Calakmul Historia De Terror 2022
Calakmul, historia de terror… Hace poco solicité mi baja de la Guardia Nacional, oficialmente aún sigo activo pero, es cuestión de días para darme de baja, lo más seguro es que cuando mi testimonio sea puesto en línea yo ya sea un civil solamente.
Antes de ser un elemento de la Guardia Nacional era parte de la Policía Federal de México desde el 2011, entonces, se podría decir que estuve poco más de 10 años en servicio.
Estoy consciente que la Policía Federal siempre tuvo muy mala fama, pero créanme cuando les digo que todas las cosas que se hacían no era cuestión de nosotros, los activos, sino que, más bien, todo se trataba de acuerdos corruptos que hacían los altos cargos, y a nosotros solo nos quedaba seguir órdenes.
El motivo por el cuál decidí dejar la Guardia Nacional es que, hace no mucho, a principios de este año, durante una operación en las profundidades del bosque tropical de Calakmul, encontramos algo que no debería existir, y me hizo cuestionar toda mi realidad y mis creencias.
Me imagino que mucha gente lo sabe, pero, para los que no, Calakmul fue una importante ciudad antigua ubicada en el actual estado de Campeche.
Calakmul Historia De Terror
Sus ruinas están rodeadas por más de 7 mil kilómetros cuadrados de bosque, literalmente ahí dentro se podría esconder una ciudad y sería casi imposible encontrarla.
Se sabe que Calakmul fue habitado por primera vez hace, por lo menos, 4 mil años, sus primeros habitantes ni siquiera fueron los mayas, de hecho, esos primeros habitantes vivieron ahí más de 200 años antes de que la Cultura Maya naciera como tal, explicar fechas es muy complicado, soy un aficionado del tema, pero no un experto.
Se sabe muy poco, por no decir que no se sabe nada, de la gente que habitó el lugar antes de los Mayas, de hecho, los registros precisos se pierden luego de retroceder más de 1500 años
en el tiempo, lo que significa que hay, prácticamente 2500 años de historia que no se conocen con precisión, llegando a tal punto que se desconoce de dónde llegaron los habitantes originales y tampoco se sabe porqué eligieron ese lugar para vivir.
Algunos registros del lugar parecen sugerir que los Mayas se referían a los antiguos habitantes del sitio como Los Creadores del Cielo, la traducción no es exacta, pero la idea es esa.
Entonces, nosotros estábamos en una operación en esas místicas tierras, en algún punto de sus 7 mil kilómetros cuadrados, cuando encontramos una piedra, una estela, no sé cuál sea el nombre correcto.
Eso medía 2 metros de alto y un metro de ancho, tenía grabados en ambas caras, por supuesto que ninguno de nosotros sabía interpretar nada de lo que ahí decía, pero los dibujos sí eran entendibles.
En un lado de la piedra estaba dibujada una figura femenina, que, por la manera en la que estaba representada parecía ser una Uay, que sería algo así como el equivalente a lo que entendemos como bruja.
La figura femenina estaba rodeada por grabados incomprensibles.
Del otro lado de la piedra estaba plasmado un árbol, igualmente, rodeado por símbolos inentendibles.
La piedra como tal no tenía nada extraño, pero lo que llamaba la atención era que estaba ahí, sola, en medio de la nada, cerca no había pirámides ni ningún otro tipo de construcción.
Nosotros continuamos con lo nuestro y dejamos esa piedra atrás, antes de alejarnos el Oficial preguntó la hora, ese era un ejercicio para que volteáramos a ver el Sol, así despejábamos nuestra mente al menos por un segundo.
Avanzamos más de 5 kilómetros y de pronto nos volvimos a encontrar con esa piedra, era muy poco probable que todos hubiéramos cometido el descuido de no prestar atención para evitar dar una vuelta en círculo.
Nos detuvimos a tomar agua, revisamos nuestras herramientas de navegación y funcionaban bien, acordamos que simplemente había sido un error.
Como medida de precaución decidimos tomar medidas rudimentarias pero seguras, no queríamos que llegara la noche sin nosotros llegar al punto de extracción.
Con ramas y piedras colocamos unas flechas cerca de la estela de piedra, en el suelo, señalando la dirección en la que íbamos a avanzar, porque, tal vez, lo que había ocurrido es que esa era otra estela diferente, entonces, para evitar confundirnos, si en realidad había más de esas cosas, si llegábamos a otra y no encontrábamos las flechas en el suelo, sabríamos que no estábamos dando vueltas en círculos.
También optamos por, cada 10 minutos, dejar una marca en los árboles de nuestro alrededor.
Después de caminar por hora y media volvimos a llegar a la estela de piedra, era la misma, porque estaba la flecha que habíamos hecho con ramas y piedras.
Intentamos comunicarnos por radio pero no funcionaba, estaba sucediendo algo que escapaba de nuestro control, y ya empezábamos a ponernos nerviosos.
Tal vez una perturbación en el terreno nos estaba haciendo dar vuelta sin que nosotros nos diéramos cuenta, si bien, parecía ser una posible explicación, los aparatos de navegación nos indicaban que estábamos yendo en línea recta.
Acordamos que no podíamos confiar en la tecnología, entonces optamos por tomar otra medida rudimentaria, uno de los elementos subiría hasta la cima de un árbol, mientras que el resto avanzaría por tierra cantando y gritando, el elemento se aseguraría que sí estuviéramos yendo en línea recta.
Cuando nos escuchara lo suficientemente lejos bajaría del árbol y correría a alcanzarnos, luego subiría otro y haríamos lo mismo, así no habría forma de dar la vuelta.
La idea era fantástica, pero hubo un problema, se le indicó a uno de los elementos que subiera hasta la cima de un árbol, nosotros nos quedamos quietos esperando que nos dijera que ya estaba en posición, pero eso nunca ocurrió.
Luego de un minuto empezamos a gritarle pero no nos respondía, lo peor era que desde abajo no se alcanzaba a ver la cima del árbol porque la flora es sumamente densa, y hay zonas en las que muy a penas entra el sol, debido a eso, las cimas de los árboles más grandes quedan fuera del alcance de visión, las miras de las armas no podían ayudarnos porque no se trataba de la distancia, sino de las ramas y hojas que obstruían la visión.
Pasaron los minutos, el elemento no cayó, ni bajó, y tampoco emitió ningún ruido, fue como si hubiera desaparecido al llegar a la cima del árbol, o como si algo se lo hubiera llevado.
Pasamos tanto tiempo mirando hacia arriba que de pronto notamos algo bastante inusual, en las ramas de muy arriba había objetos colgados, a simple vista no alcanzamos a notar de qué se trataba, pero, utilizando las miras de las armas pudimos observar mejor esos objetos.
Había garras, colmillos, dientes, cabello, huesos, inclusive había dedos.
Se decidió que otro elemento subiría a revisar que había pasado, pero no saldría del campo de visión, es decir que no atravesaría la densa vegetación, llegaría solo hasta la altura en la que se encontraban los objetos colgando.
Cuando llegó le gritó al primer elemento que había subido, pero tampoco hubo respuesta.
En la altura a la que estaba el diámetro del tronco del árbol ya no era tan grueso, entonces, se sujetó con fuerza con uno solo de sus brazos, y con el otro movió las hojas para intentar ver la parte superior del árbol, en cuanto lo hizo algo sucedió y cayó desde lo alto.
Yo tuve que moverme para que no me aplastara.
La altura de la que cayó era superior a los 30 metros, cayó muy mal, el uniforme no nos dejaba ver sus heridas, pero, por la forma en la que quedó acomodado, sabíamos que debía tener fracturado el 60% de sus huesos, sobre todo el área de la columna y la pelvis, el casco le protegió la cabeza para no morir al instante del impacto, pero eso no evitó que quedara herido de muerte.
Se notaba desesperado por decir algo, el Oficial se acercó a él, escuchó lo que el elemento tenía que decir y luego el elemento murió.
El Oficial parecía consternado, no quería decirnos lo que había escuchado del elemento, pero sabía que tenía que hacerlo.
Nos dijo que las últimas palabras de nuestro compañero habían sido: “afuera ya es de noche”.
El Suboficial se alejó un poco del grupo, estaba tratando de tener una visibilidad medianamente buena del cielo, y entonces nos preguntó qué hora era.
Cuando llegamos con él y miramos el cielo nos dimos cuenta de que el Sol no se estaba moviendo, estaba en la misma posición de cuando lo habíamos visto la primera vez que nos encontramos con la estela de piedra.
Ese hecho irracional, sumado a las últimas palabras del elemento muerto, nos hizo pensar que, de alguna forma, habíamos quedado atrapados en un terreno raro, ciertamente no alcanzábamos a comprender bien en qué estábamos metidos.
Le preguntamos al Oficial cuál era el objetivo del operativo, porque hasta ese punto no nos habían dicho nada.
Nosotros, estando en la base, habíamos subido a un helicóptero que nos había dejado a 10 kilómetros de donde nos encontramos la estela de piedra, y, lo único que nos había comentado el Oficial, era que el punto de extracción estaba a 25 kilómetros, solo eso sabíamos.
El Oficial nos dijo que la orden había sido recorrer el lugar, porque, a pesar de que ya se había acordado que el Tren Maya pasaría bastante cerca de esa zona, querían asegurarse que no hubiera nada que pudiera causar problemas durante la construcción del tramo 7.
Y, por lo visto, nosotros habíamos encontrado ese problema, ahora solo nos quedaba salir de ahí con vida.
No podíamos intentar salir por arriba, trepando los árboles, porque dos hombres ya lo habían intentado, uno acababa de morir, y no teníamos ni idea de qué le había pasado al otro.
Solo quedaba ir por tierra, pero debíamos tomar una dirección diferente, porque la trayectoria que habíamos seguido antes solo nos hacía dar vueltas en círculos.
Cargamos el cadáver de nuestro compañero fallecido, elegimos un camino al azar y caminamos sin preocuparnos de hacia dónde estábamos yendo, estuvimos avanzando por 10 minutos, cuando el elemento que venía atrás de todos nosotros gritó que nos detuviéramos, aseguró que pudo ver como uno de los árboles se movió.
En ese punto ya todo lo creíamos posible.
El elemento nos señaló cuál había sido el árbol que había visto desplazarse, cuando lo revisamos, en efecto, había tierra recién movida en donde estaba el árbol.
Estábamos observando el árbol cuando de pronto escuchamos que algo se arrastró justo detrás de nosotros, apenas estábamos volteando cuando ese mismo sonido se empezó a replicar en todas direcciones, ante nuestros ojos los árboles se desplazaban lentamente.
Podrá sonar imposible, pero el bosque, o al menos esa zona del bosque, se estaba re acomodando para hacernos dar vueltas en círculos.
El Oficial ordeno que empezáramos a correr y eso hicimos, mientras lo hacíamos, los árboles se empezaron a desplazar cada vez más rápido, y ya no eran solo los árboles los que se estaban moviendo, también la tierra y las piedras, aquello era demencial.
Íbamos a toda velocidad, esquivando troncos, saltando piedras y rompiendo ramas, creímos ver una salida de todo el caos, pero cuando llegamos nos vimos, una vez más, parados frente a la estela de piedra.
Bajamos el cuerpo de nuestro compañero.
Yo ya estaba sucumbiendo ante la desesperación, y estoy seguro de que varios compañeros también.
De pronto se empezaron a sonar muchos ruidos a nuestro alrededor, se escuchaban berridos de chivo, rugidos de algún felino grande, ladridos de perro, cantos de gallo, muchos aleteos, carcajadas de voces chirriantes.
El ruido era ensordecedor.
En un instante se volvió de noche y empezó a llover, todos los sonidos que nos estaban aturdiendo desaparecieron y solo nos quedamos con el sonido del agua golpeando contra las hojas de los árboles.
Entonces alguien nos gritó, se trataba del primer compañero que había subido hasta la cima del árbol, ninguno de nosotros le respondió porque ya no sabíamos qué era real y qué no lo era.
Entonces bajó del árbol y nos vio completamente idos, de inmediato se dio cuenta que faltaba uno y preguntó por él, entonces, el Sub Oficial le señaló el cadáver.
Ni él ni nosotros entendíamos nada.
El Oficial ordenó que levantáramos el cuerpo y que avanzáramos hacia el punto de extracción, porque, si ya podíamos ver la noche, y el elemento perdido había regresado, posiblemente la anomalía en la que habíamos quedado atrapados ya había terminado.
Mientras avanzábamos le contamos al elemento perdido todo lo que habíamos experimentado, luego él nos contó lo que pasó cuando llegó a la cima del árbol.
Dijo que cuando atravesó todas las hojas y ramas que bloqueaban la luz del Sol y salió al exterior, en la cima del árbol, se dio cuenta que ya se estaba escondiendo el Sol, y no solo eso, sino que 12 brujas, en forma de bolas de fuego, estaban sobrevolando el área en la que nosotros nos encontrábamos.
Algo estaban haciendo, algún ritual, por eso no pudo bajar de inmediato, se tuvo que quedar quieto para no llamar la atención de las brujas, en cuanto se fueron, luego de 20 minutos, empezó a gritarnos, y, como no le respondíamos, decidió bajar del árbol.
Mientras seguíamos avanzando nos pusimos a teorizar sobre qué era lo que había podido pasar.
Surgieron muchas ideas locas, un bucle espacio temporal, una maldición relacionada a la estela de piedra, un ritual que requería la muerte de una persona, sin embargo, de todas, la que nos parecía más sensata era que en realidad las brujas nos tenían bajo una ilusión.
Por eso no veíamos que el Sol se moviera, ese era el motivo por el cual dábamos vuelta a pesar de que los instrumentos de navegación decían lo contrario, debido a eso tuvimos ese episodio en el que la tierra y los árboles se movieron.
Finalmente llegamos al punto de extracción, el helicóptero que estaba ahí nos dijo que por poco se iban sin nosotros.
Se realizó el informe y se tomó la decisión de que el tramo 7 del Tren Maya no pasara tan cerca de esa zona, desviaron el trazo varios kilómetros al suroeste, tal vez eso era lo que las brujas querían, que nadie se acercara a su territorio, tal vez, al igual que los animales, se sentían amenazadas por el progreso del hombre.
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados.
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