Pacto Con La Bruja Historia de Terror

Pacto Con La Bruja Historia de Terror

Es curioso cómo va cambiando la vida, un día lo tienes todo y al otro solo el recuerdo de lo que fuiste, cuento mi historia Pacto Con La Bruja Historia de Terror porque ya no tengo nada que perder.

Hace tres años tenía todo lo que podía esperar de la vida, un esposo que me amaba, responsable que se aseguraba de que nunca nos faltara nada, una casa hermosa en una zona residencial de Puebla, una camioneta del año y por como si no fuera suficiente la vida nos bendijo con la llegada de nuestro primer hijo, Raúl.
Fue así por algunos años, hasta que la empresa de mi esposo fue denunciada por fraude. Trabajaba en una constructora que hacía obras para el gobierno, después de años creyendo que era un negocio honesto descubrieron que los materiales que se usaban eran de muy baja calidad, el gobierno demandó y cerraron la constructora, dejando a miles de personas sin trabajo.
Mi esposo estuvo buscando trabajo por meses, pero nunca pudo encontrar algo que se pareciera al que tenía, terminó dando clases en algunas universidades de Puebla, nuestra calidad de vida comenzó a decaer, vendimos la casa y compramos un departamento pequeño en una zona común, vendimos también la camioneta y nos compramos un coche pequeño, tuve que dejar a Raúl en una guardería para poder trabajar también. Encontré un trabajo de medio tiempo como recepcionista en un consultorio dental y con eso lográbamos cubrir algunos gastos básicos.
Después de un año buscando e intentando mejorar nuestra vida económica sentí que por fin estábamos agarrando el ritmo de nuevo. Fue entonces cuando mi esposo enfermó, una enfermedad extraña que los doctores no sabían predecir. Fuimos de un hospital a otro, mi esposo cada vez estaba más débil y cansado, nadie podía decirnos lo que tenía. Tenía un dolor recurrente en la cabeza, a veces en todo el cuerpo, solo los parches de morfina aliviaban su dolor. No era cáncer, no era una bacteria, no era nada. Veía como su vida se iba entre mis brazos sin poder hacer nada. Después de meses de estudios, cansado de tanto, mi esposo me dijo que prefería descansar en casa, que ya no quería seguir viendo a doctores, solo quería estar con nosotros e irse en paz si eso era lo que Dios quería. Y así lo hicimos. Su partida me dejó devastada, estuvimos juntos casi 15 años y ahora tenía que continuar mi vida sin él, Yo apenas tenía 30 años ¿Qué se supone que haría los 50-60 años que me quedaban? Tenía a Raúl, pero la relación con los hijos es diferente, mi otra mitad se había ido, estaba incompleta ahora, y lo estaría hasta mi muerte.
Había pedido muchos préstamos para pagar los doctores y los medicamentos que aliviaban el dolor de mi esposo y sin su ingreso ahora estaba más endeudada que nunca. Pensé en vender el departamento, pero entonces ¿En dónde viviríamos? Vendí el coche y empecé a moverme en transporte público, aun así, no pude reducir mis deudas ni a la mitad, estaba desesperada. Fue entonces cuando, como por arte de magia, me llamó un número desconocido, para ese entonces no contestaba llamadas de extraños porque generalmente era el banco cobrándome, pero ese día decidí que era la hora de dar la cara, tal vez podría llegar a un acuerdo, dar pagos más pequeños, así que contesté. Cuando la voz al otro lado dijo que era abogado, se me hizo un hoyo en el estómago, pensé que alguno de los prestamistas me había demandado por falta de pago, que me iban a embargar o algo así, pero después dijo algo de herencia, entonces puse más atención. Resulta que una tíatatarabuela de parte de mi mamá había muerto, al no tener hijos yo era su pariente más cercano y me había dejado todo a mí, a nosotros. Vivía en un pueblo a las afueras de la ciudad, yo jamás había escuchado de ella, pero mis datos y los de mi mamá coincidían. No estaban muy claros los términos, pero al parecer esta sería mi salvación, podía liquidar mis deudas y volver a vivir, tal vez no como antes, pero tener un poco de paz. Me reuní con el abogado y efectivamente era una herencia grande, una casa en un pueblo llamado Santa Isabel Tlanepantla y una suma de dinero que alcanzaba para cubrir mis deudas y mantenernos un par de años sin tener que trabajar. Solo había una condición, teníamos que vivir en el pueblo, al menos por dos años. Acepté.

Cuando llegamos no conocíamos a nadie, quería que Raúl tuviera amigos, que no sintiera tanto el cambio de la ciudad al pueblo entonces empezamos a reunirnos con algunos vecinos que tenían hijos de la misma edad. Platicaba con ellos mientras los niños jugaban, Raúl se veía feliz, a veces me preguntaba cuándo volveríamos a la ciudad y yo me limitaba a cambiar el tema, con el tiempo lo fue olvidando.

Los vecinos me contaban historias y leyendas del pueblo, algunas de ellas daban escalofríos, me parecían relatos interesantes y entretenidos, cuentos para asustar a los niños nada más, jamás imaginé lo que me tocaría vivir.

Según las leyendas, hay una temporada del año en la que, los nahuales, las brujas y todo lo paranormal se expone más; en invierno. Precisamente nosotros llegamos al pueblo en noviembre, unas semanas antes de la feria. Al principio no le tomé importancia, pero el día de la feria, antes de salir de casa, Raúl jugaba con nuestra perrita en el jardín, era de noche y hacía frío, salí para ponerle un suéter y entonces vi a una mujer posada sobre un árbol, acechando. En ese momento no sabía lo que era, sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo, entramos a la casa, intenté mantener la calma para no asustar a Raúl, pensé que probablemente era una vecina que estaba recolectando frutos del árbol, pero ese día y a esa hora, todos estaban listos para ir a la feria. Cuando salimos de la casa me encontré con una de las vecinas y le platiqué lo que había visto, se puso seria y me dijo que debía tener mucho cuidado con Raúl, nunca dejarlo solo y que si volvía a pasar acudiera a ella, tenía un libro antiguo con algunos rituales de protección que podíamos hacer en la casa para intentar proteger a Raúl, pero con las brujas nunca se sabe.

A la noche siguiente, escuché a mi perrita ladrando afuera, pero pensé que había visto algún ratón, ya que en esa casa abundaban, pero cuando salí a colgar la ropa la vi tendida en el suelo sin moverse, me acerqué y me di cuenta de que estaba muerta, rompí en llanto y miré alrededor buscando la causa de su muerte y estaba ahí, sobre el mismo árbol, la bruja. Raúl estaba dentro de la casa dormido, así que me di el valor de verla bien, directo a los ojos, retándola. La bruja voló, hacia mí, me cubrí, pensando que me haría daño, pero solo pasó de largo, cerca de mí, pude sentir el viento que provocó su vuelo. Corrí a la casa asustada, tomé a Raúl y nos fuimos a la casa de la vecina. Les conté lo que había pasado y me ofrecieron pasar ahí la noche, estuve de acuerdo, algo me decía que la bruja no se daría por vencida tan fácil.
Después de dormir a Raúl fui a la cocina y ahí estaba mi vecina, me ofreció un té caliente y un pan para el susto, me explicó que esas apariciones son comunes en estos días, me dijo que en las fiestas siempre se llevan a los niños. Rompí en llanto de desesperación. En ese momento la conversación fue interrumpida por la mamá de mi vecina, era una mujer muy anciana, quería decirme algo, pero su hija la interrumpió y entre regaños la llevó de vuelta a su habitación.
Esa noche tuve un sueño horrible, estaba en un lugar obscuro, una cueva, hacía mucho frío y el viento silbaba entre las paredes, empecé a caminar, buscando una salida, vi a una persona agachada en un rincón, le dije “hola” para llamar su atención, se levantó lentamente y me vio, era la mujer del árbol, era la bruja, me decía que el destino de Raúl estaba sellado y que no había nada que pudiera hacer para cambiarlo, entonces comenzó a reír, su risa hacía eco en la cueva, intenté alcanzarla, pero por más que corría no avanzaba, quería golpearla, desaparecerla de nuestras vidas, grité y lloré, pero todo fue en vano. Desperté acelerada, Raúl estaba junto a en el sillón, me tranquilizó saber que solo había sido un sueño, pero la idea de que la bruja tuviera razón no me dejó dormir.
En la mañana, me levanté y fui a la cocina para prepararme un café, dejé a Raúl dormido en el sillón, me sorprendió ver a la anciana sentada en la mesa de la cocina, ya había preparado el café, parecía que me estaba esperando. Me dijo que había una forma de alejar a la bruja; me contó la historia de cuando ella era niña y la bruja había ido por ella. Todo era igual a lo que estaba pasando con Raúl. Me contó que su mamá había hecho un pacto con la bruja, que tenía que ir al atardecer a la cueva del tercer cerro y hacer un sacrificio para la bruja, un sacrificio de acuerdo con la edad del niño, y regresar cada año, nadie debía saberlo o el pacto se rompería; entonces me entregó un papel con un ritual escrito en otra lengua y me dijo que antes del sacrificio debía leerlo.
Esa misma tarde le pedí prestado su coche a la vecina sin decirle a donde iría, pasé a una veterinaria a comprar un ratón y me dirigí hacia el tercer cerro. Intenté acercarme lo más que pude con el coche, pero llegó un punto en el que tuve que bajar y seguir a pie. No sé cuanto tiempo caminé, el atardecer ya estaba cayendo, creí que sería fácil encontrar la cueva, pero ya llevaba mucho tiempo caminando sin verla; entonces una lechuza se posó en un árbol y sentí que debía seguirla, tomo vuelo bajo e iba parando, posándose en los árboles, como si me estuviera esperando, la seguí unos minutos más y llegamos a la cueva. Entonces saqué el papel que me dio la anciana y leí el ritual, saqué al ratón de su caja y con una piedra que tomé de los alrededores, le estrellé la cabeza. Sentí como algo dentro de mí cambiaba, nunca había sido capaz de matar algo, pero en ese momento sentí que haría lo que fuera por Raúl. Me alejé de la cueva, empezaba a obscurecer, pero logré ver como algo salió de la cueva y devoró al ratón.

Cada año sin falta la bruja me dice que quiere. Este año casualmente llegó a mi puerta el anuncio de una ranchería cercana al pueblo donde promocionan la venta de caballos.

Cuando llegué a la ranchería la anciana estaba ahí, esperándome. Me preguntó por Raúl y le dije que todo había funcionado como ella me había dicho. Entonces su cara se puso seria y me dijo, cuando mueras, tu hijo se hará cargo de los sacrificios y cuando sea anciano como yo, tendrá que señalar a un niño de 5 años para que la bruja vaya por él, de lo contrario tu familia cargará con la maldición por generaciones.
Ahí fue cuando entendí que la anciana había señalado a Raúl, mucho antes de llegar al pueblo, toda mi desgracia, todo lo que perdí había sido por ella, para librarse de su maldición y ahora era nuestro turno condenar a otra familia.
 
Autor: Mariana Peregrina
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