La Carreta De El Diablo 2023

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La Carreta De El Diablo 2023

La Carreta De El Diablo… Mi nombre es Paola, desde que nací he vivido en un pueblo de Jalisco, cerca de Guadalajara, en aquel tiempo tenía veintitrés años, estaba trabajando como recepcionista en una empresa de fertilizantes y productos agroquímicos, mi madre me dijo que su hermana había enfermado, ella vivía sola, sus hijos desde muy jóvenes emigraron a Estados Unidos.

Cuando mi mamá me comentó la situación de salud que tenía mi tía, le dije que lo lamentaba mucho, antes de que terminara de decirle lo que pensaba, ella se adelantó, pidiéndome de favor  que me fuera a Guadalajara a cuidarla y apoyarla, no me agradó su comentario, si bien, era cierto que le tenía mucho cariño a mi tía, ya que ella con mucha frecuencia nos visitaba, también yo tenía una vida hecha en el pueblo, no me gustó para nada la idea de dejar mi trabajo y mis amistades, sin embargo, comprendí que mi tía necesitaba apoyo.

Por fortuna, en el trabajo me dijeron que en cuanto regresara contaba con mi puesto, no lo perdería, eso me tranquilizó un poco, así que empaqué mis maletas y me fui a casa de mi tía Julia. Cuando llegué a la ciudad, me pareció más grande de cómo la recordaba, pero también era pequeña cuando veníamos a la casa de mi tía con cierta frecuencia.

Mi tía vivía en una casa antigua en el barrio de Mexicaltzingo, cerca de su vivienda había una iglesia en la que cada vez que había misa sonaban las campanas, eso me gustaba mucho porque me recordaba a las tradiciones de mi pueblo.

Cuando vi a mi tía, su estado no era muy bueno, con dificultad podía caminar, en ese instante comprendí que todo lo que había dejado en el pueblo valía la pena por venir a apoyarla, ella me asignó un cuarto con balcón que daba a la calle, desde ese lugar podía ver la iglesia y el jardín principal de la colonia, así que me sentí cómoda.

La primera noche que estuve en casa de mi tía, no me podía dormir profundamente, con frecuencia despertaba ante cualquier ruido, escuché en el balcón que alguien andaba ahí, con cautela me levanté, me di cuenta que sólo se trataba de un gato callejero, así estuve durante la noche, por más que trataba de dormir no lo conseguía, creo que era cuestión de que me adaptara a mi nueva residencia.

Conforme avanzó la noche, me empezó a dar sueño, apenas estaba logrando dormir, cuando escuché con claridad el sonido de los cascos de un caballo, creí que estaba recordando los ruidos de mi pueblo, porque todo parecía que se trataba de una carreta, no le hice mucho caso, después de un rato se dejó de escuchar.

El apoyo para mi tía era constante, ella tenía muy poca movilidad, así que decidí que no iba a buscar un trabajo, ella necesitaba todo el tiempo de mi apoyo.

En la noche, mi tía se dormía temprano, a mí me quedaba tiempo para leer y escuchar música, me gustaba salir al balcón para ver los transeúntes en el parque, incluso, salía a comprar algún aperitivo de algún local cercano.

Cada día era frecuente escuchar el ruido de la carreta, comencé a ver el reloj, por lo regular lo hacía entre las doce de la noche y las tres de la madrugada, era un intérvalo de tres horas, en las que la carreta estaba presente.

A mi tía le comenté lo que estaba sucediendo por la noche, ella me dijo que en Guadalajara eran comunes las calandrias, que eran carruajes jalados por un caballo, le dije que sí los había visto durante el día, pero me parecía muy extraño que anduvieran en la madrugada.

Como mi tía no me pudo decir nada al respecto comencé a investigar, encontré información sobre una leyenda, el texto decía que durante la época colonial en Guadalajara, los colonos españoles solían utilizar carretas tiradas por caballos para transportar sus productos, en ciertas noches de luna llena, se decía que una carreta tirada por caballos negros aparecía en las calles de la ciudad, y que esta carreta era conducida por el diablo en persona, ya que su objetivo era llevarse a las almas de los pecadores hacia el infierno.

Los lugareños temían a la carreta del diablo y hacían todo lo posible para no encontrarse con ella, con el tiempo, la leyenda de la carreta del diablo se convirtió en una historia popular en Guadalajara, y todavía se ha seguido contando, como una advertencia a aquellos que se desvían del camino de la virtud y la moralidad.

Se me hizo curioso que en la imaginacion de las personas existiera lo de la carreta del diablo, lo más extraño fue que yo escuchaba una en la madrugada.

Después de que supe de esa leyenda, llegué a pensar que podría ser la misma que yo escuchaba durante la noche, tuve miedo de ese pensamiento, pero me pareció poco probable, quizás todo era una coincidencia, lo malo fue que esa misma noche no sólo pude escuchar la carreta, sino que también la vi, se quedó parada durante más de una hora afuera del templo, un hombre vestido de negro era el chofer, nunca pude distinguir si alguien había al interior de la carreta, ni tampoco que otra persona se subiera a ella, luego de cierto tiempo se marchó, con su sonido peculiar de las ruedas al pisar el asfalto. Cada noche era lo mismo, la carreta seguía deteniéndose por un rato enfrente de la casa, luego se marchaba, la última noche que me asusté mucho, fue cuando vi que el chofer se bajaba de la carreta, abría la puerta y alguien descendía de ella, era un hombre alto y fuerte, fue lo único que pude ver de él porque la oscuridad de la noche no me lo permitió, se quedó un rato parado mirando hacia la casa, eso me causó mucho temor, cerré las cortinas de la ventana y me retiré de ella.

A la mañana siguiente, le comenté a mi tía lo que había ocurrido, ella suspiró y me dijo que me acercara porque me iba a platicar una historia, me dijo que había algo oscuro en la ascendencia de la familia, continuó diciendo que en la época en que vivían sus abuelos uno de sus hijos enfermó de una enfermedad que los médicos no pudieron identificar, poco a poco la vida del pequeño de ocho años se iba diluyendo, el padre desesperado intentó todos los tratamientos médicos disponibles, oró a todos los santos y consultó a los curanderos más sabios de la región, pero nada funcionó, no había nada que pudiese detener la inminente muerte, el pequeño estaba condenado a morir.

Mi tía continuó con el relato, agregando que su abuelo en su desesperación hizo algo inimaginable: buscó al diablo.

Fue a un lugar solitario en las afueras de la ciudad, donde se decía que el diablo aparecía en las noches oscuras, ahí hizo una invocación, ofreciendo su alma a cambio de la vida de su hijo, y para su sorpresa, el diablo se le apareció. Su presencia era abrumadora, el abuelo se llenó de terror y desesperación, pero también le dio la esperanza de que su hijo pudiera ser salvado.

El diablo le hizo una oferta, le dijo al abuelo que salvaría a su hijo a cambio de su alma, el abuelo sabía que era un pacto peligroso y que con él no se podía jugar, pero no podía soportar la idea de perder a su hijo: aceptó su oferta.

La noche en que se hizo el pacto, su hijo se recuperó, los médicos no pudieron explicar cómo, pero se había producido un milagro, sin embargo, lo que el abuelo no sabía era que el diablo tenía otros planes para su  hijo y para él.

Con el tiempo, empezó a notar cambios en su hijo, el niño se volvió más callado, más frío, el abuelo también comenzó a sentir los efectos del pacto, se volvió más solitario, más oscuro, se dio cuenta que el diablo estaba tomando posesión del alma del abuelo poco a poco, él no sabía qué podría hacer para detenerlo.

Un día, su hijo desapareció, el abuelo lo buscó por todas partes, pero nunca lo encontró, después de la desaparición del pequeño, el abuelo recibió visitas de criaturas extrañas en la casa, le susurraban al oído cosas horribles, el abuelo no pudo resistir todo lo que ocurría y se quitó la vida.

Una vez que mi tía terminó el relato, me dijo que por eso no me la quería contar, era una parte muy oscura de la familia, pero también me explicó que después de que yo le conté lo que me estaba ocurriendo, consideró necesario que supiera la verdad, porque lo más probable era que esas apariciones no pudieran ser  fortuitas, había una intención por parte del demonio.

Luego que supe la historia del abuelo y de esa casa, comenzaron los sucesos siniestros al interior de la vivienda, una noche, me desperté y vi una figura oscura parada en mi habitación, mirándome directamente a los ojos, supe que era el mismo hombre vestido de negro que había visto en la calle, supuse que era el diablo, intenté gritar, pero mi voz se quedó atascada en mi garganta, sentí su presencia oscura y malvada en todo mi cuerpo, de repente, desapareció.

Ya no le dije nada a mi tía, sabía que tenía que hacer algo al respecto para romper con la maldición que pesaba sobre la casa, mi primera opción fue acudir a un sacerdote local, fui al templo que estaba cerca de la casa, después de contarle la historia, el sacerdote me dio instrucciones precisas sobre cómo proteger la casa y ahuyentar al diablo, me recomendó que colocara objetos religiosos dentro de la vivienda y que realizara ciertos rituales de protección.

Seguí las instrucciones del sacerdote al pie de la letra, coloqué crucifijos en cada habitación de la casa y rocié agua bendita por todas partes, hice oraciones diarias y me aseguré de mantener la casa limpia y ordenada, sin embargo, la maldición seguía acechando, y cada noche seguía escuchando la carreta del diablo.

Un día, decidí que debía de acudir con un chamán o brujo, pero no tenía la menor idea de cómo iba a encontrar alguno, en mi pueblo vivía doña Serapia, la que hacía curaciones con hierbas y protecciones, sin embargo, no sabía cómo encontrar uno en la ciudad, caminé por las tiendas esotéricas del centro, me acerqué a una dependienta y le externé mi duda, ella me recomendó un  un anciano que vivía en las afueras de Guadalajara, este hombre, según la muchacha, era un curandero y sabía cómo lidiar con las fuerzas oscuras, no tenía nada que perder, sin pensarlo mucho tomé el riesgo y acudí  con él.

No fue sencillo dar con el hombre, cuando el anciano me recibió en su hogar, era un lugar modesto pero lleno de objetos místicos y religiosos.

Él me preguntó sobre mi historia, le conté todo lo que sabía sobre la maldición de la casa de mi tía, el anciano se tomó su tiempo para escucharme y luego me dijo que tenía una solución para ella, me explicó que la única forma de deshacerse de la maldición era encontrar una forma de romper el pacto con el diablo, una tarea nada sencilla, me dijo que hablara con mi tía para que me dijera cómo fue la manera en que hizo ese pacto su abuelo, o el lugar en el que lo hizo, dependiendo de lo que ella le dijera, regresara con él, si acaso no tenía información, buscarían otra solución.

No puedo negar que salí desalentada de la casa del hombre mayor, intentaría hacer lo que él me dijo, pero no sabía si podría obtener esa información, sin embargo, estaba convencida de intentarlo y de buscar en cada rincón de la casa.

Después de horas de búsqueda, encontré una vieja caja en el ático de la vivienda, al abrirla, vi un contrato antiguo que parecía ser el pacto que había hecho su abuelo con el diablo, o al menos era un pedazo de papel muy antiguo, ya roto por el tiempo y la humedad.

Con el papel en la mano, fui con mi tía y le dije si sabía algo respecto a un contrato que hubiese podido hacer su abuelo, ella agarró el papel y lo leyó con sumo cuidado, después de unos segundos de observar, me dijo que no estaba segura de si existía un contrato, pero que en ese papel alcanzaba a distinguir la firma de su abuelo, lo sabía porque ella ayudó a su madre a unas cuestiones legales respecto a la herencia de la casa.

También le pregunté si sabía en qué parte él había invocado al diablo, ella me respondió que en aquel tiempo su abuelo había acudido a las afueras de la ciudad, del lado sur, pero la ciudad ya había crecido mucho, era difícil saber el lugar exacto, me sentí tranquila porque había obtenido algunos datos valiosos, ya tenía material para llevar al hombre que me iba a ayudar.

Antes de acudir con el anciano, busqué en mi computadora cómo era la ciudad en la época de mi abuelo, encontré varios lugares en los que él pudo haber ido y hacer el trato maldito.

Por la mañana, después de ayudar a mi tía con todo lo que requería para su bienestar, le dije a dónde iba ir, ella me dijo que no lo hiciera, que dejara las cosas así, que tal vez, alguien podría salir lastimado, le respondí que no era posible no hacer nada, la carreta o el ser que estaba dentro de ella, cada día se acercaba más a la casa, temía por ella y por mí.

Cuando le expliqué mis temores estuvo de acuerdo, me dio la bendición y me fui de nuevo a buscar al curandero que me iba a ayudar.

El hombre me dijo que ya me estaba esperando, le dije todo lo que sabía al respecto, él me dio instrucciones precisas sobre cómo realizar el ritual, me entregó algunos elementos para llevarlo a cabo, me explicó que no era necesario saber el lugar con exactitud, que eligiera una iglesia cercana de mi elección y ahí hiciera el ritual por la noche, sorprendida le pregunté si él no me iba a acompañar, me dijo que era muy difícil por su edad, además le costaba mucho trabajo caminar, le externé mis miedos, le supliqué que me acompañara, el hombre al verme tan desesperada aceptó ir conmigo.

Esa noche pasé por él en un taxi, nos fuimos a una colonia que se encuentra cerca de periférico sur, era una colonia popular, buscamos el templo más cercano, esperamos por un tiempo a que no hubiese gente que pudiera presenciar lo que pretendíamos hacer, después de un rato vimos que era posible hacerlo, el hombre encendió varios cirios, y comenzó a rezar, no sé si fue el temporal, pero comenzó a hacer un viento muy fuerte, constantemente nos apagaba el fuego, enseguida, sin esperarlo, comenzó a llover muy fuerte, nos fuimos a proteger del agua en el atrio de la iglesia, la lluvia y el viento fuerte no cesaban, después que terminó la tormenta, las calles estaban inundadas, el hombre me dijo que nos fuéramos de ese lugar, el demonio no estaba de buenas, y en ese lugar él no me podría proteger.

En cuanto nos fue posible nos fuimos de ahí, dejé al hombre en su casa y me fui a la mía, mi tía ya estaba en un estado de angustia, me dijo que me había tardado mucho, además, durante mi ausencia la luz comenzó a prenderse y apagarse, por eso estaba afuera esperándome, porque tuvo miedo, le expliqué que la fuerte tormenta nos había obstaculizado hacer el ritual, después las calles inundadas no me permitieron venir pronto.

Mi tía me miró con extrañeza, me dijo que no había caído ninguna gota de agua, la tarde estuvo muy soleada, ya no quise pensar en eso, le dije que teníamos que pensar en otra cosa.

Cansada y abrumada me fui a dormir, pero no fue por mucho tiempo, me desperté sobresaltada por un ruido fuerte y extraño, cuando abrí los ojos, vi una sombra oscura al pie de mi cama, me levanté rápidamente y encendí la luz, pero no había nadie allí, un escalofrío recorrió mi cuerpo y sentí que algo malvado me observaba desde las sombras.

Al otro día, al salir de la casa para ir a comprar lo necesario, encontré un gato negro muerto en la puerta, el animal tenía una expresión de terror en su rostro y su cuerpo estaba retorcido en una posición extraña, tuve la sensación de que algo frío y maligno me estaba observando y que aquello era una especie de advertencia.

Cada vez se me hacía más difícil dormir por las noches, incluso cuando conseguía conciliar el sueño, mi descanso era interrumpido por pesadillas en las que me veía a sí misma siendo perseguida por sombras y figuras diabólicas, ya no sabía qué hacer para romper la maldición.

Un día, mientras regresaba del mercado, vi a un hombre extraño parado frente a la casa, vestía un traje negro y un sombrero oscuro que le cubría gran parte de la cara, cuando el hombre me vio se alejó rápidamente, cuando vi a esa persona sentí su presencia siniestra y perturbadora.

El anciano me volvió a buscar, me dijo que se había demorado porque estaba buscando la forma de ayudarme, en esta ocasión él iría a mi casa, que le mandara un taxi a recogerlo a las diez de la noche.

Esa noche llegó el hombre mayor con un libro antiguo y grueso, me dijo que para romper la maldición necesitaba realizar un ritual especial que involucraba la presencia de elementos religiosos, así como la quema de ciertas cosas en una hoguera.

Mientras el curandero entonaba oraciones y mojaba con un líquido transparente los elementos, quemé todo lo que había recolectado a lo largo de mi investigación: la hoja vieja con la supuesta firma del abuelo de mi tía, un objeto que le perteneció al pequeño enfermo y una cosa personal del que hizo el trato con el demonio.

El ritual lo hicimos en el patio trasero de la casa,  todo ardió en la hoguera,  mientras las llamas subían hacia el cielo, sentí como si una fuerza maligna se desvanecía poco a poco, empecé a sentir paz, la que no había tenido desde que llegué a esa casa.

El hombre me dijo que todo estaba terminado, pero que estuviese alerta ante cualquier cosa, antes de ayudarlo a que se fuera, le dije que entrara a despedirse de mi tía, mi sorpresa fue enorme, ella se encontraba muerta en su silla de ruedas, el hombre me tocó el hombro, me dijo que no iba a ser tan sencillo como parecía, el demonio nunca se queda sin su paga, se había llevado el alma de ella.

Cuando el anciano me dijo eso no lo podía creer, le externé que me sentía muy mal, que yo había sido la responsable de que mi tía se muriera, él me dijo que no me culpara, así era el mal, no se quedaba sin saldar una deuda, por desgracia, le había tocado a mi tía, también me dijo algo que me dejó helada: pude haber sido yo.

Avisé a mi familia sobre el deceso de mi tía, ellos de inmediato estuvieron ahí, se hicieron las exequias pertinentes, después de que regresamos del cementerio, la casa se sentí vacía y helada, les dije a mis padres que yo no me podía quedar más tiempo en esa vivienda, me había gustado vivir en la ciudad, me quería quedar para vivir una nueva vida aquí, pero no en esa casa, buscaría la manera de rentarla, haciéndome cargo de los inquilinos.

Una noche, mientras estaba acostada en mi cama, en mi nueva vivienda,  escuché el sonido de la carreta acercándose al edificio, me quedé paralizada por el miedo, pero entonces algo extraño sucedió: el sonido comenzó a desvanecerse y se detuvo por completo.

La Carreta De El Diablo

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Aunque la lluvia no permitía tener mucha visibilidad, pude darme cuenta que la carreta se iba, esa fue la última noche que la vi y que la escuché, me dio la impresión de que la carreta me estaba buscando, quizás los rituales que realizó el sacerdote o los amuletos de protección que me dio el anciano funcionaron, de lo que estaba segura era de que logré romper con la maldición del diablo, aunque le costó la vida a mi tía.

Autor: Adriana Cuevas

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