La Promesa, Historia De Terror2023

La-Promesa-Historia-De-Terror

La Promesa, Historia De Terror2023

La Promesa, Historia De Terror.. Les contaré algo que me pasó hace 5 años. No proporcionaré nombres del lugar ni la ruta. Si digo algún nombre será falso.

No quiero que alguien, por curiosidad, pase por un mal momento. Me quedaría con la culpa si eso sucediera. Solo diré que fue dentro del país de México.

Lo peor que le puede pasar a uno cuando conduce por la ruta durante la noche es sufrir una avería, sumado a una tormenta amenazando con llegar. Eso me pasó hace 5 años, la última vez que manejé un automóvil.

Mi vehículo comenzó a recalentar, estaba a 3 horas de mi destino, así que lo más inteligente que se me ocurrió fue buscar algún sitio donde parar.

Tomé un desvío por un camino de tierra, al revisar el motor noté que no tenía agua refrigerante, se había roto la manguera por donde esta pasaba.

Si seguía conduciendo de esa manera me quedaría varado en la ruta y fundiría el motor. La tormenta se aproximaba, se veían espesas nubes en el cielo, los truenos comenzaron a escucharse.

Quedarme allí durante la tormenta me parecía peligroso, al observar una casa a lo lejos decidir pedir ayuda, pensando en que quizás tendría suerte y conseguiría reparar el coche allí.

Manejé a 10 kilómetros por hora para no exigirle más al motor, los truenos comenzaron a sonar aún más fuertes.

Me quedaban solo 50 metros a mi destino, la temperatura en el motor volvió a subir, y luego saldría humo negro. Decidí apagar mi automóvil y me fui caminando a paso veloz hacia la casa.

Podía ver las luces en las ventanas, así que entendí que había gente. Golpeé la puerta al momento en que empezó a llover.

La puerta se abrió apenas unos centímetros permitiendo ver el rostro de un anciano. Le pregunté si me dejaba pasar, que mi automóvil había sufrido una avería y no podría repararlo hasta que parara la tormenta.

El anciano bajó la mirada y me permitió entrar sin decirme nada. Le di los detalles de lo sucedido, pero parecía no importarle.

Aquel anciano caminaba encorvado apoyándose en su bastón de madera, me dijo que podía pasar la noche si lo deseaba, pero que a cambio debía de hacerle un favor.

Al principio me asusté un poco, no imaginaba qué tipo de favor me pediría. El anciano se sentó sobre un sofá marrón bastante viejo y gastado, se quedó observando la chimenea y no dijo palabra alguna.

Le pregunté qué favor necesitaba, y el anciano me observó de forma extraña, era como si hubiera olvidado lo que me había dicho antes.

Me entregó un relicario de oro que sacó de su bolsillo, dentro había una fotografía antigua con una pareja, a simple vista parecía de 1910 a 1930, no podría asegurar la fecha en ese momento, solo sabía que era antigua.

Él me pidió que se lo entregara a su nieta, me indicó dónde encontrarla.

Me parecía muy extraño cómo alguien le podría confiar a un desconocido un relicario de oro, aunque su valor más grande sería el familiar por la fotografía. Luego lo comprendí.

El hombre me explicó que su nieta era su única familia, que tenía que darle ese reloj sea como sea, pero que estaba muy viejo como para salir de su hogar, y que ya estaba en sus últimos momentos.

Su angustia me contagió, aunque no supe qué decirle, solamente le prometí que entregaría el relicario.

La Promesa, Historia De Terror

La-Promesa-Historia-De-Terror
La-Promesa-Historia-De-Terror

Pasé la noche en una habitación modesta, me sorprendía la limpieza de la cama, que no hubiera telarañas ni olores extraños. Entendía que ese anciano no debería de estar tan solo, él no podría mantener el aseo.

En la mañana desperté con algo que se movía sobre mi pierna, al abrir los ojos noté una rata que caminaba por mi pantalón, la pateé al instante y salté aterrado.

No era por miedo al roedor, sino a las enfermedades que podría tener. Una sensación nauseabunda me invadió, la habitación olía a podrido, tenía telarañas como si nadie hubiera estado allí por años.

Al buscar al anciano dentro del hogar solo encontré un cadáver, un esqueleto momificado sentado sobre el sofá marrón. Pude apreciar cómo el cuerpo estaba aferrado a un bastón de madera, en la misma posición en que vi al anciano en la noche anterior.

Miré la foto del relicario, la ropa del joven era la misma que la de él. Por un momento quedé en shock, me quedé paralizado, no tenía miedo para ser sincero, solo tenía la necesidad de analizar todo lo que veía y compararlo con lo de la noche anterior. Los muebles, la chimenea, el anciano en su sofá, el bastón de madera.

Todo era igual, pero en un estado de abandono total. Salí por la puerta muy despacio, mi mente no reaccionaba, llegué a mi automóvil sin darme cuenta, ya que mi cabeza solo estaba intentando descifrar si eso fue un sueño.

Metí la mano en mi bolsillo, tenía el relicario de oro con la fotografía dentro, aquello era lo único que se mantuvo de la noche anterior.

Estaba tan desconcertado que intenté encender el automóvil olvidando la falla. Lo recordé en el mismo momento que el motor arrancó.

Algo me llamó la atención, el sonido del motor se oía muy limpio. Al instante fui a revisarlo. La manguera del agua estaba intacta.

No tenía indicios de ser reparada, simplemente nunca se rompió. Al verificar el agua noté que no la había perdido. Busqué nuevamente el relicario de oro, quedé unos 5 minutos observándolo fijo.

Diría que todo fue un sueño, pero el relicario estaba ahí. Me preparé para arrojarlo, pero justo antes de hacerlo juraría que escuché un fuerte “NO”. Observé hacia todas partes, no había nadie.

Ya no quería estar ahí, vomité de los nervios, y luego de unos minutos tomé camino hacia mi hogar.

Llegué a mi casa con un gran cansancio y una fuerte migraña.

Lo primero que hice fue dejar el relicario sobre la mesa, luego fui a tomar una ducha. No sabía qué hacer con el relicario.

Comencé a pensar en cómo llegaría a una dirección X y diría lo que sucedió. Peor aún, analicé la posibilidad de que la dirección no existiera, o si así fuera que quizás no existiera tal nieta.

Al salir de la ducha noté que en el lavabo estaba el relicario. Eso no era una ilusión, recordaba perfectamente cómo lo había apoyado sobre la mesa del comedor.

Quedé observándolo por algunos segundos, noté cómo comenzaba a moverse levemente.

Lo tomé por instinto, la situación ya me tenía al límite. Me sentí preso de una situación que debía de culminar.

Ya eran las 4 de la tarde, estaba buscando la dirección donde el anciano me había indicado.

Para mi sorpresa la dirección existía. No diré el nombre de la calle para guardar el anonimato, solo diré que esa calle era de 5 cuadras, y su número de puerta coincidía.

Debía de viajar 400 kilómetros, entre el tráfico y el horario no tenía claro cuánto demoraría, pero sabía que no menos de 6 horas. Decidí entonces que saldría a primera hora en la mañana.

Realicé las compras para la semana con total normalidad, en la noche cené algo y me fui a dormir temprano. Dejé el relicario en la mesa de luz.

Antes de lograr dormirme comencé a escuchar ruidos extraños, al prestar atención se escuchaban pasos, como si arrastraran los pies, y cada dos pasos un pequeño golpe seco.

Luego lo entendí, era el mismo sonido de los pasos del anciano y su bastón. Al observar el relicario en la penumbra de la noche este se abrió por sí solo. Salté de mi cama por el susto, gritando, estaba agitado, sentía que estaba por entrar en un ataque de pánico.

“¡No me lo voy a quedar, no me lo voy a quedar, no me lo voy a quedar!” —dije en voz alta a la nada.

Luego comencé a llorar, estaba hablando solo, sentía que me estaba volviendo loco. Me dio la sensación de oír “por favor” en un susurro muy débil. Quería acabar con aquello de una vez por todas.

Ignoré las altas horas, me vestí con prisa, cargué gasolina y salí en medio de la noche.

El automóvil se me había apagado en las primeras cuadras, estaba tan nervioso que mi pie no coordinaba con el embrague.

Cuando logré medianamente estabilizarme salí a toda marcha.

Manejé por 5 horas, en la noche casi no había tráfico por lo que llegué antes de lo esperado, aun así, fueron los 400 kilómetros más largos de toda mi vida.

Llegué a la dirección indicada, busqué el relicario en mi bolsillo solo para asegurarme que lo tenía.

Mis piernas me dolían por los nervios, como cuando salí a andar en automóvil por primera vez en el tráfico.

Encontré el hogar a las 5 de la mañana. Dudé en tocar la puerta, no esperaba que me abrieran a esa hora.

Después de varios intentos de tomar coraje, golpeé. No esperaba que me abrieran tan deprisa, la señora que me atendió parecía esperar a alguien más, me observó de arriba abajo, era comprensible por mi estado.

Ella me cuestionó por mi visita, le dije que buscaba a una tal Magdalena, que tenía un encargo de su abuelo. La señora casi me ejecuta con su mirada, estaba furiosa, y cerró la puerta en mi cara. Golpeé sin parar, estaba en pánico.

Salió un hombre esta vez, apuntándome con una escopeta, y no podía culparle. No recuerdo mis palabras exactas. Sé que en un estado de catarsis hablé del anciano en la ruta, su nieta y el cadáver.

Mostré el relicario con un temblor en mis manos. Al abrirlo el hombre bajó su escopeta, la señora quedó espantada. El hombre me pidió que pasara, y me llevó a una habitación.

En una cama veía a una señora mayor, su edad no era menor a los 80 años. La señora me dijo que ella era Magdalena. La anciana abrió los ojos con dificultad, me observó con dulzura.

No dije una sola palabra, le di el relicario abierto mostrándole la fotografía. La anciana comenzó a llorar y me agradeció. Esperaba que Magdalena fuera una joven. La pareja me hablaba, parecían asombrados y agradecidos.

Los ignoré por completo y salí del hogar, temía pestañear y verlos muertos. Creo que ellos eran de verdad, pero no quería averiguarlo. Regresé a mi casa en mi automóvil. Luego lo vendí y jamás conduje hasta el día de hoy.

Autor: Pablo Rojas Camacho.

Derechos Reservados.

Share this post

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Historias de Terror