El Departamento 13 Historia De Terror
El Departamento 13 Historia De Terror… Mis primeros recuerdos están teñidos de sombras y susurros, un pasado que me persigue como una presencia ineludible, una historia de terror que se despliega en las páginas de mi memoria, cuando era niño, mi mundo giraba en torno a mi padre y las cicatrices que el tiempo había grabado en su rostro, la ausencia de mi madre, cuya vida se desvaneció en el acto de darme la bienvenida al mundo, marcó la singular danza de nuestras vidas.
Mi padre, un hombre serio y trabajador, se esforzaba por proporcionar lo mejor para nosotros, sin embargo, tras esos esfuerzos, percibía una sombra, una mirada que sugería que yo era la causa de la pérdida de mi madre, el silencio en casa era interrumpido por los suspiros cargados de culpa que flotaban en el aire, a medida que crecía, absorbía la idea de que mi existencia era un recordatorio constante de la tragedia que nos había golpeado.
La timidez se apoderó de mi ser, y mi retraimiento me convertía en blanco fácil para los depredadores en la escuela, mis días transcurrían entre las risas burlonas y las sombras de la soledad, mi refugio, mi hogar, se volvía el único lugar donde las sombras no susurraban, donde la oscuridad no se burlaba de mi dolor.
Un día, mi padre anunció un cambio en nuestras vidas, nos mudaríamos a un nuevo hogar, lejos de las miradas compasivas y las risas maliciosas, el destino nos llevó a un departamento, al número 13, en ese nuevo capítulo, la trama de mi existencia tomó un giro oscuro.
Mientras mi padre descargaba nuestras pertenencias del automóvil, subí las escaleras con la anticipación de lo desconocido, el umbral del departamento 13 se abrió como una puerta a lo inexplorado, mi corazón latía con la esperanza de que esta mudanza trajera consigo un cambio en mi suerte.
Al entrar, me sorprendió la amplitud del lugar, mis pasos resonaban en un eco extraño mientras exploraba cada rincón. Llegué a una habitación que ofrecía una vista impresionante a través de la ventana, un paisaje de luces parpadeantes y sombras danzantes se extendía ante mí, como un telón de fondo surrealista.
Absorto por la belleza del panorama, mi atención se desvió hacia el interior de la habitación, un armario se alzaba en una esquina, su presencia ominosa era apenas perceptible, mis ojos, atrapados por el reflejo en el vidrio de la ventana, observaron cómo la puerta del armario se abría lentamente, revelando la oscuridad dentro.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, mis ojos se encontraron con el interior vacío del armario, pero la sensación de ser observado persistía, la ventana se convirtió en un espejo que reflejaba mi propio miedo, la puerta seguía entreabierta, como un portal a lo desconocido.
El terror me invadió, y corrí hacia la puerta, mi padre, ocupado con las cajas en la planta baja, apenas notó mi llegada. Intenté explicarle lo que había sucedido, pero sus ojos cansados solo me miraron con incredulidad, por lo que solo termino por ordenarme meter el resto de mis cosas y que me dejara de tonterías.
El miedo seguía latiendo en mi pecho mientras continuaba con la mudanza, la sombra en el armario había desaparecido, pero su presencia persistía en el aire, cada crujido del suelo resonaba con la sospecha de lo desconocido, aquel departamento, aparentemente hermoso, ocultaba secretos que se entretejían con las fibras de mi existencia.
Las noches se volvieron más inquietantes, susurros indistintos se filtraban por las grietas de las paredes, como ecos de un pasado inquieto, mi sueño era interrumpido por sombras que se movían en la penumbra, como figuras indescifrables en medio de la madrugada.
Las noches se volvieron interminables, mis pasos resonaban en los pasillos silenciosos mientras la oscuridad me envolvía, sombras danzantes se retorcían en la periferia de mi visión, desafiando la lógica y la realidad, mi mente se sumergió en la paranoia, atrapada entre la realidad y la fantasía.
Una noche, mientras yacía despierto en mi cama, la oscuridad se condensó en una presencia tangible, tres figuras sombrías se alzaron alrededor de mi lecho, susurros incomprensibles llenaron la habitación, el aire se volvió denso, como si la realidad misma se tambaleara en el abismo.
El armario, testigo silente de mis miedos, emitió un crujido ominoso, la puerta se abrió de par en par, revelando una oscuridad más profunda de lo que mi mente podía concebir, mis gritos se ahogaron en la marea de sombras mientras algo invisible envolvía mi ser.
Desperté sobresaltado, con el sudor frío pegado a mi piel, el reloj marcaba las horas de la madrugada, pero el recuerdo del horror persistía, mi padre, ajeno a mis pesadillas, continuaba su rutina diaria, como si el departamento 13 fuera solo un espacio más en su realidad.
Los días se deslizaron en una neblina de temor y desesperación, la línea entre la realidad y la pesadilla se desdibujaba con cada crepúsculo, mis gritos silenciosos se perdían en los rincones del departamento, donde las sombras se alimentaban de mi angustia.
El abismo en el armario se expandía, una puerta a un reino desconocido que amenazaba con devorar mi cordura, mis intentos de comunicar mi tormento a mi padre eran recibidos con indiferencia, el velo entre la realidad y la locura se estiraba cada vez más.
La delgada línea entre la realidad y la locura se extendía aún más, un sábado, mi padre partió temprano hacia el trabajo, dejándome solo en la casa, sin la distracción de la escuela, mis nervios y pensamientos se convirtieron en compañeros inquietantes, decidí sumergirme en la televisión mientras dejaba que mi imaginación fluyera a través de mis lápices y papel.
La rutina aparentemente normal se vio truncada cuando, sumido en mi mundo de dibujos y programas de televisión, un estruendo repentino resonó en la casa, la puerta del baño se azotó con fuerza, enviando ondas de terror que se propagaron por cada rincón de mi ser, con el corazón acelerado, me aventuré hacia el pasillo que llevaba al baño, enfrentando el miedo que se agitaba en mi interior.
Al llegar al pasillo, observé la puerta del baño cerrada, sin rastro de la causa del estrépito, la incertidumbre se apoderó de mí, pero traté de ignorarla y regresar a mis dibujos, sin embargo, la paz efímera se desvaneció cuando la televisión comenzó a cambiar de canales sin previo aviso, busqué frenéticamente el control remoto, pero parecía haber desaparecido en la oscuridad de la sala de estar.
Decidí apagar la televisión directamente, pero en lugar de extinguirse, el volumen aumentó a su máxima potencia, los canales se detuvieron en una película de terror, y la imagen congelada mostraba a un hombre gritando desesperadamente, con sus ojos llenos de pánico, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, y sin pensarlo dos veces, corrí hacia mi habitación, buscando refugio debajo de la cama.
Me sumergí en la oscuridad, temblando mientras los susurros de la televisión resonaban en mis oídos. Horas pasaron, y el cansancio venció mi temor, me quedé dormido, pero mi sueño estaba lejos de ser reparador, voces distorsionadas y sombras inquietantes danzaban en las fronteras de mi inconsciente.
Entre sueños, la voz de mi padre me llamaba por mi nombre, traté de responder, pero me encontré atrapado en un estado intermedio entre el sueño y la vigilia, sintiendo como si alguien tomara uno de mis pies, me jalaron bruscamente, arrastrándome desde mi escondite bajo la cama.
“¡Aquí estás!”, escuché una voz susurrante acompañada por la sensación de ser arrastrado por el suelo. Desesperado, luché por abrir los ojos, atrapado en una pesadilla surrealista, sin embargo, cuando finalmente logré vencer la resistencia de mis párpados, me encontré solo en mi habitación, estaba fuera de mi escondite y la oscuridad de la madrugada envolviéndome.
El silencio regresó, pero mi corazón seguía retumbando con los ecos de la experiencia, la realidad se había vuelto un laberinto de sombras, y la fina barrera entre lo tangible y lo ilusorio se desvanecía más con cada acontecimiento extraño, el departamento 13 se convertía en un escenario donde los miedos se manifestaban, y yo era el protagonista involuntario de esta obra macabra.
El alba llegó con la promesa de un nuevo día, pero la normalidad se había vuelto un lujo inalcanzable. Mi mente se aferraba a la esperanza de que estos eventos eran simplemente fruto de mi imaginación, pero la presión de lo inexplicable pesaba sobre mis hombros.
Mis días se volvieron una sucesión de sombras y susurros, mi padre, atrapado en su propio mundo de trabajo y recuerdos, no compartía mi realidad distorsionada, cada sombra, cada crujido, se convertía en un eco de la tragedia que envolvía el departamento 13.
La ventana que antes me ofrecía un panorama hermoso ahora se transformaba en una pantalla donde se proyectaban mis miedos más oscuros, la luz del día no disipaba las sombras que se aferraban a cada rincón de mi ser, la esencia del mal parecía impregnar las paredes, alimentándose de mi angustia y temor.
La soledad se volvía un compañero constante, y mis intentos de compartir mi pesar con mi padre caían en oídos sordos, el departamento 13 se había convertido en una prisión de la que no podía escapar. La línea entre lo real y lo imaginario se desdibujaba con cada paso que daba en ese lugar maldito.
Los días continuaban su marcha inexorable, pero mi percepción del tiempo se distorsionaba en el entorno claustrofóbico del departamento 13, otra experiencia inquietante se inscribió en las páginas de mi existencia, tejiendo un relato de horror que se enredaba cada vez más con la realidad.
En una tarde sombría, mientras el sol se escondía tras las sombras de los edificios vecinos, me encontraba solo en la sala de estar, mi padre, absorbido por sus responsabilidades laborales, era un espectro distante en mi vida, decidí sumergirme en la distracción aparente de la televisión, buscando un escape de las tensiones que se acumulaban en el aire.
La pantalla parpadeó, revelando imágenes y sonidos que anticipaban algo más oscuro, aunque intenté ignorar el presentimiento que se apoderaba de mí, la atmosfera en la sala cambió sutilmente, el zumbido de la estática resonaba en mis oídos, creando una sinfonía discordante que me envolvía.
De repente, las luces parpadeantes arrojaron sombras grotescas sobre las paredes, un frío inexplicable se apoderó de la habitación, congelando el aire en mi garganta, con el control remoto en mano, intenté cambiar el canal, pero la televisión parecía tener una voluntad propia.
Las imágenes en la pantalla se distorsionaron, formando figuras indistintas y rostros deformes, la estática se intensificó hasta convertirse en un susurro siniestro que se entrelazaba con los latidos acelerados de mi corazón, traté de apagar la televisión, pero el botón se resistía a mi presión.
En un momento la sala se sumió en la oscuridad, una negrura impenetrable me envolvía, los susurros se intensificaron, formando palabras indescifrables que parecían susurrar secretos de la eternidad, una sombra se deslizó por la sala, retorciéndose como una criatura de pesadilla.
La temperatura descendió, y mi aliento se materializaba en el aire gélido, en el rincón más oscuro de la sala, surgió una figura sombría, sus ojos, dos puntos de luz inhumana, se fijaron en mí, paralizado por el terror, me vi atrapado en la mirada de lo inexplicable.
El murmullo de voces creció hasta convertirse en un coro de lamentos y suspiros de almas atrapadas en la penumbra. La figura avanzó lentamente hacia mí, sus contornos deformándose con cada paso. Mis intentos desesperados por gritar quedaron atrapados en mi garganta, ahogados por la presión invisible que se cernía sobre mí.
El Departamento 13 Historia De Terror
En un instante, la figura desapareció, disolviéndose en las sombras que llenaban la sala, la luz regresó, pero la sensación de opresión perduró, me encontraba solo en la sala, con la certeza de que algo más allá de mi comprensión había hecho su presencia.
Las noches se volvieron un desfile de sombras danzantes y susurros inquietantes, cada rincón del departamento 13 parecía albergar secretos oscuros, y la fina línea entre la cordura y la locura se desvanecía en la oscuridad que se extendía como un manto sobre nuestras vidas, ¿Acaso éramos prisioneros de nuestro propio temor, o había algo más siniestro que aguardaba en las sombras de este lugar maldito? La respuesta se ocultaba en la penumbra, esperando a ser descubierta en los capítulos inexplorados de esta pesadilla interminable, un día cuando, de regreso a casa, divisé un pequeño puesto que vendía crucifijos y figuras sacras.
Mi padre no era una persona religiosa, y como resultado, yo tampoco lo era, las tradiciones y creencias religiosas se deslizaban por la periferia de mi comprensión, dejándome con más preguntas que respuestas, aunque no entendía del todo la mecánica detrás de estas figuras sagradas, algo en mi interior resonó con la idea de que los crucifijos tenían el poder de ahuyentar presencias malignas.
Mis conocimientos en la materia eran limitados, pero las imágenes que había visto en programas de televisión me habían dejado una impresión duradera, sin pensarlo dos veces, decidí comprar un pequeño crucifijo en el puesto, mi presupuesto ajustado limitó mi elección a uno modesto, pero eso no disminuyó mi esperanza de que esta pieza de metal y madera pudiera brindarme un poco de paz en medio de la oscuridad que acechaba en mi hogar.
Al llegar a casa, coloqué el crucifijo en la pared, cerca del oscuro rincón donde había experimentado por primera vez lo paranormal, aunque no comprendía completamente el simbolismo detrás de esta cruz, la esperanza se anidó en mi pecho como una pequeña luz titilante.
Esa noche, me acosté con la expectativa de un sueño tranquilo, la presencia del crucifijo en mi habitación me otorgaba un consuelo momentáneo, una creencia incipiente en la protección que podía brindar, sin embargo, la realidad se distorsionó una vez más cuando fui despertado por susurros que resonaban en las sombras de mi habitación.
Los murmullos eran apenas audibles al principio, pero crecieron en intensidad hasta convertirse en una cacofonía de voces indistintas, traté de ignorarlos, pero la inquietud se apoderó de mí, cubrí mis oídos con las manos en un intento de bloquear los sonidos inquietantes que se arremolinaban en el aire.
De repente, una risa macabra resonó en la habitación, una carcajada que se entrelazaba con los susurros perturbadores, mi mirada se dirigió hacia el crucifijo, que yacía en la pared como un testigo mudo de la pesadilla que se desarrollaba a su alrededor, para mi horror, vi cómo la pequeña cruz comenzaba a moverse lentamente, retorciéndose hasta quedar invertida, formando la figura de una cruz satánica.
El terror me envolvió como un sudario, la madera crujía y el metal rechinaba mientras la cruz adoptaba su posición antinatural, el susurro se intensificó, tomando forma de risas diabólicas que resonaban en la oscuridad de mi habitación, me sentí atrapado en una pesadilla viva, incapaz de escapar de la presencia maligna que parecía desafiar la protección supuesta del crucifijo.
Aterrado, permanecí en la cama, observando impotente cómo la cruz invertida se balanceaba lentamente en la pared, la risa macabra se desvaneció gradualmente, dejando un silencio ominoso que colgaba en el aire como una neblina espesa.
Mis ojos se encontraron con la cruz invertida, y en ese momento, sentí la mirada fría y penetrante de algo que estaba más allá de mi comprensión. La oscuridad se cernía sobre mí, y mi mente se debatía entre la lógica y lo inexplicable, cuando finalmente logré cerrar los ojos, me sumí en un sueño intranquilo, plagado de sombras danzantes y risas que resonaban en las profundidades de mi subconsciente.
Al despertar, me encontré solo en mi habitación, el crucifijo yacía en su lugar original, aparentemente inofensivo y estático, la realidad de la experiencia nocturna se desvaneció como un sueño efímero, dejándome con la duda y la certeza de que el departamento 13 albergaba secretos oscuros que desafiaban toda lógica y comprensión, la cruz invertida, ahora un testigo silente en la pared era un recordatorio constante de la fina línea que separaba mi mundo de las fuerzas más allá de mi comprensión.
El último día en el departamento 13 llegó como una paleta de colores sombríos, pintada con los recuerdos tormentosos que habían marcado mi estancia en aquel lugar maldito, fue un domingo, un día que debería haber sido de reposo y paz, pero la realidad del departamento tenía otros planes para mí.
Las noches sin dormir se acumulaban, dejando mi mente exhausta y mi cuerpo al límite de la resistencia, a menudo, me sumía en un estado de seminconsciencia debido al cansancio acumulado. En ese último día, mi padre había salido para comprar algo de comida, dejándome solo en el departamento que se había convertido en un calabozo de sombras y susurros.
Intenté dibujar para distraerme, pero la inspiración se desvanecía en las sombras de mi mente fatigada, fue entonces cuando los susurros comenzaron de nuevo, más audibles que nunca, provenían de la cocina, y aunque había aprendido a ignorarlos, algo en esa ocasión me impulsó a investigar.
Al asomarme hacia la cocina, una visión macabra se desplegó ante mis ojos, tres hombres idénticos estaban parados allí, sus cuerpos parecían haber sido consumidos por el fuego, dejando una piel quemada y carbonizada, sin embargo, lo más aterrador eran sus ojos, completamente blancos, como si la luz de sus almas se hubiera extinguido.
La sorpresa y el horror me golpearon como un puñetazo en el estómago, y antes de que pudiera procesar lo que veía, caí en un estado de inconsciencia, mi mente parecía colapsar ante la presión de lo sobrenatural, no sabía cuánto tiempo había pasado cuando desperté, pero mi padre estaba a mi lado, con la preocupación plasmada en su rostro.
Según él, me había encontrado en el suelo de la cocina, convulsionando y con la mirada perdida, mi desmayo había sido tan abrupto que mi padre, preocupado, decidió llevarme de inmediato al hospital. Mientras recobraba la conciencia en la sala de emergencias, mi mente se debatía entre la realidad y las imágenes distorsionadas de aquellos hombres quemados con ojos blancos.
El diagnóstico médico no arrojó ninguna explicación concluyente para mi desmayo, los médicos sugirieron la fatiga y el estrés acumulado como posibles causas, pero algo dentro de mí sabía que la verdad iba más allá de la explicación científica.
Mi padre, convencido por el episodio traumático, finalmente aceptó la idea de mudarse a otro departamento. La decisión de abandonar el lugar maldito se materializó como un rayo de esperanza en medio de la oscuridad, jamás volví a saber del departamento 13, pero las cicatrices emocionales persistieron como recordatorios de las horribles experiencias vividas entre sus muros.
Aunque los años han pasado, la sombra de aquellos eventos sigue acechando en las profundidades de mi memoria, estoy convencido de que lo que me atormentó en el departamento 13 no fue una ilusión de la mente agotada, algo más allá de la comprensión humana residía en aquel lugar, algo que persiste en el rincón más oscuro de mi conciencia, la mudanza marcó el fin de un capítulo aterrador, pero sé que las sombras nunca se disiparán por completo.
Autor: Aurora Escalante
Derechos Reservados
Deja un comentario