La Noche De Los Perros Historia De Terror 2024

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La Noche De Los Perros Historia De Terror 2024

La Noche De Los perros Historia De Terror… Esto que te voy a contar me pasó hace muchos años, cuando solo había unas cuantas casas en la colonia, no había mucho alumbrado público y muchas de las calles estaban aun sin pavimentar, ¡imagínate!, todavía ocupaban aquellas barrancas del cerro como basurero de la ciudad. Todo esto era conocido en ese entonces como Santa María, desde allá abajo por Meyehualco, hasta el cerro de la Tortuga, y aunque era una colonia muy grande en realidad no había mucha gente por acá.

La mayoría de los vecinos que vivíamos por estos lares, habíamos llegamos de provincia buscando mejores oportunidades de trabajo y pues nos fuimos acomodando como pudimos en estos terrenos. En aquel entonces estaba joven y fuerte, tenía unos veinticinco años, y aunque ahorita me veas tranquilo mientras te cuento esto, la verdad es que hay muchas veces que no quisiera volver acordarme nunca más de lo que pasó, porque nomas de imaginarlo se me pone la piel de gallina y como que me cuesta jalar el aire, aunque ya después de un rato se me va quitando, pero la verdad si me pone mal.

Ya en ese entonces tenía a mis dos niños, a Rogelio que tenía unos once años y a Miguel que tenía unos nueve, y como todos los chamacos en ese tiempo se la pasaban jugando en la calle toda la tarde después de la escuela, eran muy buenos niños, aunque eso sí luego si les daba por hacer alguna travesura a los vecinos, pero nada de cuidado, bueno, hasta ese día en que pasó todo esto.

Esa tarde yo llegué de la chamba como a las siete, andaba trabajando en una fábrica de plásticos allá por Iztacalco, cuando entré a la casa solo estaba mi esposa, apenas me vio me dijo que me lavara las manos y que me sentara a comer, como no vi a mis chamacos le pregunté que dónde estaban y me dijo que andaba por allá, al fondo de la calle, por la tienda, jugando futbol con sus amigos.

La verdad no me preocupe, hasta ese momento la colonia era muy tranquila, así que me senté a cenar con mi mujer y nos pusimos a platicar. Después de un rato, cuando miramos el reloj nos dimos cuenta que ya eran casi las nueve, se nos había ido el tiempo de volada y los chamacos no habían regresado, entonces le dije a mi mujer que iba a ir a buscarlos, pero apenas agarré mi chamarra del sillón, escuché los gritos angustiosos de Miguel en la puerta de la casa, corrí hacia él, venía con la playera deshilachada y llena de sangre, le pregunté por su hermano, pero no paraba de llorar, traté de tranquilizarlo y como pudo me dijo que lo tenían bien agarrado los perros de la señora que recolectaba cartón en la colonia.

La doña vivía hasta el fondo de nuestra misma calle, ya pegada al cerro, así que me eché a correr hacia allá, se escuchaba a lo lejos el alboroto y cuando ya me iba acercando vi una bola de gente que rodeaba su casa, me abrí paso entre empujones y codazos hasta que frente a mi apareció una bola de perros sobre mi Rogelio, uno de ellos lo tenía bien agarrado de una de sus piernas y otro de un brazo, los demás solo ladraban sin parar, la verdad es no supe que hacer al momento, pero al escuchar los gritos de terror  de mi niño que me les lanzó a puras patadas, la mayoría las esquivaban y aunque logré pegarles una que otra no lo soltaban, entonces que veo unos pedazos de tabique sobre la calle, que los agarro y que se los empiezo a lanzar con todas mis fuerzas a los pobres animales, al sentir los golpazos abrieron sus hocicos y lo soltaron por un segundo, yo aproveché el momento para levantar a mi Rogelio todo revolcado,  sangraba mucho de su pierna y de su bracito, por momentos se me desvanecía entre mis brazos, lo abracé muy fuerte y que me regresó corriendo a la casa, entré por algo de dinero, mi mujer agarró a mi otro chamaco y nos fuimos de volada al hospital general de Iztapalapa, que nos quedaba cerca.

Tengo que decirlo, me lo atendieron bien rápido, apenas me vieron entrar con él en urgencias se me acercaron varias enfermeras y me lo quitaron, solo dejaron que entrara mi esposa, yo me fui a sentar con mi otro chamaco a las bancas de la sala de espera.

Al poco rato salió mi esposa a decirme que estaba bien, pero que sí tuvieron que coserle una herida de su piernita y otra de su brazo, y también tuvieron que aplicarle la antirrábica, yo sentía que se me partía el corazón al saber como sufría mi chamaco por sus heridas, y le juré a mi mujer que esa señora y sus perros me la pagarían en cuanto llegáramos, ella no me dijo nada en ese momento, solo me miró muy asustada y le vi la intención de querer comentarme algo, pero supongo que me vio tan enojado que prefirió esperarse y se regresó con mi chamaco, yo me volví a sentar en las bancas.

Mientras esperaba, la verdad si me tranquilicé, nunca había sido gente de pleito, y pensé que ya veríamos como arreglaríamos las cosas.

Después de otro rato regresó mi esposa y me dijo que solo teníamos que esperar una media hora más para que no lo dieran de alta, entonces se sentó a mi lado y me pidió que la escuchara, empezó a contarme que algunas de las vecinas de la calle decían que esa señora era una bruja, que ya varias personas la habían visto, varias veces, hacer rituales con velas negras y gallinas descabezadas en el cerro por las noches, y que incluso algunos de los niños de la cuadra contaban haberla visto hablar con sus perros, y le dijeron que lo mejor era no meterse en problemas con ella.

Apenas terminó le dije un poco enojado que eso no me importaba, que bruja o no sus animales tenían que recibir un castigo por lo que le habían hecho a nuestro hijo, y que esto no se podía quedar así. Ella me siguió mirando asustada, pero ya no dijo nada, la verdad yo no creía en ese momento mucho en esas cosas de las brujas. En ese momento una de las enfermeras de recepción nos habló para que nos acercáramos a firmar el alta de mi chamaco, ya casi eran las tres y media de la madrugada.

Agarramos un taxi saliendo del hospital y cuando íbamos llegando a la casa vimos muchas patrullas, a los bomberos y una ambulancia al final de la calle por donde habían atacado los perros a mi niño, cargué a Rogelio hasta su cuarto y le dije a mi esposa que no saliera que iba a ver qué había pasado.

Me acerqué con cierto miedo, había todavía muchos vecinos afuera a pesar de la hora, fue entonces que pude ver que la casa de la Señora de los perros estaba completamente quemada, la verdad si me quedé muy sorprendido y me pregunté qué es lo que había pasado aquí, en estas horas que estuvimos en el hospital, en ese momento se me acercó don Isidro, el dueño de la tienda, y se puso a mi lado sin decirme nada.

Los dos miramos en silencio hacia donde estaba la ambulancia, y entonces de la nada me empezó a platicar lo que había pasado, me dijo con mucho pesar, que después de que me llevé a mi chamaco, la gente estaba muy enojada con la señora, porque no era la primera vez que sus perros atacaban a un niño de la colonia, dicen que ella trató de defenderlos gritando que los niños les hacían muchas maldades, entonces la situación se puso tensa cuando algunos de los vecinos se acercaron demasiado a la señora y uno de los perros se aventó y mordió a uno de ellos, entonces los demás vecinos empezaron apedrear a los pobres perros que intentaron refugiarse atrás de su dueña, la Señora trató de protegerlos y abrió la puerta de su casa para que se metieran, pero la gente los siguió hasta la puerta de la vivienda y ya no pudo cerrar, llovían piedras, hasta que finalmente una de ellas fue a darle mero en la cabeza a la pobre señora, dicen que se fue de espaldas sobre su anafre y que todo el carbón encendido se regó sobre las pilas de cartón y periódico que tenía ahí, el fuego se empezó a extender tan rápido que no dio tiempo a nada, toda la casa empezó a arder, algunas personas intentaron ayudar a la señora pero los perros estaban como locos y se les aventaban muy feo, y fue entonces cuando las viejas vigas de madera ya no aguantaron más y se partieron, entonces se vino abajo todo el techo de lámina de cartón de la casa, fue imposible hacer algo por ella, algunos de sus perros lograron salir de entre los escombros y el fuego y huir hacia el cerro, pero no todos, aquello fue un aulladero espantoso.

Algunos vecinos empezaron a traer cubetas con agua, pero ya estaban muy grandes las llamas, alguien les avisó a los bomberos, pero pues ya sabe, para cuando llegaron todo estaba completamente quemado, estuvo muy feo la cosa, algunos vecinos dicen que alcanzaron a escucharon los lamentos de horror de la pobre anciana… en ese momento don Isidro se quedó callado, los dos nos quedamos mirando como sacaban el cuerpo de la señora envuelto en una sábana, todo el coraje que sentía por las heridas de mi chamaco se me fueron, al ver aquel bulto blanco que se llevaba la ambulancia. Me despedí de don Isidro y me fui a casa.

En los siguientes días, en la colonia nadie quiso hablar de lo que había pasado, la mayoría de las personas estaban asustadas y temerosas, porque estuvieron viniendo algunos policías judiciales para interrogar a todos los que se les atravesaban, al parecer buscaban a los que habían agredido a la señora lanzándole las piedras y que provocó que se cayera sobre el anafre, así que estuvieron rondando por algunas semanas.

Yo fui uno de los primeros que buscaron para preguntarme sobre lo que había pasado, inclusive me dijeron ellos mismos que era el principal sospechoso de incitar las agresiones a la señora, algunos me señalaban como el primero que empezó aventar las piedras, me llevaron al Ministerio Público, mi esposa tuvo que hablarle a mi cuñado que era abogado para que no me ficharan, teníamos la evidencia de la hoja de ingreso y de alta del hospital de mi chamaco, aparte de que no había ningún testigo directo que me inculpara, por eso la libre y me dejaron en paz. Y así pasó con varios de nuestros vecinos, después de algunos meses nos enteramos que no había ni un solo detenido. 

Poco a poco parecía que todo volvía a la normalidad, de lo último que nos enteramos que se comentaba en la colonia, es que al parecer ningún familiar reclamó el cuerpo de la señora y la tuvieron que echar a la fosa común, de su casa no quedó casi nada más que ruinas, y con el rumor tan fuerte de que era una bruja nadie se atrevió a acercarse ni por curiosidad, solo algunos de sus perros que sobrevivieron rondaban de vez en cuando, hurgando entre los escombros, quizá buscando a su dueña.

Las heridas de mi chamaco sanaron completamente, pero si le quedó una cicatriz muy grande en la pierna y otra más pequeña en el brazo, y ya no los dejábamos salir solos por las tardes y estábamos más pendientes de ellos cuando andaban en la calle, pero esto no había terminado, aún faltaba por venir lo peor.

A casi un año de lo sucedido, se empezó a escuchar en toda la colonia y sus alrededores, los aullidos lastimeros de muchos perros, algunos decían que eran de lobos, que empezaban pasando la media noche y no paraban hasta bien entrada la madrugada.

Primero fueron algunas ocasiones, pero después fue cosa de todas las noches, aquello no era normal, en ocasiones eran tan fuertes sus aullidos que era imposible dormir, por eso nos reunimos algunos de los vecinos para tratar de encontrar a esa perrería antes de que pasara otra desgracia parecida a la de la señora, pero por más recorridos que hacíamos por todas las calles de la colonia y las faldas de los cerros cercanos, nunca los pudimos encontrar, y así no la pasamos por varios meses, todos estábamos ya con los pelos de punta, hasta que una noche simplemente se dejaron de escuchar, así sin más. La mayoría de los vecinos pensamos que tal vez la jauría se había ido hacia más arriba del cerro buscando refugio, pero nadie se quiso arriesgar para subir y comprobarlo, así que dimos por terminado aquel asunto.

La gente del vecindario empezó a salir de nuevo por las noches, el asunto de la señora y de sus perros parecía olvidado, y al parecer todo iba bien, hasta que una madrugada nos despertaron unos gritos desesperados que venían de la calle pidiendo ayuda, yo me vestí lo más rápido que pude, agarré un tubo que tenía ahí arrumbado y le dije a mi esposa que se fuera al cuarto de los chamacos y que se encerraran bien.

Al salir a la calle me encontré con otros vecinos que también se despertaron alarmados como yo por aquellos horrendos gritos, nos juntamos varios y empezamos a caminar hacia donde provenían aquellos alaridos, llegamos al final de la calle frente de la casa de la Señora, desde ahí vimos que adentro había una persona tirada en medio de los escombros, al acercarnos nos llevamos más que una sorpresa, era Jimena, una joven que vivía casi enfrente de mi casa, estaba toda ensangrentada y tenía heridas en todo el cuerpo como si le hubieran desgarrado la piel de las piernas, de los brazos y de la cara, todavía alcanzamos a escuchar que nos gritaba: «quítenmelos por favor», volteamos asustados a los alrededores pensando que se refería a los perros que estarían cerca de aquí, pero al revisar por todos lados ahí no encontramos ni uno solo, cuando nos acercamos más se desmayó, por más que quisimos ayudarla no pudimos hacer gran cosa, alrededor de su cuerpo se formó un gran charco de sangre y para cuando llegó la ambulancia, apenas y respiraba.

La Noche De Los Perros Historia De Terror

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Si te soy sincero fue algo que sí me destanteó mucho, y más cuando en pleno funeral su hermana me comentó que los del forense les dijeron que las causas de sus heridas habían sido provocadas por mordeduras de perros, pero que su muerte se debió a causa de un infarto, yo me quedé helado, cómo una mujer tan joven podía tener problemas tan graves del corazón, y de qué perros hablaban si cuando llegamos no vimos ni uno solo, al menos no ahí, en ese momento no pude evitar pensar que esto tenía que ver con aquellos rumores de que la Señora en vida fue una bruja, mi esposa se me quedó mirando como diciendo: «te lo dije», le dimos nuestro pésame otra vez a la familia y nos fuimos a casa.

En las siguientes semanas todo pareció que transcurría con aparente tranquilidad, hasta que sucedió otra vez, el fin de semana en plena madrugada nos despertaron los gritos de terror de otra persona, los vecinos llegamos otra vez a la casa de la señora, pero esta vez nos encontramos a Joel, uno de los muchachos de don Isidro, el tendero, tirado en el piso en medio de un gran charco de sangre, y que también al vernos nos gritó desesperadamente: «quítenmelos por favor, quítenmelos», tristemente también falleció en el hospital, mientras intentaba reanimar su corazón. En pleno funeral del joven se empezó a correr el rumor de que él y Jimena habían sido los que arrojaron las piedras que le pegaron en la cabeza a la señora, y que a su vez había provocado toda la quemazón de la casa, y se empezó a rumorear que la señora de los perros había regresado del más allá para vengarse de todos aquellos que le hicieron daño esa noche.

A todo el vecindario se nos pusieron los pelos de punta, la mayoría de los vecinos habían sido groseros de alguna manera con la pobre señora y sus animales, yo la había tratado muy poco, casi no estaba en casa, pero no pude evitar acongojarme y sentir un escalofrío intenso en todo mi cuerpo por mi chamaco Rogelio, porque unos días después de que lo trajimos del hospital le pregunté qué es lo que había pasado, porqué lo habían atacado los perros de la Señora, le pedí que fuera sincero, mi chamaco agachó la cabeza y muy apenado me dijo que había agarrado algunos de los cachorritos de los perros y que los había arrojado dentro de una caja por la barranca del basurero, fue entonces cuando sintió que se le echaron encima y que la señora había intentado quitárselos a pesar de que ella también había visto cuando los aventó, apenas terminó de contarme y me sentí muy mal por lo que había hecho, no lo educamos así, platiqué un rato más con él y me prometió que nunca volvería hacer una cosa así, y yo le prometí que no le diría esto a su mamá para no causarle más penas, en ese momento pasaron mucha cosas por mi cabeza, ese rumor me dejó con la angustia de que algo malo pudiera pasarle a mi Rogelio, como a Joel y Jimena.

Al enterarse mi esposa de lo que se decía de la supuesta venganza de la señora, me insistió en que nos fuéramos al mercado de Sonora para que nos hicieran una protección para la familia, yo le dije que sí, que iríamos a la primera oportunidad.

Los vecinos empezaron a evitar salir de sus casas apenas anochecía, principalmente los jóvenes, todos teníamos mucho miedo, las calles quedaban completamente desiertas por las noches, y para acabarla de fregar los aullidos lastimeros de los perros se empezaron a escucharse otra vez, aquello se volvió una cosa de locos, y por si esto no fuera poco, para mi mala suerte me cambiaron al turno vespertino en la fábrica, y aunque salía a las doce en punto, a tu pobre casa iba llegando a la una y media casi todas las madrugadas, pero busqué la forma de no tener que caminar por las calles a esa hora, así que apenas llegaba a la entrada de la colonia, agarraba uno de los taxis tolerados que había en la base, y me puse de acuerdo con algunos de ellos para que al menos uno me esperara todas las noches para subirme y dejarme en la puerta de mi casa, todo pareció ir bien por unos días.

 Las cosas se fueron calmando otra vez, dejaron de escucharse los aullidos y durante algunas semanas ya no se supo de algún otro ataque a algún vecino, pero esto no había acabado y supongo que tenía que terminar por donde empezó.

En una de esas ocasiones llegué a la base y no había ni un carro, estuve esperando por casi media hora, ya me iban a dar las dos de la madrugada ahí, no había de otra más que caminarle, respiré resignado, así que me ajusté bien mi morral en la espalda, me persigné y empecé a subir por la calle principal de la colonia, la verdad yo iba hasta temblando del miedo, pero conforme fui subiendo vi que todo estaba muy tranquilo, y eso sí, no había ni un alma en las calles, en esas andaba cuando de pronto se soltó un vientecillo frio de esos que calan los huesos y aunque traía mi chamarra de borrega se me estaban congelando las manos y la cara, aunque también por momentos sentía entumidas las piernas, y el camino no ayudaba mucho porque algunas calles todavía no estaban pavimentadas.

Ya le había avanzado un poco más de la mitad del camino a casa, cuando sentí que alguien me seguía, empecé a voltear a cada rato, pero todo seguía desolado, apreté el paso hasta que por fin vi mi calle a lo lejos, pero todavía tenía que pasar un tramo como de media cuadra de terracería y sin alumbrado público, el viento arreció cuando entré a esa parte y fue cuando escuché el primer gruñido, solo sentí como se me erizaba la piel de todo el cuerpo cuando los vi frente de mí, sus ojos parecían encendidos en medio de la oscuridad, aquella perrería siguió gruñéndome y enseñándome los colmillos, mi primer impulso fue echarme a correr hacia donde fuera, volteé hacía todos lados, pero a donde quiera que lo hiciera ahí estaban esos ojos rojos rodeándome, yo temblaba del miedo, sentía la boca amarga, pero pensé en mi chamaco Rogelio, si yo recibía el castigo a él ya no le harían nada, cerré los ojos y me encomendé al creador.

Fue entonces cuando sentí la primer mordida en la pierna, fue un dolor bien intenso, como si me hubieran metido unos clavos ahí, y después otra y otra, no sé en qué momento ya estaba en el piso, traté de protegerme la cara, pero aquellos colmillos me agarraban de los brazos, de las manos, de todos lados, sentí como mi ropa se empezó a empapar de sangre, y en verdad te lo digo, es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo, parecía yo un trapo viejo entre los hocicos de esos perros, perdí las fuerzas y ya no puse resistencia, entonces sentí como me agarraron de las piernas y me empezaron arrastrar por la calle, mientras los otros seguían gruñéndome a la cara, no sé cuánto tiempo me estuvieron jalando aquellos animales, hasta que sentí que me soltaron, medio abrí los ojos pero todo era borroso y confuso, pero aun así descubrí con horror que estaba en medio de los escombros de la casa de la señora, quise gritar pero ya me costaba mucho trabajo respirar  y las fuerzas ya no me alcanzaron, ya ni sentía nada, entonces en ese momento los perros me dejaron por la paz y empezaron a rodear una silueta que estaba en el fondo de lo que quedaba de esa casa en ruinas, yo sentía que perdía el conocimiento, así como cuando tienes mucho sueño, pero trataba de tener los ojos abiertos, de estar consciente, alcé un poco mi cabeza y entonces vi por un segundo aquella silueta entre la oscuridad, te podría jurar que era la señora, y aunque no podía ver su rostro, yo sentía que me miraba, apenas parpadeé y desaparecieron, ella y sus fieles perros, entre sueños alcancé a escuchar voces y pasos de gente que corría apresurada, lo último que recuerdo fue que escuché a lo lejos la sirena de una ambulancia y que alguien gritaba mi nombre.

Desperté en el hospital después de casi tres días de estar inconsciente, ahí estaba mi esposa a mi lado, los chamacos los había encargado con mi suegra. Me dijo que había perdido mucha sangre y que los doctores le dijeron que casi me les iba por un infarto agudo, me cocieron por todos lados y estuve casi dos semanas internado. Cuando le conté a mi mujer lo que había vivido, me abrazó muy fuerte y nos pusimos a llorar los dos y así estuvimos un buen rato, ya un poco más tranquilos me dijo algo muy cierto, que si la señora de los perros no me había llevado con ella había sido por algo, y que eso era lo importante que estaba vivo. Mis heridas sanaron con el tiempo, pero como ves, me quedaron muchas cicatrices.

Autor: Luis Martínez Vásquez

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