La Voz Del Mas Allá Historia De Terror 2023

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La Voz Del Mas Allá Historia De Terror 2023

La Voz Del Mas Allá, Historia De Terror… Entusiasmado de las ondas de radio y los misterios inexplicables. Siempre había creído que la energía no desaparece, solo se transforma, y ​​quizás esa sea la razón por la que decidí montar una estación de radio en el lugar menos esperado: debajo de un antiguo panteón.

Todo comenzó cuando me topé con una serie de documentos olvidados en la biblioteca municipal. Eran registros del siglo pasado que hablaban de túneles, debajo del panteón local, probablemente usados ​​en algún momento como catacumbas. Intrigado por la idea, obtuve los permisos necesarios para investigar.

Después de algunas semanas de trabajo y exploración, finalmente descubrí el acceso a los túneles. Eran largos, oscuros y retorcidos, pero lo que realmente me fascinó fue la acústica. Los sonidos parecían viajar y resonar de una manera mágica.

Esos túneles, según los documentos, habían sido construidos durante la Guerra Civil como refugios para la población local. Uno de ellos estaba justo debajo del antiguo panteón de la ciudad. El panteón había sido abandonado hace décadas, convirtiéndose en un lugar de historias y leyendas locales. La curiosidad me devoró y decidió investigar más, así que, en lugar de temerle, decidí arriesgarme a esa nueva travesía.

Invertí meses en la construcción de la estación, preservando al máximo la estructura original del lugar. Después de todo, tenía que ser respetuoso con sus antiguos ocupantes. Me di cuenta de que, a pesar de ser un lugar de reposo para los muertos, estaba lleno de una extraña energía. 

Una vez que la estación estuvo lista, inicié la transmisión de mi programa. Durante el día, transmitía música clásica, jazz, rock y otros géneros, mientras que por las noches me convertía en un anfitrión de programas de misterio y relatos de lo inexplicable.

Decidí hacer un canal de terror, aprovechando el contexto que estaba viviendo en ese momento, así que investigué y entonces empezó a suceder algo inesperado. Mientras transmitía durante las noches, a veces podía escuchar susurros en mi equipo de sonido. Al principio, pensé que se trataba de interferencias o mal funcionamiento del equipo, pero pronto me di cuenta de que esos sonidos tenían un tono de voz, un patrón, como si alguien estuviera tratando de comunicarse.

Con un poco de miedo, pero también de curiosidad, decidí grabar estos sonidos y analizarlos. Después de varias noches, logré descifrar un mensaje. No lo podía creer, pero allí estaba, una voz que decía: “Gracias por la música”.

El viejo panteón no solo es el hogar de mi estación de radio, sino también un puente entre el mundo de los vivos y el más allá. Cada noche, dedico un tiempo para abrir la línea y permitir que estas voces se expresen, compartir sus historias y, a veces, solo disfrutar de la música. La gente empezó a llamar a mi estación “La Voz del Más Allá”.

Descubrí que mi pasión por las ondas de radio y los misterios inexplicables me llevó a algo más profundo: un entendimiento y respeto por la vida y la muerte, y la energía que nos une a todos.

Después de un tiempo, la estación ganó fama. La gente en todo el mundo comenzó a escuchar “La Voz del Más Allá”. Las historias y música que transmitíamos desde debajo del panteón habían tocado un acorde profundo en muchos, y no pasó mucho tiempo hasta que los fanáticos comenzaron a visitar el lugar.

Aunque el panteón y la estación de radio eran un lugar sagrado, la afluencia de visitantes trajo un nuevo tipo de energía al lugar. El panteón, que una vez fue un lugar sombrío y silencioso, ahora estaba lleno de vida, risas y, sobre todo, música. Los visitantes dejaban ofrendas para los difuntos, agradeciéndoles por compartir sus historias y por la música que ahora disfrutaban.

Sin embargo, no todo fue siempre fácil. Hubo noches en que las voces parecían más agitadas, las señales se cruzaban y era difícil discernir un mensaje coherente. Durante esas noches, trataba de mantener la calma y hacer todo lo posible para tranquilizar a las voces. Les recordaba que estaban siendo escuchadas y que su presencia era valorada.

Una noche en un especial de mi programa de radio, decidí hacer algo distinto, abrí el micrófono y hablé directamente a los espíritus. “Están aquí conmigo”, les dije, “y quiero que sepan que son bienvenidos. Si desean comunicarse, estoy listo para escucharlos”.

En ese momento, todo se quedó en silencio. El equipo de radio dejó de fluctuar y las sombras dejaron de moverse. Entonces, a través de los audífonos, escuché un coro de voces débiles, pero claramente audibles. Hablaban todos a la vez, un murmullo casi ininteligible. Pero luego, una voz se destacó entre todas, fuerte y clara: “Gracias, Jorge”.

La presencia de los espíritus se hizo más palpable. Podía sentirlos moviéndose a mi alrededor, escuchar sus voces susurrando en mis audífonos. Cada vez más, eran parte integral de la emisión, agregando sus voces a la música y las historias que compartía.

A medida que me sumergía más y más en el mundo de los espíritus, empecé a notar cambios en mí mismo. Durante el día, me sentía más cansado de lo normal, a pesar de descansar adecuadamente. Pero lo que me preocupaba más eran las pesadillas que comenzaron a atormentarme por las noches.

Las pesadillas eran vívidas y desorientadoras. Veía rostros borrosos y escuchaba susurros ininteligibles. A veces, me encontraba deambulando por los túneles debajo del panteón, pero estaban oscuros y torcidos, como si hubieran cambiado de forma. Podía sentir la desesperación de los espíritus, su anhelo de ser escuchados.

Al principio, intenté ignorar las pesadillas y continuar con mi trabajo en la estación. Pero conforme pasaba el tiempo, se volvían más intensas y agotadoras. Había noches en las que despertaba gritando, cubierto de sudor frío.

Tuve que admitir que algo no iba bien. Comencé a investigar, a buscar en viejos documentos de la biblioteca y a hablar con expertos en lo paranormal. Con su ayuda, empecé a entender que las pesadillas podrían ser una especie de comunicación, una forma en que los espíritus más angustiados intentaban llegar a mí.

Con esta nueva comprensión, decidí enfrentar mis miedos. Una noche, en medio de una pesadilla particularmente intensa, me detuve y, en lugar de intentar huir, grité en la oscuridad: “¡Estoy aquí! ¡Estoy dispuesto a escucharte!”

La respuesta fue inmediata. Los susurros cesaron y un solo espíritu apareció en mi sueño. Era una mujer joven con un vestido antiguo. Tenía una expresión de tristeza profunda en su rostro. Con una voz llena de dolor, comenzó a contarme su historia, una historia de amor perdido y despedidas no dichas.

Cuando desperté, estaba agotado, pero sentía una nueva sensación de propósito. Durante el programa de esa noche, compartí la historia de una joven mujer.

Una tarde, mientras revisaba el buzón de la estación, un sobre antiguo y amarillento captó mi atención. No tenía remitente, solo estaba marcado con las iniciales “M.A”. Intrigado, abrí el sobre y encontré una carta escrita a mano con una caligrafía delicada y cuidada. Comencé a leer.

La carta contaba la historia de una mujer llamada Mariana Álvarez, que había vivido en el pueblo a principios del siglo XX. Hablaba de su amor por la música y cómo solía tocar el piano en las noches de verano, con las ventanas de su casa abiertas, dejando que las notas flotaran en el aire. Contaba también de su amor no correspondido por un hombre casado, del deseo que sentía por él y de cómo la música se convirtió en su única salida para expresar ese amor prohibido.

A medida que avanzaba en la carta, noté que las palabras de Mariana se volvían cada vez más tristes. Hablaba de la soledad, de la enfermedad que la había consumido poco a poco y de su deseo de ser recordada después de su muerte.

Aquella noche, en el programa de la estación, compartí la historia de Mariana y toqué su canción. Las notas parecían flotar en el aire, envolviendo la estación y, sin duda, alcanzando los confines del panteón.

Ese día sentí una vibra la cual se apoderaba de mí, una energía que llegó a cubrir mi ser, así mismo decidí prender una vela y poco a poco se iban consumiendo al igual que el incienso. 

Después de la historia de Mariana, la estación empezó a recibir un tipo de retroalimentación que nunca había experimentado. Los radioescuchas comenzaron a reportar que, además de las historias y la música que transmitía, escuchaban sonidos extraños en el fondo.

Los informes describían susurros apenas audibles, risas suaves, el llanto de un bebé, el crujir de las hojas secas, e incluso, el sonido de pasos en la grava. Algunos escuchas decían que los sonidos les daban escalofríos, mientras que otros se sentían extrañamente consolados por ellos. Hubo quienes incluso afirmaron que reconocían las voces o sonidos, que les recordaban a seres queridos que ya habían fallecido.

Inicialmente, pensé que tal vez se trataba de interferencias en las ondas de radio. Pero cuando revisé la grabación de mis transmisiones, también pude escuchar esos sonidos misteriosos. No había duda, las voces y los sonidos no provenían de este mundo, eran manifestaciones de los espíritus del panteón.

Realmente no sabía qué enfoque darle al canal, pues esto cambió completamente la dinámica de la estación. Ya no solo transmitía música y narraba historias; ahora era un verdadero conducto entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Los escuchas estaban fascinados y, aunque algunos se sentían asustados, la mayoría parecía encontrar un consuelo extraño en la cercanía de las voces del más allá.

Empecé a integrar estos sonidos en mis transmisiones. Los escuchas comenzaron a llamar a la estación para compartir sus experiencias y para intentar comunicarse con los espíritus. Algunos incluso lograron obtener respuestas a sus preguntas o recibir mensajes de sus seres queridos fallecidos.

La presencia de los espíritus en la estación se volvió tan palpable que, a veces, sentía que estaba en medio de una multitud de almas susurrantes. Pero a pesar de la inquietud que esto podía causar, me sentía honrado de ser el mediador entre los dos mundos.

Día tras día, la estación se inundaba de llamadas y mensajes de personas ansiosas por comunicarse con sus seres queridos fallecidos. La línea divisoria entre los vivos y los muertos parecía desvanecerse cada vez más, y con ella, también se borraba la tranquilidad de muchas personas.

Algunos comenzaron a dejar de lado sus vidas cotidianas, enganchados a la radio, esperando un susurro, una canción, cualquier señal de aquellos que habían perdido. Se hablaba de personas que dejaban de comer o dormir, obsesionadas con la esperanza de escuchar a sus seres queridos.

La situación se tornó preocupante. Si bien mi intención con la estación siempre fue brindar consuelo y mantener viva la memoria de aquellos que se habían ido, no quería que se convirtiera en un catalizador para la obsesión o la angustia.

Tomé la decisión de hablar en directo durante uno de mis programas nocturnos. “Mis queridos oyentes”, comencé, “entiendo la emoción y el consuelo que puede aportar escuchar a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros. Pero también debemos recordar que vivimos en el mundo de los vivos”.

Así que, en medio de la desesperación, las vibras en aquel lugar comenzaron a hacerse aún más presentes, sabía que los espíritus querían decir algo y no comprendía qué tan dispuesto estaba en arriesgar mi vida y alma, por aquel sueño en la radio.

La opción más viable era cambiar la estación de lugar, no obstante, sabía que el punto clave del éxito era que estaba sobre el panteón, pues eran las almas enterradas quienes se habían vuelto las protagonistas de la radio.

Por fin, después de muchas noches sin dormir y días llenos de preocupación, tomé la decisión de cerrar la estación. Hice el anuncio en directo durante uno de mis programas nocturnos, con una mezcla de tristeza y alivio. “Mis queridos oyentes, ha llegado el momento de despedirme”, dije. “Ha sido un honor y un privilegio compartir con ustedes estas historias y estas voces. Pero todos debemos seguir adelante, tanto los vivos como los muertos”.

La reacción fue inmediata. Casi de inmediato, la estación fue inundada con llamadas y mensajes de oyentes desesperados. Pedían que reconsiderara, que no podía dejarlos sin “La Voz del Más Allá”. Algunos incluso comenzaron a reunirse frente a la entrada del panteón, con pancartas y consignas, en una especie de protesta.

La huelga creció hasta que el viejo panteón, que siempre había estado silencioso y abandonado, se llenó de vida y de ruido, me preocupaba que la estación se hubiera convertido en una obsesión, exactamente lo que había intentado evitar.

Aquella noche, después de un día particularmente agotador, me sumí en un sueño profundo y agitado. En mi sueño, me encontraba de nuevo en la estación de radio, pero algo se sentía diferente. El aire estaba más frío, la oscuridad más densa. Me envolvía una sensación inquietante de silencio absoluto, como si la estación estuviera vacía.

De repente, un sonido de estática rompió el silencio, y la radio cobró vida por sí sola. Las luces se encendieron lentamente, revelando una multitud de figuras etéreas a mi alrededor. Eran las almas del panteón, cada una con un rostro lleno de tristeza y agotamiento, claramente reconocí a la mayoría, pues antes de construir la estación había visualizado ciertas fotografías abandonadas de aquellos difuntos.

Voces Del Mas Allá Historia De Terror

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Se tomaron turnos para hablar, sus voces resonaban en la estación, llenándola de ecos sombríos. Hablaron de su anhelo por la paz, de su deseo de descansar finalmente. Aunque apreciaban que se recordarán sus historias, sentían que era hora de seguir adelante.

La última en hablar fue Mariana, su figura parecía más débil y transparente que nunca. Sus ojos me miraron con una tristeza inmensa. “Por favor, déjanos ir”, suplicó. “O te llevaremos con nosotros”.

Desperté de golpe, bañado en sudor frío, con las palabras de Mariana resonando en mis oídos. El mensaje era claro: las almas estaban cansadas y necesitaban descansar. Habían agradecido mi ayuda, pero ahora era tiempo de dejarlas ir.

me di cuenta de que no era tan simple. Al comunicarme con ellas, sin darme cuenta, había abierto un portal entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Y ese portal parecía ser difícil de cerrar.

Estaba claro que necesitaba ayuda. Empecé a buscar a alguien con conocimientos sobre el mundo espiritual, alguien que pudiera ayudarme a cerrar el portal que había abierto. Después de hablar con varias personas, me puse en contacto con una anciana llamada Doña Remedios, una respetada curandera de la región.

Cuando Doña Remedios llegó a la estación de radio, pareció percibir inmediatamente la presencia de las almas. Cerró los ojos, movió la cabeza asintiendo y dijo, “Las almas están inquietas. Tú les has dado voz, pero ahora necesitan silencio”.

Cuando Doña Remedios decidió ayudarme, me avisó que el proceso no sería fácil. Cerrar un portal espiritual requería un equilibrio preciso de energía y respeto. La curandera se tomó su tiempo preparándose para el ritual, reuniendo diversos objetos y preparando antiguos encantamientos.

En el día acordado, llegó a la estación con una bolsa llena de hierbas, velas de colores, cristales y objetos sagrados. El aire se llenó de tensión y expectación mientras preparaba el ritual.

Primero, trazó un círculo de sal alrededor de la estación de radio, encendió velas en los puntos cardinales y colocó cristales alrededor del círculo, cada uno simbolizando un elemento: tierra, agua, fuego y aire.

Inmediatamente, sacó una pequeña campana de bronce de su bolsa y la agitó tres veces, el sonido llenó la sala con una vibración casi tangible. Comenzó a recitar encantamientos en un lenguaje que nunca había escuchado, su voz era fuerte y clara, llena de autoridad.

Podía sentir las almas a nuestro alrededor, inquietas pero atentas. A medida que Doña Remedios continuaba con el ritual, la atmósfera comenzó a cambiar. Era como si una corriente de energía estuviera fluyendo a través de la habitación, intensificando con cada palabra que pronunciaba la curandera.

Una ráfaga de viento sacudió la estación, apagando las velas. Las luces parpadearon y luego se apagaron, dejándonos en la oscuridad total. Podía sentir un silencio tan profundo que parecía resonar en mis huesos. Luego, poco a poco, las luces volvieron a encenderse.

Cuando abrí los ojos, Doña Remedios se encontraba tirada en el suelo dentro del círculo, rápidamente traté de levantarla, pero ya no contaba con signos, aquella mujer no había soportado el peso de tantas almas desesperadas y lastimosamente perdió la vida por mi culpa.

No sabía qué hacer en ese momento, así que cavé un espacio dentro de la estación, lo más profundo que pude y enterré el cuerpo de Doña Remedios.

Muerto de miedo me asegure que no hubiera rastro alguno, realmente no sabía lo que estaba sucediendo en esos momentos, simplemente deseaba que toda esta pesadilla se acabara.

Aquello que se había convertido en un gran sueño y éxito, comenzaba a ser el mismo infierno, claramente la idea errónea era construir sobre el panteón, pues ese suceso interfirió en esas almas tan necesitadas.

Al día siguiente había encontrado una campana en mi escritorio, misma que desconocía su origen, pues sabía que se trataba de algo extraño, así que al ver la parte de atrás pude observar un código el cual busque rápidamente por internet y vaya mi sorpresa al darme cuenta de que se trataba de una campana la cual ahuyentaba a los espíritus.

Realmente no sabía que hacer o de donde provenía aquel objeto extraño, sin embargo, sabía que eso me podía ayudar para cerrar aquellos portales que yo mismo había abierto.

Aunque al principio no entendía completamente su significado, con el tiempo comencé a apreciar su verdadera función y simbolismo.

En muchas culturas y tradiciones, las campanas se han usado durante siglos para marcar el comienzo y el final de las ceremonias. Se cree que su sonido puede ayudar a purificar el ambiente, alejando las energías negativas y atrayendo las positivas. Además, el sonido de las campanas también se ha utilizado para ayudar a guiar las almas de los difuntos hacia la luz, ayudándoles a encontrar su camino hacia la paz.

Cuando agito la campana al comienzo de cada transmisión, se convierte en una señal de respeto hacia las almas que descansan en el panteón. El sonido resonante de la campana envía un mensaje a los espíritus.

Finalmente decidí que era momento de dar en renta aquella estación, fue entonces cuando uno de mi radio escuchas más frecuentes decidió asociarse conmigo a pesar de los riesgos y portales que podían existir, así que acepté y asimismo aquel hombre ha llevado la estación a la misma línea de terror.

Autor: Andrea Lezama.

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