Cementerio Maldito Historia De Terror 2023

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Cementerio Maldito Historia De Terror 2023

Cementerio Maldito, Historia De Terror… El panteón que se ubica a las afueras del norte de la ciudad cumplió 200 años de existir la semana pasada, es mucho más antiguo incluso que ciertas colonias, cuadras y parques que se encuentran dentro de la urbe.

El cementerio es enorme, pues a lo largo de dos siglos, se ha puesto en su extensión territorial, los restos de miles de personas, cuyas familias se han encargado de ir a mantener vivo su recuerdo, sin embargo, por la misma antigüedad del lugar, las tumbas que llevan décadas sin ser procuradas son reutilizadas, esto quiere decir que la lápida se retira y se realiza una excavación.

El cuerpo es exhumado de su lugar de descanso, y la extensión territorial donde éste se encontraba, ahora se pondría disponible para albergar otro cuerpo, algo que las familias no suelen preguntarse es si el lugar donde están enterrando a su allegado, ya albergaba a otro cadáver antes que el de su pariente.

Esto resulta siendo obvio, por la antigüedad y la extensión del lugar, pero hay personas que de saber esto, no les gustaría que los restos de su ser querido fueran depositados en dicha denominación territorial, pues lo consideran inapropiado, o simplemente como una falta de respeto.

Mucho antes de que la ciudad fuera fundada, es claro que los nativos del lugar ya ocupaban partes del territorio donde ahora se ha construido una ciudad que pretende ser moderna, y que intenta desarrollarse en aspectos socio-culturales, sin embargo, lo que muchos no sabes es la existencia, o más bien, la anterior existencia de templos de las culturas originarias que se utilizaban del mismo modo que hoy en día se usa un cementerio, un lugar para ir a que los restos de tu amigo o familiar puedan descansar, y así su espíritu, según diversas creencias.

Es evidente que los nativos del lugar no son la excepción en cuanto a ceremonias y rituales respecta, la cultura que se ha fomentado alrededor de la muerte de una persona, bebe mucho de las raíces de las personas que estuvieron y han estado primero que nosotros en el lugar donde actualmente vivimos, y es sabido que el cementerio ya mencionado, era con anterioridad un lugar perteneciente a las comunidades originarias de la región, donde se realizaban rituales referentes a los muertos, muchos no lo saben, y quienes lo llegan a saber se niegan a dejar los restos de sus seres queridos en un lugar que tiene tanta antigüedad.

En la década de los años ochentas, empezó a contarse una leyenda por la ciudad, se decía que el panteón al norte de la misma, albergaba almas en pena, almas que vagan alrededor de las tumbas y de los distintos senderos del territorio, no solamente en el cementerio, sino también en los lugares aledaños al mismo, y a los pueblos que circundan el territorio cercano.

Esto empezó a originarse gracias a las anécdotas e historias que contaban los veladores del cementerio, quienes aseguraban ver intrusos que caminaban por ahí, quienes de maneras desconocidas, podían entrar al territorio sin que nadie se percatara de ello, y que después de seguir el rastro de dicho intruso, este ya no estaba, desaparecía a la vuelta de la esquina de algún mausoleo o de una barda que se encontrara por el camino, esto fue despertando la curiosidad y también el miedo de muchas personas, quienes dejaban de frecuentar el lugar a altas horas de la noche, familiares y personas que iban a rezar por sus difuntos, nunca planeaban quedarse hasta altas horas de la madrugada, pues las leyendas no se habían contado en vano, y estas tuvieron un impacto significativo en la manera de comportarse de los visitantes.

Emilio Bojórquez fue un velador del cementerio, quien contaba una de las historias más conocidas de la localidad, la del hombre a caballo.

El velador afirmaba que una noche en la que se encontraba rondando las frías y desoladas tumbas del lugar, alumbrando los caminos de tierra con su linterna, y vigilando que no se metiera gente a vandalizar el sitio, de pronto comenzaba a escuchar el pesado sonido del andar de un animal, un animal grande, el cual difícilmente podría tratarse de un perro o un coyote.

Al llegar al área más nueva del panteón, una que ya no tenía un suelo de tierra, sino uno empedrado, Emilio aseguraba que la noción del tiempo se le perdía por completo, pues la ronda que él sentía de horas completas, al mirar su reloj apenas habían pasado algunos minutos, esto tendría una fácil respuesta para los escépticos, quienes podrían asegurar que el reloj del velador simplemente se encontraba descompuesto, pero resulta que el panteón tiene algunos postes de luz que tienen incrustado un reloj de pared, el cual sirve además de simple decoración, como una referencia del tiempo transcurrido para el guardia en turno.

También solía pasar todo lo contrario, al entrar a esta área empedrada por unos cuantos minutos, salía de ahí y los relojes marcaban el paso de dos o tres horas, en cuestión de breves instantes, Emilio no era el único en tener esta percepción distorsionada del tiempo, sino también algunos otros veladores que estuvieron después de él, e incluso visitantes que acudían en la tarde, cuando el sol está por meterse.

Esto, según personas que conocen el territorio donde se levantó el área nueva del cementerio, se debe a que el lugar está aún más adentro de las tierras de los nativos de la zona, en las cuales hasta la fecha se practican rituales de adoración y veneración a la muerte, y algunas deidades que no son del acervo popular, por esta razón se cree que dicha área es donde más actividad inusual o paranormal se encuentra.

La anécdota más conocida de don Emilio es la del hombre a caballo, pues como ya lo mencioné antes, el señor aseguraba escuchar las pisadas de un animal grande y pesado, sin embargo, en el terreno empedrado, dicho sonido era mucho más notorio, e inconfundible para una persona de campo, quien sabe de qué manera suenan las herraduras contra el cemento o las piedras.

Emilio volteaba a todos lados, buscando el origen de dichas pisadas, pero no encontraba el lugar de donde procedían, lo que resultaba aún peor, era que al seguir uno de estos rastros sonoros, y al casi llegar a dar con el motivo del ruido, de pronto el sonido se alejaba y parecía provenir de un punto totalmente contrario y lejano a donde se había escuchado con anterioridad, lo cual resultaba especialmente desconcertante para el velador.

Una noche, después de escuchar este misterioso rastro sonoro de huellas de caballo, y al seguir su procedencia, como ya era costumbre para el velador, y esperando a que de pronto el sonido se alejara y cambiara de dirección, esto último no sucedió, pues pudo dar con el responsable de las extrañas pisadas las cuales resonaban en toda el área nueva del cementerio.

Se trataba de un hombre, quien montaba a un enorme caballo negro, el cual se desplazaba tranquilamente entre las tumbas del lugar. Emilio quedó anonadado al descubrir dicha presencia, no sabía de qué manera llamar la atención del jinete, no sabía ni siquiera si esto era lo más prudente en ese momento, pues a no ser de que existiera una entrada secreta, era imposible que dicho hombre se metiera con tan grande animal al lugar de descanso eterno.

Eso no es lo más extraño del caso, lo más insólito y atemorizarte pendula entre dos cuestiones, la número uno es el tamaño del caballo, pues este era descomunalmente grande, era entre dos y tres veces las dimensiones de un caballo Shire, los que son la raza de caballos más grande conocida, estos llegan a medir 190 centímetros de alto, y a pesar entre 800 kilogramos y una tonelada, ahora imaginar un animal el cual doble estas dimensiones, resulta en algo difícil de dilucidar.

El segundo factor más desconcertante está en que en lo alto del lomo del animal, donde se encontraba sentado el jinete, no se podía distinguir facción alguna de su rostro, su cara, o por lo menos el espacio donde debería de estar, no es que estuviera cubierto por alguna tela, pasamontañas o máscara, sino que había algo raro en ese lugar, una especie de vórtice que se movía rápidamente, distorsionando cualquier facción distinguible de quien sea que estuviera encima del enorme animal.

Emilio narra que en esa ocasión, él solamente se limitó a observar al jinete y a su enorme animal, alejarse lenta y pausadamente hacia la total oscuridad, hasta que su silueta y las pisadas del rocín se perdieran en la lejanía.

Esa y muchas otras leyendas más son las que se cuentan en referencia al cementerio al norte de la ciudad, y personalmente no había tenido alguna experiencia con dicho lugar, hasta que inevitablemente tuve que acudir a él.

Esto empezó por el lamentable fallecimiento de un sobrino mío, un niño de 9 años, quien habría muerto en un accidente en la escuela a la que asistía a clases. Hubo todo un escándalo mediático referente a la seguridad de las escuelas primarias, y al fallecimiento del niño, pero eso es otro tema, lo importante dentro de este contexto, es que el cuerpo de mi sobrino sería enterrado en el panteón al norte de la ciudad, en el área nueva de éste mismo.

Todo esto sucedió cuando yo tenía 19 años, y al llegar al lugar, con el triste ambiente que había entre mi familia, y todas las cosas que empezaban a suceder en mi vida, yo no quería estar en ese sitio, pero también entendía que era una falta de respeto simplemente querer irme, o pedirle a mis papás que me llevara a la casa, era algo que solamente tenía que aguantar, pues no quería ser imprudente.

Sin embargo, en la ceremonia de entierro decidí alejarme de donde se encontraba mi familia, y me fui a caminar por el cementerio, caminé y caminé hasta perder la noción del tiempo y no tener bien en claro en qué parte del panteón era en la cual me encontraba, al darme cuenta de esto decidí volver, pero para entonces ya estaba desorientado, y no sabía qué dirección tomar, así que solamente seguí caminando hacia donde yo pensaba que se encontraría el velorio de mi sobrino.

El lugar era un auténtico laberinto, y empezaba a desesperarme el hecho de no saber dónde era que me encontraba, de ver tumbas nuevas pensando que iba avanzando, pero a los minutos volver a encontrarme con las referencias visuales que había tomado, empezaba a ser desesperante, pues ya ni siquiera distinguía alguna barda que me indicara el borde donde terminaba el panteón, y al cual me pudiera acercar como referencia.

Mi desesperación fue tal que empecé a gritar por ayuda, grité y corrí exaltado, pero nadie me escuchaba, solamente veía como el sol se ocultaba más y más en el horizonte, conforme los minutos iban transcurriendo.

Se hizo de noche, y yo me encontraba llorando de la desesperación, me senté a los pies de una lápida, y entonces empecé a escuchar pasos, los cuales provenían de la dirección contraria a donde yo venía, en ese momento pensé que podría encontrar a alguien que me ayudara a salir del lugar, también me preguntaba por qué mis padres y mi familia no habían llamado a mi celular, si simplemente no se habían dado cuenta de que yo ya no estaba ahí, o si se habían ido ya olvidándome, eso era quizás lo que más me desesperaba, pero al escuchar los pasos, recobré la esperanza de encontrar a mis familiares pronto.

Llegué hasta donde había escuchado los pasos, pero no había nada ni nadie, luego a mi izquierda, proveniente de la oscuridad de, escuché un grito de desesperación parecido a los que yo daba minutos antes, pensé que podía ser alguien más que también se hubiera extraviado en el lugar, así que seguí ese rastro.

No encontraba a nada ni a nadie, solamente un patrón infinito de lápidas grises, flores y lámparas que iluminaban la noche.

Cementerio Maldito Historia De Terror

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Después de caminar por otro largo rato, empecé a escuchar el sonido de las herraduras de un caballo, cabe resaltar que para este entonces yo no conocía la leyenda contada de boca en boca, sobre el misterioso hombre que ronda el lugar con su enorme animal, entonces seguí el rastro del sonido, pero nunca me llevó a ningún lugar, en este recorrido, pude notar (o por lo menos creí hacerlo) algunas pequeñas siluetas que me observaban a la lejanía, como si de niños jugando y escondiéndose de mí se tratara, me sentía vigilado, asechado, no sé de qué manera describirlo, pero en sí todo se sentía como si estuviera dentro de un sueño muy vívido, pero sin saber que este mismo fuera un sueño.

Me di por vencido y me sentía exhausto después de tanto caminar, por lo que me acosté en el frío suelo, pero las ráfagas de aire eran muy heladas, y mi cuerpo empezaba a temblar debido a las bajas temperaturas, así que fui a buscar un lugar donde me pudiera refugiar del elido aire.

Encontré un lugar, era algo así como un mausoleo, el cual no tenía puertas, pero si un techo y gruesas paredes de concreto, me acerqué ahí y me tiré al suelo, pensando en que mi familia a este punto ya estarían desesperados buscándome, habían pasado unas ocho horas desde la última vez que los vi, y era imposible que simplemente no se hayan dado cuenta que yo no estaba, estaba consciente de que me iba a tocar quizás el mayor regaño de mi vida, pero en ese momento esa cuestión era la menor para mí, pues quería salir de ese enredoso lugar, en el cual me encontraba perdido.

Me quedé dormido sin darme cuenta, pero me despertó un seseo, algo así como cuando le intentas hablar a alguien que se encuentra a unos metros de ti, pero no quieres hacer ruido, como una leve llamada de atención. Al principio pensé que lo había imaginado, pero después se repitió, y luego una tercera vez me hizo saber que realmente alguien se encontraba haciendo ese sonido, o quizás era el viento, lo pensaba en lo que me despertaba tan repentinamente y me levantaba del suelo, entonces vi la parte superior de una cabeza asomándose y viéndome por la esquina de una de las paredes del mausoleo, grité de pánico, me levanté y corrí del lugar, después de alejarme varios metros más, vi en dirección hacia donde me encontraba acostado, y esa presencia seguía ahí, asomándose, vigilándome desde la lejanía. Me temblaban las piernas por el miedo y por el frío, no sentía la punta de los dedos de las manos por lo mismo, no sabía en qué dirección huir, tampoco sabía si lo que estaba viendo ahí era un fantasma, o alguna otra cosa, pero luego mi miedo se intensificó, al ver a por lo menos media docena más de estos pequeños seres, los cuales asomaban sus cabezas de entre las tumbas.

Me eché a correr desesperadamente en dirección contraria a estas figuras, a la lejanía escuchaba leves risas y murmullos que asechaban mi paso, no sabía dónde esconderme o qué hacer, solamente huía desesperadamente por el miedo a lo desconocido, pensaba también en la mala suerte que tuve de perderme, y no solo eso, en no encontrarme a nadie más, a alguien que pudiera ayudarme, al velador, o a cualquier otra persona que pasara por el lugar visitando alguna tumba.

Me faltaba el aire y me detuve a recuperarlo, me dolía el pecho de tanto haber corrido, y de inhalar el frio aire de la madrugada, para entonces ya pasaban de las 4 de la mañana, y sabía que en unas cuantas horas iba a amanecer, entonces tendría más oportunidad de dar con alguien que me ayudara a salir del lugar, así que de nueva cuenta me senté cerca de una pequeña barda, la cual no era uno de los límites del cementerio, sino algo así como una capilla, la que estaba a medio construir.

Había caminado y corrido demasiado, pero lo extraño es que nunca en mi vida me había sentido tan agotado, después de acurrucarme enseguida de la barda, me sentí demasiado cansado, me costaba muchísimo levantar una mano o mover un poco cualquier extremidad, mis ojos se sentían pesados y agotados, y una inevitable sensación de somnolencia me invadía, por lo que inevitablemente volví a quedarme dormido.

Desperté no sé cuánto tiempo más tarde, pues mi celular había muerto, y ya no podía ver la hora, los postes de luz que tenían incrustados los relojes marcaban las 5 de la tarde, pero no podía ser, no había dormido tanto, no podía haber pasado todo el día completo durmiendo en el cementerio, pero lo extraño es que el cielo no era el que vería de mañana, parecía el de un precoz atardecer que apenas se va tiñendo de colores cálidos.

Totalmente desconcertado empecé a caminar de nueva cuenta, pero la sensación que ahora tenía era completamente diferente, ya no me sentía cansado, ni tenía el raro sentimiento de estar dentro de un sueño o algo así, me sentía bastante normal, aunque no dejaba de estar preocupado por haberme perdido y no saber en qué punto del panteón me encontraba.

Entonces a lo lejos, divise a un grupo de personas, aparentemente llevando a cabo un entierro, corrí hacia ellos, pues tarde o temprano saldrían del lugar, y al explicarles que llevaba perdido desde el día anterior, seguramente me dejarían salir junto con ellos.

Mi sorpresa fue enorme, cuando vi que ese entierro se trataba del de mi pequeño sobrino, ¿habían pasado toda la noche en el mismo lugar? O si no de qué otra manera estaba todo tal y cual como se quedó antes de que me fuera y me perdiera entre las tumbas.

Al llegar de nueva cuenta y ver a mi familia, le pregunté a mi padre que si porqué nadie me había llamado, o por qué razón nadie me buscó durante tanto tiempo, su mirada de desconcierto fue inmediata, pues me dijo que no pensó necesario hacerlo, pues me había ido solamente por unos diez minutos.

Yo no podía creer lo que mi padre me decía, pero no era ninguna broma, su cara no era la de alguien mintiendo para asustar, no era el lugar ni el momento de decir ese tipo de cosas, además de que si me hubiera perdido por todo un día, él y mi madre estuvieran totalmente exaltados, por lo que traté de seguirle la corriente, y decirle que tenía razón, pues tampoco era el lugar ni el momento de explicarle lo que acababa de vivir.

Mi celular reaccionó de nueva cuenta, y pude ver que efectivamente, habían pasado solamente unos minutos, y el día seguía siendo el mismo según el calendario de mi teléfono, no podía creer lo que me había sucedido, estaba totalmente anonadado de haber tenido esa horrible y desesperante experiencia. Luego pensé en esa extraña sensación de somnolencia, de poca lucidez que tuve cuando recorría las solitarias tumbas del cementerio, no sé qué fue lo que me sucedió, o de qué manera pasó tanto en tan poco tiempo, después de esto, acontecido en el año 2012, empecé a saber más cosas sobre el panteón al norte de la ciudad, luego me enteré de las leyendas, las historias, lo que le había sucedido a don Emilio, el velador del lugar, lamentablemente cuando fui a buscarlo supe que ya había fallecido, pues su historia era sumamente antigua, sin embargo se seguía contando solamente a modo de leyenda.

Hasta la fecha no he conocido a alguien que le haya pasado algo similar a lo que yo tuve el infortunio de vivir, pero lo que sé es que ese lugar, cuna de múltiples leyendas locales, alberga algo realmente aterrador, creo que el espacio y el tiempo en dicho sitio se distorsionan de una manera incomprensible para los seres humanos, es algo que quizás nunca voy a comprender, pero también estoy seguro que todo esto tiene que ver con los rituales y ceremonias que los nativos del lugar realizaban en el territorio, antes de que esa extensión demográfica se designara a ser un cementerio, cementerio el cual estoy seguro, seguirá siendo motivo de cientos de historias las cuales contarán gente como yo, personas que tuvieron la suerte de sobrevivir ante lo desconocido.

Autor: Lyz Rayón.

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