El Crimen De La Bruja 2023
El crimen de la bruja… Mi abuela, a pesar de que todos sabíamos que sabía mucho sobre brujas, jamás me quiso hablar de los macabros rituales que practicaban las brujas, cada que yo le preguntaba, ella me respondía que esas cosas no eran de Dios y que mientras menos supiera mejor.
A mí me daba mucha curiosidad el por qué mi abuela sabía tanto sobre brujas, ella no era una, eso lo puedo asegurar, pero debía haber un motivo.
Se lo pregunté a mi madre y ella nunca me dijo nada, desconozco si ella en realidad no sabía o si no quería decirme.
Un día, cuando yo tenía 15 años, mi abuela murió, ya era grande, no fue un suceso que ya estuviéramos esperando, pero, debido a su edad, sabíamos que podría suceder tarde o temprano.
La velamos en la casa de la mayor de mis tías, después fue llevada hasta el cementerio del pueblo, hasta ese punto todo parecía tratarse de un funeral ordinario, pero, cuando el ataúd de mi abuela ya estaba siendo cubierto con tierra, volteé hacia algunos árboles que estaban lejos, ahí pude ver unas aves extrañas, nunca había visto nada parecido.
Mi papá estaba cerca, fui con él y le dije sobre esas aves, él volteó a verlas, luego me dijo que mejor las ignorara, que esas eran brujas, y si las veía mucho podían enojarse conmigo.
Eso me asustó, el resto del tiempo que estuvimos en el cementerio ya no volteé a verlas, pero una voz dentro de mi cabeza me decía que era mucha casualidad que hubiera brujas el día que estábamos enterrando a mi abuela, porque ella sabía mucho de brujas.
Esos 2 hechos claramente estaban relacionados, aunque yo no tenía ni la más remota idea de cómo.
Finalmente nos retiramos del panteón, mis padres y yo vivíamos relativamente cerca del lugar, a menos de 1 kilómetro.
Por eso podía visitar la tumba de mi abuela cada que yo quisiera, habíamos sido muy unidos, yo iba al cementerio una vez por semana.
En una de tantas ocasiones encontré 4 velas encendidas a los costados de su tumba, 2 del lado derecho y 2 del lado izquierdo.
Además, sobre la lápida había una fotografía y ropa interior, que supuse le pertenecía a la mujer de la foto.
Fue un momento muy impactante, porque era evidente que se trataba de brujería, posiblemente un amarre o algo parecido.
De inmediato fui a buscar a la persona que se supone que debería cuidar el lugar por la noche, lo llevé hasta el lugar de descanso de mi abuela y le exigí que me explicara por qué demonios esas porquerías estaban ahí.
El señor me dijo que eso debería preguntárselo a mis padres, su respuesta me dejó muy confundido, esa persona me explicó que, aunque no era tan común, las brujas si iban de vez en cuando al panteón durante las madrugadas para hacer trabajos.
Pero siempre que lo hacían, se ponían a merodear el lugar hasta que decidían en cuál tumba harían sus oscuras prácticas, pero la noche anterior, 2 brujas habían llegado directamente a la tumba de mi abuela para hacer lo suyo.
Según el trabajador, eso significaba que las brujas tenían algo personal con mi abuela, también me aseguró que las brujerías volverían una y otra vez para utilizar la lápida de mi abuela como su mesa de trabajo.
Me dejó en claro que él no haría absolutamente nada, y que, si no estaba de acuerdo, él me dejaría una noche dentro del panteón, para que yo, personalmente, cuidara de la tumba de mi abuela.
Me fui, iba molesto por la actitud que había tomado el trabajador, asustado por que esa persona me aseguró que las brujas seguirían molestando el descanso de mi abuela.
También iba confundido porque, hasta ese punto, mis padres habían asegurado no saber nada, y para empeorar toda la situación, yo no me había atrevido a retirar el trabajo de brujería que había encontrado.
En cuanto llegué a casa, mis padres se dieron cuenta que yo estaba molesto, me preguntaron qué había pasado y les dije que había tenido una discusión con el trabajador del panteón porque no hacía bien su trabajo.
Mi padre me dijo que fuera más específico, le inventé que cuando llegué a la lápida olía a orines, y que por eso el trabajador y yo habíamos discutido.
La semana siguiente no fui a visitar a mi difunta abuela, pero la otra semana si fui, nuevamente encontré 4 velas encendidas, y la misma foto, pero en esa ocasión no estaba la ropa interior, sino que habían dejado una toalla femenina usada.
Fue algo en verdad repulsivo, tuve que alejarme de ahí corriendo, mi intención era salir del panteón, pero antes de llegar me ganó el asco, y, sin querer, terminé vomitando sobre la tumba de un desconocido.
Volví a casa, mi madre no estaba, solo mi padre, vio que mi estado anímico era pésimo, me ayudó a sentarme y me acercó un vaso con agua.
No se anduvo con rodeos, él sabía que algo estaba pasando en el cementerio y me pidió que fuera honesto con él, entonces le dije que ya eran 2 veces que encontraba trabajos de brujería sobre la lápida de mi abuela.
También le conté que, según las palabras del trabajador del panteón, las brujas seguirían yendo a hacer sus porquerías sin que él pudiera hacer nada al respecto.
Le confesé que por eso yo había llegado muy molesto la vez anterior, ese había sido el motivo de mi discusión con el trabajador del panteón.
Mi padre se puso nervioso, se le notaba, luego me dijo que hablara con mi madre al respecto, que mientras no platicara con ella debía mantenerme alejado del cementerio.
Resulta que en realidad mi abuela sí tenía una historia con las brujas, pero mi padre no conocía todos los detalles, por eso quería que yo hablara con mi madre.
Decidí que no dejaría pasar el tiempo, y esa misma noche le conté a mi madre lo que estaba pasando y le pedí explicaciones.
Ella me dijo que lo único que sabía era que su hermana mayor había estado en una situación crítica, y era debido a una bruja, me juró que no sabía nada más, pero que mi tía, la mayor, sí podría darme detalles, siempre y cuando yo prometiera no decirle a nadie de la familia.
Pasaron casi 2 semanas para que tuviera tiempo libre y visitar a mi tía mayor, cuando la cuestioné se rehusó a responder, le dije que yo necesitaba respuestas porque la tumba de mi abuela estaba siendo utilizada por las brujas y a mí ya me daba miedo ir a visitarla por lo mismo.
Mi tía me reveló la verdad cuando entendió que de toda la familia, yo era el único que había ido más de 2 veces, y por eso yo merecía saber la verdad.
A ella se la había robado una bruja cuando tan solo tenía 11 años, lo que la bruja quería era sacrificar a mi tía para luego comérsela.
El Crimen De La Bruja
Mi abuelo intentó recuperarla, pero terminó muy mal herido, entonces mi abuela, desesperada por la angustiante situación, se armó de valor y fue a enfrentar a la bruja.
Mi abuela se las arregló para matar a la bruja con sus propias manos, y solo así logró rescatar a mi tía.
La noticia de que mi abuela había matado a una bruja se extendió rápido, todas las brujas de la región estaban al tanto de lo sucedido.
Eso, más que asustarlas o hacerlas enojar, les dio mucho gusto, porque solo una persona de voluntad inquebrantable y de corazón puro podría derrotar a una bruja.
Las brujas sabían que en cuanto mi abuela muriera, ellas podrían utilizar su energía vital residual para potenciar sus trabajos y para maximizar la efectividad.
También me confirmó aquello que me había dicho el trabajador del panteón, que no había nada que se pudiera hacer al respecto.
Mi tía me advirtió que jamás se me fuera a ocurrir tocar nada de los trabajos de las brujas, porque eso podría volverme en una presa para las brujas, y si eso sucedía, mi muerte estaría garantizada.
Me mantuve alejado del cementerio casi por 3 meses, pero el 31 de octubre volví durante la noche, lo hice porque, debido a “x” circunstancia, mis padres y yo saldríamos de la ciudad al día siguiente, y estaríamos fuera por más de un año.
No me quería ir sin despedirme de mi abuela, pero, una vez más, cuando llegué a su tumba, encontré brujería.
Había unas tijeras rotas, sal, incienso, varios símbolos extraños dibujados con sangre sobre la lápida, también había pedazos de ropa.
Pero, por mucho, lo más aterrador y escalofriante que había ahí era un cráneo pequeño, parecía ser de un bebé o de un niño muy pequeño.
Apenas estaba tratando de asimilar lo que estaba viendo cuando un anciano se me acercó y me dijo: “ese es el ritual de las velas”.
Le pregunté quién era y cómo es que podía identificar el ritual que había sido practicado sobre la tumba de mi abuela.
El anciano me contó que él había estado casado muchos años con una bruja, aprendió mucho de ella, me explicó que su mujer al principio no era malvada, pero el poder la corrompió y tras intentar un acto atroz, terminó muerta.
Yo le pregunté si de casualidad él podría ayudarme a ponerle fin a las sucias prácticas que las brujas estaban haciendo a costas de mi difunta abuela.
El viejo me comentó que sí había una forma, pero que podía funcionar o fallar, dependiendo del poder que tuvieran las brujas que estaban haciendo esos trabajos, también me dijo que no había manera de saber si funcionaría o no, solo hasta que ya estuviera hecho.
Con tan solo intentarlo para mí ya era más que suficiente, porque la alternativa era no hacer nada.
El anciano me explicó que, para evitar complejas explicaciones, yo me imaginara que la lápida de mi abuela era un pastel, las brujas eran el cumpleañero.
Yo no entendía muy bien su analogía, me dijo que para hacer sus rituales las brujas utilizaban velas, de la misma forma en que a los pasteles se les ponían velas para poder pedir un deseo.
Sin velas no se podía pedir ningún deseo, sin velas no se podían hacer trabajos ni tampoco rituales.
Le pregunté al anciano si de casualidad me estaba sugiriendo que retirara las velas, me respondió que no, que si lo hacía estaría firmando mi sentencia de muerte.
Lo que me dijo fue que había que evitar que las velas encendieran cerca de la tumba de mi abuela, y para eso había que pedirle ayuda a la sombra de Dios.
El anciano me explicó que, hasta para realizar el trabajo más oscuro y siniestro, se necesitaba del poder de la luz, porque es la fuerza primigenia del universo.
Por eso las brujas habían desarrollado el ritual de las velas, a través del fuego de las velas invocaban el poder de la luz.
Entonces, si la sombra de Dios cubría con su manto la tumba de mi abuela, ni siquiera la luz más pequeña podría brillar cerca de ahí.
Le pregunté cuándo podíamos hacer el ritual, el anciano me dijo que, de hecho, teníamos que hacerlo en ese mismo instante, porque al llegar la media noche las brujas volverían.
Le cuestioné el cómo pretendía que hiciéramos un ritual si no teníamos ningún material, el viejo me dijo que teníamos todo lo que se necesitaba.
Yo no entendía a qué se refería, me respondió que el vínculo que yo tenía con mi abuela, y mi deseo de querer ayudar a su descanso eterno, eran las herramientas que me permitirían invocar a la Sombra de Dios.
Me explicó todo, paso a paso y detenidamente lo que yo debería hacer, inclusive me lo repitió 2 veces para que yo no cometiera errores.
Lo primero era reconocer el pecado más grande que alguna vez había cometido, no debía decirlo en voz alta, tampoco tenía que decirlo en mi mente, solo tenía que reconocerlo en mi corazón.
Después tenía que enfocarme en la acción más noble que hubiera hecho, reconocerla en mi corazón, e identificar si pesaba más lo bueno o lo malo.
Si lo bueno superaba a lo malo entonces ya estaría hecho, pero si el resultado era contrario, entonces ya no habría nada qué hacer.
Yo solo tenía una duda, ¿cómo sabría qué era lo que pesaba más?, el anciano me sonrió y me dijo que eso lo decidía yo.
Había que comenzar, me paré frente a la tumba de mi abuela, cerré los ojos, busqué mi peor pecado y también mi mejor obra.
Por desgracia, mi corazón me decía que mi mejor obra no era lo suficientemente buena para subsanar los daños cometidos por mi peor pecado.
Entonces abrí los ojos y agaché la mirada, el anciano me preguntó qué había pasado, le confesé que no podía ayudar a mi abuela porque lo malo era más pesado que lo bueno.
El viejo, muy serio, me preguntó porque simplemente no había tomado la decisión de elegir el resultado que necesitaba para ayudar a mi difunta abuela.
Le respondí que pude haberlo hecho, que quizás habría podido engañarme a mí mismo, pero no podía engañar a Dios.
El anciano sonrió, y en ese momento un poderoso relámpago iluminó el cielo, fue tan brillante que me hizo voltear hacia arriba, todo estaba nublado, entonces empezó a llover y las velas se apagaron.
Había funcionado, yo estaba sorprendido, le pregunté al viejo qué había pasado, me dijo que me había engañado, que la verdad era que las personas de corazón puro no podían invocar a la sombra de Dios, solo podían hacerlo aquellos pecadores que tenían la gallardía de reconocer la maldad en sus actos.
Yo quería saber si entonces ya las brujas no podrían acercarse a la lápida de mi abuela, el anciano me dijo que ya estaba hecho, que no tenía nada de qué preocuparme.
Le agradecí, pero también le pregunté cuál era su motivo para haber querido ayudarme, no nos conocíamos de nada.
El viejo me dijo que el acto tan atroz que había intentado realizar su difunta esposa, y por el cuál había perdido la vida, era que ella se había robado una niña, quería sacrificarla y luego comérsela.
Pero la madre de esa niña, una mujer de corazón puro, había enfrentado y matado a su esposa.
El anciano estaba hablando de mi abuela, ella era la que había matado a la esposa de ese hombre.
Yo no sabía cómo reaccionar, él me dijo que estaba muy avergonzado por las intenciones tan oscuras que había tenido su mujer, y se sentía responsable, por eso me había ayudado.
Con lagrimas en los ojos, el señor me preguntó si yo podía perdonar a su mujer, yo le respondí que sí, que con la ayuda que él me había brindado era suficiente.
El anciano se dio media vuelta, empezó a caminar despacio, lo último que me dijo fue que al fin podía descansar en paz, luego se desvaneció.
Autor: RAMIRO CONTRERAS
Derechos Reservados.
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