El Laberinto De Las Brujas Historia De Terror 2023

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El Laberinto De Las Brujas Historia De Terror 2023

El Laberinto De Las Brujas, Historia De Terror… La noche del 31 de octubre, conocida como la noche de brujas, estaba llegando y el ambiente se llenaba de un aire misterioso y escalofriante. El cementerio, ubicado cerca de nuestra casa, se preparaba para el Día de los Muertos. Las personas colocaban ofrendas en las tumbas para honrar a sus difuntos. Mis padres decidieron arreglar la tumba de mis abuelos maternos, a quienes mi hermana Andrea y yo, Nick, amábamos profundamente. Queríamos ayudar, pero también nos atraía la belleza del cementerio, así que pedimos permiso para dar un paseo y admirar las ofrendas.

Aunque había rumores de que era peligroso estar en los cementerios durante esa noche, ya que los espíritus y las brujas vagaban libremente, tanto Andrea como yo no creíamos en esas supersticiones. No teníamos miedo en absoluto. Sin mencionar que aquel era el primer año en el que éramos lo suficientemente grandes como para que mis padres nos dejaran caminar por nuestra cuenta en el cementerio y realmente deseábamos aprovecharlo.

Había una leyenda por la cual aquel cementerio era muy conocido. Según la leyenda, el Laberinto de las Brujas era un lugar donde las brujas ancestrales habían sido enterradas en tiempos remotos. Se decía que durante la noche de brujas, estas brujas resucitaban y se reunían en el laberinto para llevar a cabo rituales oscuros y conjuros malignos. Las personas creían que el poder y la oscuridad emanaban de aquel lugar, convirtiéndolo en un imán para las fuerzas sobrenaturales.

La leyenda contaba que la entrada al Laberinto de las Brujas solo se revelaba en el Día de los Muertos, una vez al año, cuando la barrera entre el mundo de los vivos y el reino de los espíritus era más delgada. Mis padres nos otorgaron su permiso de ir a explorar siempre y cuando no demoráramos demasiado, por lo que ni cortos ni perezosos corrimos antes de que agregaran cualquier otra condición.

Recorriendo las tumbas y maravillándonos con los adornos, llegamos al fondo del cementerio. Allí, frente a nosotros, se encontraba una cueva que nunca habíamos visto antes. Estaba oculta entre la maleza, pero alguien había despejado el camino esa noche. La gran luna iluminaba el cielo y permitía que la entrada de la cueva se viera claramente. Curiosos, nos asomamos y notamos una luz brillante en su interior la cual nos causó gran curiosidad he intriga.

La leyenda nunca había mencionado ninguna caverna, sin mencionar que mi hermana me comentó que ya había visto esa caverna antes, solo que la entrada estaba tan cubierta de maleza que supo que sería imposible ingresar a la misma. Sin dudarlo, Andrea y yo, siendo gemelos y comprendiéndonos con solo una mirada, decidimos entrar a explorar la cueva. Avanzamos con precaución por un estrecho pasadizo, donde el suelo estaba húmedo y resbaladizo. Aun así, continuamos avanzando hasta llegar a una enorme caverna iluminada pero enigmática. No podíamos ver el techo, ya que estaba demasiado alto y solo podíamos distinguir una masa negra que se agitaba allí arriba. Las estalactitas brillaban misteriosamente con la luz, creando un ambiente mágico.

Sin embargo, nuestra admiración se vio interrumpida cuando la masa negra la cual descubrimos muy tarde, se trataba de murciélagos que descendió sobre nosotros repentinamente. Miles y miles de ellos volaban enloquecidos a nuestro alrededor, mientras nosotros gritábamos atemorizados. Por suerte, los murciélagos encontraron la salida de la cueva y desaparecieron. Ambos respiramos aliviados.

Continuamos explorando la caverna. La luz que iluminaba el lugar provenía de antorchas colocadas estratégicamente en las paredes, creando sombras danzantes que parecían tener vida, aliviados nos adentramos aún más en la caverna, cautivados por la misteriosa atmósfera que la envolvía. A medida que avanzábamos, escuchamos un susurro suave y sutil que parecía venir de todas partes a la vez. Nos detuvimos y nos miramos el uno al otro, preguntándonos si el otro también lo había escuchado.

El susurro se hizo más claro y distinto. parecía ser una especie de invocación o hechizo en un idioma desconocido para nosotros. Nos acercamos lentamente hacia la fuente del sonido, siguiendo las voces que parecían llamarnos.

Mientras avanzábamos cautelosamente, nos dimos cuenta de que la caverna estaba llena de símbolos y marcas místicas. Dibujos enigmáticos adornaban las paredes, representando antiguos rituales y conjuros. Cada paso que dábamos nos sumergía más en el misterio y la magia de aquel lugar.

De repente, escuchamos un suave susurro que parecía venir de lo más profundo de la caverna. Seguimos el sonido y nos adentramos aún más, hasta llegar a una pequeña abertura en la pared. Al asomarnos, vimos una sala oculta, iluminada por una única vela parpadeante.

Fue entonces cuando notamos en el centro de aquella sala una extraña piedra rectangular de gran tamaño. En su superficie plana, parecía una piedra de sacrificios, como mencionó Andrea mientras intentábamos recuperar el aliento. Sin creer en las supersticiones, me senté en la piedra para demostrarle a mi hermana que no había nada que temer. Ella me imitó y nos sentamos juntos.

De repente, escuchamos unos cánticos extraños que resonaban en la caverna. De cada rincón surgieron figuras encapuchadas, todas vestidas de negro. Sin dejar de entonar su letanía, nos rodearon y luego se quitaron las capuchas. Un grito de horror escapó de nuestros labios al ver sus rostros deformados. Eran brujas horribles, con algunos cabellos blancos colgando de sus cráneos y una piel verdosa. Sus ojos eran grandes y en algunas de ellas, ciegos y blancos. Sus manos, delgadas y con largas uñas afiladas, se asemejaban a garras.

Las brujas comenzaron a cantar y danzar a nuestro alrededor. En ese momento, de la nada unas serpientes salieron de la piedra y nos envolvieron, aprisionando nuestros cuerpos. Era evidente que nos convertiríamos en los sacrificados de esa noche de brujas. El terror se apoderó de nosotros.

Desesperados por escapar de aquella pesadilla, Andrea y yo buscamos una manera de liberarnos de las serpientes que nos aprisionaban. En un acto de valentía y desesperación, luchamos y nos retorcimos hasta lograr liberarnos de sus garras venenosas. Sin embargo, al mirar hacia la salida de la cueva, nos dimos cuenta de que las brujas la estaban cubriendo por completo. No teníamos más remedio que adentrarnos aún más en la oscuridad de la cueva.

Avanzamos con cautela, nuestros corazones latiendo desbocados mientras explorábamos los laberintos subterráneos de la caverna. Las paredes estaban húmedas y resbaladizas, y solo podíamos confiar en nuestros sentidos para encontrar una salida. El eco de nuestros pasos resonaba en el silencio, recordándonos constantemente la amenaza que nos rodeaba.

A medida que avanzábamos, notamos que el aire se volvía cada vez más pesado y cargado de un aroma fétido. Nos adentramos en pasajes estrechos y sinuosos, donde solo la luz tenue de nuestras linternas nos guiaba. Las sombras danzaban en las paredes, alimentando nuestra creciente sensación de terror.

De repente, llegamos a una bifurcación en el camino. Inciertos de cuál dirección tomar, nos detuvimos un momento para evaluar nuestras opciones. Fue entonces cuando escuchamos susurros provenientes de uno de los pasajes. Intrigados y temerosos, decidimos seguir el sonido, esperando encontrar alguna respuesta o ayuda en ese lugar sombrío.

Nos adentramos aún más en el pasaje, siguiendo los susurros que resonaban en nuestros oídos. A medida que avanzábamos, el ambiente se volvía más opresivo y oscuro, y la sensación de que algo siniestro nos observaba se intensificaba.

A medida que avanzábamos por el pasaje, los susurros se intensificaban, volviéndose más claros y distintos. Eran voces, voces que parecían susurrar conjuros y maldiciones en un idioma desconocido. El eco de nuestras propias voces se perdía en medio de aquel coro siniestro.

Finalmente, llegamos a una amplia sala subterránea, iluminada por velas parpadeantes. Allí, aún siendo buscados y perseguidos, encontramos un antiguo libro abierto sobre un altar de piedra. Sus páginas estaban escritas en un lenguaje arcano y sus símbolos parecían cobrar vida ante nuestros ojos. No entendíamos el idioma pero por suerte en una de las páginas parecía estar la forma de salir de laberinto y aquello podía entenderse por simple intuición. Por lo que decidimos tomar el libro y seguir huyendo.

Desesperados por escapar de aquel oscuro laberinto, Andrea y yo corrimos a través de los estrechos pasajes, tratando de alejarnos de las brujas que nos perseguían implacablemente. Nuestros corazones latían con fuerza mientras el terror nos impulsaba a seguir adelante.

En un momento de frenética carrera, llegamos a un lugar en el que las paredes de la cueva estaban decoradas con viejas pinturas. Las imágenes representaban escenas espeluznantes de sacrificios y rituales macabros. Era evidente que, durante muchos años, aquel lugar había sido testigo de horrores inimaginables.

Las pinturas eran vívidas y detalladas, mostrando a las brujas realizando rituales siniestros mientras cuerpos inermes yacían en el suelo, víctimas de sus oscuras prácticas. Aquella visión estremecedora solo nos recordaba que estábamos atrapados en un lugar maldito, un santuario de la maldad que había cobrado numerosas vidas.

Sin embargo, no teníamos tiempo para dejarnos llevar por el horror que emanaban las pinturas. Las brujas seguían pisándonos los talones, sus risas malévolas llenaban el aire. No había otra opción más que continuar avanzando en busca de una salida, aunque cada paso pareciera llevarnos aún más profundamente en la oscuridad.

Seguimos corriendo, nuestras linternas tambaleándose mientras el terror nos impulsaba hacia adelante. El laberinto de pasajes se volvía cada vez más enmarañado, dificultando nuestra progresión. Sin embargo, la determinación nos mantenía en movimiento, negándonos a rendirnos ante la pesadilla que nos acechaba.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad de huida, llegamos a un punto en el que el pasaje se bifurcaba nuevamente. La elección de nuestro siguiente camino era crucial, pero no había tiempo para pensarlo detenidamente. Optamos por el pasaje de la derecha el cual contenía un símbolo el cual había visto con anterioridad en aquel libro y continuamos corriendo, esperando que nos condujera a la libertad.

A medida que avanzábamos por el pasaje de la derecha, el ambiente se volvía más opresivo y asfixiante. El aire se llenaba de un olor rancio y un calor sofocante nos envolvía. Cada paso que dábamos parecía llevarnos más profundamente a las entrañas del laberinto subterráneo.

El pasaje se estrechaba cada vez más, obligándonos a avanzar agachados. Nuestros corazones latían con fuerza y la adrenalina seguía bombeando por nuestras venas mientras buscábamos desesperadamente una salida. Los susurros malignos parecían perseguirnos, sus voces resonaban en nuestras mentes, llenándonos de temor.

De repente, llegamos a un pequeño espacio abierto en el laberinto. Frente a nosotros, una puerta de piedra se alzaba imponente, cubierta de símbolos y marcas místicas. Una débil luz se filtraba por las ranuras de la puerta, creando un aura misteriosa a su alrededor. Era nuestra única esperanza de escapar de aquel lugar infernal.

Sin pensarlo dos veces, nos acercamos a la puerta y examinamos detenidamente los símbolos tallados en su superficie. Eran intrincados y desconocidos, pero algo en nuestro interior nos decía que teníamos que descifrarlos para abrir la puerta.

Por lo que sin muchas ideas comenzamos a hojear nuevamente las páginas de aquel libro. El libro era un compendio de magia y ocultismo, escrito en un idioma arcano que apenas podíamos comprender. Las ilustraciones en sus páginas representaban símbolos y conjuros, y sentíamos que contenía respuestas que podrían ayudarnos a escapar del laberinto de las brujas.

Con manos temblorosas, recorrimos las páginas cuidadosamente. A medida que avanzábamos, nos dimos cuenta de que había secciones dedicadas a la historia y los rituales de las brujas ancestrales que habitaban aquel lugar. Descubrimos relatos sobre su poder y su conexión con la magia oscura que impregnaba el cementerio y la caverna.

Sin embargo, en medio de las historias macabras, encontramos una sección que parecía contener las claves para salir del laberinto. Allí, entre las páginas desgastadas, había indicaciones ocultas en forma de símbolos y enigmas. El libro parecía estar ofreciendo una oportunidad de escape, pero sabíamos que no sería fácil descifrar sus mensajes.

Nuestros corazones latían con ansiedad y emoción, ya que sabíamos que nuestro tiempo se agotaba y las brujas seguían acechándonos, por lo que decidimos ponernos en marcha.

Tocamos algunos de los símbolos en el orden en el que el libro decía y para nuestra fortuna, la puerta se abrió, dándonos paso otra sección del laberinto pero está vez todo parecía ser línea recta. A medida que avanzábamos, el sonido de las brujas se desvanecía lentamente, pero no nos atrevimos a bajar la guardia. La oscuridad nos envolvía, pero las linternas revelaban brevemente destellos de lo que parecían ser inscripciones en las paredes del laberinto. Eran símbolos y palabras en un idioma antiguo y desconocido.

Nuestros ojos se detuvieron en una inscripción en particular, grabada con profundidad en la roca. Parecía una advertencia, una advertencia de los horrores que acechaban en aquel lugar prohibido. Sin embargo, no podíamos permitirnos distraernos por más tiempo. El peligro aún estaba presente.

Continuamos adelante, cada vez más decididos a encontrar una salida. Los pasajes se estrechaban y se torcían, desafiándonos a medida que avanzábamos. El laberinto parecía tener vida propia, como si nos atrapara en su telaraña de miedo y desesperación.

Sin embargo, casi como si fuera un milagro mi hermana reconoció uno de los símbolos del libro por lo que decidimos tomar aquel camino. Con el libro en nuestras manos, avanzamos con cautela, siguiendo las indicaciones que parecían estar marcadas en las paredes del laberinto.

Las brujas aún nos perseguían implacablemente, su risa retumbaba en nuestros oídos, alimentando nuestro terror. A cada paso que dábamos, parecía que el laberinto se cerraba a nuestro alrededor, empujándonos más hacia la desesperación.

El ambiente se volvía cada vez más oscuro y opresivo a medida que avanzábamos. Las sombras danzaban en las paredes, distorsionando nuestras percepciones y alimentando nuestros miedos. Pero continuamos adelante, aferrándonos a la esperanza de encontrar una salida y escapar de las garras de las brujas.

El Laberinto De Las Brujas Historia De Terror

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Que parecían acecharnos desde lo profundo de la oscuridad. Cada paso que dábamos resonaba en el silencio sepulcral del lugar, haciendo eco en nuestros oídos y recordándonos lo solos e indefensos que nos encontrábamos.

Nuestro camino nos llevó a través de pasillos retorcidos y habitaciones abandonadas, donde la presencia de las brujas se hacía cada vez más palpable. Susurros inquietantes se deslizaban por el aire, pareciendo surgir de todas partes a la vez, susurrando nombres desconocidos y prometiendo un destino terrible.

La tensión entre nosotros era abrumadora. Cada uno de nosotros se aferraba a su valentía y esperanza, pero nuestras fuerzas comenzaban a menguar. Las miradas cansadas y los rostros pálidos reflejaban el agotamiento físico y emocional que nos embargaba. Aun así, ninguno se atrevía a dar marcha atrás. Sabíamos que solo teníamos una oportunidad de escapar y no podíamos permitirnos fallar.

Finalmente, llegamos a una puerta entreabierta al final de un pasillo. La luz tenue se filtraba desde el otro lado, invitándonos a adentrarnos en un lugar desconocido. Nos miramos de vuelta, intercambiando miradas llenas de determinación y miedo. Sin palabras, nos preparamos para lo que sea que nos esperara al otro lado.

El pasaje nos condujo hacia la superficie, donde la luz de la luna iluminaba nuestro camino. Respiramos aliviados al sentir el aire fresco en nuestros rostros, libres al fin de aquel lugar tenebroso.

Miramos hacia atrás y vimos la puerta de piedra cerrarse tras nosotros, como si se hubiera tragado la pesadilla que vivimos. Sabíamos que nunca más volveríamos a ese lugar, pero también éramos conscientes de que las brujas aún estaban allí, esperando a nuevos incautos que se aventuraran en el Laberinto de las Brujas.

Nos tomamos unos momentos para recobrar el aliento y apreciar la libertad que habíamos obtenido. La luna llena brillaba en el cielo estrellado, y su suave luz iluminaba el paisaje que se extendía ante nosotros. Era un bosque frondoso, lleno de árboles altos y enredaderas que se entrelazaban entre sí.

Caminamos por el sendero que serpenteaba a través de los árboles, disfrutando de cada paso que nos alejaba de aquel lugar oscuro y siniestro. La paz y tranquilidad reinaban en el ambiente, y podíamos sentir cómo el peso del lo sucedido se desvanecía lentamente.

A medida que avanzábamos, comenzamos a escuchar los suaves sonidos de la naturaleza que nos rodeaba. El canto de los pájaros, el susurro del viento entre las hojas y el suave murmullo de un arroyo cercano nos recordaban que estábamos nuevamente en el mundo exterior, lejos de la opresión y la oscuridad.

Continuamos caminando durante un tiempo, sin un rumbo en particular. Simplemente nos dejamos llevar por el sendero, confiando en que nos llevaría a algún lugar seguro y acogedor. La sensación de libertad era abrumadora y nos llenaba de esperanza y renovada energía.

Mientras nos relajábamos, miramos al cielo y contemplamos las estrellas que brillaban con intensidad. Nos sentimos agradecidos por haber escapado de aquel lugar tenebroso y haber encontrado este remanso de paz en medio de la naturaleza.

Regresamos al cementerio, donde nuestros padres nos esperaban preocupados. Les contamos nuestra aterradora experiencia, pero decidimos omitir algunos detalles para no alarmarlos más de lo necesario. A pesar del susto, nos sentimos orgullosos de haber demostrado valentía y astucia para enfrentar aquel peligro.

Desde aquel día, el cementerio y el Laberinto de las Brujas se convirtieron en una advertencia constante en nuestras mentes. Aprendimos a respetar las leyendas y a no subestimar el poder de lo desconocido. Pero, sobre todo, aprendimos a confiar en nuestra intuición y a no dejarnos llevar por la curiosidad ciega.

Autor: Canek Hernández

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