El Que Imita Historia De Terror 2024

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El Que Imita Historia De Terror 2024

El Que Imita Historia De Terror… Hace unos años, cuando estaba inmerso en los primeros años de mi carrera de cinematografía en la universidad, me embarqué en una experiencia que aún me persigue en mis pensamientos más oscuros. El recuerdo se mantiene vívido, como si el tiempo se hubiera detenido en aquellos días en los que la curiosidad y la juventud nos llevaron a explorar los límites de lo desconocido.

Todo comenzó con un proyecto asignado para nuestra clase de cinematografía, un documental. La libertad de elegir el tema nos emocionó, y pronto mi grupo de amigos y yo nos encontramos reunidos para deliberar sobre la dirección que tomaríamos. Entre las mentes creativas, surgió una propuesta que desencadenaría una serie de eventos inquietantes.

Cristian, un recién llegado al grupo, propuso la idea de crear un documental de terror basado en una leyenda de su pueblo natal. La historia giraba en torno a una criatura conocida como “el que imita”, una entidad que habitaba en los cerros cercanos y tenía la capacidad de adoptar la forma de cualquier ser, animal o cosa. La leyenda afirmaba que descendía al pueblo, ocasionalmente llevándose a los niños pequeños, o también a personas mayores, aunque a estos últimos en la mayoría de los casos, simplemente los asesinaba sin llevarse sus cuerpos.

Aunque la propuesta inicialmente generó escepticismo entre nosotros, la pasión de Cristian al describir la creencia arraigada en su pueblo nos intrigó. Decidimos que nuestro documental exploraría esta leyenda, entrevistando a los lugareños para recopilar sus experiencias y perspectivas sobre “el que imita”. Además, planeábamos colocar cámaras estratégicamente en los cerros para capturar cualquier indicio de esta misteriosa criatura.

Mientras nos dirigíamos al pueblo de Cristian, el ambiente en el vehículo estaba cargado de una mezcla de emoción y nerviosismo. Mis compañeros de equipo y yo bromeábamos entre risas sobre la criatura que nos proponíamos documentar, sin embargo, cada chiste llevaba consigo un poco de inquietud que no podíamos ignorar.

En medio de nuestras bromas, la curiosidad nos llevó a preguntar a Cristian si alguna vez había tenido un encuentro personal con “el que imita”. Después de pensarlo por un par de minutos , Cristian compartió que, aunque nunca lo había visto físicamente, su infancia estuvo marcada por las estrictas reglas de sus padres. Siempre debía estar en casa antes de que oscureciera, una precaución arraigada en la creencia de la presencia de la criatura. No obstante, Cristian afirmó que, en varias ocasiones, había escuchado un sonido peculiar durante las noches, similar al grito de un conejo pero más fuerte y agudo, que resonaba en los alrededores del pueblo.

Intrigados, preguntamos si alguien del pueblo había visto la verdadera forma de “el que imita”. Cristian reflexionó brevemente antes de responder que la criatura siempre adoptaba distintas formas, y también nos contó que cuando era un niño, su abuelo solía decirle que, después de tantos años imitando, había perdido su forma original. Recordó las palabras de su abuelo, quien sostenía que la criatura, al transformarse continuamente, había olvidado su verdadera esencia.

En lo personal a mi me parecieron como buenas palabras para terminar el documental, me imaginaba que tendríamos una buena calificación si lográbamos crear algo de drama alrededor de aquella leyenda, en lo personal no creía tanto en ella, solo pensaba que era una especie de histeria colectiva por los habitantes del pueblo, quizás alguien había visto algo un poco raro una vez, y eso había sido suficiente para asustar a todos.

Al llegar al pueblo, aprovechamos las últimas horas de luz para entrevistar a los lugareños. Sin embargo, la tarea resultó desafiante, ya que la mayoría evitaba nuestras preguntas, no parecía que tuvieran un particular problema con él tema del cuestionario, más bien parecía que nadie quería estar fuera de sus hogares tan noche, por lo que cuando la oscuridad de la noche se apoderó del pueblo, nuestras esperanzas de obtener testimonios se desvanecieron con la luz del día.

Decidimos regresar a la casa de Cristian, donde nos hospedábamos. La esperanza se reavivó cuando su madre, enterada de nuestro proyecto, se ofreció voluntaria para ser entrevistada. Además, nos aseguró que Don Arnulfo, un anciano del pueblo con una larga historia en la comunidad, había accedido a ser entrevistado al día siguiente.

La entrevista con la madre de Cristian resultó ser una repetición de la historia que ya conocíamos. Aunque su relato no añadió mucho al documental, sentimos alivio al saber que, al menos, teníamos material para empezar. La verdadera revelación llegó con la entrevista programada con Don Arnulfo.

La entrevista con Don Arnulfo comenzó con una atmósfera tensa, era casi como si estuviera siendo obligado a participar en nuestro documental, y aunque su semblante inicial reflejaba cierta molestia, continuamos con nuestro plan, deseando obtener el testimonio de alguien que había vivido de cerca la leyenda que perseguíamos.

Preparamos nuestras cámaras y micrófonos, buscando capturar cada palabra y expresión facial del anciano. La introducción básica se llevó a cabo, con preguntas triviales que servían como mero formalismo. Sin embargo, nuestro verdadero interés residía en la conexión de Don Arnulfo con “el que imita”.

El anciano nos recordó su familiaridad con la historia, pero pronto nos sumergimos en las aguas más profundas de su memoria. Con cuidado, le preguntamos si alguna vez había tenido un encuentro cercano con la criatura. Hubo un momento de silencio, como si el pasado se manifestara frente a él, antes de que comenzara a relatar un evento que había marcado su infancia.

Cuando Don Arnulfo era apenas un niño de ocho años, sus padres lo enviaron de regreso a casa desde el cerro donde estaban cortando leña. La tarea incluía cuidar de su hermana, una bebé recién nacida. Las horas pasaban sin señales de los padres, y la casa quedó sumida en la quietud de la tarde.

La oscuridad, siempre acompañada de sus miedos, envolvía la pequeña vivienda. Don Arnulfo recordó el momento en que, impulsado por la inquietud, abrió la puerta para revisar si sus padres se acercaban. Lo que encontró del otro lado de la calle le heló la sangre, era un pequeño gato blanco, con ojos tan abiertos que parecían al borde de salirse de sus cuencas. La mirada intensa del felino estaba fija en la casa, como si tuviera conocimiento de algún secreto oscuro.

Intrigado y perturbado, Don Arnulfo volvió a cerrar la puerta, pero la inquietud no lo abandonaba. Decidió ocupar su mente con la tarea escolar, intentando concentrarse en sus libros y cuadernos. Sin embargo, la presencia del gato persistía en sus pensamientos.

Al asomarse nuevamente por la ventana, buscando al felino blanco, Don Arnulfo se dio cuenta de que ya no estaba. Un sentimiento de alivio lo invadió, aunque una extraña sensación de torpeza lo acompañó. Volvió a su mesa, intentando retomar sus deberes escolares.

Pero la calma le duró muy poco. Pocos minutos después, el llanto de su hermana resonó en la habitación. Corrió hacia la cuna para descubrir qué perturbaba a la pequeña. La bebé, antes plácidamente dormida, ahora lloraba inconsolablemente. Don Arnulfo, con la intuición de quien ha cruzado límites desconocidos, sentía que algo más estaba ocurriendo.

Lo que presenció Don Arnulfo lo dejó sin aliento. Vio cómo una serpiente gigante comenzaba a trepar por la pata de la cama donde su hermana yacía indefensa. Movido por el instinto, no dudó en intentar apartarla antes de que la serpiente alcanzara su objetivo. Sin embargo, su horror alcanzó un nuevo nivel cuando la serpiente, al acercarse, se transformó ante sus ojos.

La cabeza de la serpiente mutó, convirtiéndose en la cabeza del mismo gato blanco que minutos antes había observado afuera de su casa. La criatura, ahora con los dientes al descubierto y emitiendo un gruñido inhumano, desafiaba las leyes de la naturaleza y la lógica. Don Arnulfo, en un acto impulsivo, tomó a su hermana en brazos y comenzó a correr, escuchando los siseos de la serpiente que se deslizaba velozmente detrás de él.

En medio de su desesperación, Don Arnulfo abrió la puerta de su casa y salió a la calle oscura. Sin visibilidad clara y sin luna que guiara su camino, se vio forzado a correr a ciegas, con la sensación de que aquella criatura seguía acechándolo. En su carrera, chocó contra alguien, y al reconocer a su propio padre, un suspiro de alivio escapó de sus labios.

Su padre, confundido por la repentina aparición de su hijo con la bebé en brazos, le preguntó qué estaba sucediendo. Don Arnulfo, tembloroso y asustado, compartió toda la experiencia vivida en su casa mientras los esperaban. Su padre, intentando calmarlo, le pidió que le entregara a la bebé, asegurándole que él podía sostenerla sin problema.

Ambos caminaron unos pasos hacia la casa, pero la inquietud persistía en Don Arnulfo. Inevitablemente, surgió la pregunta sobre su madre, quien se había quedado en el monte con su padre y en ese momento no la podía ver en ninguna parte. Al plantear esta pregunta, la atmósfera cambió de manera abrupta.

La reacción de su padre fue desconcertante. Un gruñido gutural escapó de sus labios, como si la mera mención de su madre hubiera provocado una incomodidad visceral. Lo que ocurrió a continuación dejó a Don Arnulfo perplejo: su padre volteó hacia él con ojos desmesuradamente abiertos, reflejando la misma mirada intensa del gato blanco y la serpiente anteriormente encontrada.

Aterrorizado, retrocedió ante la criatura que parecía haber tomado la forma de su propio padre. Sin embargo, ya era demasiado tarde. La criatura tenía lo que quería, y con su pequeña hermana en brazos, se esfumó entre las sombras de la noche.

Jamás volvieron a ver a su hermana, y la culpa pesó sobre Don Arnulfo como una losa. Se culpó por confiar ciegamente en lo que sus ojos veían, por no haber sido lo suficientemente precavido para proteger a su hermana. Cada día, el peso de la pérdida lo perseguía, recordándole que, no había sido un buen hermano mayor y que había dejado que esa cosa se llevara a su hermana.

La entrevista con el señor Arnulfo dejó un sutil rastro de tensión en el ambiente. El delicado tema que habían tocado demandaba un enfoque cuidadoso, pero la necesidad de continuar con la investigación nos impulsó a volver a la calle en busca de más testimonios sobre la misteriosa criatura.

La travesía por el pueblo continuó, y cada relato que escuchábamos aumentaba nuestra curiosidad sobre el misterio que envolvía a la criatura de “el que imita”. Muchos de los habitantes compartieron experiencias impactantes, algunos habían presenciado a la criatura tomando la forma de seres queridos recientemente fallecidos, mientras que otros hablaban de cómo la entidad adoptaba la apariencia de los padres de las víctimas para atraerlas hacia el cerro, donde desaparecían para siempre.

Una historia particularmente intrigante fue la de una mujer que paseaba a su perro. El can, siguiendo su instinto de cazador, se adentró entre los arbustos para perseguir a unas ardillas. Sin embargo, la mujer notó que la lucha que se desataba entre su mascota y algo más grande era inusualmente intensa. El último grito del perro resonó como un eco de desesperación antes de que la mujer pudiera intervenir.

Cuando se acercó a los arbustos, quedó estupefacta al ver que algo salió de manera repentina, era su perro, o al menos eso era lo que parecía. Solamente que la situación era muy extraña, su mascota estaba sin rastro de heridas o desorden en el pelaje, esto dejó a la mujer desconcertada. Al intentar ponerle la correa, descubrió que tampoco llevaba su collar, así que decidió buscarlo entre los matorrales, creyendo que pudo haberlo perdido durante el forcejeo. Al acercarse más a los arbustos en busca del collar, se encontró con la impactante visión de su verdadero perro, inerte y marcado por las mordeduras.

Rápidamente se giró, sin embargo, para su fortuna, aquella criatura ya no estaba, se había ido mientras ella estaba distraída, la mujer cuenta como, se asustó tanto que corrió y no paró hasta llegar a su hogar.

Otro testimonio que resaltó fue el de un niño que, junto con sus amigos y dos hermanos, escuchó el característico grito desgarrador de “el que imita”. Decidieron regresar a casa, pero mientras caminaban, avistaron a uno de sus hermanos mayores. Este les aseguró que sus padres los buscaban y les pidió que lo siguieran. Aunque inicialmente aliviados, pronto descubrieron que aquella figura que los guiaba no era lo que parecía.

El Que Imita Historia De Terror

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La entrevista con el niño que experimentó el engaño de la criatura reveló detalles aún más aterradores. Mientras seguían al supuesto hermano mayor, se percataron de que los conducía hacia el monte, alejándolos de su hogar. Con temor palpable, uno de los niños formuló una pregunta específica que solo su verdadero hermano podría responder. La reacción de la criatura fue un giro grotesco y perturbador.

Los ojos, que una vez reflejaban familiaridad, se transformaron en círculos desmesuradamente grandes, emanando una luz amarilla intensa. La pupila alargada, semejante a la de un felino, dejaba entrever la naturaleza sobrenatural de la criatura. Su boca se deformó, revelando colmillos afilados, dejando ver a un depredador insaciable. El horror se apoderó de los niños, y en un acto de puro instinto, corrieron desesperadamente hacia su hogar.

Sin embargo, la pesadilla no concluyó ahí. Un perro, que antes había sido la criatura disfrazada, los persiguió con ferocidad. La historia del niño narró cómo, en medio de la huida, se dieron cuenta de que el hermano menor ya no estaba con ellos. A pesar de los intentos de búsqueda de sus padres, el pequeño nunca volvió a ser visto.

La acumulación de relatos espeluznantes generó una inquietud colectiva en el grupo. Cada habitante parecía tener una conexión directa o indirecta con “el que imita”, y la necesidad de obtener pruebas visuales se volvía obligatoria. Con cámaras de cazador en mano, decidimos aventurarnos más profundamente en el monte, guiados por la esperanza de capturar evidencia tangible de la criatura.

Por lo que nos adentramos en el monte, utilizando únicamente las cámaras de nuestros teléfonos, para una mejor movilidad y también creímos que si lográbamos grabar algo, se vería más realista así. La naturaleza, en su esplendor y misterio, nos rodeaba mientras avanzábamos, pero la falta de encuentros con vida salvaje suscitaba un inquietante silencio

Era difícil encontrar buen material si no teníamos exactamente un lugar para empezar a buscar,  puesto que la criatura no seguía un patrón, por lo que solo caminábamos por lugares que creíamos que se veían lo suficientemente silvestres como para que una criatura mística pudiera esconderse ahí, pero no tuvimos ningún tipo de éxito.

Por lo que yo propuse volver y seguir con las entrevistas mientras aún había luz, puesto que estaba convencido de que los testimonios ya eran suficientemente perturbadores para un buen documental. Sin embargo, dos valientes perseveraron en su deseo de explorar más a fondo, en la esperanza de encontrarse cara a cara con la criatura que había atormentado a la comunidad.

En el oscuro corazón del monte, la incertidumbre se entrelazaba con la sombra de los árboles, y el tiempo parecía distorsionarse. La decisión sobre seguir adelante o dar marcha atrás pendía en un delicado equilibrio, mientras la búsqueda de la verdad se enfrentaba al miedo palpable que emanaba del bosque.

Mis compañeros y yo continuamos avanzando por el monte, pero la energía de nuestros teléfonos se agotaba rápidamente. Era evidente que necesitábamos regresar al pueblo antes de quedarnos completamente sin batería. Así que es lo que hicimos.

Mientras caminábamos de regreso, los crujidos provenientes de la maleza llamaron nuestra atención. Con la poca carga que nos quedaba en los teléfonos, comenzamos a grabar, con la esperanza de capturar algún indicio de la criatura que habitaba en aquel monte.

Los crujidos aumentaron en intensidad, y la tensión en el aire se volvió casi tangible. Aunque grabábamos con determinación, la falta de visibilidad impedía captar claramente la fuente de aquellos sonidos inquietantes, solo se veía la maleza moverse y eso podía ser fácilmente explicable con un insecto o quizás un roedor pequeño, eso no podía usarse como prueba, así que paramos y seguimos nuestro camino.

Fue entonces cuando, a pocos metros de abandonar el monte, mi atención se desvió hacia una gigantesca biznaga. Su tamaño y frondosidad la destacaban de las demás. A pesar de no tener un interés particular en los cactus, esta planta en particular despertó mi fascinación. Pidiendo a un amigo que capturara el momento, me acerqué a la imponente biznaga.

Pero lo que sucedió a continuación me dejó petrificado. Al estar junto a la biznaga, algo comenzó a enrollarse alrededor de mis tobillos. Una especie de rama, aparentemente inofensiva al principio, reveló su naturaleza siniestra al apretar con fuerza y tirar de mí hacia el suelo.

Mis compañeros, aún sin darse cuenta, se burlaron al creer que solo había tropezado, aunque rápidamente se dieron cuenta de mi lucha, y sus rostros pasaron de la incredulidad a la alarma. Aquella biznaga, que parecía una simple planta, empezó a deformarse y desenterrarse del suelo frente a nosotros.

En cuestión de segundos, la forma se transformó ante nuestros ojos, revelando un ser mitad humano, mitad cactus. La extrañeza del espectáculo nos dejó atónitos, incapaces de sacar nuestros teléfonos a tiempo para documentar la metamorfosis surrealista. Acto seguido, la entidad se enredó nuevamente alrededor de mis pies, esta vez asumiendo la forma de un perro gigante.

Mis compañeros tomaron piedras y palos del piso, y en ese momento la criatura escapó velozmente hacia el interior del monte. Abandonamos el lugar corriendo, sin mirar atrás, hasta llegar a la casa de mi amigo.

Aunque hicimos el documental, nuestras experiencias fueron desestimadas como delirios de un pueblo pequeño cuando lo presentamos en la universidad. Sin embargo, aquellos que estuvieron presentes sabían que lo que presenciamos superaba con creces las leyendas locales. La verdadera naturaleza de “el que imita” sigue siendo un misterio, siempre que pienso en ello, me pregunto si aquella criatura se lleva a los niños porque son indefensos, puesto que no parece algo tan combativo, pero supongo que tal vez la humanidad no está preparada para desentrañar por completo. La criatura, con su capacidad para adoptar diferentes formas, se mantiene en las sombras, recordándonos que hay secretos en este mundo que van más allá de nuestra comprensión.

Autor: Liza Hernández

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