El Maquillaje Del Diablo 2023.
El Maquillaje Del Diablo… Mi nombre es Víctor, sufrí por mucho tiempo de coulrofobia, esto empezó desde que tenía 7 u 8 años, este mal si es que se le puede llamar así, me aquejaba todo el tiempo, sobre todo por las noches.
Cuando apagaba el foco era como si entrara en la más terrorífica de las pesadillas, porque lo que me aterraba aparecía, todavía sucede hasta el día de hoy, aunque esporádicamente.
Mi cuarto se transformaba en su territorio y yo en el intruso que era atormentado noche tras noche, de una manera que no es tan fácil describir, por lo atroz que se volvía, era un miedo paralizante que me consumía, que me ha estado consumiendo desde entonces, a través de los años.
Antes me daba horror tener este trastorno, en la actualidad tengo 25 años, ahora trato de disimular el pánico que me produce, de lo que les hablo es el terror que les tengo a los payasos, específicamente a uno en especial, pero lo difícil para mí es que nadie lo sabe.
Todo comenzó un día que me llevaron a una fiesta de cumpleaños, como soy hijo único siempre estoy solo, recuerdo que esa vez mi madre me dejó con el resto de los niños para que viera el número del payaso que animaba la fiesta.
No se me olvida la primera vez que lo vi, apareció de improvisto, su cara era blanca, con una expresión de desagrado, congelada en su rostro, tenía el cabello verde con rojo y desmarañado, una mirada perversa, su sonrisa era una mueca que me daba miedo, cuando miré sus pies me di cuenta de que eran desproporcionados en comparación con el resto de su cuerpo.
Tenía un perturbador tono de voz, como nunca había escuchado, a parte reía a carcajadas de una manera burlona, la mayor parte de las veces lo hacía sin motivo aparente, cuando dejaba ver sus dientes estos eran sucios y chuecos.
Mirarlo me tenía pasmado, también me parecía rara su extraña vestimenta, tal vez para todos los demás era solo un payaso, pero para mí que era la primera vez que veía algo así, fue perturbador.
Muchas veces volteó a verme enseñándome los dientes, luego sonreía de una manera horrible, dentro de su rutina decía que se llevaba a los niños que se portaban mal, para después comérselos en su casa.
Todos reían con los disparates que ese payaso decía, los cuales a mi no me causaban ninguna gracia, quizá porque ni entendía su comedia, pero también porque estaba desconcertado por su extraña apariencia.
En ocasiones se acercaba a los niños para olerlos, según él, quería saber quién se había bañado, todo lo hacía más en tono de burla que de broma, pero ahora sé que lo hacía para oler quien le tenía miedo.
Cuando terminó su actuación, dijo que se llevaría a uno de nosotros como pago por su trabajo, me llené de horror cuando caminó hacia a mí, al tomar mi mano quise gritar, pero era tanto el miedo que no podía hacerlo, sentí que abrí los ojos de más y no podía respirar.
Dio un jalón brusco para cargarme con un brazo, mientras yo pataleaba intentando zafarme, al mismo tiempo escuchaba como todos en la fiesta se reían, el payaso aquel salió de la casa, yo sentía que me llevaba entre sus garras, no sabía cómo liberarme, me imaginaba que si lograba llevarme me iba a comer a mordidas, casi podía sentir el dolor que eso me provocaría.
Cuando estuvimos parados frente a su vehículo escuché a mi madre, en ese momento solté el grito más aterrador que jamás había hecho, el payaso me bajó y mi madre llegó para abrazarme, él sacó una paleta de su auto, me la ofreció, le dijo a mi madre que era porque yo le había ayudado en su show.
Sí agarré la paleta, pero se la aventé en la cara, mientras le gritaba que se largara, mi madre que no sabía lo que había pasado, me reprendió por mi actitud obligándome a pedirle perdón a ese miserable payaso.
Antes de retirarse se acercó hasta mi oído, me dijo de un tono macabro que nunca me podría librar de él, que estaría presente dentro de mi cabeza, en mis más terribles pesadillas.
Mi madre me hablaba para que nos fuéramos, pero yo estaba tieso por el miedo que tenía, un miedo que me acompañó desde ese día.
Por una o 2 semanas estuve muy mal, tenía pesadillas todas las noches con ese payaso, en ellas lo miraba sacando una lengua que le llegaba hasta el estómago, cuando sonreía se le hacia una boca descomunal, con 2 o 3 hileras de pequeños y filosos dientes, de los cuales le escurría sangre.
Tan sólo de verlo no importaba que fuera un sueño, despertaba con calentura, se me iba el apetito, pero además empecé a tenerle pavor a las personas desconocidas y por supuesto un miedo aterrador a los payasos.
Mi padre educado a la antigua le molestaba mucho mi actitud, un día muy desesperado me llevó al centro de la ciudad donde había visto un payaso, según él para que dé una vez por todas se me quitara el miedo, para mi terrible desgracia, cuando llegamos me di cuenta de que era el mismo espantoso payaso que había intentado llevarme, que al verme me reconoció de inmediato.
Sin dejar de mirarme caminó hacia mí, quise correr, pero mi padre me detuvo, era como ver al mismo diablo, su siniestra figura me produjo el peor de los escalofríos, apreté tan fuerte los dientes que se escuchó como rechinaron.
Al ver mi reacción sonrió de una manera ofensiva, pareciera que gozaba con mi temor, me preguntó si me acordaba de él, estando frente a mí pude oler su aliento repulsivo, mientras reía me dijo que le gustaba mucho mi miedo, que un día iba a saber a lo que sabía mi carne.
Empecé a temblar, sin poder contenerme mojé mi pantalón del miedo, mi padre nunca hiso nada por ayudarme, al contrario, cuando regresamos a casa, venia molesto, diciendo que estaba decepcionado de mí.
A partir de esa noche, cada que apagaba la luz de mi cuarto sentía una mala presencia, sabía que ese payaso diabólico estaba escondido ahí, tal vez en el armario, u quizá de bajo de mi cama.
Empecé a tener ataques de pánico, me sudaban mucho las manos, además me temblaba todo el cuerpo, después de unos días, ya no era solo sentir esa presencia lo que me aterraba, también escuchaba su espeluznante risa, a veces dentro de mi cuarto, otras veces dentro de mí cabeza.
Primero corría a contarles a mis padres lo que escuchaba, pero dejé de hacerlo porque nunca me creyeron, me empecé a sentir solo frente a esa situación.
Me llenaba de terror cuando el sol se ocultaba, ahí empezaba mi martirio, porque sabía que pronto me mandarían acostar, ya estando en mi cuarto lo primero que percibía era un olor asqueroso que perturbaba mi mente, porque eso me decía que él estaba ahí.
Algo espantoso fue el primer día que me habló, estaba dormido cuando entre sueños escuché su diabólica voz decir mi nombre, tardé segundos en reaccionar, cuando lo hice súbitamente desperté, empecé a buscarlo con la mirada, sabía que en caso de encontrarlo sería lo peor, gracias a Dios no sucedió sí.
Hasta ese momento todavía cabía la posibilidad que todo lo imaginaba por la terrible experiencia que había vivido, o también podría ser parte de mis recurrentes pesadillas, aunque, todo se veía tan real.
Empecé a bajar de peso, porque no comía, casi no dormía, me pasaba las noches escuchando ruidos, risas y voces en mi cuarto, cuando parecía que eso era lo más aterrador que podía vivir, pasó lo inimaginable, miré por primera vez a ese diabólico payaso.
Esa fue la primera vez que experimenté el verdadero terror, recuerdo que esa noche no podía dormir, me encontraba sentado en mi cama mirando para el armario, porque de ahí salía una espeluznate risa, yo temeroso no podía apartar mi vista de ahí.
De pronto se escuchó el rechinar de una de las puertas, empecé a respirar con dificultad, cuando he contado esto me preguntan, porque no corría o les hablaba a mis padres, pero es que no podía hacerlo, además mis padres seguían sin creer todo lo que yo veía y escuchaba, porque ellos no miraban nada.
Cuando la puerta se abrió unos centímetros más, miré con horror como se asomó la cara blanca de ese payaso, empezando a reír de una manera aterradora, quería cerrar los ojos, pero me daba miedo perderlo de vista.
El Maquillaje Del Diablo
Me parecía que su cabeza estaba deforme, con sus pómulos muy marcados, una nariz bastante aplastada, con enormes orejas, ocultos entre sus cabellos de colores le salían 2 puntas, pareciera que tenía cuernos.
Intentaba gritar, pero no me salía ningún sonido, luego empezó a sacar la lengua constantemente, a veces se saboreaba haciendo un ruido inquietante, sin dejar de mirarme, dijo mi nombre.
Esa vez hice un gran esfuerzo, como pude me salí de ahí, fui a contarles a mis padres todo lo que me pasaba, mi papá molesto me llevó de regreso a mi cuarto, frente a mí abrió el armario de par en par para que viera que no había nadie.
Para mi sorpresa ahí estaba el payaso, parado, mirándome burlonamente, mi padre actuaba como si no lo mirara, después de cerrar las puertas me obligó asomarme debajo de la cama.
Temblaba de miedo pero aún así lo hice, sin que se diera cuenta mi padre cerré los ojos mientras me agachaba, cuando me levanté los abrí, le dije que no había nada.
Ordenándome que me durmiera apagó el foco y cerró la puerta, esa noche la pasé tapado hasta la cabeza escuchando a ese payaso como se reía de mí, de una manera grotesca.
Muchas veces me pregunté cómo era posible que mis padres no la escucharan, lo hacía de una manera escandalosa, tanto que me dolía la cabeza al escucharla.
Hubo un escalofriante momento que sentí como alguien se sentaba en la cama, a un lado mío, escuchaba su respiración, pero trataba de calmarme porque no quería gritar ni llorar, sabía que era eso lo que quería ese payaso, torturarme psicológicamente para respirar mi miedo.
Pasaron días, quizá semanas, la situación en lugar de mejorar era peor cada vez, vivía asustado, además me despertaba gritando todas las noches, por eso mis papás decidieron llevarme con un doctor, para que me hiciera unos estudios.
En ese tiempo ignoraba lo que tenía, fue la primera vez que escuche la palabra coulrofobia, en una ocasión oí al doctor decir que el problema no era tan serio, todo residía en que yo veía al payaso como algo terrorífico y no como algo divertido, que si lograba cambiar eso podría mejorar.
Aunque yo sentía que no era solo eso, había algo demoniaco, una cosa era tenerles miedo a los payasos, otra muy diferente era que se apareciera por las noches en mi cuarto, para atormentarme.
Con el paso del tiempo empecé a perder la realidad, cuando hablaba con algún compañero de la escuela, con un maestro o más preocupante aún, estando hablando con alguno de mis padres, estos sufrían distorsión de los rasgos, de repente se transformaban en aquel horrible payaso, haciéndome gritar de terror.
De nuevo me llevaron con especialistas, porque ya no sabía qué hacer, me daba mucho miedo salir, tampoco en casa estaba seguro, porque ese payaso me seguía apareciendo por las noches.
Para los médicos podría tener esquizofrenia paranoide, pero también podría tratarse de una fobia, de un trastorno o desequilibrio mental, para mí lo que tenía era miedo, me producía terror ese payaso, porque estaba seguro de que debajo de todo ese maquillaje se ocultaba el diablo.
Como pasaba el tiempo sin tener mejoría, mis padres temían que estuviera perdiendo la razón, les aterraba la idea de tener que internarme en un hospital de salud mental, por eso buscaron diferentes opciones.
Una de ellas, fue que me llevaron con un curandero para descartar la posibilidad que estuviera embrujado, cuando entramos a su casa, no dejaba de mirarme, mis padres le explicaron lo que me pasaba, ese señor se puso a escuchar mi corazón, después se paró frente a mí, metió sus dedos dentro de mis oídos, al mismo tiempo me revisaba la cabeza.
Después de hacerme una limpia, les dijo a mis padres que no tenía ningún embrujo, aunque pareciera que algo maligno habitaba dentro de mi cabeza, porque mi espíritu estaba alterado, podría ser una energía negativa, que no tenía nada que ver con brujería.
Le platicaron de mi fobia a los payasos, comentó, que esto era mucho más aterrador, no siempre me estaba imaginando las cosas, lo que veía era real, solo que él nada podía hacer para ayudarme
Salimos de la casa del curandero, prácticamente igual, sin saber lo que tenía, en su desesperación mis padres también me llevaron a que me leyeran el aura, para ver lo que había dentro de mí, ya urgía descubrir que era lo que me estaba pasando, que energías se movían en mi interior, la mujer que nos atendió dijo que el color de mi aura era el negro, ya no nos dijo más, les sugirió a mis padres que me llevaran a otra parte.
Visitamos varias personas que practicaban diferentes artes, ninguna pudo ayudarme, aunque todas coincidieron que si existía algo malo dentro de mí.
Después de saber todo lo que les dijeron que tenía, mis padres tomaron como última opción llevarme con un sacerdote, para que me bendijera, también lo llevaron a la casa y roció el agua bendita por todas partes especialmente en mi cuarto.
Lejos de terminar todo lo malo, lo empeoró, porque lo que hicimos enfureció al diabólico payaso, los sucesos paranormales como escuchar ruidos o voces se incrementaron.
Una noche se me presentó como realmente era, cuando desperté en medio de la noche, estaba parado frente a mí, tan cerca como nunca, se empezó a quitar el maquillaje con sus horribles manos, poco a poco, dejando al descubierto la aterradora figura del diablo, yo estaba solo, indefenso, muerto de miedo.
Su piel era color café, con muchas cicatrices en la cara y en el cuello, no tenía cabello, sus ojos eran totalmente negros, sin cejas, ni bigote, toda la boca por dentro incluyendo los dientes eran negros, además tenía cuernos.
No recuerdo más, todo hace suponer que perdí el sentido, porque al día siguiente cuando desperté estaba en el suelo, con moretones en varias partes del cuerpo, como si ese demonio me hubiera castigado.
Cuando mis padres se dieron cuenta, me sacaron de ese cuarto, lo clausuraron como ellos pudieron, a partir de ahí dormí en su recámara, esperando que ya no sucediera nada.
Para mi desgracia todo siguió igual, esa misma noche se me apareció ese diablo, con su maquillaje de payaso, ya no reía, ni siquiera se burlaba, tenía marcado en su rostro una mueca de desagrado y desprecio.
Como pude intenté despertar a mis padres, los cuales no reaccionaban, los moví fuerte para que despertaran, pero seguían inertes, llegué a pensar que quizá estaban muertos.
Por estar queriendo despertarlos no me di cuenta que el payaso me había agarrado de los tobillos, jalándome hasta tirarme de la cama, mientras yo pedía ayuda con desesperación.
Con una de sus manos me agarró del cuello y con la otra sujetó mi brazo para morderlo, era tanto el miedo como el dolor que grité de una manera espantosa, solo así despertaron mis padres que pronto me ayudaron, cuando me levantaron me soltó el payaso.
De pronto se perdió de mí vista, lo buscaba por todos lados, mientras les preguntaba a mis padres que en donde se había metido, me aseguraron que no había nadie más en el cuarto que nosotros, cuando me miraron en el suelo, me revolcaba yo solo.
Les mostré la mordida de mi brazo para que me creyeran, mi madre sin poder ocultar sus nervios me dijo algo, que para mí fue perturbador, yo me estaba mordiendo el brazo cuando me levantaron.
Les grité hasta el cansancio que el payaso me había atacado, que estaba escondido en algún lugar del cuarto, lo buscaron por todos lados para demostrarme que no era así.
Esa solamente fue la primera de muchas veces en que fui atacado por ese repugnante payaso, no importaba en donde durmiera, algunas veces amanecía con marcas de golpes, otras totalmente mordido.
Aunque varias veces intenté defenderme de él, me era imposible, una noche me persiguió por todo el cuarto de mis padres, él se carcajeaba, yo gritaba, pero mis padres extrañamente nunca despertaron.
En una ocasión que fui al baño, sentí que me agarraron por detrás, era ese demonio quien me sujetaba con una mano mientras me cortaba el cabello, cuando pude grité con todas mis fuerzas, mi papá tumbó la puerta para sacarme de ahí.
Ellos me miraban asustados cuando les platicaba lo que había pasado, sobre todo porque yo traía las tijeras en la mano, no me lo decían, pero seguramente pensaron que yo me lo había cortado.
A la siguiente mañana fueron a mi casa unas personas hablar con mis padres, solamente alcancé a escuchar que estaban listos para recibirme, a lo que mi papá les dijo que él me llevaría.
Por la tarde me llevaron a una especie de hospital, donde me inyectaron algo que me hiso dormir, no supe por cuánto tiempo estuve así, solo recuerdo haber sufrido la pesadilla más larga de toda mi vida.
Cuando desperté ahí estaba mi mamá, recuerdo que me sentí diferente, con una tranquilidad relajante, fue la primera vez que al despertar no me encontré con ese payaso.
Por algunos meses me estuvieron llevando a terapia de sensibilización, donde hablaba con un doctor sobre mis muchos miedos, por último, pude ver fotos y videos de payasos sin sobre saltarme.
Solamente me faltaba una cosa, estar solo en ese cuarto con un payaso, hablaron conmigo mis padres y el psicólogo, me aseguraron que los estudios arrojaron claramente que no tenía ningún daño mental, solamente sufría de coulrofobia, que si pasaba esta prueba me daría de alta, después poco a poco sería una persona normal.
Me preparé psicológicamente para ese momento, cuando calló la tarde, me preguntaron si estaba listo a lo que respondí que sí, acompañado por mis padres, además del médico el cual me venía diciendo muchas cosas que ya no escuchaba, caminamos por un pasillo.
Me paré frente a la puerta, respiré un poco, luego entré, cuando lo hice, me di cuenta de que no había nadie, di unos pasos mirando para todos lados, escuché que se cerró la puerta de tras de mí, sentí un terrible escalofrío, sabía que ese payaso estaba a mis espaldas.
Cerré los ojos, voltee nervioso porque sabía que al abrirlos todo podría pasar, desde una simple alteración hasta un quiebre psicótico, pero tenía que pasar por eso.
En ese momento se me vino a la memoria la imagen de ese terrorífico payaso, todo lo espeluznante que había vivido, desde la primera vez que lo vi, hasta las últimas veces que me atacó.
Respirando con dificultad abrí los ojos, fue una gran impresión mirar que estaba un payaso parado mirándome, sonriente, aunque era diferente al que me aterraba, me quedé mudo por unos instantes, a pesar de que no pasaba nada malo, no dejaba de temblar.
Poco a poco me fui calmando, cuando pude controlar mi miedo pude hablar, con eso era suficiente, le pedí al payaso que se moviera para salir del cuarto, así lo hiso, caminó hacia un costado mío sin mirarme, de una manera normal, dejándome el paso libre.
Más confiado lo miré a los ojos, sentía que había superado la terrible prueba, caminé hacia la puerta, tratando de mostrarme tranquilo, cuando agarré la manija voltee de nuevo a verlo.
Me llevé una gran impresión, desconcertado miré que se había convertido en aquel diabólico payaso, mi corazón se aceleró de más, por unos segundos estuve sin poder respirar, sin moverme, sentí que mis sentidos se bloquearon.
El horrible payaso me decía adiós, sin dejar de mirarme, por inercia abrí la puerta y con una naturalidad que hasta a mí me sorprendió, les dije que todo estaba bien.
Mis padres me abrazaron, el médico sonrió asegurando que pronto estaría recuperado, así nos fuimos para la casa.
Después de unos días regresé a mi cuarto, nunca les conté a mis padres lo que pasó ese día, para no preocuparlos y para que no me internaran en el hospital psiquiátrico.
Hasta el día de hoy veo y escucho por las noches a ese payaso, sin saber realmente si me lo imagino o se me aparece, aunque el terror que siento es el mismo.
Autor: Gato Negro.
Derechos Reservados.
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