Tamaño Real Historia De Terror 2024

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Tamaño Real Historia De Terror 2024

Tamaño Real, Historia De Terror… Eh pasado muchos años de mi vida tratando de convencerme de que algunos recuerdos que tengo de mi infancia son falsos, siempre me dije que no podía ser real y que solo debían ser recuerdos distorsionados por la mente de un niño aterrado por los muñecos.

Para comenzar con esto debo de decir que soy un adulto con pedofobia, que básicamente es temor a los muñecos, el punto es que, aunque me las arreglo para evitarlos, mi esposa y yo tendremos un bebé pronto y sé que solo será cuestión de tiempo para que la casa tenga juguetes y obviamente se llene de muñecos, no puedo negarle a mi hijo una buena infancia solo por no poder mirar a un muñeco o maniquí más de unos segundos.

Por lo que a pesar de mis creencias, decidí ir con una terapeuta para tratar con mi fobia, y aunque e tenido unos avances significativos, mi terapeuta me hizo intentar recordar de donde podía venir este miedo, y aunque al principio le dije que era algo que yo había tenido desde siempre, cuando comencé a tratar de recordar enserió, en lugar de decirme a mí mismo que no necesitaba recordar mi niñez, me di cuenta que no siempre fui así, de hecho yo adoraba los muñecos, tenía luchadores, peluches y esas cosas, pero algo había pasado durante mis 5 a mis 9 años, puesto que a partir de ahí le tenía mucho miedo a los muñecos.

Para esto visité la casa de mis padres, pues supuse que ellos debían saber algo, y aunque al principio solo se mostraron un poco tercos, pues ellos no creen en los psicólogos, después de hablar con ellos, por fin accedieron a contarme algunas cosas de mi niñez, y descubrí que no eran recuerdos distorsionados por un niño aterrado, eran recuerdos reales que tenía un niño y nadie le creyó y por ende decidió convencerse así mismo de que era una mentira. Lo que relataré a continuación es algo que escribí en base a lo que me contaron mis padres y lo que recuerdo, fue escrito para mis sesiones de terapia, pero, mi terapeuta me dijo que estaba bien compartirlo para tratar de sacarlo de mi sistema, no sé si ella me cree, pero yo sé que si fue real.

Lo que si recuerdo era que cuando era muy pequeño, vi una película que, aunque es muy famosa, no quiero decir el nombre, porque no me gustaría darle mala fama a la película, ellos sin duda no tienen nada que ver con lo que a continuación relataré, pero volviendo al tema, me quede obsesionado por esa película para niños.

Me fascinaba tanto que la veía al menos dos veces al día, imaginando ser parte de ese mundo mágico y emocionante. Sin embargo, nunca tuve muchos productos relacionados con la película debido a las dificultades económicas que atravesaba mi familia en ese momento.

La situación económica de mi familia se volvió tan grave que mi padre tuvo que emigrar a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. Aunque no nos gustaba separarnos, el sacrificio de mi padre pronto empezó a dar frutos y nuestra situación económica comenzó a mejorar de manera significativa.

Yo la verdad de esto no me acuerdo mucho, supongo que era demasiado pequeño como para darme cuenta de cuan mal estábamos económicamente, pero bueno, no me faltaba mucho para cumplir los 5 años cuando entré al kínder y aunque la película ya tenía un buen rato de haber salido, mi obsesión por ella seguía tan latente como la primera vez que la había visto.

Y me acuerdo de que un día mientras estaba viendo la televisión, papá llamó, el llamaba al menos dos veces a la semana, para asegurarse de que estuviéramos bien y también quería seguir teniendo contacto conmigo, recuerdo que cuando terminé de hablar con él, mamá se puso al teléfono.

Durante la llamada telefónica de mi mamá, no pude evitar escuchar fragmentos de la misma, hablaban sobre una sorpresa especial para mi próximo cumpleaños. Mi corazón latía con anticipación mientras imaginaba qué podría ser. Luego, mi mamá me contó que mi papá me había enviado algo desde Estados Unidos, algo que sabía que me haría muy feliz.

El día de mi cumpleaños finalmente llegó, y la fiesta fue muy buena, aunque mi mamá solo me dejó invitar a mis amigos de la cuadra, eso estaba bastante bien, me estaba divirtiendo tanto que ya ni siquiera me acordaba de que mi papá me había prometido una sorpresa para mi cumpleaños, pero mi mamá me hizo recordarlo, cuando frente a todos leyó una nota de mi papá diciendo cuanto le hubiese gustado estar ahí conmigo, pero como no podía, entonces, me enviaba algo para que me cuidara y me acompañara mientras él no estaba.

Después de eso, mi mamá me hizo cerrar los ojos y los tuve cerrados hasta que me dijeron que podía abrirlos, y cuando lo hice, me quedé boquiabierto con lo que estaba frente a mí. Allí, de pie frente a mí, estaban los cinco personajes principales de la película, pero no eran solo figuras pequeñas, eran muñecos de casi un metro de altura. Era como si hubieran cobrado vida y hubieran saltado directamente de la pantalla.

Mas tarde esa noche, mientras hablaba con mi papá por teléfono, el me contó que había encontrado esas increíbles figuras en un jardín cercano, abandonadas para que la basura se las llevara. Al parecer, eran muy populares en su momento, pero ahora habían caído en el olvido. Mi padre no pudo resistirse y los recogió para enviármelos, sabiendo cuánto los deseaba.

A mamá le pareció una total locura que alguien se hubiese querido deshacer de ellas, puesto que estaban en perfecto estado, la pintura ni siquiera estaba desgastada, estaban como nuevos, pero papá le dijo que por allá suelen tirar cosas así.

Y desde ese día, yo solo quería jugar con mis muñecos tamaño real, pero también los adoraba de manera obsesiva. Para mí, eran mucho más que simples juguetes, eran mis compañeros más cercanos. Los quería de una manera que resultaba difícil de explicar, como si tuvieran vida propia. Pero mi amor por ellos me llevó a un momento en la escuela que nunca olvidaré.

Estábamos en clases cuando la maestra nos pidió dibujar a nuestro juguete favorito, entonces yo de inmediato dibujé a los cinco, incluso los dibujé a mi lado para que se notara que tan grandes eran, y cuando llegó el momento de pasar al frente de la clase para mostrar nuestros dibujos.

Mi corazón latía emocionado, porque sabía que tenía algo especial para compartir. Con orgullo, levanté la mano y les expliqué a mis compañeros cómo eran mis muñecos tamaño real, cada uno con su propio aspecto y personalidad.

Para mi sorpresa, en lugar de ser recibido con asombro y admiración, me encontré con risas y burlas. “¡No puedes tener algo tan estupendo!”, decían algunos compañeros, entre risotadas. Se mofaban de mí, diciéndome que era mentira y lo peor fue que la maestra en lugar de defenderme me dijo que no importaba que no fuera real, que lo importante era que yo imaginara que así era, lo cual ocasionó más burlas por parte de mis compañeros.

Sentí que el suelo se abría bajo mis pies y el corazón se me partía en pedazos. No podía entender por qué no me creían. Me llené de tristeza y rabia, deseando desesperadamente que todos comprendieran la realidad de mis muñecos.

Esa noche, en casa, no podía sacar de mi mente la imagen de mis compañeros riéndose de mí. Fue entonces cuando decidí que tenía que hacer algo para demostrarles que estaba diciendo la verdad. Me dirigí a mi mamá, suplicándole que me permitiera llevar los muñecos a la escuela para que mis compañeros los vieran con sus propios ojos.

Mi mamá puso resistencia al principio, pues ella solo podía pensar en la dificultad de cargar los cinco muñecos de regreso a casa. Sin embargo, mi persistencia y el hecho de que el día del niño se acercaba y por ende podría llevarlos y dejarlos ahí hasta que fuera la hora de la salida, la convencieron. Estableció una condición: tendría que cargarlos por mí mismo desde mi habitación hasta el auto.

El día tan esperado llegó. Recuerdo que estaba tan emocionado que casi no dormí, y me levanté muy temprano. Rápidamente me enfrenté a la tarea, aunque sabía que no sería fácil. Arrastrar los muñecos por las escaleras era una tarea desafiante para un niño de cinco años, por lo general, mamá era quien bajaba a la mayoría pues podía bajar dos al mismo tiempo, pero en ese momento era yo solo.

Poco a poco, había bajado a cuatro de las cinco figuras, solo faltaba mi muñeco favorito, que también era el personaje principal. No podía permitir que fuera el único que no fuera a la escuela. Aunque cansado, subí las escaleras hasta mi habitación para recogerlo y completar mi misión.

Con cuidado, agarré al muñeco y comencé a repetir la operación para bajar las escaleras, aunque en ese momento estaba tan cansado que lo bajé dejándolo detrás de mí, solo quería descansar por unos segundos, miré hacia debajo de la escalera.

Entonces, ocurrió algo inesperado y aterrador. Sin previo aviso, aquellas manos de plástico, que alguna vez me habían brindado consuelo, me empujaron con fuerza por las escaleras. Rodé sin control, sintiendo cómo cada peldaño golpeaba mi cuerpo, hasta llegar al final en un golpe seco.

El dolor se apoderó de mí. Mi brazo estaba roto y la frente abierta. Aturdido, me encontré frente a los otros cuatro muñecos, que parecían mirarme con malicia. En medio de mi dolor, pude escuchar risas siniestras escapando de ellos, llenando el aire con un escalofrío que se clavaba en lo más profundo de mi ser.

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No recuerdo mucho después de eso, ya que me desmayé a causa del golpe. Cuando volví en mí, me encontré rodeado de médicos y mi madre, quienes insistían en que me había tropezado solo. Comenzaron a convencerme de que mi imaginación me había jugado una mala pasada y que todo lo ocurrido fue un simple accidente.

Aunque aquel incidente en las escaleras me dejó perplejo y confundido, no podría decir que fue ahí, cuando me dieron miedo, pues supongo que, por mi edad, no podía creer que había algo malo detrás de mis muñecos favoritos. Regresé a casa después de ser dado de alta del hospital, con el brazo enyesado y la frente cubierta de vendas, esperando encontrar un ambiente de tranquilidad.

Sin embargo, al abrir la puerta de la casa, me encontré con una escena desconcertante. Los cinco muñecos estaban perfectamente alineados en la sala de estar, como si estuvieran esperando mi regreso. La visión de los muñecos perfectamente parados en la sala cuando regresé a casa después de salir del hospital me desconcertó aún más. Mi mente se llenó de preguntas sin respuestas.

Recordaba claramente que el personaje principal seguía en el borde de la escalera cuando caí, por lo que no tenía sentido que mi madre, en medio de la conmoción de encontrarme en el suelo, se hubiera tomado el tiempo de bajar al último muñeco y ponerlo junto a los demás.

Aunque en ese momento no dije nada, cuando hablé con mi madre finalmente me confesó la verdad. Al escuchar su relato, me invadió una sensación de escalofrío. Ella me aseguró que, en medio del pánico por verme tirado en el suelo, intentando auxiliarme, accidentalmente derribó uno de los muñecos que ya estaban abajo. Como si fueran fichas de dominó, los demás muñecos cayeron en cadena.

Así que, cuando salió de la casa con los paramédicos, estaba totalmente segura de que todos los muñecos estaban recostados en el piso, aunque cuando llegamos y vio la escena, supuso que, por el impacto de verme ahí tirado, simplemente había imaginado todo.

Pasaron más días sin incidentes, me recuperé en su totalidad, pero, aunque seguía jugando con ellos, en ocasiones pensaba en ese día, y me daban algo de incomodidad, por lo que, aunque ya no hacían nada los empezaba a dejar poco a poco de lado, en una tarde soleada, regresé a casa junto con mi madre después de la escuela.

Al entrar, nuestros oídos captaron un sonido inusual: pasos apresurados resonaban en el piso de arriba. La mirada de mi madre se llenó de preocupación, ya que solo nosotros dos vivíamos en esa casa. Con una mezcla de temor y valentía, me pidió que me quedara junto a la puerta mientras ella subía a investigar.

Mientras esperaba ansiosamente a mi madre, el silencio se apoderó de la casa, interrumpido solo por el sonido de mi propia respiración agitada. Los segundos se hicieron eternos. De repente, un grito desgarrador cortó el aire, helando mi sangre. Siguiendo las instrucciones de mi madre, corrí tan rápido como pude hacia el vecino más cercano, en busca de ayuda.

Pronto, varios vecinos se unieron a mí y corrimos de regreso a mi casa, con el corazón latiendo muy fuerte. Al entrar, encontramos a mi madre, visiblemente alterada, bajó la escalera. Nos aseguró que todo estaba bien, que lo que había ocurrido era que yo había dejado mis muñecos de tamaño real ocultos detrás de la cortina del baño. Esto la había asustado en gran medida.

Perplejo, le aseguré a mi madre que nunca había hecho algo así, que no tenía razón para esconder los muñecos en ese lugar. Sin embargo, ella no me permitió explicarme y simplemente me advirtió que no volviera a hacerlo o le daría un susto que podría matarla.

A lo largo de los años, eventos extraños y perturbadores continuaron ocurriendo en torno a los muñecos. Aunque no eran situaciones de gran relevancia, como encontrarlos en lugares diferentes o en poses distintas a las que recordaba, eran lo suficientemente inquietantes para despertar sospechas. Sin embargo, no eran lo bastante evidentes como para que no pudiera suponer que mi madre o alguna visita los había movido sin razón aparente.

A medida que los años pasaban, mi vida familiar cambió. Mi padre regresó de los Estados Unidos cuando cumplí los 7 años, esta vez para quedarse definitivamente. Juntos, planeaban abrir un puesto de comida y construir una nueva vida. Dos años más tarde, nació mi hermanita, lo que me hizo sentir desplazado y triste.

Para mi décimo cumpleaños, mis padres me permitieron organizar una pijamada con mis amigos. Durante la noche, todo transcurría con normalidad mientras todos dormíamos en la sala. Sin embargo, fuimos despertados por unos pasos inusuales que provenían de la cocina, que era visible desde la sala. Eran pasos extraños, como si la persona tuviera botellas de plástico atadas a los pies, produciendo un sonido característico.

Todos giramos la cabeza hacia la cocina en busca de la fuente de aquel extraño ruido. La oscuridad se interponía entre nosotros y la figura pequeña que se movía en la distancia. Presos del miedo, decidimos encender la luz de la sala para ver quién era el que estaba ahí. Lo que nuestros ojos vieron nos llenó de terror y desconcierto. Una de las figuras en tamaño real estaba frente a nosotros, sosteniendo un cuchillo de cocina en sus manos. Apenas unos segundos después de que la luz se encendiera, la figura se quedó inmóvil y sin vida una vez más.

El pánico se apoderó de todos los niños, y un coro de gritos llenó la sala, alertando a mis padres, quienes bajaron rápidamente para investigar el motivo de nuestra angustia. Con el corazón acelerado y las palabras entrecortadas por el miedo, contamos la misma historia, describiendo la figura amenazante y su arma en mano.

Sin embargo, mi padre no recibió nuestra narración con calma. Furioso, creyó que todo había sido una artimaña, que yo había intentado asustar a mis amigos para llamar la atención. En su enojo, tomó el muñeco que había sido el protagonista de aquel escalofriante episodio y me advirtió severamente que no hiciera cosas tan irresponsables.

Amenazó con castigarme a los muñecos si volvía a hacer algo similar. Algunos días después de aquel incidente, en una madrugada oscura, mi padre gritó, primero asustado y luego enfadado, llamándome con insistencia. Descendí rápidamente las escaleras para averiguar qué le había alterado tanto. Al verme bajar, mi padre me reprochó, preguntándome cómo había logrado hacer eso. Confundido, le pedí que me explicara a qué se refería.

Mi padre me contó que había bajado a la cocina para beber agua y calentar el biberón de mi hermanita. En medio de la sala, vio a uno de los muñecos de pie. En principio, no le dio importancia, ya que sabía que solía dejarlos en diferentes lugares de la casa. Continuó con su rutina, poniendo el biberón a baño María y abriendo el refrigerador para sacar la jarra de agua fría.

Sin embargo, cuando cerró la puerta del refrigerador, notó que el mismo muñeco que había visto momentos antes estaba parado detrás de la puerta que acababa de cerrar. Quedó desconcertado y le expliqué que yo no había sido responsable de eso. Pero mi padre no pudo encontrar una explicación lógica de cómo pude hacer  que el muñeco apareciera en la puerta del refrigerador sin hacer ruido y luego subir las escaleras para fingir estar dormido. Decidió dejarlo pasar, aunque el desconcierto persistía.

Desgraciadamente, el horror no había terminado. Durante otra noche, escuché un grito aterrador proveniente del cuarto de mi hermana. Salí de mi habitación corriendo y me dirigí hacia allí, encontrando a mi madre y a mi padre también acudiendo a toda prisa. Al entrar en la habitación, la escena que presencié me heló la sangre.

Los cinco muñecos estaban alrededor de la cuna de mi hermana, sosteniendo diferentes objetos: martillos, cuchillos de cocina e incluso uno de ellos tenía cinta de aislar en su mano. Era una imagen aterradora. Mi padre no podía creer que yo no fuera el responsable de todo aquello. Furioso, decidió encerrar a los muñecos en una pequeña bodega en el jardín y me dijo que no los tendría de vuelta hasta que me disculpara.

Sin embargo, yo no tenía ningún tipo de interés por recuperarlos, yo no quería volver a verlos, mi papá dice que en una ocasión cuando yo ya era un adolescente, y como sabía que ya no los quería se los regaló a uno de sus amigos que tenían hijos, así que a la fecha, no tengo la menor idea de dónde pueden estar.

Autor: Liza Hernández

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