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La Perra Demonio 2022

La perra demonio… Soy hijo de migrantes, mis padres eran del sur de Veracruz, se cruzaron de forma ilegal cuando mi madre ya estaba embarazada, por eso yo nací en Estados Unidos.

Tanto mi papá como mi mamá trabajaron en las Torres Gemelas, cada uno en una torre diferente, eran del personal de limpieza.

Cuando ellos murieron yo tenía 7 años.

Después de eso terminé en un orfanato, tuvieron que pasar 3 años para que una pareja me adoptara.

Mi nuevo padre era estadounidense, pero mi nueva madre era mexicana, había adquirido la ciudadanía estadounidense después de casarse con mi padre adoptivo.

Mi padre adoptivo se llamaba Mike, y mi madre adoptiva se llamaba Rafaela, fueron unos padres maravillosos, hasta que, cuando yo tenía 21 años, un malnacido entró a la casa durante la madrugada, quería robar, mi padre intentó evitarlo y ese desgraciado lo mató, después le hizo cosas terribles a mi madre antes de matarla.

Yo no estaba en la casa cuando eso sucedió, estaba en la fiesta de unos amigos, hasta el día de hoy siento culpa, porque estoy seguro de que si yo hubiera estado en la casa, las cosas hubieran sido muy diferentes.

Después de perder a mi segunda familia decidí volver a México, ya no tenía nada que me atara a Estados Unidos.

Yo sabía que tenía tíos, primos y abuelos en Veracruz y aunque había perdido contacto con ellos luego de que mis primeros padres murieron, sabía que la familia que tenía en Veracruz me iba a recibir con los brazos abiertos.

Mi abuela se llamaba Rosa, y yo tenía el dato de que ella vivía en un pueblo que estaba casi llegando a Oaxaca.

El viaje para llegar hasta allá fue agotador, nada más, contando a partir de la frontera hasta mi destino, conté más de 7 paradas en diferentes pueblos, además de las veces que el autobús se detuvo para que comiéramos algo y fuéramos al baño.

El viaje fue un calvario para mi espalda y también para mi cuello.

Después de más de 24 horas de viajar en autobús, llegué a la central de la ciudad más cercana, de ahí tuve que tomar otro transporte de media hora para llegar al pueblo.
El pueblo ese estaba divido en 3 localidades, eso yo no lo sabía hasta que llegué ahí, cada localidad estaba separada entre sí por muchos kilómetros, si yo iba hasta la localidad equivocada perdería muchas horas.

Caminé por la orilla de las vías del tren mientras buscaba algo de comer, no tardé mucho en encontrar un puesto de hot dogs, ahí cerca había otras cosas más mexicanas, pero, aunque mi primera madre sí hacía platillos mexicanos, mi madre adoptiva jamás los preparó, sí cocinaba, pero comidas europeas que le gustaban a mi padre.

El puesto de hot dogs lo atendían 3 señoras, muy amables por cierto, ellas se dieron cuenta de que yo no era de ahí, físicamente sí lo parecía, pero mi forma de vestir me delataba.

Me preguntaron quiénes eran mis familiares, yo no entendía cómo era que habían llegado a la conclusión de que tenía familiares ahí, pero, según las mismas palabras de las 3 señoras, nadie iba a ese pueblo de turista, todo el que iba era porque tenía familiares ahí.

Les conté que estaba buscando a mi abuela, que se llamaba Rosa, y que no tenía idea de en cuál de las 3 comunidades vivía, afortunadamente una de ellas conocía a mi abuela, al parecer era la única mujer que se llamaba Rosa y que tenía un nieto que había nacido en Estados Unidos.

Esa señora me explicó cómo llegar, entonces, después de terminarme mi hot dog, caminé hasta un puente que me permitía cruzar las vías del tren, ya estando del otro lado pedí un taxi y ese taxi me dejó en el panteón, porque, debido a las pésimas condiciones de las calles, no podía dejarme en la casa de mi abuela.

Afortunadamente la casa de mi abuela no estaba tan lejos del cementerio, eran tan solo 2 cuadras.

Una cosa que me llamó la atención del panteón es que no tenía muros, rejas, ni nada, literalmente uno podía entrar caminando al panteón por el lugar que mejor le parezca, no había una entrada de referencia.

Era muy extraño para mí, porque al menos en Estados Unidos, los panteones no son de esa forma.

Finalmente llegué a la casa de mi abuela.

Resulta que en realidad había 3 casas, el terreno de mi abuela era gigantesco, abarcaba la mitad de toda la cuadra, la casa principal era la que estaba al frente, de color naranja, pero no había puerta para entrar desde la banqueta, entonces entré por el portón que estaba abierto.

Caminé por el patio, ahí fue que vi que al fondo del terreno había 2 casas más y un corral donde tenía animales.

Ahí en el corral había unos niños jugando con los patos, uno de ellos se acercó corriendo a mí y me preguntó a quién estaba buscando, que el era hijo de Ramón y que si estaba buscando a su papá mejor volviera en otro momento porque estaba trabajando.

Yo recordaba que uno de mis primos se llamaba Ramón, pero ese primo era menor que yo, y no parecía ser posible que tuviera un hijo de 6 años.

No le respondí nada al niño, solo me di media vuelta, entonces, de la casa principal salió mi abuela, ella me reconoció, nos abrazamos.

Entramos a la casa y tuvimos una extensa plática sobre todo lo que había pasado, entre tantas cosas, la más importante era que mi abuelo había muerto el año anterior.

Durante una semana mi abuela estuvo invitando a cada uno de mis tíos y primos para que me conocieran, y así yo me fuera familiarizando con todos ahí, los primeros fueron los 2 primos que vivían en las casas del terreno de la abuela.

La abuela me asignó un cuarto que no utilizaba y ahí ya me quedé yo.

El 21 de octubre fue el cumpleaños de la abuela, todos nos reunimos para hacerle una comida, y mi familia aprovechó para decirme que durante el día de muertos se levantaría un altar para el abuelo, además de que pasaríamos toda la noche en el panteón, acompañándolo.

Se organizó todo y cada quién se le asignó en qué iba a ayudar.

Esa noche unos primos y yo nos fuimos a una cantina, era de uno de los tíos, por eso, a pesar de que la cantina cerró a las 11 de la noche, nosotros nos quedamos adentro tomando.

Ahí había una rocola, de todas las canciones que estábamos escuchando, hubo una que me llamó la atención por lo que decía, hablaba sobre un tipo que se había enamorado de una bruja cuando la vio volar a las dos de la mañana, la canción contaba como la bruja se había llevado a ese hombre y lo terminó convirtiendo en una maceta.

Yo aproveché para preguntarle a mis primos que tan ciertas eran las historias sobre brujas, agregué que allá en Estados Unidos, por lo menos en la ciudad en la que yo vivía, no había casi nada de creencias en ese tipo de historias.

Mis primos se miraron entre ellos de forma extraña, y me preguntaron qué me había dicho exactamente la abuela sobre la muerte del abuelo.

Me puse a hacer memoria, lo que la abuela me había dicho era que a mi abuelo le había dado un infarto, pero eso era todo, no me había dicho el porqué.

Mis primos comentaron que había algo que la abuela no me había dicho, y que, para entender todo, debíamos ir hasta el lugar en el que había muerto el abuelo.

Salimos de la cantina, caminamos por la comunidad hasta llegar a la plaza, nos sentamos en unas bancas de concreto y mis primos me contaron una historia.

Mucho tiempo atrás, cuando la comunidad recién había sido habitada, un señor de mucho dinero había construido su casa muy lejos de todas las otras casas, más allá del campo santo.

En esa casa vivía el señor con su esposa y con su hija.

Ellos eran envidiados por el resto de la comunidad, su comportamiento déspota no ayudaba en nada, no encajaban con los demás.

En cierto punto, la hija empezó a meterse en la brujería, no tardó mucho en empezar a realizar rituales en los que sacrificaba animales para ofrecérselos a un demonio en específico.

Lo que la hija quería era aprovechar que durante el Día de Muertos se habría un portal, para que el demonio cruzara y así traerlo a este mundo.

Pero al parecer el sacrificio de simples animales no iba a funcionar para lograr su objetivo, por eso empezó a ofrecerle sacrificios humanos a ese demonio.

Comenzó con una viejita que vivía sola, después quiso hacer lo mismo con una niña, pero esa niña tenía un perro muy fuerte y muy bravo, y, cuando al dar la media noche del día de muertos, la niña no volvió a su casa, los padres soltaron al perro y le ordenaron que encontrara a la niña.

Ese perro llegó hasta el patio de la familia de dinero, ahí la muchacha estaba en medio de un ritual, el demonio ya había sido invocado y solo le faltaba poseer el cuerpo de la niña para poder encarnar hacia este mundo.

El perro, tratando de salvar a la niña, se abalanzó brutalmente contra la joven bruja, ella intentó lanzar un hechizo contra el animal, pero perdió el control y lo que ocasionó fue que su alma se intercambiara con la del perro.

Entonces el alma del perro quedó dentro del cuerpo de la bruja, y el alma de la bruja quedó dentro del cuerpo del perro.

El demonio aprovechó para mezclarse con el alma de la bruja, pero el demonio no se había dado cuenta que el alma de la bruja estaba dentro del cuerpo del perro.

Entonces el alma de la bruja, el demonio, y el cuerpo del perro quedaron fusionados, creando así a La Perra Demonio, por desgracia para el demonio, el cuerpo del perro no tuvo la suficiente fuerza para aguantar la fusión, entonces la criatura volvió al infierno.

La pobre niña había presenciado todo aquel horrible suceso, ella corrió hasta su casa y les contó a sus padres lo que había pasado, entonces ellos, junto con la demás gente de la comunidad, fueron hasta la casa de la familia de dinero, mataron al señor y a la señora, y, cuando llegaron al patio vieron a la joven bruja actuando como perro, ladraba y caminaba como animal.

Y eso era porque en realidad era que dentro de ese cuerpo estaba el alma de un perro, la gente decidió que lo mejor era también acabar con su vida.

Todos creyeron que la pesadilla había terminado, pero tras pasar un año, y llegar nuevamente el día de muertos, La Perra Demonio apareció en el pueblo.

Tenía la forma de una hermosa mujer, sedujo a un nombre, y cuando él iba a tomarla se transformó en la horrible criatura que en realidad era, ese hombre murió de un infarto y La Perra Demonio volvió al infierno.

Desde aquel entonces volvía cada año a llevarse el alma de algún hombre.

Lo que había pasado con mi abuelo era que uno de mis primos, sin saberlo, se había ido con La Perra Demonio, mi abuelo fue el único que se dio cuenta, así que rápido se fue a alcanzar a ese primo, pudo salvarlo, pero él murió en el acto.

Ese primo, luego de avisarle a la familia lo que había pasado eligió irse del pueblo porque sentía mucha culpa.

Yo no podía creer lo que me estaban contando, pero no me iban a mentir sobre la muerte del abuelo, por eso les creí.

Estuvimos ahí un rato más y luego ellos me acompañaron de regreso a la casa de mi abuela para dormir porque al día siguiente íbamos a empezar con los preparativos del altar para el abuelo.

A la mañana siguiente, después de tomarnos un atole todos en familia, empezamos con las actividades, a mí me tocaba era ir a la iglesia de la cabecera municipal para pedir un poco de agua bendita, y también para comprar unas cuantas veladoras.

Me tardé 5 horas en ir y venir.

Cuando regresé a la casa de la abuela ayudé a una de mis tías a preparar los adornos con la flor de cempasúchil.

Al día siguiente una prima y yo le ayudamos a la abuela a preparar el pan de muerto, hicimos suficiente para comer todos y para poner en el altar.

Ya el último día antes de la fecha, entre todos terminamos de hacer el papel picado que utilizaríamos para decorar toda la casa.

Después de haber terminado el altar de muertos, mi abuela nos dijo a algunos de los primos que matáramos a tres patos para comerlos al día siguiente.

Ya al día siguiente celebramos al abuelo ahí en la casa y luego de los respectivos rezos nos sirvieron el pato en caldillo de chile ancho, y también nos dieron pan de muerto con chocolate.

Hasta ese momento yo nunca había probado la carne de pato, debo decir que ciertamente es dura, pero también es muy sabrosa.

El día terminó, la oscuridad de la noche se hizo presente, y todos salimos rumbo al panteón.

Toda la gente, de las tres comunidades, estaban marchando hacia el panteón, hasta los niños, algunos llevaban velas, otros llevaban música, y otros iban tronando cohetes.

Eso definitivamente parecía una fiesta.

Antes de entrar mi abuela me recordó que estaríamos ahí toda la noche y que si me daba sueño podía dormirme sobre alguna de las tumbas pero que primero debía pedirle permiso al muertito, para no hacerlo enojar, claro que también debía asegurarme que la familia del difunto no estuviera ahí con él.

Eso se me hizo raro, pero, después de todo, cualquier tradición que ahí tuvieran para mí era algo completamente nuevo y desconocido, si en realidad estaba considerando quedarme ahí a vivir, tendría que adaptarme a su forma de vivir y la manera en que entendían el mundo.

Con el pasar de las horas iba llegando cada vez más gente, también llegaron puestos ambulantes, y una banda de música a la que le podías pagar para que interpretara una canción para uno de los difuntos.

Para la media noche el campo santo ya estaba lleno de gente, había personas por todas partes, había mesas para sentarse a cenar, había bocinas con micrófonos en las que la gente estaba cantando.

Abundaba el alcohol, sin mencionar que los perros y los niños estaban jugando y corriendo entre las tumbas, era raro ver eso, fue un choque cultural muy fuerte para mí.

Todo el cementerio estaba iluminado, todo menos un sitio, al centro del cementerio, rodeado por las tumbas y por la fiesta que había, se encontraba una especie de cama hecha de cemento, nadie se acercaba y por alguna razón la luz rodeaba el sitio, ahí estaba completamente oscuro.

Traté de ignorarlo, pero entre que platicaba con mi familia, me tomaba una cerveza o iba por un taco, no podía evitar voltear a ver ese oscuro lugar.

Como a las dos y media de la madrugada comenzó a darme un poco de sueño, yo era el único pues todos seguían bien despiertos y con energía, entonces, para evitar dormirme decidí ir a dar una vuelta por el panteón.

Mientras caminaba, sin querer puse un pie encima de una de las tumbas, en cuanto me di cuenta retrocedí rápidamente, volteé a todos lados para asegurarme que nadie me hubiera visto, y entonces, mientras observaba mi alrededor, a lo lejos vi a una muchacha de piel blanca, llevaba un ajustado vestido rojo, tenía el cabello largo y suelto, ella me vio y me sonrió, luego comenzó a caminar alejándose de la gente, yo decidí seguirla, en ese instante

La Perra Demonio

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no me di cuenta pero ella estaba yendo en dirección de aquel oscuro lugar que yo había visto antes.

Se me perdió por un segundo, pero tras buscarla la vi sentada en la cama de concreto, me abrí paso entre las tumbas y llegué hasta donde estaba ella sentada.

Me senté del otro lado de la cama de concreto, no podía dejar de mirarla, y ella lo sabía, se acomodaba para mejorar mi vista.

Le hablé, pero no me respondió, solo volteó a verme con sus increíbles ojos de color miel y me sonrió, entonces decidí acercarme un poco.

Yo estaba oliendo su cabello, apenas la iba a tomar de la cintura, cuando escuché que dijeron mi nombre, era uno de mis tíos, me estaba gritando que saliera de donde estaba, yo no entendía el por qué, volteé a ver a mi tío, él, con señas, me estaba diciendo que ya no volteara a ver a la muchacha.

Yo, de todos modos, decidí voltear a verla y ella me estaba viendo, pero en ese momento se empezó a transformar en un horrible monstruo, su piel empezó a adquirir un color azulado, la nariz se le empezó a desprender de la cara.

Ella se puso de pie, entonces, su ajustado vestido rojo resbaló de su cuerpo dejando a la vista un montón de huesos, carne expuesta, y pelaje como de un perro sucio.

Me asusté y salí corriendo hacia donde estaba mi tío.

Me llevó de regreso a donde estaban todos y me sirvió un trago de tequila.

De inmediato le habló a mi abuela y ella empezó a rezarme una oración.

Yo estaba pálido del susto, mi tío y mi abuela me dijeron que yo había corrido con mucha suerte, que gracias a Dios mi corazón había resistido y no me había dado un infarto.

Cuando volvimos a casa mi abuela habló seriamente conmigo y me preguntó si en verdad yo quería a quedarme a vivir en la comunidad, porque La Perra Demonio no se iba a quedar conforme con que yo hubiera sobrevivido.

Al final acordamos que me quedaría con la condición de que yo jamás, sin importar nada, no saldría de la casa de mi abuela en cuanto se pusiera el Sol.

Autor: RAMIRO CONTRERAS

Derechos Reservados.

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