Cazar A Un Nahual Historia De Terror 2024

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Cazar A Un Nahual Historia De Terror 2024

Cazar A Un Nahual Historia De Terror… Esto que te voy a contar me pasó hace algunos años con los tíos de mi esposa, y aunque te lo cuente de manera tranquila, la verdad cada vez que lo recuerdo me dan hasta escalofríos.

Si te soy muy honesto la verdad habíamos convivido muy poco con ellos, si acaso los había visto dos o tres veces en alguna reunión familiar cuando éramos novios, y después de que nos casamos por mi trabajo, que en ese entonces era de policía, nos tuvimos que ir a vivir a la ciudad de México, por lo que ya no pudimos frecuentarlos, por eso no me extrañó la invitación que nos hicieron de pasar unos días en su casa, allá por el rumbo a Cholula Puebla, al momento me pareció una muy buena idea para poder acercarnos un poco más a su familia, así que lo planeamos para las vacaciones que tendría en junio, para quedarnos una semana con ellos, pero la verdad después de aquella experiencia tan aterradora que pasé la primera noche que estuvimos ahí, nos regresamos al otro día, y me prometí jamás regresar.

Como te decía, llegó junio, salimos el jueves desde muy temprano de la ciudad con rumbo a Puebla, afortunadamente un compañero del trabajo me había prestado su carro, mi esposa iba muy contenta, hacía tiempo que no había visto a sus tíos, eso me alegraba mucho, aunque la verdad yo me sentía algo cansado, había tenido una semana muy pesada en el trabajo, pero traté de concentrarme en la carretera, la mayor parte del trayecto fue tranquilo, pero conforme nos íbamos acercando al pueblo de sus parientes, una densa neblina cubrió el camino y las curvas se fueron haciendo cada vez más pronunciadas, la verdad si me hicieron sudar de nervios, pero después de un rato llegamos por fin a casa de sus tíos, aunque quizá debe aclarar que no era un pueblo como tal, aunque tenía una pequeña plaza con un quiosco y una iglesia en el centro, la mayoría de las casas estaban esparcidas sobre los cerros de alrededor, incluso algunas estaban bastante alejadas de ahí, como la de sus tíos, que estaba en la parte elevada de uno de esos montes, por lo que tuvimos que subir por una vereda muy angosta donde apenas y cupo el carro.

Apenas nos estacionamos frente a su casa, salieron a recibirnos muy amablemente su tía y dos de sus primas, bajamos nuestras maletas y nos invitaron a instalarnos en una de las habitaciones mientras preparaban la comida. Cuando nos sentamos a la mesa, empezamos a platicar amenamente con ellas, en ese momento llegó el tío de mi esposa, don Julián, con su hijo Ricardo, ambos venían enlodados y traían una escopeta colgando del hombro, al parecer no nos esperaban tan temprano porque entraron echando pestes y maldiciendo su mala suerte por no haber podido darle un tiro y matarlo de una vez, pero apenas nos vieron se quedaron callados, se apresuraron a quitarse las escopetas y se acercaron a saludarnos, yo me quedé un poco desconcertado, de quién hablaban y porqué tendrían que matarlo, finalmente se sentaron con nosotros y las primas empezaron a servir la sopa.

La comida se alargó hasta muy entrada la tarde por la charla tan amena que teníamos, ya empezaba a oscurecer y fue entonces que don Julián y Ricardo se disculparon y nos dijeron que tenían que regresar a darse unas vueltas a los corrales y después a los campos, porque en las últimas semanas se les habían desaparecido algunos animales, además de que en parte de los sembradíos aparecían destrozadas las milpas, sospechaban de algunos coyotes o lobos, pero hasta ese momento no los habían podido cazar, yo sin pensarlo mucho me ofrecí ayudarles, don Julián se negó en un principio, me dijo que era su invitado y que incluso podía ser peligroso si nos llegábamos a encontrar con aquellos animales salvajes, pero cuando le recordé que era policía, me preguntó muy serio si sabía manejar un arma, le mentí un poco, a pesar del entrenamiento que tuve cuando entré a la academia, en realidad mi trabajo era más de escritorio y hacía un tiempo que no agarraba una pistola, pero en ese momento no creí que hubiera riesgo real y en verdad quería salir a recorrer los campos, así que le dije que sí, el tío miró discretamente a mi esposa como esperando su aprobación, después de un silencio incomodo, don Julián finalmente aceptó que los acompañara.

Me levanté emocionado de la mesa y me acerqué a ellos, me ofreció la escopeta que traía cargando y unos cartuchos y aparte me dio una nueve milímetros que me ajusté en la cintura, el sacó un fusil y un revolver de un estante frente a la mesa, antes de salir la tía me dijo que me llevara ropa gruesa porque más noche haría mucho frío.

Desde la casa se podía ver los corrales y un establo, en realidad no estaban muy retirados, quizá unos cuatrocientos metros o menos, entonces Ricardo me dijo que detrás de ellos estaban los sembradíos de la familia y echamos andar sobre el único sendero que se dirigía hacia allá, fue cuestión solo de unos minutos, así que cuando llegamos aún teníamos algo de luz, y aunque entramos a todos solo echamos un vistazo rápido, tenían caballos, puercos, borregos, vacas y gallinas, después don Julián y Ricardo juntaron algo de leña frente a los corrales, prendieron una fogata y nos sentamos alrededor, ya había anochecido, pero afortunadamente había una luna llena muy grande que alumbraba todo alrededor, parecía una noche tranquila, en ese momento yo trataba de calentar mis manos frente a la lumbre, cuando empezamos a escuchar aquellos horribles aullidos a lo lejos sobre los cerros.

Don Julián y Ricardo alistaron sus armas de manera casi automática, yo solo apreté la escopeta contra mi  pecho, los aullidos se empezaron a escuchar más fuerte como si se fueran acercando, hasta ese momento no me había dado cuenta pero el rostro de don Julián había cambiado, lo vi asustado, de pronto se escuchó que algo pesado cayó sobre los techos de lámina de los corrales, los tres saltamos asustados y volteamos apuntando con las armas hacia arriba del tejado, se escuchó algo parecido a un bufido que la verdad a mí me pareció humano, entonces empezamos a oír un gran alboroto entres los animales, don Julián me gritó que no me le despegara a Ricardo mientras abría la puerta del establo con la punta de su fusil, fue entonces que se escuchó un fuerte aullido, tan agudo que yo sentí que me reventaría los oídos, incluso me llegó a marear pero traté de mantenerme orientado, don Julián entró, los caballos no dejaban de relinchar, pero así como pasó la puerta, lo vimos salir  volando como si alguien lo hubiera aventado con furia, Ricardo se paró frente al establo y disparó hacía dentro varias veces, todo quedó en silencio por un segundo y después solo escuchó el cacaraqueo de algunas gallinas asustadas, el primo empezó a recargar  su arma, mientras yo ayudaba al tío a levantarse, cuando de pronto se escuchó un golpe muy fuerte al mismo tiempo que vimos como en la pared de madera de un costado del corral se abría un boquete de donde salió un bulto enorme de lo que parecía un lobo, o al menos fue lo que creí ver, pero que corría solo en sus dos patas traseras, huyendo hacia los sembradíos, todo fue tan rápido que Ricardo no tuvo tiempo de disparar otra vez, entonces los tres corrimos tras de aquella bestia enorme que se metió entre las milpas crecidas.

Cazar A Un Nahual Historia De Terror

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Nos detuvimos frente a ese rastro, don Julián le hizo una señal a su hijo para que se fuera hacia la izquierda, yo me fui tras él, la verdad iba hasta temblando y sudaba frío, y el tío se fue por la derecha, Ricardo se fue abriendo paso muy despacio entre las milpas con el fusil, sin dejar de apuntar, yo iba aterrado y no podía dejar de voltear a cada rato hacia atrás, así caminamos por unos minutos cuando escuchamos varios disparos y un grito de dolor de don Julián, Ricardo se fue corriendo hacia donde se habían escuchado las detonaciones, yo por más que traté de seguirlo no pude aguantarle el paso y acabé perdiéndome entre el sembradío, fue entonces cuando escuché aquellos bufidos detrás de mí que me erizaron la piel, sentía como retumbaba mi corazón en mi pecho, no sé por qué pensé que si no me movía no me atacaría aquella cosa, pero entonces sentí aquellos jadeos sobre mi cabeza, apreté la escopeta entre mis manos y empecé a correr como loco sin saber realmente hacia donde iba, hasta que de pronto se me acabó el sembradío y salí hacia el forraje del cerro, fue cuando me tropecé con una piedra, me fui de boca y solté la escopeta, y aunque alcancé a meter las manos me di un golpe muy fuerte en la cabeza que me mareo por un momento.

Al girarme para quedar boca arriba fue cuando vi aquel ser monstruoso frente a mí, me pareció enorme, pero no era un lobo, estaba parado solo en sus dos patas traseras que parecían de caballo y su dorso, parte de sus brazos y cuello parecía de un humano, pero en lugar de manos tenía unas garras enormes y su cabeza parecía la de un lobo con el hocico abierto, enseñándome sus colmillos, yo estaba aterrado, no tenía idea de donde había caído la escopeta, y sabía que no me daría tiempo pararme para correr otra vez, pero en ese momento sentí la pistola en mi cintura, la saqué y le apunté aquella bestia, sus ojos rojos me miraban como burlándose de mí, jalé el gatillo desesperado pero el arma no funcionó, sé que es estúpido pero no le había quitado el seguro, cerré los ojos por instinto esperando el zarpazo, entonces escuché varios disparos seguidos de un aullido desgarrador casi humano, yo no dejaba de temblar y aún con mucho miedo abrí los ojos, frente a mi estaba Ricardo que parecía apuntarme con su escopeta y junto a él don Julián, se acercaron lentamente sin bajar sus armas, Ricardo me ayudó a levantarme, los aullidos lastimeros se fueron alejando hasta perderse en la espesura del cerro, recordé la escopeta, al buscarla la encontré detrás de un arbusto, en ese momento Ricardo me pidió ayuda, don Julián sangraba de una pierna.

Cuando entramos a la casa, apenas nos vio entrar mi esposa gritó aterrada y corrió abrazarme, no me había dado cuenta, pero tenía una abertura en la cabeza, y varias manchas de sangre en la chamarra y el pantalón, ayudamos a don Julián a sentarse en el sillón de la sala, con ayuda de mi esposa me seguí revisando, no encontré alguna otra lesión.

La tía y las primas ya curaban al tío, al parecer la herida en la pierna era superficial, Ricardo se puso a cerrar todas las puertas y ventanas de la casa, tenía el temor de que regresara esa bestia, me acerqué con el pretexto de ayudarle y le pregunté muy serio qué demonios nos había atacado, y sin dejar de atrancar la puerta me dijo entre dientes que aquella bestia era un nahual, no supe que pensar en ese momento, cargamos las armas y estuvimos en vela el resto de la madrugada.

Al otro día después del desayuno, subimos las maletas al coche y nos despedimos con el pretexto de que me requerían en el trabajo, don Julián y Ricardo me agradecieron que los hubiera acompañado, yo por compromiso les dije que en lo que pudiera apoyarlos.

Han pasado algunos años desde que pasé esta horrible experiencia, y aunque me he llegado a encontrar a don Julián y a Ricardo en alguna reunión familiar, nunca más volvimos hablar de lo que vivimos aquella noche, ni de aquel nahual.

Autor: Luis Martínez Vázquez

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