Mi Amigo Damián Historia De Terror 2024
Mi Amigo Damián Historia De Terror… Mi nombre es Daniel y, a los siete años, compartía una vida nómada junto a mi padre, él era un hombre sin educación formal, pero con una voluntad inquebrantable de brindarme lo mejor que podía.
La razón de nuestra vida errante se remontaba a mis primeros recuerdos, mi madre, en un día sin previo aviso, había empacado sus cosas y se había ido de nuestras vidas, yo tenía apenas cuatro años, y mi mente infantil no podía comprender completamente la razón detrás de su partida, hasta hoy, los detalles de su rostro y su voz se desvanecen en la nebulosa de mis recuerdos, dejándome con la sensación de un vacío que el tiempo no ha logrado llenar.
Vivir en la calle fue una constante para nosotros, un recordatorio doloroso de la crueldad del mundo. Las noches heladas y las jornadas interminables de búsqueda de refugio se convirtieron en la norma. Sin embargo, la vida a veces da giros inesperados, y una oportunidad laboral para mi padre surgió como un rayo de esperanza en nuestra existencia.
La oferta provenía de un cementerio, un lugar donde las almas descansaban en paz, pero que albergaba, mi padre fue contratado como velador, un trabajo que ofrecía una paga fija y la posibilidad de vivir en un pequeño cuarto en las instalaciones del camposanto. Parecía un regalo del destino, una oportunidad de cambiar nuestras vidas.
Mi infancia se mezclaba entre las tumbas, ayudando a mi padre en sus quehaceres diarios, los días pasaban entre risas y juegos solitarios entre las lápidas, mientras mi padre trabajaba diligentemente en mantener el lugar en orden, aquel cementerio era vasto, con senderos serpenteantes que se perdían en la oscuridad.
Un día, mi curiosidad infantil me llevó más allá de los lugares que conocía, me aventuré hacia las tumbas olvidadas, donde la decadencia se apoderaba de cada piedra y la maleza se enredaba entre las cruces, entre aquel abandono, una tumba en particular capturó mi atención, descansaba en silencio, y en su superficie yacía un trompo de madera.
Recordando las palabras de mi padre sobre no tomar nada de las tumbas, resistí la tentación de agarrar el antiguo juguete, sin embargo, mi atención fue desviada por un susurro infantil, “Hola”, pronunció una voz suave y melodiosa, al girarme, me encontré con un niño más alto que yo, de unos ocho o nueve años.
El niño era extraño, su apariencia desafiaba la lógica de mi joven mente, vestía pantaloncillos cortos y una playera con líneas horizontales desgastadas, como si hubiera pertenecido a otra época, su piel, pálida hasta lo grotesco, destacaba en contraste con labios amoratados y unos ojos ligeramente hundidos que parecían buscar respuestas en mi interior.
A pesar de su extrañeza, la conversación fluyó naturalmente entre nosotros, como si fuéramos amigos de toda la vida, nunca juzgué por la apariencia, y en aquel momento, solo veía a un niño que necesitaba compañía, juntos exploramos rincones oscuros del cementerio, compartimos historias y reímos entre las lápidas olvidadas.
Corríamos y jugábamos como dos almas libres en un mundo aparte, Damián se movía con una gracia peculiar, como si estuviera más en sintonía con el viento que con la realidad que compartíamos, era la primera vez que tenía un compañero de juegos, y la dicha de esa experiencia hacía que mi corazón latiera con un ritmo acelerado.
Exploramos rincones inexplorados del cementerio, cada tumba se convertía en una estación para nuestras travesuras infantiles, nos reíamos, compartíamos secretos, y durante un breve respiro en la tarde, nos sentamos en el césped, disfrutando de la compañía del otro, aquella tarde, el sol descendía lentamente en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos y dorados.
Mientras charlábamos sobre banalidades, me di cuenta de que la forma en que Damián hablaba era peculiar, hablaba como cualquier niño, pero sus palabras resonaban de una manera diferente. Mientras compartía historias sobre programas de televisión y eventos actuales, noté que Damián parecía desconocer muchas cosas, los temas que él sí conocía eran de épocas pasadas, como si estuviera atrapado en un tiempo lejano.
Intrigado, pero sin querer perturbar la felicidad del momento, opté por no profundizar en sus respuestas. Mi mente infantil no permitía cuestionamientos más allá de la superficie, quería conservar esta amistad recién descubierta, y las preguntas incómodas podían esperar.
Cuando le pregunté dónde vivía, Damián esquivó la pregunta con una respuesta evasiva, mencionando que vivía “cerca”, la vaguedad de su respuesta me desconcertó, pero mi deseo de tener a alguien con quien compartir mis días superaba cualquier sospecha, cambiamos de tema, y continuamos charlando en medio de la tranquilidad del cementerio.
La tarde avanzaba, y las sombras se alargaban en el suelo, en ese momento, la voz de mi padre resonó a lo lejos, llamándome para la cena, invité a Damián a acompañarme, pero su reacción fue sorprendentemente negativa, declinó mi oferta con un gesto decidido, como si hubiera algo que parecía saber que yo no.
Antes de que pudiera hacer más preguntas, Damián se puso de pie y corrió adentrándose más en el cementerio, hasta que en un momento lo perdí entre las lápidas, quedé allí, observando cómo su figura se desvanecía en la vastedad del camposanto, mi mente infantil no se permitió preocuparse demasiado; después de todo, había muchas cosas en la vida de un niño que escapaban a la lógica de los adultos.
Durante la cena, decidí compartir con mi padre la extraña amistad que había forjado con Damián. Al describir las características peculiares de mi compañero, como su piel pálida, labios amoratados y ojos hundidos, mi padre arqueó una ceja con incredulidad, pensó que Damián no era más que un amigo imaginario, un producto de mi imaginación infantil que se manifestaba en las sombras del cementerio.
Pese a mi insistencia en la realidad de Damián, mi padre solo sonrió y asintió, como acostumbrado a las historias fantásticas de su hijo, no podía culparlo; las características de Damián parecían casi surrealistas, y la idea de un amigo imaginario parecía una explicación más plausible para un adulto.
Al día siguiente, mientras jugaba en el cementerio, me encontraba lanzando piedritas cerca de un antiguo pozo, una reliquia del pasado que ya no servía más que como parte del paisaje, mientras caminaba por el filo del pozo, sentí un empujón ligero que amenazaba con desequilibrarme y hacerme caer.
Cuando miré hacia atrás, me encontré con Damián, quien reía de manera casi maliciosa, mi indignación surgió de inmediato, y le expresé que no era gracioso y que casi me había lastimado. Damián, sin inmutarse, restó importancia al incidente, asegurando que no fue para tanto y que no me había pasado nada.
Ignorando las señales de peligro, Damián cambió rápidamente el tono de la conversación y anunció que tenía algo genial para mostrarme, sacó una vieja resortera, un objeto que yo nunca antes había visto, mi curiosidad eclipsó momentáneamente la experiencia previa, y me sumergí en la emoción de descubrir algo nuevo.
Intenté usar la resortera por mi cuenta, pero mis intentos resultaron en tiros torpes y sin dirección. Damián, sintiéndose todo un experto, tomó la resortera con confianza y aseguró tener un buen tino. Buscó un blanco entre las tumbas, rechazando mis sugerencias de apuntar a flores, lapidas o árboles cercanos.
De repente, su mirada se detuvo en un gato que paseaba con tranquilidad entre las tumbas, sin poder detenerlo a tiempo, Damián apuntó a la criatura y lanzó la piedra con una precisión impactante, la piedra golpeó al gato en el ojo, arrancándoselo en un acto de violencia inesperada.
Mi Amigo Damián Historia De Terror
La escena se volvió surrealista mientras el gato yacía en el suelo, herido y sufriendo por el acto impulsivo de Damián, la sangre se mezclaba con la tierra, creando un cuadro macabro en medio de la quietud del cementerio, mi amigo, aparentemente indiferente al sufrimiento que había causado, mostró una sonrisa de satisfacción.
El impacto de lo que acababa de presenciar se apoderó de mí, la inocencia que había caracterizado nuestros juegos desapareció en un instante, reemplazada por la cruda realidad de la violencia, mi amigo, había revelado un lado oscuro que desafiaba toda comprensión.
El gato, ahora herido e indefenso, era un recordatorio palpable de las fuerzas malévolas que habían estado operando en las sombras del cementerio, la entidad que se aferraba a Damián parecía revelarse a través de aquel acto cruel, mostrando una faceta de maldad que superaba cualquier explicación racional.
El silencio se apoderó del lugar, solo interrumpido por el sufrimiento del pobre animal, miré a Damián, quien continuaba observando la escena con indiferencia, como si aquello no tuviera mayor importancia, la realidad de mi situación se hundió en mí con fuerza, y el terror de lo desconocido se convirtió en una sombra palpable que me envolvía.
Después de unos minutos de estar paralizado, observando al gato herido en el suelo, mi mente se debatía entre la incredulidad y la angustia, Damián, por su parte, se limitó a decir que no había sido su intención herir al animal, insistiendo en que solo buscaba asustarlo, aunque sus palabras sonaban sinceras, una sombra de duda se aferraba a mi mente.
Aquella afirmación no terminaba de convencerme; sin embargo, mi mente infantil no tenía claro qué hacer en ese momento, mis emociones oscilaban entre la ira y el desconcierto, pero me faltaba la capacidad de comprensión para procesar la complejidad de la situación. ¿Cómo podía alguien que parecía ser mi amigo causar tanto daño sin razón aparente?
El resto del día transcurrió en un extraño silencio tenso mientras caminábamos por el cementerio, la confianza que antes había depositado en Damián se vio fracturada, y la sensación de complicidad que compartíamos se desvaneció como una sombra que se desliza entre las lápidas, en varias ocasiones, Damián intentó que olvidara lo ocurrido con el gato, insistiendo en que no fue a propósito. A regañadientes, permití que sus palabras desvanecieran mi sospecha momentáneamente.
La inocencia de mi mente se aferraba a la creencia de que nadie podía actuar con malicia, especialmente alguien a quien consideraba un amigo, caminábamos entre las tumbas, pero ahora cada paso era un recordatorio de la fragilidad de la confianza, la risa alegre que solíamos compartir se tornó en un eco desvanecido en la penumbra del camposanto.
En un intento por recuperar la normalidad, Damián se detuvo frente a una lápida y comenzó a leer el nombre grabado en ella, al observar detenidamente, recordé que pertenecía a un hombre que había fallecido a causa de un disparo en la cara, o al menos eso había escuchado durante su entierro, la macabra coincidencia entre la historia de la lápida y el destino del gato no pasó desapercibida.
Cuando se lo comenté a Damián, con una frialdad que no había mostrado antes, comentó que el hombre probablemente había quedado como el gato, una risa maliciosa brotó de sus labios, resonando entre las tumbas como una melodía perturbadora, el comentario y la risa resonaron en mi mente como un eco siniestro, despertando una incomodidad que se arrastraba desde lo más profundo de mi ser.
Aquella revelación fue el punto de quiebre para mí, la barrera que sostenía mis dudas se resquebrajó, y una sensación de repulsión se apoderó de mi ser, decidí alejarme de Damián, sintiendo la necesidad imperiosa de escapar de la oscura sombra que proyectaba sobre mí.
Mientras me alejaba, pude escuchar cómo Damián aseguraba que yo era un aburrido, aquellas palabras resonaron en el aire, mezclándose con la risa maliciosa que aún reverberaba entre las lápidas. La sensación de haber perdido algo irreemplazable se apoderó de mi corazón, pero también emergió un instinto de auto conservación que me impulsaba a huir de la presencia inquietante de mi antiguo amigo.
La tarde caía sobre el cementerio, teñiendo el horizonte con tonos dorados y púrpuras, mientras me alejaba de Damián, la realidad de lo que había presenciado se asentaba en mi mente, el juego infantil que compartimos se desmoronó, revelando una oscuridad que mi inocencia no podía comprender por completo.
La atmósfera pesada del cementerio se aferraba a mi mente incluso cuando regresé a casa, mi padre notó mi silencio, pero cuando me cuestionó sobre lo ocurrido, negué cualquier problema, una parte de mí temía ser reprendido, incluso sabiendo que no tenía responsabilidad en el incidente con el gato. Mis pensamientos oscilaban entre el miedo y la confusión mientras intentaba procesar la revelación oscura de Damián.
La noche cayó sobre nosotros, y me dirigí a la cama con la esperanza de encontrar refugio en el sueño. Sin embargo, la inquietud persistía, y a mitad de la madrugada, desperté con una urgencia apremiante de ir al baño, la oscuridad de la noche envolvía la pequeña habitación que compartía con mi padre, y un temor latente se apoderaba de mí mientras consideraba salir.
Aunque la necesidad de aliviar mi vejiga era abrumadora, el único baño disponible estaba afuera de nuestro cuarto prestado, mis pasos titubeaban mientras salía, consciente de los sonidos nocturnos que reverberaban en el aire, el silencio del cementerio parecía una sinfonía de misterios y susurros que me ponían los pelos de punta.
Al caminar de vuelta al cuarto después de cumplir con mi necesidad, La madrugada avanzaba, y el silencio se apoderaba de todo el campo santo, sin embargo, un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando escuché una voz inconfundible. Damián estaba allí, a mi lado, en la penumbra de la noche.
El temor me invadió mientras cuestionaba cómo había entrado, ya que a esa hora las puertas del cementerio se encontraban cerradas, la respuesta de Damián fue evasiva; ignoró mi pregunta y en su lugar, aseguró tener una sorpresa para mí, una disculpa por todo lo sucedido esa tarde, según él.
A pesar de mi resistencia interna, Damián tomó mi mano y comenzó a guiarme. La piel de su mano estaba gélida, casi inhumana, enviando escalofríos por mi brazo. El miedo se mezclaba con la curiosidad mientras me dejaba llevar por aquel ser en la oscuridad de la madrugada.
Caminamos en silencio a través de los pasillos del cementerio, la luna lanzaba su pálida luz sobre las lápidas, creando sombras que danzaban a nuestro alrededor, la presencia de Damián era un recordatorio constante de la conexión oscura que compartíamos, y su voz resonaba en la quietud de la noche.
A medida que nos acercábamos a un área particular del cementerio, la atmósfera se volvía aún más tensa, Damián se detuvo frente a una lápida en particular y, con una expresión inexpresiva, leyó el nombre grabado en ella. La sorpresa que prometió revelar se estaba gestando en la oscuridad, y mi corazón latía con una mezcla de temor y anticipación.
La lápida pertenecía a alguien cuyo rostro había sido borrado por los estragos del tiempo, sin embargo podía verse que no había vivido mucho tiempo, mi mente luchaba por comprender la realidad de lo que estaba ocurriendo.
Damián, con una sonrisa enigmática, se apartó de la lápida y se dirigió hacia un punto específico entre las tumbas, su mano fría seguía aferrada a la mía mientras avanzábamos hacia un rincón oscuro del cementerio, la sorpresa que prometía parecía estar a punto de desvelarse en la penumbra de la noche.
Aunque mi mente infantil no podía comprender por completo las implicaciones de lo que estaba a punto de suceder, la sensación de estar atrapado en una trama más grande y oscura se apoderaba de mí, la noche se estiraba en un suspenso inquietante mientras Damián y yo nos adentrábamos en la oscura intrincación de secretos y disculpas en la que estaba a punto de sumergirme.
Caminamos en silencio, Damián y yo, hasta llegar al lugar donde nuestras vidas se cruzaron por primera vez, el sitio de las tumbas olvidadas, la luna lanzaba su luz plateada sobre las lápidas, creando sombras que danzaban entre nosotros, nos detuvimos frente a la tumba que albergaba aquel viejo trompo de madera, el mismo que había capturado mi atención en mi primer encuentro con Damián.
Damián observó la tumba un momento antes de revelar que su padre dejó ese trompo ahí, sin embargo, la declaración que siguió me sumió en una confusión aún más profunda, dijo que odiaba ese trompo, pero las razones detrás de ese odio permanecían en el misterio, cuando traté de comprender, se ignoró mi pregunta de nuevo, dejándome en desconcierto.
En lugar de responder a mi pregunta, Damián compartió un detalle perturbador, dijo que su padre se había enterado del como había muerto ella, antes de agregar que todos habían creído su historia acerca de caer por la barranca, el ambiente se volvió helado en ese momento, y un escalofrío recorrió mi espalda, la relación entre la tumba y el trompo se volvía cada vez más insondable.
La tensión en el aire se palpaba, y el miedo se apoderó de mí cuando decidí sugerir que era mejor que volviera a casa antes de que mi padre se diera cuenta de mi ausencia, sin embargo, su respuesta fue inesperada y aterradora. “¡TODOS LE CREYERON QUE ME CAÍ POR LA BARRANCA!”, exclamó con un tono que traspasó la quietud de la noche.
Cuando Damián pronunció esas palabras, lo miré directamente a los ojos, la luz de la luna iluminó su rostro, revelando rasgos que se volvían más fuertes, casi cadavéricos, lo más horrendo, sin embargo, eran las marcas en su cuerpo: moretones, golpes y rastros de sangre, detrás de su cabeza, una herida profunda parecía casi partir su cráneo en dos.
El miedo me envolvió, y corrí sin mirar atrás, la risa maliciosa de Damián resonaba en mis oídos mientras escapaba de la oscura presencia que había revelado su verdadero rostro, desde aquel día, me juré a mí mismo no separarme de mi padre, temeroso de volver a encontrarme con Damián.
Afortunadamente, unos meses después, mi padre decidió inscribirme en la escuela, liberándome de pasar días enteros en el cementerio, el tiempo pasó, y nunca volví a ver a Damián, sin embargo, la experiencia traumática que viví aquel día se quedó grabada en mi memoria como una sombra persistente.
Aunque los años pasaron, y la vida me llevó por diferentes caminos, el recuerdo de Damián y su revelación macabra permaneció conmigo, aquella amistad perturbadora, tejida entre las lápidas olvidadas y los secretos oscuros, dejó una cicatriz en mi alma que el tiempo no pudo borrar.
La noche en el cementerio se convirtió en un capítulo oscuro de mi infancia, un relato que guardo en lo más profundo de mi ser, jamás pude olvidar la risa escalofriante de Damián ni la imagen de su rostro casi cadavérico, aunque el tiempo avance y la vida continúe, sé que esa experiencia siempre permanecerá como un recordatorio de que hay secretos oscuros que acechan en las sombras, esperando revelarse a aquellos que se aventuran demasiado lejos en la oscuridad.
Autor: Aurora Escalante
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