La Bruja De San Miguel Historia De Terror 2024

la-bruja-de-san-miguel-historia-de-terror

La Bruja De San Miguel Historia De Terror 2024

La Bruja De San Miguel Historia De Terror… Esto me pasó hace algunos años y la verdad casi no me gusta charlar de esto, porque no sé qué sucedió en realidad ese día, no creo haberlo imaginado, pero se los comparto y ustedes juzguen.

A pesar de que he vivido toda mi vida aquí en San Miguel, nunca había creído en aquellas historias que nos contaban mis abuelos acerca de las brujas que vivían en lo alto del cerro, y que en ciertas temporadas bajaban por las noches buscando niños pequeños, entonces las mamás tenían que poner veladoras y cruces de ocote en las puertas y ventanas de las casas, o tijeras bendecidas con agua bendita en forma de cruz, para evitar que se los llevaran.

Yo siempre pensé que nos contaban estas historias para asustarnos y que nos portáramos bien. Y también digo que a pesar de, porque en varias ocasiones me tocó ver aquellos puntitos luminosos saltando por todo el cerro, pero siempre traté de darles una explicación lógica, y no quedarme con aquella creencia de los viejos de que eran brujas volando dentro de bolas de fuego.

La noche que vivimos esa experiencia hubo una gran fiesta en el pueblo, la verdad es que nos quedamos hasta que se terminó el baile, se puso muy bueno.

Yo iba con una amiga y con Alfredo, mi primo. Ya como a eso de las dos y media de la madrugada le dije a Alfredo que me acompañara a dejar a mi amiga. Ella vive en una ranchería cercana como a unos quince minutos caminando desde aquí, atravesando a un costado del cerro.

Le caminamos tranquilos, la verdad íbamos bien a gusto platicando con mi amiga, aparte de que conocíamos muy bien ese camino, aunque estuviera así muy oscuro.

Llegamos sin problema, la dejé en la puerta de su casa, me despedí de ella, y Alfredo y yo dimos media vuelta y nos regresamos por donde habíamos venido, pero un tramo más adelante nos pasamos a una vereda aledaña, esa sí está más adentro del cerro de San Miguel y también está más tupida de árboles y vegetación, pero si le atajábamos un buen trecho, nos quedaba más cerca para llegar a casa, solo que sí está muy sola esa vereda, casi no pasa nada de gente por ahí en el día y mucho menos por la madrugada, y la verdad nos confiábamos porque nunca en la vida nos habían espantado por estos lugares.

Ya íbamos como a la mitad del camino cuando empezó a calarnos un poco el frio. Alfredo ya traía cara de sueño, yo solo me sentía un poco cansado, aun así, íbamos a buen paso.

La madrugada estaba muy silenciosa, solo se escuchaba un poco el soplido del viento, el sonido de los grillos y nuestros pasos sobre ese camino de gravilla. Desde hace rato que se nos habían quitado las ganas de platicar.

En esas andábamos cuando Alfredo se detuvo de pronto y me señaló un puntito de luz que se veía hasta arriba del cerro y me dijo todo asustado: «¡es una bruja!», y se quedó ahí parado mirando.

Al momento no le hice mucho caso, esas cosas se ven seguido por aquí y los habíamos visto muchas veces antes, pero entonces me dijo ya más asustado: «¡ya brincó!». Alfredo siempre había sido medio cobarde, así que no le volví a hacer mucho caso que digamos y me seguí caminando, pero al ver que no me alcanzaba, me detuve y me regresé, y sin querer que se me ocurre voltear hacia donde estaba mirando y vi como ese puntito de luz brincaba de la punta de donde estaba hasta la mitad del cerro, la verdad si me dio miedo, sentí un escalofrío en todo el cuerpo y entonces le grité a Alfredo: «¡vámonos!», pero ya no me contestó, volteé a todos lados buscándolo, se había esfumado, a lo lejos me pareció oír sus pasos corriendo en el bosque y después solo un fuerte alarido, poco después de eso ya no escuché nada.

La Bruja De San Miguel Historia de Terror

la-bruja-de-san-miguel-historia-de-terror
la-bruja-de-san-miguel-historia-de-terror

Le grité un par de veces, pero no me contestó, me quedé engarrotado y la verdad no supe que hacer, si correr al bosque a buscarlo o regresarme a casa y pedir ayuda, en esas andaba y sin quererlo volví a voltear hacía el cerro, aquel puntito de luz brincó otra vez, pero ahora lo hizo hacía más abajo, parecía que venía hacia ésta vereda donde estábamos, y ya no era un puntito luminoso perdido entre la maleza, se fue haciendo cada vez más grande conforme se acercaba, al cabo de unos segundos ya era una gran bola de fuego.

Ya ni la pensé y me eché a correr sobre la vereda hacia mi casa, sin voltear siquiera ni una vez, corrí a todo lo que podía, sentía que mi corazón se iba a reventar.

Todo esto fue cosa de unos cinco minutos, pero a mí el camino se me hizo eterno, cuando por fin vi la entrada del huerto de capulines de mi casa, en verdad respiré aliviado, pero el gusto me duró muy poco, porque en ese momento escuché como chocaba algo con mucha fuerza contra las ramas de los árboles detrás de mí, la verdad no quise ni voltear.

Aventé la puerta de la cerca y corrí esquivando los árboles, y en eso escuché que a mi costado, crujieron las hojas secas regadas sobre el suelo, como cuando se están quemando, yo sentí como si me jalaran de los pelos y un golpe muy fuerte en la espalda, las piernas se me desguanzaron y me fui de boca contra el suelo, intenté pararme pero ya no pude, había llovido y la tierra era un lodazal, solo recuerdo que algo apareció frente a mí, era algo parecido a unos pies, pero si les soy sincero, eso se parecía más a unas patas de guajolote envueltas en lumbre que piernas humanas.

Me cubrí la cabeza con las manos y cerré los ojos y empecé a rezar, les podría jurar que escuché el resoplido de la lumbre cortando el aire.

La verdad no paré de rezar ni un momento, no sé cuánto tiempo pasé ahí tirado sin moverme, esperando a que esa cosa me hiciera algo, hasta que dejé de escuchar el resoplar de la lumbre, abrí los ojos y ya no había nada frente a mí, solo olía mucho a chamuscado, me paré como pude y me metí a la casa.

Mi papá estaba en la sala viendo la televisión, cuando me vio entrar todo enlodado y me preguntó que me había pasado, como pude le expliqué, pero como que al principio no me creyó mucho, pensó que estaba borracho o algo así, pero creo que al final vio el espanto en mi cara y que no mentía, entonces despertó a mis dos hermanos y salimos a buscar a Alfredo.

Cuando cruzamos el huerto de capulines había hojas quemadas por todo el piso, como si fueran pisadas y seguía oliendo mucho a chamuscado, apenas salimos de la cerca, vimos que uno de los árboles de los más grandes, le habían quebrado varias de sus ramas en la parte de arriba.

Como todos llevábamos lámparas pudimos caminar más rápido hasta donde se había perdido Alfredo, ahí nos dividimos, mi papá y yo nos metimos al bosque y mis hermanos se siguieron sobre la vereda. Yo no podía dejar de estar volteando hacia el cerro a cada rato, y apenas veía algo raro, empezaba a sudar frío.

Estuvimos buscándolo un buen rato, ya había empezado a clarear. Nos sentamos a descansar sobre unas piedras grandes, cuando alcancé a escuchar un leve quejido que provenía de una de las barrancas al pie del cerro, me acerqué despacio, con miedo, pero al mirar al fondo vi que era Alfredo.

No era muy profunda la barranca, así que me bajé rápido hasta él, estaba todo revolcado, como si lo hubieran arrastrado sobre puras piedras, tenía sangre y heridas en la cara y en los brazos, como si lo hubieran arañado y muchas ampollas en su pecho. Yo me quedé ahí y mi papá se fue por ayuda. 

El Alfredo se pudo recuperar de casi todas sus heridas, pero las quemaduras en su pecho le dejaron cicatrices permanentes.

Cuando le preguntaron qué le había pasado aquella madrugada en el bosque, se puso serio y bajó la mirada, y juró que no se acordaba de nada, que lo último que recuerda es que se echó a correr al bosque cuando vio que aquella bola de fuego que bajaba del cerro hacia nosotros, y que se tropezó con algo en el camino que lo mandó al suelo, y que de ahí ya no recordaba nada.

Hasta el día de hoy yo no lo creo que no se acuerde, porque cuando le conté lo que a mí me había pasado, y aunque se quedó en silencio sin decir ni una sola palabra, vi el espanto y terror en sus ojos. No quiero ni imaginarme lo que él vivió, porque creo que yo corrí con algo más de suerte.

Alfredo si que se topo cara a cara con aquellas bolas de fuego, que a mi parecer son las brujas.

Autor: Luis Martines Vásquez

Derechos Reservados

Share this post

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Historias de Terror