La Pequeña Macón Historia De Terror 2024

la-pequena-macon-historia-de-terror

La Pequeña Macón Historia De Terror 2024

La Pequeña Macón Historia De Terror… Aunque han pasado muchos años de esta aterradora experiencia que viví, tengo que confesar que hay veces que he llegado a pensar que todo esto solo fue una amarga pesadilla, y que nada de lo que viví fue real, pero en otras ocasiones, al ver las cicatrices que quedaron en mi brazos y en mis manos, el horror de lo que viví aquella ocasión vuelve aparecer, el miedo me traiciona y me hacen sentir que si cierro los ojos aunque sea solo por un segundo, el horror regresará otra vez, y está vez no tendré tanta suerte.

En aquel tiempo visitábamos a mi abuelita Esperanza cada año en su pueblo para pasar la navidad y el año nuevo, ella vivía en un pueblo cercano a la ciudad de Orizaba, Veracruz. Por aquel entonces también se nos hizo una tradición que después de cada comida nos sentáramos todos en la sala a contar relatos de espantos, y aunque casi siempre eran de aparecidos, de la llorona o de los chaneques, en aquella ocasión empezamos a contar historias acerca de lugares embrujados o poseídos, y cuando le tocó el turno a mi abuelita Pera, nos relató una historia demasiado macabra que nos dejó helados.

Nos contó del porqué de las casonas abandonadas que hay por todo el pueblo, nos dijo que hace mucho tiempo llegaron muchas familias españolas y francesas de Europa, la mayoría de políticos o militares, con muchísimo dinero y oro, mismas que se adueñaron a la mala de casi todas estas tierras, matando y haciendo sufrir a mucha gente sin importarles si eran mujeres, niños o viejos. Se apropiaron de todo lo que quisieron y no conformes con ello, construyeron sus enormes y lujosas haciendas sobre los mismos camposantos de los habitantes del pueblo, sin respetar al menos su descanso eterno.

Y así fue por mucho tiempo, hasta que un día las mujeres del pueblo hartas de tantas muertes, decidieron arremeter con machete en mano contra esas familias asesinas, doblegaron a los guardias y entraron a sus casas destrozándolo todo a su  paso, haciéndolas huir a todas ellas de sus haciendas, sin darles tiempo a nada, ni siquiera para recoger sus pertenencias personales, mucho menos su dinero y su oro, y casi todas lograron escapar en medio de la confusión, todas menos una.

La gente la conocían como la familia Macón, el señor de la casa era un coronel del ejército, quien huyó cobardemente en cuanto cayó su guardia personal, pero quienes no tuvieron tiempo de escapar a la venganza que pesaba sobre ellas, fue la señora de la casa y sus dos pequeñas hijas, quienes murieron dentro de su casa, bajo la rabia de aquellas mujeres enardecidas por el dolor de sus muertos.

Muchas gentes juraron por años que los gritos de ayuda de la mujer y sus niñas se escucharon en todo el pueblo, pero nadie se atrevió a auxiliarlas, y cuando la furia de aquel levantamiento fue bajando, aquellas mujeres se dieron cuenta de la atrocidad que habían cometido contra unas inocentes, y decidieron enterrarlas ahí mismo, en alguno de los tantos jardines de la casa, dándoles una sepultura clandestina a los restos de aquella desdichada familia.

Con el tiempo, muchas de estas casonas quedaron abandonadas a la buena de dios, y fueron lugares de rapiña y saqueos, ya que muchas gentes de otros pueblos o de más lejos, venían con la idea de encontrar todo ese oro del que se contaba en las historias de lo que sucedió aquí un día… todas menos una, la casa de las Macón.

Las pocas personas que se atrevieron a entrar a saquear ahí, aparecían muertas al día siguiente, la mayoría con el cuerpo desmembrado en medio de grandes charcos de sangre, o por lo menos con heridas muy profundas, dejando al descubierto sus huesos o sus entrañas,  como si hubieran sido acuchillados por todos lados, pero lo que más contaba con horror las personas que rescataba los cuerpos de la casa, era algo acerca de sus ojos desorbitados y de sus rostros aterrorizados, como si hubieran visto al mismo demonio.

Uno de los pocos sobrevivientes de aquellas masacres, nos contó mi abuelita, les alcanzó a balbucear a las personas que lo encontraron aún con vida, que lo alejaran de aquella pequeña de vestido rosa, que se la quitaran de encima, todos en el pueblo sabían muy bien que aquel desdichado se refería a una de las hijas, la más pequeña, de la señora Macón, quien al parecer ahora tomaba venganza contra todo aquel que se atreviera entrar a su casa otra vez, y el rumor se empezó a esparcir más allá de los poblados cercanos.

Inclusive llevaron en varias ocasiones al párroco para que bendijera cada rincón de aquella casa, pero un evento desafortunado, el padre cayó por las escaleras inexplicablemente, provocó que ningún otro padre quisiera volver a poner un pie ahí. El pueblo decidió entonces sellar la única entrada de aquella vieja casona, con un muro de ladrillos y cemento sobre el enorme portón de madera, y de común acuerdo entre todos los habitantes, se prohibió terminantemente volver hablar de lo que sucedió ahí alguna vez.

Con el paso de los años, la historia de la casa de las Macón al parecer se fue olvidando poco a poco, pero no por completo, solo los más viejos que sabían muy bien que había pasado alguna vez, no pudieron guardar celosamente el secreto, y entonces en ciertas temporadas se escuchaban algunas historias por aquí o por allá de aquel suceso, lo que en ocasiones provocaba que algún forastero curioso, intentara entrar a alguna de esas viejas casonas, motivado por aquellas leyendas, en busca de aquel supuesto oro enterrado, y los más aventureros en busca del fantasma de la pequeña Macón, y entonces que volvía aparecer la sombra de culpa sobre el pueblo.

Todos nos quedamos callados cuando terminó su relato mi abuelita, hasta mis papás, quienes a pesar de que estaban acostumbrados a escuchar sus historias, se quedaron mirando uno a otro, entre asustados y sorprendidos, porque precisamente mi abuelita vivía al lado de una de esas viejas casonas abandonas, y aunque en ese momento no sabíamos si era la casa de la familia Macón, o si era verdadero su relato, el solo pensar que sí lo era nos aterró a todos.

En todos estos años habíamos pasado tantas veces frente a esa casa, que nunca nos pareció un lugar embrujado o poseído, aunque solo la habíamos conocido por fuera, porque estaba rodeada por una gran barda de piedra de cimiento, sin ninguna ventana, y lo que parecía la única puerta de entrada, estaba cubierta por una pared de ladrillos.

Todo coincidía, mi papá, un poco temeroso le preguntó si la casa de al lado era la del relato, mi abuelita guardó silencio por un segundo y cuando nos iba a responder, en ese preciso momento alguien llamó a la puerta, mi mamá se levantó de su lugar y se dirigió a abrir.

Nosotros nos quedamos mirándonos en silencio, y tras unos momentos de tensión, entraron a la sala mi tía Rosa, hermana de mi mamá, con mis primos Beto y Horacio, quienes corrieron a abrazarnos a mi hermana y a mí. Recuerdo que nos acomodamos todos ahí en la sala y empezaron a platicar muy amenamente con mis papás y mi abuelita, y por un momento se nos olvidó el relato de mi abuelita Pera.

Después de un rato, mis primos, que eran más o menos de mi edad, me dijeron que nos saliéramos a jugar pelota.

El patio de la casa de mi abuelita Pera era de tierra color marrón y muy grande, pusimos la portería del lado de la barda más alta y empezamos a jugar. Todo iba muy bien, así estuvimos jugando gran parte de la tarde sin ningún contratiempo, en verdad me estaba divirtiendo mucho, cuando en una de esas le pegué mal a la pelota y se fue muy por arriba de la portería, se fue por encima de la barda.

Los tres solo nos quedamos mirando desilusionados como se iba el balón a la casa de al lado. Nos sentamos junto a nuestra portería desanimados, dábamos por perdido el balón, pero entonces Beto estuvo mirando un rato la barda, como calculando algo, y finalmente nos dijo que nadie vivía al otro lado, que estaba abandonada desde hace mucho tiempo y que podríamos saltarnos sin ningún problema.

Cuando dijo eso yo me quedé helado, en ese momento se me vinieron las imágenes del relato que hace un rato nos contara mi abuelita Pera. Miré nuevamente la barda, yo creo que ellos vieron el miedo en mi cara, entonces no me quedó más remedio que contarles la historia de que esa era una casa embrujada, poseída por el fantasma de una de las hijas de la señora Macón.

Al principio se quedaron muy serios como poniéndome atención, pero una vez que acabé de contarles la historia, los dos se empezaron a reír a carcajadas, y entonces me dijeron que nada de eso era cierto, que eso se los contaban a todos los niños del pueblo para asustarlos y que no se metieran a esas casonas a escondidas, y así evitar accidentes porque eran casas demasiado viejas y que se podían derrumbar en cualquier momento, y que su mamá, mi tía Rosa, si les había contado eso de más pequeños, pero que no era cierto, inclusive Horacio me juró en ese momento, que él ya se había saltado a explorar a otras casas abandonadas del pueblo y que nunca le había pasado nada, que no había fantasma, ni demonios ni nada por el estilo.

Si les soy sincero no le creí mucho a mis primos, menos a Horacio de lo que presumía de haber entrado ya a una de esas viejas casonas, pero los escuché tan convencidos que ya solo les di por su lado, aparte de que me sentía culpable, ya que había sido yo quien voló el balón.

Ya no lo pensé más, les pedí que ayudaran para subirme a la barda y así entre los dos me empujaron hacia arriba con sus manos, yo apenas y alcancé a sujetarme con la punta de los dedos de la orilla de la barda vecina, la que suponía que era la casa de las Macón, y poco a poco me fui subiendo. Una vez que ya estuve arriba me agaché y estiré mi brazo para alcanzar a Horacio quien ya se apoyaba en Beto para levantarlo.

Desde ahí arriba empezamos a caminar sobre la barda de piedra de aquella casa abandonada buscando nuestro balón, era una barda muy ancha y los dos cabíamos sin ningún problema. Desde ahí arriba pudimos ver que en verdad era una casona muy grande, pero no alcanzábamos a ver hasta donde terminaba, porque había un gran huerto en la parte de atrás que se confundía con el bosque y la vegetación del monte.

En el frente, en la planta baja, había grandes ventanales y en el primer piso había muchos balcones, y de lo que supuse que era la pared de ladrillo que veíamos desde la calle, había un gran pronto de madera ya muy vieja y desgastada.

Todos los muros estaban tan descarapelados y tan cuarteados que parecía que estaba a punto de derrumbarse, ya en algunas partes de la fachada se habían caído pedazos de pared. En el centro de la entrada, entre el portón y la planta baja, había una gran fuente redonda de piedra, con un querubín en el centro, cercada por lo que fuera alguna vez un jardín, pero con el forraje y la yerba demasiado crecidas. En verdad sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo al pensar que tenía que entrar a aquella casa.

Fue Horacio quien vio el balón, había roto una ventana y estaba al fondo de una las habitaciones del primer piso. Supongo que pensó lo mismo que yo, el tener que entrar a esa tétrica casona, porque me miró con un gesto de miedo en su rostro que ni siquiera pudo disimular. Yo estaba decidido y sin pensarlo mucho le dije que yo iría, pero que me espera ahí para que me ayudara a subir de nuevo.

Me agradeció con la mirada y asentando la cabeza, y me empecé a descolgar lentamente hacia el otro lado, pero la barda era muy alta y al final me tuve que dejar caer. Al pisar aquella tierra sentí como mis pies se hundieron, fue como si hubiera caído sobre mucha paja, a cada paso que daba mis pies se hundían más y más y se enterraban como si estuviera caminando sobre arena, pero no podía ver el suelo, porque el pasto me llegaba un poco más arriba de las rodillas.

Así tuve que caminar paso a paso, desenterrando y enterrando mis pies una y otra vez sobre aquel suelo fangoso, avancé muy lento. Ya había cruzado casi la mitad de aquello que parecía el jardín hacia la única puerta de entrada, cuando de pronto sentí unas patitas que subían por mi pierna derecha, y en eso descubrí horrorizado que tenía una araña del tamaño de mi puño en mi muslo, intenté sacudírmela pero entonces apareció otra en mi rodilla y otra más en mi cintura, aterrado seguí dándoles manotazos a diestra y siniestra y en cuanto sentí que se me cayeron corrí despavorido tratando de salir de aquel jardín, hacia donde estaba la puerta principal, en mi loca carrera casi me estrello de frente con la fuente, pero pude esquivarla y logré por fin salir de aquel forraje.

Me recargué de espaldas contra el muro junto aquella puerta de madera de la entrada, tratando de recuperar el aliento, y todavía alcancé a ver aterrado como aquellas enormes arañas regresaban y se perdían nuevamente entre la yerba de aquel jardín.

De manera automática volteé hacía la barda por el lugar por donde me había bajado, en donde estaba Horacio, quien me miró muy espantando sin decirme nada, le hice una señal con la mano para indicarle que todo estaba bien. Una vez que recuperé el aliento, me paré frente aquella puerta y la empujé con fuerza, se abrió suavemente junto con el rechinar de sus bisagras.

Adentro estaba muy oscuro y me llegó un olor a podrido que casi me hizo vomitar, la verdad estuve a punto de dar media vuelta y regresarme, pero tenía que recuperar el balón de mis primos. Apenas pude dar unos cuantos pasos hacia adentro de aquella casa, cuando la puerta se azotó detrás de mí y todo quedó completamente oscuro, yo me regresé corriendo asustado para tratar de abrirla y fue cuando sentí un golpe muy fuerte en mi cabeza, mi cuerpo se desguanzó y sentí como me caí al piso.

La verdad no sé cuánto tiempo estuve inconsciente, recuerdo que desperté en una habitación oscura, en penumbra, lo pocos muebles que alcancé a ver entre la oscuridad, parecían muy antiguos y todo el ambiente olía mucho a madera podrida, a humedad, todo parecía tan descuidado y polvoso, como si hubiera sido abandonado desde hace mucho tiempo.

Estaba recostado sobre un sillón rojo, muy viejo, con la tapizaría rota y algunas maderas de fuera. Me enderecé y miré todo a mi alrededor desconcertado, traté de entender como había llegado hasta ahí. Recuerdo que me paré en medio de aquella habitación y empecé a temblar de frío, por instinto di algunos pasos hacia adelante y ese momento distinguí una pequeña ventana delante de mí, me acerqué poco a poco temeroso, en medio de aquel silencio solo escuché como crujió aquel piso de madera bajo mis pasos.

Hice a un lado una de las cortinas sucias que tapaba aquella ventana y descubrí con sorpresa que ya había anochecido, pensé en salirme por ahí, pero era demasiado pequeña y tenía los barrotes demasiado juntos, era imposible, aparte de que no logré reconocer nada del paisaje que pude ver tras aquellos vidrios sucios, me pareció que era la parte trasera de la casona, pero no sabía en realidad en dónde estaba.

Me di media vuelta, extendí los brazos y empecé a caminar a tientas en aquella habitación oscura, muy despacio para no caerme, di unos cuantos pasos hasta que mis manos se toparon con una perilla, la intenté girar varias veces, pero parecía que estaba trabada, me empecé a desesperar y lo intenté otra vez con más fuerza, hasta que algo tronó y por fin se abrió aquella puerta.

Apareció ante mis ojos un pasillo muy largo y angosto sin una sola ventana, solo había algunas pinturas sobre las paredes, de paisajes y de retratos muy antiguos. Empecé a caminar, tenía que salir de ahí de alguna manera, el pasillo no estaba tan oscuro como la habitación en la que desperté, así que apreté un poco el paso, mientras miraba sin quererlo aquellos cuadros colgados a los costados, algunos de ellos me parecieron muy macabros.  Pero hubo uno en particular que me hizo detenerme, en él había lo que parecía una familia, en donde aparecía una mujer y un hombre sin cabeza, ella con un vestido elegante color blanco, escurriéndole sangre por lo hombros, y él con uniforme militar, ambos abrazando a dos niñas pequeñas, una de ellas sin brazos, con la cara retorcida de dolor, y la otra niña sin parte de su rostro, dejando al descubierto el hueso de su mandíbula, el solo verlo me erizó la piel, reanudé la marcha.

No sé cuánto tiempo paso, pero ese pasillo ya se me había hecho eterno, parecía no tener fin. El silencio por unos momentos era ensordecedor, en ciertas ocasiones solo escuchaba el crujir de mis pasos sobre aquel piso de madera podrida, y en otras solo escuchaba el sonido mi respiración agitada y el de mi corazón acelerado, latiendo tan fuerte en mi pecho que parecía que estaba a punto de explotar.

Seguí caminando otro rato hasta que por fin se terminó ese pasillo y entre en una habitación que parecía muy amplia, al menos hasta donde me permitía ver la penumbra. Sentí una brisa helada en todo mi cuerpo y me detuve por un momento.

Los muebles que había ahí eran igual a los que vi en la habitación anterior, en la que desperté, demasiado viejos y estropeados, pero además en esta estancia había una mesa muy grande de madera rectangular, con algunas sillas descarapeladas a su alrededor, y a un costado de aquella mesa, había una pequeña sala de tres piezas de color rojo, y también alcancé a ver varios cuadros muy grandes adornado las paredes de aquella sala.

Me di cuenta que era la misma familia que vi en el pasillo, pero esta vez sí pude ver el rostro de la mujer y el hombre, parecían extranjeros, de cabellos rubios igual que las niñas, en ese momento empecé a temblar, no pude evitar estremecerme, caí en cuenta que el relato de mi abuelita Pera era verdadero, yo estaba en la casa de la familia Macón, me dio un ataque de pánico, sentí que me faltaba el aire, sentía un inmenso cosquilleo en mis brazos y que moriría ahí, traté de tranquilizarme.

Ya un poco más sereno, continué buscando con la mirada alguna salida, pero fue inútil, estaba atrapado en aquella casa. Entonces empecé a sentir una sed desesperante, tenía la boca muy seca y amarga, pero seguí caminando hasta que llegué a aquella sala roja a un costado de la mesa.

Pensé en detenerme, aunque fuera un segundo, me sentía muy agotado y quería descansar por un momento, pero lo dudé, en verdad no tenía noción de cuánto tiempo había trascurrido desde que llegué ahí, y por supuesto que era más mi miedo y mi desesperación por salir de esa casa maldita que mi cansancio, así que seguí caminando, pero al pasar aquella sala, todo empezó a estar tan oscuro otra vez, que apenas se podía ver un paso al frente.

Empecé otra vez la marcha a tientas, muy despacio, extendiendo mis brazos para no tropezarme con algún mueble, hasta que por fin mis pies se llegaron a topar con lo que parecía un escalón, extendí mi mano y encontré un barandal, era una escalera, intenté agarrarme de ahí, pero fue una mala idea, solo rozar aquella superficie con mis dedos me provocó una sensación más que desagradable, había algo pegajoso sobre ese barandal.

Al acercar mis dedos a mi rostro para tratar de saber que era, me llegó un olor tan repulsivo que me llegó la náusea y empecé a vomitar, como pude me recargué de espaldas contra la pared, mientras mi estómago se vaciaba, me enderecé como pude y empecé a sudar frío, sentí todo mi cuerpo tembloroso, en especial las piernas que las sentí todas desguanzadas, sin nada de fuerza, llegó un momento en que creí que en verdad se me partirían.

Así permanecí recargado contra aquella pared por unos minutos más, hasta que finalmente me sentí un poco más recuperado. Di un par de pasos y me paré al tope con aquel peldaño que parecía el inicio de aquella escalera, recubierta con aquella cosa viscosa que me provocaba náusea todavía.

Afuera se escuchaba el viento como chocaba contra las paredes y la techumbre de aquella vieja casona, soplaba tan fuerte que parecía en cualquier momento podía derribarla, cuando de pronto una fuerte ráfaga dejó al descubierto un rayo de luz que provenía desde un costado del techo y que alumbró un poco más aquella estancia, entonces pude ver completamente la escalera frente a mí, descubrí con asco que aquella cosa viscosa embarrada en el barandal y los peldaños era sangre.

Contemplé aquella escalera de arriba abajo, muchas dudas me asaltaron sobre subir y seguir explorando ese maldito lugar, pero no había de otra, era subir esas escaleras y seguir buscando una salida de este infierno o regresarme por donde había caminado hasta ahora, regresarme a aquella habitación donde desperté, donde empezó toda esta pesadilla.

Fue precisamente en ese momento, en el que trataba de tomar esa difícil decisión, cuando se apareció frente a mí, sentada sobre esas escaleras en la parte de arriba, muy quitada de la pena. Yo sentí un escalofrío que me recorrió de pies a cabeza en un instante, cuando sentí su mirada sobre mí, levanté poco a poco la cara y me encontré con esos ojos azules aterradores, penetrantes, y con un rostro que parecía el de una niña de diez años, pero que poniéndole un poco de atención se le veía una cara muy envejecida, completamente arrugada, llena de pequeñas heridas que parecían aún abiertas y sangrantes, su quijada parecía deforme y le colgaba, torciendo su boca de un lado, dibujándole sin querer una sonrisa muy macabra.  

Era una visión tan terrorífica, que en verdad quise cerrar los ojos para dejar de verla, pero no pude por más que lo intenté, fue como si algo o alguien me estuviera obligando a mantener los ojos abiertos y verla. Traía un vestido rosa que parecía muy antiguo, con muchas manchas de sangre, y su cabello era negro y le llegaba los hombros.

Así permanecí por no sé cuánto tiempo conteniendo la respiración, hasta que escuché su voz tan cerca como si estuviera a lado mío, les juro que sentí su respiración en mi nuca cuando me pidió con esa voz infantil una primera vez: «juega conmigo», yo me quedé completamente aterrado, no pude mover un solo músculo de mi cuerpo, ni siquiera pestañear.

Hubo un silencio muy largo, hasta que me pidió nuevamente con su voz de niña: «juega conmigo», en ese momento mi cabeza que estaba tan rígida como una tabla, empezó a moverse sin ningún control de lado a lado, como si tuviera una convulsión, mi boca estaba entreabierta como si tuviera trabada mi mandíbula, y por más que quise gritar no pude, la voz no me salía, y fue entonces cuando la escuché una tercera vez, pero no fue la misma voz infantil, esta vez su voz sonó demoniaca, como si fueran dos voces las que hablaran al mismo tiempo, pero de manera áspera: «juega conmigo».

Ya no pude soportar más, haciendo gran esfuerzo logré dar un paso hacia atrás y en ese momento ella se paró lentamente de las escaleras, mi miró con burla clavándome sus ojos, dio media vuelta y se fue. Yo no supe que hacer, al desaparecer la niña de mi vista por fin pude moverme, pero no tuve el impulso de salir huyendo de ahí o el de regresarme por donde había venido, algo me decía que tenía que subir esa escalera y continuar.

No puedo precisar el tiempo que pasé parado frente a esas escaleras, hasta que finalmente me decidí y comencé a subirlas, pero apenas puse un pie en el primer escalón, sentí como me resbalaba por la sangre y escuché como tronó la madera como si se fuera a romper, me detuve, dudé otra vez en continuar y venciendo el asco que me provocaba ese pestilente olor, me agarré fuertemente del barandal  y empecé a subir, a cada paso que daba la madera crujía de manera impresionante, llenado todo ese silencio. Llegó un momento en el que creí que se iban a romper aquellas tablas podridas y que iban a caer al vacío, y yo con ellas, hasta que finalmente llegué hasta el último escalón.

Sudaba mucho y tenía la respiración muy agitada, me incliné hacia al frente, recargando mis manos sobre mis rodillas para recuperar el aliento. Al enderezarme vi que aquello parecía una antesala alfombrada, y aunque desde donde estaba, al pie de la escalera, no podía ver más allá de unos cuantos metros hacia el fondo, pude distinguir entre la oscuridad lo que parecían ser las puertas de cuatro recámaras, tres de ellas cerradas y una entre abierta, y en ese momento mientras miraba esa última puerta, ésta se cerró de golpe, el eco rebotó por todos los rincones de la casona, y yo salté del susto.

No sé qué me impulsó a hacerlo, pero empecé a caminar despacio sobre aquella alfombra hacia esa puerta que acababa de azotarse, parecía que me llamaba, me paré frente a ella y estiré el brazo hacía aquella perilla oxidada, fue cuestión de nada, escuché un crujido muy fuerte y sentí como el piso se abría a mis pies, en mi desesperación alcancé a sujetarme de aquella alfombra con una mano y quedé colgado sobre un abismo negro, como un pozo sin fondo. Desesperado traté de impulsarme con mi otro brazo hacia arriba, pero al levantar la mirada vi los zapatos y parte del vestido rosa de aquella niña, en su mano parecía llevar una navaja o un cuchillo del cual parecía escurrir sangre.

la-pequena-macon-historia-de-terror
la-pequena-macon-historia-de-terror

Totalmente aterrorizado no pude más y me solté, fue como caer en la nada, volví a sentir como mi corazón latía muy aprisa y el aire se me iba de mis pulmones, seguí cayendo por varios segundos, en verdad pensé que iba a morir, cerré los ojos, los apreté muy fuerte y fue cuando sentí aquella sensación de que chocaría contra el fondo de aquel abismo, estiré los brazos por instinto para recibir el golpe, caí de costado sobre aquel piso, el impacto me sacó todo el aire del estómago y escuché como tronaba y se rompía algo dentro de mí.

Tras el golpe no podía respirar, desesperado trataba de jalar el aire a grandes bocanadas, me estaba ahogando y la vista se me empezó a nublar, todo empezó a oscurecerse, sentí que perdía el conocimiento, pero aun así escuché que a lo lejos alguien gritaba mi nombre, tras un segundo angustiante reconocí aquella voz, era mi papá, abrí los ojos esperanzado pero lo único que apareció frente a mí fue aquel rostro descarnado de la pequeña Macón, al tiempo que sentía que algo se enterraba en mis brazos y mi pecho, como unas garras filosas abriéndome la piel, sentí como escurría la sangre por todo mi cuero, como se empapaba mi ropa y entonces empecé a convulsionarme, todo se volvió borroso y perdí la consciencia.

Cuando pude volver a abrir los ojos lo primero que vi fue el rostro de mi papá que me llevaba cargando entre sus brazos, recuerdo que corría desesperado por aquella estancia que hace unos minutos yo cruzara, ahí estaba la pequeña sala roja, la mesa rectangular y los retratos de la familia Macón en la pared, siguió corriendo mientras me decía que todo iba a estar bien, que no me durmiera, que siguiera con él, a lo lejos alcancé a ver la puerta por donde había entrado, la cruzó corriendo y por fin pudimos salir de aquella casa maldita hacia el jardín, en ese momento escuché los gritos desesperados de mi mamá pero no pude verla, mi papá me puso en el suelo junto a la fuente, rasgó parte de su playera y puso parte de esos pedazos sobre algunas de la heridas de mi pecho presionándolas para que no me desangrara. Yo no podía respirar bien, aún sentía que me ahogaba y entonces escupí una gran bocanada de sangre, llegaron mis primos y unos vecinos de mi abuelita Pera, a lo lejos me pareció escuchar una ambulancia, me cargaron entre mi papá y los vecinos, pero al levantarme, mi cabeza quedó colgando hacia atrás, en ese momento les juro que vi a la pequeña Macón parada en la puerta que acabábamos de cruzar, sentí sus ojos azules penetrantes sobre mí, me miraba burlonamente, yo me desmayé de nuevo, es lo último que recuerdo.

Por la gravedad de mis heridas tuvieron que trasladarme a la capital del estado, a Xalapa, tenía fracturadas varias costillas, desviada la columna y laceraciones graves en brazos y pecho, pero que afortunadamente no atravesaron ninguna arteria importante, en caso contrario hubiera muerto en minutos de manera irremediable en esa vieja casona. Tardé varios meses en recuperarme en el hospital, por lo que las siguientes vacaciones de inverno ya no pudimos ir con mi abuelita Pera. Lo más triste de esta situación es que ella murió en febrero del año siguiente, los médicos nos dijeron que fue por causa de un paro cardiaco, pero yo estoy seguro que fue esa pequeña Macón quien se la llevó, buscando satisfacer su sed de venganza contra los habitantes del pueblo. Cuando fuimos al funeral, pasamos frente a la casa de las Macón, no pude evitar estremecerme y aunque evité mirarla empecé a sentir que el aire me faltaba, mi mamá se dio cuenta y me abrazó muy fuerte.

Mis papás nunca creyeron nada de lo que les conté, o tal vez no quisieron creerme, me dijeron que me había sugestionado por lo que la abuelita Pera nos había contado unas horas antes de que sucediera esa desgracia, y que lo que había pasado en realidad, es que se habían derrumbado las viejísimas escaleras de madera por las que había intentado subir buscando el balón de mis primos, que todas las heridas que tenía habían sido provocadas por la caída de aquella escalera y que fue un milagro que no me hubiera caído ningún madero de tamaño considerable porque si no ahí me hubiera matado. Fue todo lo que se dijo y punto, para ellos esto no había sido más que un lamentable accidente.

Pero yo sabía que lo que me había pasado era real, que en verdad lo había vivido. Después de salir del hospital empecé a tener muchas pesadillas con la pequeña Macón, casi todas las noches, entonces me despertaba gritando y llorando hasta que lograban calmarme. Mis papás tuvieron que llevarme a muchos médico y especialistas, hasta que finalmente me mandaron con el psiquiatra. Desde entonces estoy medicado con ansiolíticos para controlar aquellos ataques de ansiedad que me dan en ciertas temporadas.

Nunca más se volvió a hablar en la familia de lo sucedido ese día, la muerte de mi abuelita Pera nos afectó mucho a todos, principalmente a mi papá. Nuestras visitas al pueblo se fueron haciendo cada vez menos con los años, y cuando llegábamos a ir evitábamos quedarnos en la casa de mi abuelita, por lo que llegábamos casi siempre a un hotel o en ocasiones a la casa de mi tía Rosa, hasta que definitivamente dejamos de ir.

Hoy a la distancia todo eso parece un mal recuerdo, pero aún hay días en que tengo mucho miedo y algunas noches siento que si cierro los ojos, aunque sea solo por un segundo, la pequeña Macón regresará y esta vez nadie podrá ayudarme.

Autor: Luis Martínez Vásquez

Derechos Reservados

Share this post

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Historias de Terror