El Plantío Historia De Terror 2024
El Plantío Historia De Terror… Mi nombre es Mario y pertenecí al Ejército, esto que te comparto me pasó hace muchos años, pero lo tengo tan presente como si hubiera sido ayer.
La mera verdad si llegué a pasar muchas experiencias extrañas o inexplicables ahí, sobre todo porque la mayoría de las veces andábamos en lugares muy apartados en lo alto de la sierra, pero de todas esas experiencias que viví, hay algunas que fueron más aterradoras que otras, te compartiré una de las que más me han marcado en mi vida, porque a pesar de que me sucedió cuando recién había entrado a las fuerzas armadas, aún hay ocasiones en que me despierto aterrorizado por las madrugadas, por las pesadillas que tengo de esa horrible experiencia.
En aquella ocasión la operación fue en la Sierra del Rosario, Durango, relativamente cerca a Santo Niño, un pequeño poblado de la región, fue una incursión limpia, sin un solo disparo, el grupo delictivo escapó, al parecer algún halcón los alertó de nuestra llegada y les había dado tiempo de escapar por la parte de arriba del montaña y de ahí se dispersaron entre la densa vegetación, porque nosotros llegamos por el único camino de terracería que subía hasta allá, al llegar solo encontramos un par de cuartos grandes de techo de lámina, uno parecía acondicionado como un laboratorio y el otro parecía un almacén, con algunos camastros, el Capitán Reyes nos ordenó que nos instaláramos ahí para pasar la noche, para el resguardo de aquellos plantíos y que al otro día, a primer hora, se iniciara la destrucción de todo esto.
En aquella ocasión la Sargento García y yo haríamos la guardia, como te decía hace un rato, yo llevaba poco tiempo de haber ingresado, por lo que no conocía a casi nadie, mucho menos a la Sargento, nos dirigimos en silencio al primer plantío para iniciar nuestro recorrido a las cero cien horas, el clima era caluroso pero agradable y por fortuna tuvimos una luna llena muy grande que nos alumbraba bastante bien, al pasar junto al Capitán Reyes, que era de por estos rumbos, nos comentó que tuviéramos mucho cuidado, ya que por esta zona había mucho lobo que le gusta meterse entre los plantíos, pero que con un par de disparos al aire se dispersaban de inmediato, nos cuadramos y le agradecimos el dato, la Sargento caminaba rápido y en cuestión de un cuarto de hora ya recorríamos el borde del primer sembradío que era bastante grande.
La luz de la luna sobre el campo de amapolas le daba una tonalidad rojiza, la verdad si se veía algo tétrico, pero lejos de eso, parecía que iba a ser una noche tranquila y silenciosa, prácticamente solo escuchábamos el ruido que hacían nuestras botas al chocar sobre la tierra, saqué mis cigarros y le ofrecí uno a la Sargento, ella solo movió la cabeza de manera negativa, entonces se me ocurrió comentarle que se veían medio macabros los sembradíos todos rojizos, ella me miró sería y solo asintió con la cabeza, encendí mi cigarro y continuamos el recorrido en silencio, pensé que tal vez no le había caído bien o algo así y decidí mejor quedarme callado el resto del camino, aunque eso sí, la noté algo preocupada, en ese momento empezamos a ver como se iban moviendo las plantas a nuestro costado derecho, como si algo estuviera caminando entre ellas a la par de nosotros, al detenernos también se detuvo pero se siguieron moviendo ligeramente las flores de encima, inmediatamente amartillamos y apuntamos nuestras armas en esa dirección, entonces pregunté tranquilamente: «quién vive», pero no obtuvimos ninguna respuesta, solo se escuchaba el leve sonido del viento y de algunos grillos, volví a preguntar, al mismo tiempo que la Sargento García me indicaba con una señal que avanzara al objetivo mientras ella me cubría la espalda, me metí muy despacio en el sembradío, aquellas plantas me llegaban un poco más arriba de la cintura y me fui aproximando muy lentamente.
Aun par de metros del objetivo me detuve y volví a solicitar que se identificara, pero nada, de reojo vi a la Sargento y seguí avanzando hasta que estuve a menos de medio metro de aquellas ramas que seguían moviéndose, con el cañón de mi rifle fui despejando el camino suavemente, traté de mantener tranquila mi respiración, sentía todos los músculos de mi cuerpo tensos, entonces jalé la última rama que se interponía frente a mí, pero no había absolutamente nada, revisé alrededor con mucho cuidado sin dejar de apuntar, ahí no había nada, entonces me confíe y bajé mi fusil, un gran error, así de espaldas le hice la señal de «despejado» a la Sargento García, me giré completamente hacía ella para quedar de frente, me alcé de hombros, ella también dejó de encañonar y bajó su arma, en ese momento los dos respiramos aliviados por ese breve momento de tensión, cuando entonces sentí aquel jalón en mis tobillos hacía atrás, fue tan rápido que no me dio tiempo ni siquiera de meter las manos y me fui de boca sobre las plantas, que detuvieron por un momento mi caída, hasta que azoté de panza sobre la tierra como un costal de papas, al caer sentí como el golpazo me sacó el aire, no podía respirar, en mi desesperación traté de enderezarme, pero en ese instante sentí que aquello que me tenía sujeto de los tobillos me jalaba hacia dentro del sembradío, aquellas garras parecían como cuchillos enterrados hasta mis huesos, me jalaba tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar, con una mano agarraba desesperadamente mi rifle y con la otra intentaba protegerme la cara de las ramas y piedras del campo, aun así sentía como se me rasgaba la piel de los brazos.
Fueron segundos de confusión, no entendía que carajos estaba pasando, intenté patalear varias veces pero aquellas garras me apretaron con más fuerza los tobillos, quizá fueron unos diez o quince pasos, no sé bien, cuando por fin logré girarme ligeramente sobre mi costado y apunté con mi rifle a aquella bestia que me jalaba a través del plantío, a pesar de que teníamos luna llena solo pude ver un par de ojos rojos encendidos y lo que parecía un pelaje gris sobre el lobo de aquella bestia que bufaba sin parar, sin más le disparé varias veces, escuché un aullido espantoso, casi humano, y sentí como aquella cosa me soltaba, me giré por completo y seguí disparando asustado, pero frente a mí solo había plantas, en eso escuché la voz de la Sargento llamándome, intenté levantarme pero el dolor en mis tobillos era impresionante y volví a quedarme sentado.
El Plantío Historia De Terror
Fue entonces cuando vi con horror como el rostro de aquella bestia salió de entre las ramas a un costado de mí, abrió su enorme hocico, mostrándome sus colmillos en una mueca grotesca, levantó una de sus enorme garras, parecían cuchillos al resplandor de la luna, yo estaba paralizado, giré mi rifle por instinto y jalé el gatillo varias veces, pero mi arma ya no respondió, bajé mi mano muy despacio hacia la cintura, buscando la nueve milímetros, sus ojos enrojecidos me miraban fijamente, sabía que no tenía muchas oportunidades, al querer sacar el arma de mi cintura se atoró, fue entonces que escuché varios disparos, aquella bestia cayó al piso a mi lado por un segundo, era enorme, pero de inmediato se levantó y se metió entre aquel plantío hasta perderse, me empecé a marear y me recosté, al principio creí que era por la impresión, pero entonces sentí que tenía húmedas las botas, me enderecé con mucho esfuerzo para revisarme, me estaba desangrando, fue entonces cuando escuché otros disparos y la voz de la Sargento que me llamaba, le grité, en cuestión de segundos ya estaba conmigo, por la radio pidió apoyo y me ayudó a levantarme, pero el dolor era tan fuerte que solo alcancé a salir a la orilla de aquel sembradío y me tuve que sentar en la tierra otra vez, en ese momento llegaron mis compañeros.
En el campamento el médico me inyectó y me curó las heridas, ahí estuvo en todo momento la Sargento García, yo no paraba de agradecerle que me hubiera salvado la vida, en ese momento entró el Capitán Reyes, habló con el médico aparte y después se acercó a nosotros, me preguntó qué había pasado, traté de ser lo más claro y preciso en mi descripción de aquella bestia, me escuchó muy atento, cuando terminé de contarle me dijo que me iría unas semanas a casa para recuperarme, se despidió de la Sargento y de mí, pero antes de salir de la tienda médica nos pidió que no le contáramos a nadie de esto.
Autor: Luis Martínez Vázquez
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