos llamó la atención que la más pequeña apretaba los dientes y agachaba la cabeza, mientras se agarraba el hombro con ambas manos, parecía venir herida, pero no podíamos ver qué tipo de lesión porque traía una chamarra encima, sobrepuesta, la chica más grande la sujetaba del otro brazo como si la estuviera ayudando a mantenerse en pie, levantó la vista hacia nosotros y se nos quedó viendo fijamente, tenía una mirada muy penetrante, y no sé si era la luz de la luna pero sus ojos de pronto parecían tener un reflejo de color rojizo.

El Sargento les preguntó que hacían por esto caminos tan despoblados, la joven sin dejar de mirarnos nos dijo que venían de regreso de un baile en el pueblo, por el barrio de San Isidro, y que su casa no estaba lejos de aquí, la respuesta no convenció mucho al Sargento Rojas, habíamos estado bastante tiempo en estos parajes y no habíamos visto ninguna ranchería, poblado o casa cercana, entonces yo le pregunté que tenía la otra chica en el brazo, que por qué se quejaba tanto, la joven guardó silencio un segundo y nos dijo que en el baile se habían peleado unos fulanos y que habían sacado algunas armas, y que en el arguende a su hermana le habían herido en el hombro, pero que era una lesión superficial y la llevaba a casa para curarla, el Sargento la miró desconfiado y le dijo que si no quería que las auxiliáramos o los lleváramos a alguna unidad médica, la joven nos insistió que no era de gravedad, que ella la podía atender en casa, guardó silencio por un segundo y en un tono más molesto nos dijo que si no teníamos otra pregunta, ellas se tenían que retirar porque tenían que llegar a casa para curarla, y sin decir más empezaron a caminar pasando a nuestro costado sobre el sendero, el Sargento les dijo que no se espantaran que solo queríamos ayudarlas, las jóvenes ignoraron sus palabras y siguieron avanzando hasta quedar a unos cinco o seis metros de nosotros, fue entonces que las cosas se complicaron.

El raso Amezcua cometió el error de amartillar su arma, al escuchar ese sonido las jóvenes se detuvieron sin darse la vuelta, en ese momento empecé a sentir que corría un viento muy helado, algo poco común en tierra caliente, y de pronto me pareció que todo se quedaba silencio, en verdad fue algo muy extraño, inclusive me pareció ver relámpagos en un cielo totalmente despejado, fue entonces cuando escuché extraña la voz de aquella joven, mientras nos decía que no quería hacernos daño, que podíamos darnos la vuelta e irnos a casa con nuestras familias, a mí me  desconcertó mucho la forma en que nos lo dijo, el resto de mis compañeros lo tomaron con más humor y no pudieron evitar reírse un poco, el Sargento Rojas les insistió en que solo queríamos ayudarlas, entonces la joven le dijo que mejor ayudara a Griselda, que ella lo necesitaba más en éste momento.

El Sargento abrió los ojos sorprendido y se puso pálido, el resto de nosotros nos quedamos mudos y desconcertados, Griselda era el nombre de la ex esposa del Sargento, de quien tenía poco de haberse separado por una infidelidad de parte de él, sabíamos de los problemas por lo que estaba atravesando, no solo del proceso del divorcio, y la pensión alimenticia, sino además de la depresión por la que estaba pasando, porque su ex esposa había intentado suicidarse hace algunas semanas y aún permanecía hospitalizada, y el Sargento cargaba con toda esa culpa.

Las Adolescentes Historia De Terror

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Un poco más repuesto de la sorpresa le pregunté, con cierto temor, que cómo sabía quién era Griselda, la joven continuó de espaldas a nosotros, y entonces empezamos a escuchar una suave risa que se fue convirtiendo en una carcajada macabra que retumbaba en todo el paraje, el solo recordarla me erizaba la piel, volteé a ver a mis compañeros, y aunque trataban de disimularlo en verdad estaban muy espantados, el Sargento recuperó el templé y le pidió a la joven que respondiera a la pregunta que se le había hecho y que se diera la vuelta, la chica continuó riéndose otro rato más y después se calló repentinamente, y volvió a insistirnos que nos diéramos media vuelta y nos fuéramos por donde habíamos venido, en ese momento intenté dar un paso hacía donde estaban, pero ella levantó la mano a la altura de su cabeza y me advirtió que si solo daba un paso más yo sería el primero en caer y que no volvería a ver a Ximena ni a Jorge otra vez, me quedé congelado al escuchar los nombres de mis hijos.

Quién carajos era esa joven que sabía tanto de nosotros, no moví ni un solo músculo, entonces escuché a mi costado que el cabo Villa, que era de la región, balbuceó casi para sí: «es una tlahueliloc», apreté la mandíbula y le pregunté «una qué», el cabo temeroso dijo en voz baja: «una bruja», en ese momento, como si nos hubiera escuchado, la joven bajó la mano, agarró del brazo a su hermana y empezaron a caminar, las vimos alejarse poco a poco sobre aquella vereda, sin que uno solo de nosotros hiciera el menor movimiento, todavía las alcanzábamos a ver cuando de pronto, en un parpadeo, vimos como de la nada el fuego las cubrió por completo, nos removimos inquietos, esto no podía estar pasando, mi primer impulso fue correr hacia la camioneta y sacar el extintor, pero en ese momento el cabo Villa me detuvo por el hombro y me señaló hacia donde estaban ellas, y entonces sucedió lo imposible, cada joven era una bola de fuego que flotaba, se elevaron por encima de los árboles por un segundo y enseguida salieron disparadas hacia lo más alto de la sierra, hasta perderse entre los árboles.

Todos nos quedamos con la boca abierta, no sé cuánto tiempo permanecimos así, hasta que la voz del Sargento dando la orden de subirnos a la camioneta rompió el silencio y la tensión que había, nadie dijo nada ni preguntó nada, abordamos apresurados, yo me puse al volante y conduje hacia el cuartel, al llegar, antes de bajar de la Dodge el Sargento nos dio la orden de que no se hablara de esto con nadie, que hasta donde sabíamos todo el reconocimiento había transcurrido sin novedad, todos asentimos con la cabeza, al descender lo primero que hice fue marcarle a mi esposa y a mis hijos, estuve hablando por horas con ellos, cuando terminé la llamada me quedé todavía un momento afuera de mi cuarto fumando un cigarro, aún trataba de asimilar lo que nos había pasado, desde ahí se podía ver gran parte de la sierra, entonces sentí un escalofrío cuando por un  momento me pareció ver dos pequeños puntos luminosos sobre la cima del cerro.

Autor: Luis Martínez Vázquez

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