La Cueva Del Diablo Historia De terror 2023

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La Cueva Del Diablo Historia De terror 2023

La Cueva Del Diablo, Historia De terror… Mis padres eran todos unos aventureros, adictos a la adrenalina, la aventura y los viajes, siempre he creído que ambos tuvieron mucha suerte al encontrarse uno al otro, pues una pareja que sea exactamente tu mismo, pero del sexo opuesto, debe de ser algo muy difícil de encontrar.

Nunca entendí el porqué decidieron tener hijos, no me malentiendan, no fueron malos padres, todo lo contrario, ni por un solo momento llegué a dudar de su amor y tuve más experiencias y aventuras por el mundo sin que mi edad llegara a los dos dígitos, que la mayoría de los ancianos en toda una vida.

Pero al mismo tiempo, yo tengo que aceptar, que el estilo de vida que mis padres se esforzaron por mantener, talvez no era lo más conveniente para una niña, vivíamos en una caravana y nunca nos quedábamos mucho tiempo en un lugar, por lo que me era difícil sentir estabilidad o hacer amistades.

Papá me daba clases, lo cual me tenía en un nivel más alto que muchos niños que si asistían a una escuela real y a pesar de nuestra aventurera y algo inestable vida, siempre que mi mente viaja a mi infancia, no puedo evitar recordarla como una etapa en su mayoría feliz.

Nuestros viajes y fotografías bien podrían llenar un museo, sin embargo, hubo una ocasión en la que el viaje no solo no fue divertido, sino que también fue muy aterrador para mis padres, pero en especial para mí.

Yo tenía cerca de nueve años en ese momento, mis papás estaban algo cansados de los bosques y selvas, por lo cual empacamos todo y emprendimos el viaje sin un rumbo fijo, papá nos preguntó a mi mamá y a mí, adónde queríamos ir ahora, y como mi cumpleaños se acercaba, mamá dijo que yo debía decidir en dónde quería pasar mi cumpleaños ese año, lo pensé por un momento y finalmente dije que me encantaría ir a la playa, ya tenía mucho tiempo que no íbamos, y yo extrañaba hacer castillos de arena.

No tuve que decirlo dos veces, para que comenzaran a buscar alguna playa, no querían una en la que ya hubiésemos estado, querían una nueva en dónde nos pudiéramos quedar un par de semanas y que tuviera cosas nuevas por ver, pero no encontraron nada.

Ellos llevaban viajando prácticamente desde sus veintitantos y había muy pocos lugares que no habían visto ya de México, de hecho, los había escuchado hablar de irnos a China o a cualquier otro país a explorarlo también.

Me quedé dormida después de dos o talvez tres horas de conducción, desperté varias horas después al escuchar algo de alboroto afuera, papá se había metido en una calle en donde pisó algo que hizo que la llanta se pinchara y las personas que habían visto el incidente, lo estaban ayudando, creo que nunca he conocido a gente más caritativa y dispuesta a ayudar al prójimo que aquella que no tiene mucho.

Aquella llanta pinchada era el repuesto, por lo que no tenía una refacción, y como ya estaba oscureciendo no había un sitio en donde pudiera comprar una nueva, por lo cual decidió que pasaríamos ahí la noche y por la mañana continuaríamos con nuestro viaje.

Como dije antes, la gente era muy amable, supongo que también tenía que ver con el carisma que tanto mamá como papá irradiaban de ellos, en toda mi vida, pocas veces recuerdo a una persona a la que no le agradara cualquiera de mis padres.

La gente de ahí los adoró al instante, al punto de que en cuestión de un par de horas, ya había una pequeña fiesta en la que mis padres eran las estrellas, bailando, y contando sus fantásticas anécdotas que habían vivido en su matrimonio de casi 15 años.

Yo estaba jugando con los niños del vecindario, a los cuales les sorprendía aún más mi estilo de vida nómada, muchos de ellos creían que ese tipo de familias, solo existían en libros de fantasía y películas, no sé en qué momento de la conversación se me salió decir que mi papá era el hombre más valiente del mundo entero, no lo dije para presumirlo, supongo que muchas niñas piensan que su papá es el hombre más valiente y fuerte del mundo, pero al menos en ese grupo, yo estaba segura de que mi papá si lo era.

Pero uno de los niños me dijo, que su papá era mucho más valiente, ambos empezamos a discutir, era una simple pelea de niños, diciendo en voz alta hazañas de nuestros respectivos padres que nosotros mismos considerabamos como un sinónimo de valentía, y yo rápidamente tomé la delantera, pasaba mucho tiempo en familia y sabía muchas cosas.

Como la vez en la que mi papá mató una serpiente, tomándola por la cola y azotándola contra un árbol, o el día en el que saltó a un río helado solo para salvar a unos gatitos que un desalmado arrojó desde un vehículo en movimiento, el resto de niños estaban absolutamente impresionados por lo genial que era mi papá, pero aquel niño no se iba a rendir tan fácil, pues en cuanto sintió que estaba perdiendo la pelea, me dijo con mucha seguridad, que su padre era el más valiente, porque había entrado a la cueva del diablo.

Primero solté una risita burlesca, a lo largo de mi vida, había escuchado muchas leyendas e incluso me atrevería a decir que junto con mi familia habíamos visto alguna que otra cosa que no tenía una explicación científica, como el día en el que un niño estaba pidiendo dinero en la carretera por la noche, todos lo vimos, sin embargo, cuando nos acercamos un poco más, con la intención de darle dinero y algo de comida, el niño ya no estaba, talvez podría contar alguna de estas historias en otro momento.

Recuerdo que la razón por la que me reía, fue porque jamás había escuchado nada como la “cueva del diablo” por lo que creí que solo se trataba de una mentira para asustarme, sin embargo, los niños se sorprendieron mucho con la afirmación de mi oponente de diez años, quien al ver que no comprendía que era la cueva del diablo, me contó su historia.

La verdad no era una buena historia, básicamente porque no se tenía mucha información de ella, lo único que me dijo, era que ahí vivía el diablo y que todo aquel que tuviese el valor de entrar a su cueva terminaba muerto, de forma sarcástica, le dije que si su papá había entrado ahí, entonces él debería de estar muerto, así que solamente había dos opciones, o su papá estaba mintiendo, o la leyenda era mentira, pero él rápidamente se defendió, diciendo que solo las personas más valientes son las que pueden salir.

Ambos, aún peleando, fuimos con los adultos para preguntarles de aquella cueva, cuando papá lo escuchó, quedó bastante intrigado, papá amaba explorar cuevas, era muy experimentado, y creó que lo vio como una más de sus aventuras, pero los del pueblo le dijeron que realmente era un sitio muy peligroso, nadie sabía exactamente qué tan profunda era, sin mencionar que los pocos que habían entrado, decían que parecía tener varias entradas que no tenían salida.

Perderse era muy fácil, de hecho, varias personas se habían perdido con los años, era por eso que la comunidad había optado por poner varios letreros de precaución, yo supuse que con el pasar de los años, los adultos le decían a los niños que ahí vivía el diablo para que no se acercaran, era más fácil que un infante creyera eso, antes de que comprendiera que podía perderse ahí adentro, yo no tenía ese problema, desde que tenía uso de razón, había aprendido que toda aventura, debía tener reglas básicas para no morir.

Como dije antes, papá y mamá eran todos unos aventureros, así que cuando supieron que había una cueva que había sido muy poco explorada, de inmediato quisieron ir a verla, por lo que a la mañana siguiente nos despertamos temprano, papá fue a conseguir la refacción, nos despedimos de aquella amable gente y volvimos al camino, supongo que todos sabían que entraríamos a la cueva, pues la noche anterior papá les había pedido indicaciones exactas para llegar.

No recuerdo en este momento si alguno le dijo que no lo hiciera, pero tampoco recuerdo que alguien lo alentara a hacerlo, desde luego, supongo que la mayoría pensaba que con lo que les habían dicho la noche anterior, había quedado perfectamente claro que no debíamos entrar, sin embargo, unos cuantos minutos de búsqueda más tarde, nos encontrábamos frente a aquella cueva, efectivamente tenía letreros de no entrar y había mucha maleza alrededor, parecía ser que la gente de por ahí era lo suficientemente sensata para hacer caso a los anuncios.

Mamá y papá prepararon las mochilas, comida y agua, así como un pequeño kit de primeros auxilios y sogas, nos pusimos los cascos con linterna incluida y entramos, nunca me gustó explorar cuevas, no entendía que clase de diversión podía haber en ver piedra en todas partes, yo era más de selva, el caminar entre la hierba y ver todo tipo de animales que no fueran bichos o murciélagos, era algo que sin duda prefería mil veces más.

Entramos un poco más, no había gran cosa, papá y mamá, parecían un tanto decepcionados después de caminar durante varios minutos, sin siquiera poder haber visto murciélagos o algún animal que viviera ahí, ya saben, algo para el álbum y una nueva historia a la lista, sin embargo, de repente algo comenzó a cambiar, era como el aire, no sé como explicarlo, solo se sentía mucho más pesado, como si nuestro sistema de supervivencia nos dijera que era hora de dar media vuelta e irnos.

Por desgracia, ese sistema que la mayoría tenemos, estaba muy extendido para mis padres, en serio, tendría que haber un auténtico tornado delante de ellos para que empezaran a considerar que estábamos en un auténtico peligro, por lo que seguimos con nuestra tétrica caminata, papá marcaba el camino con una pintura fosforescente, yo había sido perfectamente instruida con los años, si yo me separaba, debía guardar la calma y buscar la ruta de la salida marcada por mi papá, nunca había ocurrido, pero aun así papá, jamás se olvidaba de hacerlo.

Hasta el día de hoy no sé decir cuál fue el motivo por el que nuestros cascos se apagaron, mis padres eran muy impulsivos y adictos al peligro, pero eso no quiere decir que fueran estúpidos, sabían perfectamente lo que estaban haciendo, y esas baterías siempre estaban cargadas, pero aún en el caso de que la luz del casco se apagara, las mochilas tenían linternas recargables, pero aunque supiéramos eso, el hecho de que la luz de los tres cascos se hubiese apagado al mismo tiempo, ya entraba en la categoría de historias raras que contar.

Yo sentí la cálida mano de mi mamá, al mismo tiempo que me decía, “vamos por aquí” así que aún a oscuras y sin que mis ojos se acostumbraran aún a la oscuridad, la seguí sin rechistar, sentí que avanzamos aun costado en lugar de en línea recta, la cual era la ruta que estábamos siguiendo en ese momento, pero era mamá y ella sabía perfectamente que era lo que estaba haciendo, cuando de repente un destello a mis espaldas me hizo voltear, a la par de que escuche la voz de mi papá maldecir porque su linterna se había quemado, y acto seguido escuché como le pedía la suya a mi mamá.

En ese momento, la mano que me sujetaba me soltó, dejándome totalmente sola en ese punto, grité, pero era como si yo pudiera escuchar a mis papás, pero ellos no a mí, comencé a hiperventilarme, había sido preparada un sinfín de veces sobre todo tipo de escenarios, pero una cosa era el hacerlo en la comodidad de la luz del día y con tus padres dándote todo el apoyo del mundo y felicitándote cada vez que contestabas correctamente.

Eso sin mencionar que mi papá nunca mencionó a una desconocida en la oscuridad haciéndose pasar por mamá, lo que fuera la cosa que me había llevado ahí, podía volver en cualquier momento, inhalé y exhalé hondo para tranquilizarme, saqué mi propia linterna de mi mochila, podía intentar hacer la señal de S. O. S. Para que mis padres la vieran y fueran por mí, pero al encenderla, pareció que el foquito de adentro irradió tanta luz que explotó.

No sé hasta el día de hoy si fue mi miedo o algo así, pero escuché muchos gruñidos, similares a los de un gato a punto de atacar, traté de hacer mi mejor esfuerzo para no llorar e irme corriendo de ahí sin rumbo, sabía que en ese tipo de casos, lo mejor era quedarse en un solo lugar hasta ser encontrado, pero en ese momento, se me hacía muy difícil creer que alguien iba a encontrarme ahí, no entendía el porqué mis ojos no se habían podido acostumbrar a la oscuridad todavía, se sentía como si trajera un antifaz en mis ojos.

Después de varios minutos, una idea cruzó por mi cabeza, no tenía linterna, eso era obvio y aun si la tuviera, talvez se quemaría como las demás, sin embargo, yo tenía algo, los tubos fluorescentes en la mochila, siempre me dijeron que eran para una emergencia y estaba totalmente convencida de que esa situación en serio se trataba de una, abrí el compartimento de mi mochila, solamente tenía dos, pero estaba bien, con algo de suerte, solo iba a necesitar uno, pues duraría varias horas.

Rápidamente lo rompí y pronto, la luz volvió a iluminar la cueva, trataba de recordar cuántos pasos di y en qué dirección, supuse que mis padres tampoco se habían movido de dónde estábamos cuando todo se volvió oscuro, por lo cual si hallaba la manera de orientarme y regresar podría encontrarme con ellos, todo mi entrenamiento me decía que no debía moverme, pero estaba aterrada y no recordaba haber caminado tanto como para perderme.

Para estar segura, intenté marcar el camino que estaba tomando con cosas que estaban a mi alcance, como ramas o rocas, pensaba que si no los encontraba luego de unos minutos, volvería y entonces los esperaría en el lugar donde me perdí, las piedras se sentían mojadas a pesar de no haber mar o alguna fuente de agua en las cercanías, debes en cuando llamaba a mis padres, pero no obtenía ninguna respuesta.

De la nada empecé a escuchar unos chillidos, creí que podían ser ratones, pero no los veía por ningún lado, así que con algo de miedo, alumbré arriba y ahí pude ver a un montón de ojos, era como si alguien los hubiese pintado en aquel alto techo de la cueva, unos eran muy grandes y otros eran muy pequeñitos, el estilo de dibujo era muy rústico, como si los hubiese pintado un niño de cinco a seis años, eso por si solo era una escena algo perturbadora, pero lo que pasó después, es algo que me persigue hasta el día de hoy.

Uno de ellos parpadeó, como si le molestara la luz fluorescente que yo traía y acto seguido, todos comenzaron a hacerlo también, yo no podía creer lo que estaba viendo, sin reflexionarlo dos veces corrí, aún trataba de alumbrar mi camino para ver el rastro que había dejado y de esa manera volver a dónde me había extraviado, pero en ese momento mi prioridad número uno, era alejarme de aquella bizarra escena.

La Cueva Del Diablo Historia De Terror

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La situación se puso aún peor, parecía que alguien o algo, había hecho muchas pilas de ramitas y piedras idénticas a las que yo había hecho para intentar que me adentrara aún más a la cueva, me di cuenta después de saber que no había caminado tanto como para que siguiera encontrando esas pilas, ahora en serio estaba perdida, sin más esperanzas, me dejé caer en la tierra y comencé a llorar, pensaba que moriría ahí, y solo por no haber seguido las indicaciones que mis padres me habían dado en caso de que me separara.

Revisé mi mochila, si guardaba el agua como me habían enseñado, me duraría unos tres o cuatro días, la comida duraría un poco más si lo limitaba a dos comidas por día, eso era toda mi esperanza de vida, un máximo de una semana, y eso si lo que sea que viviera en esa cueva no acababa conmigo primero, no podía sacar de mi cabeza esos ojos, me preguntaba que otra clase de cosas había ahí, ni siquiera me atrevía a volver a alumbrar al techo por el miedo que me daba el ver algo como esos ojos de nuevo.

Decidí que no me movería más, no sabía dónde estaba, pero talvez podrían encontrarme si no me movía, podría intentar encender fuego y mantenerlo encendido para que cuando los tubos se apagaran aun así pudieran verme, junte varias ramitas cercanas y estuve un largo rato tratando de hacer una fogata, tenía un encendedor a la mano, pero no importaba cuánto lo intentara las ramitas se apagaban casi enseguida, era como cuando enciendes una hoja de papel y en solo unos segundos el papel se vuelve cenizas y el fuego se extingue.

En algún punto me frustré, me di cuenta de que mi reloj parecía haberse averiado también, era como si el tiempo se hubiese congelado en el preciso momento que toda mi familia entro a la cueva, me sentía enojada, frustrada y hambrienta, pero no quería comer nada hasta que me sintiera débil o algo así.

Recuerdo que arrojé el encendedor hacia una de las paredes, y esta se lo tragó ante mi perpleja mirada, cuando vi eso me quité del muro y decidí que tampoco los tocaría, no se sí pasó una hora o talvez dos, pero decidí que era hora de abrir una barra de granola y beber un poco de agua, mi familia nunca fue muy religiosa, mamá decía que Dios vivía en cada parte del mundo que había creado para nosotros y por eso no hacía falta rezar, suplicar o ir a una iglesia a darse mil golpes de pecho por nuestros errores.

Sin embargo, en ese momento, le pedí a cualquier tipo de deidad que pudiera ayudarme, que por favor me sacara de ese lugar, me limpiaba las lágrimas mientras comía mi barra de granola, cuando de repente, escuché la voz detrás de mí que me dijo “Te ayudo a salir”, su voz era de un hombre, no era mi padre, es más, hasta el día de hoy puedo asegurar que lo que sea que se me apareció en esa cueva, no era humano.

El tubo fluorescente resplandeció mucho antes de extinguirse, igual que lo que había pasado con las linternas, sin embargo, antes de volver a quedarme en una total oscuridad, pude ver a una silueta alta, tan alta que casi llegaba al techo, tenía unas manos huesudas y alargadas y aunque solo fueron unos segundos, puedo jurar que no tenía rostro, todo era como una gran masa de carne molida en dónde debería tener una cara.

En la oscuridad, sentí como esa cosa me tomó de la mano y me jaló para levantarme, haciendo que dejara mi mochila en el piso, no puedo explicar el porqué, pero no tenía nada de miedo, a pesar de haber visto lo que describí, caminaba en plena oscuridad de la mano de lo que sea que fuera esa cosa, recuerdo que sus manos estaban heladas y era como si estuviera sujetando puros huesos, sin piel o carne.

Caminamos por varios minutos antes de que viera la entrada de la cueva, a tan solo unos cuantos metros de distancia, “tú no perteneces aquí” dijo antes de soltar mi mano, desapareciendo en la oscuridad, sin pensarlo mucho corrí directo a la salida, ya era de noche, y había sirenas de patrullas alumbrando, rodeando el lugar, puedo recordar como mamá corrió hacia mí y me abrazó muy fuerte, aún estaba demasiado desorientada como para hablar.

Mis padres pudieron salir con su gran sentido de orientación, pues solamente habíamos avanzado en línea recta desde la entrada, no se cansaron de decirme que mi miedo debió de nublar mi juicio, pero lo más importante es que había encontrado la manera de salir, jamás volvimos a entrar a cuevas que no tenían señalamientos predeterminados, no puedo garantizar que en ese sitio vivía el diablo, pero si puedo decir que en esa cueva hay algo que hace que la gente se pierda ahí y otra cosa que trata de impedirlo y por suerte ese día, logré toparme con ambas.

Autor: Liza Hernández

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