La Fotografía Historia De Terror 2024
La Fotografía Historia De Terror… Pues como te decía, hacía mucho tiempo que habíamos dejado de poner la ofrenda del Día de Muertos en mi casa, la verdad no sé muy bien por qué, de niño era algo muy especial que me gusta hacer con mis hermanos y mi mamá, y más cuando llegábamos a ir a la casa de mi abuelita y le ayudábamos a poner su ofrenda, porque nos contaba muchas historias de cómo llegaban los fieles difuntos a visitarnos esos días, mientras comíamos dulces de amaranto y calaquitas de azúcar, podíamos pasarnos todo el día escuchándola, pero no siempre podíamos visitarla y la mayoría de las veces los pasábamos esos días en casa, el mero 2 de noviembre, se iban muy temprano mi mamá y mi hermana Wendy, la mayor, al mercado a comprar flores, fruta, pan y veladoras, mientras Saúl y yo, mi hermano menor, esperábamos a que abrieran la papelería de la esquina, para ir por papel picado, y lo que nos hiciera falta para adornar nuestra ofrenda, entonces después de desayunar nos las pasábamos todo el día poniendo nuestra ofrenda y contando historias de sustos y espantos.
Primero poníamos un mantel blanco que cubriera toda la mesa y las veladoras, y después acomodábamos la fruta y el pan hasta el frente, en la parte de atrás poníamos una botella de rompope y un tequila, para mi abuelito, y al final poníamos las calaveritas y los dulces, para unos primos, lo que no poníamos eran las fotografías de nuestros muertitos, y recuerdo que en una de esas ocasiones le pregunté a mi mamá el por qué, ella me dijo que no teníamos fotos de ellos, entonces no sé por qué se me ocurrió preguntarle qué a quién extrañaba más de los que ya no estaban con nosotros, mi mamá se quedó callada por un momento, su cara se entristeció mucho, y se quedó mirando fijamente a la ofrenda como si se hubiera perdido en sus recuerdos, suspiró profundamente y me dijo que a su abuelita, que había sido una madre para ella, sé que era un niño y no comprendí lo que me había dicho, pero en ese momento le prometí que buscaría una fotografía de su abuelita para que la pudiéramos poner en la ofrenda y así ya no la extrañara tanto, recuerdo que me miró con mucha ternura y sacudió mi cabello con su mano, seguimos adornándola con el papel picado, y pasamos toda la tarde contando historias de espantos.
Recuerdo que, durante los siguientes años, le estuve haciendo la misma promesa de encontrar una fotografía de su abuelita, ella solo me sonreía, porque sabía muy bien que al otro día se me olvidaría, y así se nos fue el tiempo, sin que pudiéramos hacer algo para evitarlo.
Mi hermana Wendy terminó su carrera en contaduría y al poco tiempo entró a trabajar en un despacho, mi hermano Saúl ya estaba en su primer año de preparatoria, y yo batallaba por pasar mi primer trimestre en la universidad, había terminado con la que era mi novia una relación de dos años, entonces empecé a agarrar la fiesta más de la cuenta, tomaba todos los fines de semana, en realidad me sentía perdido, sin rumbo, la relación con mi mamá fue de mal en peor, nos fuimos distanciando, las pocas veces que la llegaba a ver entre semana acabábamos discutiendo, fue una época muy difícil para todos, pero la gota que derramó el vaso, fue aquella ocasión que llegué medio tomado a casa y me encontré a mi mamá y a mi hermano poniendo la ofrenda del día de muertos, no sé porque empezó la discusión, pero recuerdo que le grité que los muertos no regresan, que uno se muere y punto, que todo esto eran puras invenciones, y me fui a mi cuarto, pero sabía que había rebasado el límite.
Al otro día mi papá habló conmigo, y me dijo que ellos trataban de entender el dolor de mi rompimiento, pero que tenía que poner de mi parte, fue una charla muy larga, yo en verdad me sentía muy apenado y culpable, porque si alguien había estado para mí en los peores momentos de mi vida, habían sido ellos, mi familia, recuerdo que le prometí que esto no volvería a pasar y que le iba a echar ganas.
En los siguientes meses dejé la fiesta y me dediqué por completo a mis estudios, la relación con mi mamá empezó a mejorar otra vez, y todo parecía ir muy bien, pero hace un año mientras le ayudaba a mi mamá a poner la ofrenda del día de muertos, y mientras colocaba el retrato de una de mis tías en el centro de la mesa, recordé aquella vieja promesa que le había hecho de niño, de conseguirle una fotografía de su abuelita, entonces le dije que no se me había olvidado y que la buscaría entre toda la familia, ella me sonrió, entonces empezó a toser muy fuerte sin poder parar y a tener la sensación de que se le iba el aire, la acabé llevando a urgencias ese día, pero una vez que la atendieron me dijeron que al parecer no tenía nada, que fuera con su médico familiar, y ahí empezó todo, estuvimos llevándola con varios médicos, con especialistas, y nada, no nos daban razón de sus ataques de tos y la falta de aire, hasta que empezó a pasar mucho tiempo en cama, durante ese tiempo, en los pocos momentos que tenía libres, aprovechaba para visitar a la familia, buscando aquel retrato de su abuelita, entre viejos álbumes y paquetes de fotografías que me dejaban revisar, hasta que después de varios meses, encontré en un viejo sobre de documentos de mi tía Esperanza, la hermana menor de mi mamá, una viejísima fotografía, en blanco y negro, en donde estaba su abuelita muy sonriente, en la puerta de su casa de adobe, me puse muy feliz de haberla encontrado, y como ya estábamos a unos días del día de muertos, pensé que sería una ocasión especial para mi mamá, porque al fin tendría un retrato de su abuelita para la ofrenda, me despedí de mi tía, pasé a un estudio de fotografía para que la ampliaran y corrí a casa a decirle a mi mamá, pero al entrar me encontré a mis hermanos y a mi papa llorando en la sala, no hubo mucho que decir, los últimos estudios eran contundentes, mi mamá se nos estaba muriendo, fue un golpe demoledor, y aunque tratamos de esperanzarnos fue en vano, el día primero de noviembre sentamos a mi mamá en la sala, mientras mis hermanos y yo poníamos la ofrenda, cuando ya estuvo lista, saqué la fotografía de su abuelita y se la puse entre sus manos, ella la agarró emocionada, la miró por un largo rato con lágrimas en los ojos, pasaba su dedo con delicadeza sobre el vidrio del cuadro, acariciando la imagen, fue entonces que me pidió de favor que la pusiera en el centro de la ofrenda, me agarró de la mano y me hizo prometerle que cada año la pusiera en la ofrenda, y que ella quería estar junto a su abuelita, yo solo pude asentir con la cabeza, tenía un nudo en la garganta que no me dejaba hablar… semanas después mi mamá falleció, fueron los días más difíciles de mi vida.
La Fotografía Historia De Terror
Hace unas días pusimos nuestra ofrenda del día de muertos mis hermanos y yo, aunque es algo que siempre hemos disfrutado desde niños, fue muy triste ya no ver a mi mamá a nuestro lado, pero como se lo prometí, puse su fotografía junto a la de su abuelita, y también sus dulces preferidos, aquella noche no quise despegarme de ahí, y me quedé en el sillón que esta frente a la ofrenda, estuve viendo la televisión un rato hasta que el sueño me venció, en la madrugada sentí una brisa tibia que me envolvió todo el cuerpo, fue una sensación muy agradable, de tranquilidad, entre abrí los ojos, no sé qué pensar, si fue real o un sueño, pero ahí estaban frente a mí, de espaldas a la ofrenda, mi mamá y su abuelita mirándome, sentí que el corazón se me aceleraba, las dos me miraban con ternura, yo solo podía sentir como se escurrían mis lágrimas por mis mejillas, y fue entonces cuando escuché la voz de mi mamá, no como cuando alguien te habla, sino como si estuviera dentro de mi cabeza: “estoy bien”, recuerdo que me sonrió, te juro que solo cerré los ojos por un segundo, pero al abrirlos ya no estaban.
Al otro día mientras terminábamos de desayunar mi hermana se puso muy seria, y nos contó que había soñado con mi mamá, que se había puesto al pie de su cama, que la había visto muy feliz y hasta más joven, y que le había dicho que estaba bien, yo me quedé helado al escuchar aquellas palabras, eran las misma que me había dicho a mí, lo que había vivido en la madruga no había sido un sueño, mi mamá había venido a vernos, me paré muy emocionado y llorando la abracé muy fuerte.
Ha pasado un año de aquella fantástica experiencia, estamos a unos días de poner nuestra ofrenda y festejar a nuestros muertos, y sin duda se me quedaré a dormir en ese sillón de la sala, porque no pierdo la esperanza de poder volver a verla de nuevo, aunque sea por un instante.
Autor: Luis Martínez Vázquez
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