El Niño Historia De Terror 2024
El Niño Historia De Terror… Nuestra familia nunca fue muy religiosa que digamos, la verdad pues no íbamos a misa cada domingo ni nada por el estilo, y esa fecha del día de muertos, si acaso poníamos una ofrenda muy pequeña en la sala de la casa por mera tradición, algunas veladoras, algo de papel picado, pan de muerto y ya, porque hasta ese entonces habíamos tenido la fortuna de no haber perdido algún familiar o amigo cercano, y así fue por muchos años.
Pero todo esto cambio de repente cuando falleció mi abuelito Rafael, el papá de mi mamá, fue una pérdida muy fuerte para la familia, y un día que quisiéramos olvidar para siempre, porque ese mismo día que murió en el hospital a causa de un infarto, nos enteramos ahí mismo en la sala de espera, que tenía otra esposa y otros hijos, porque llegaron a verlo, fue algo que nos impactó mucho al momento, extrañamente mi abuelita no dijo nada, nos dio la impresión de que ya lo sabía, pero a quien más le afecto fue a mi mamá y a mis tías, pero yo creo que más a mi mamá.
Ella era la hija mayor, mi abuelito era su adoración y se desvivía por él, pero ahí no paró el asunto, estábamos tratando de asimilar su pérdida y que nos había engañado por tanto tiempo, cuando la otra familia le solicitó al hospital el cuerpo de mi abuelito para llevárselo y velarlo, fue algo muy feo, porque aunque yo era muy pequeña, tendría unos ocho o nueve años, recuerdo muy bien como veía sufrir y llorar mucho a mi mamá, y a pesar de que al final no procedió su petición y se logró velarlo en casa de mi abuelita y enterrarlo junto a sus papas en su pueblo natal, el proceso legal continuó ahora por la herencia de unos terrenos que tenía mi abuelito aquí en el pueblo, y eso solo hizo crecer la tristeza, el enojo y el rencor que le guardaron mis tías y mi mamá, y que nos alejó mucho tiempo de irlo a visitarlo al panteón.
Pasaron ocho años antes de que mi abuelita le telefoneara a mi mamá, pidiéndole de favor que la llevara a ver a mi abuelito al camposanto para el día primero de noviembre, pero mi mamá aún se sentía muy resentida con él y buscó muchas excusas para no ir, pero al final de la charla con mi abuelita, tiempo después me lo contaría, sintió mucha culpa y aceptó llevarla, porque ninguna de mis tías quiso, no querían saber nada de él, pero mi mamá le dijo que solo podría acompañarla el viernes treinta y uno, porque el primero de noviembre ya tenía un compromiso con mi papá, apenas colgó me pidió de favor que la acompañara, yo lo dudé un momento, tenía fiesta ese fin de semana con unos amigos de la preparatoria, pero al ver su rostro angustiado sabía que necesitaba de alguien que la apoyara con todo esto, entonces le dije que sin problema la acompañaría.
Ese día llegamos a mediodía a la casa de mi abuelita, no recuerdo si te había comentado que es originaria de Yecapixtla, Morelos, uno de mis hermanos nos hizo el favor de llevarnos en su carro, pasamos por ella y nos fuimos para el panteón de Ocuituco, el pueblo originario de mi abuelito, fue un viaje relativamente corto, pero también muy silencioso, cada quien iba sumida en sus propios pensamientos, yo a pesar de todo lo que había pasado con esta situación de la otra familia, tenía muy bonitos recuerdos con él de mi infancia y no le guardaba ningún resentimiento, finalmente llegamos al camposanto del pueblo, mi hermano nos dejó en la entrada y nos dijo que buscaría un lugar para esperarnos, nosotras entramos al panteón, tengo que serte sincera porque desde que puse un pie adentro sentí un escalofrío que me recorrió la espalda y me erizó la piel, empecé a temblar de frío y eso que por estos rumbos hace muchísimo calor, y también tuve esa sensación de pesadez sobre la espalda, como si trajera un bulto encima de mis hombros.
Seguimos a mi abuelita, quien a pesar de su bastón caminaba bastante rápido entre las tumbas y los árboles, apenas podíamos seguirle el paso, lo que si me extrañó es que solo vi a muy pocas personas arreglando las tumbas de sus difuntos, pensaba que estos días estarían abarrotados, pero recordé que alguna vez mi abuelita nos dijo que el 31 de octubre es la llegada de los niños y la de los adultos hasta el primero, pero como te decía al inicio, la verdad no sabía mucho de esto, seguimos caminando hasta el fondo del camposanto en donde estaba la parentela de mi abuelito, hasta que por fin se detuvo frente a una tumba muy descuidada, con la hierba crecida y varios manojos de flores secas encima, como si hubiera pasado mucho tiempo desde que alguien visitara su nicho, mi abuelita se arrodilló, sacó un rosario y empezó a rezar un Padre nuestro, mi mamá y yo nos quedamos de pie, en silencio, así estuvimos un buen rato, una vez que terminó me pidió de favor que fuera con el encargado del panteón para que me regalara una cubeta con agua y me prestara una pala para quitar toda la hierba, mi mamá la ayudó a levantarse y empezaron a sacudir el polvo de la lápida, yo empecé a caminar de regresó a la salida donde estaba el cuarto del encargado, aún tenía esa sensación de frío y de pesadez en la espalda, entonces tuve la impresión de que alguien me estaba mirando, volteé discretamente a mis costados y nada, pero aquella sensación me empezó a inquietar mucho, así que me detuve y revisé hacía todos lados pero nada, llegué hasta el cuarto del encargado y toqué a la puerta, en ese momento sentí como si alguien me respirara en la nuca, solo sentí como se me erizó el cabello, me volteé muy despacio, y fue entonces que lo vi a unos metros frente de mí, escondido detrás de unas lapidas.
Era un niño como de ocho años, tenía el rostro muy pálido y ojeroso, me miraba fijamente, vestía un traje blanco, lo que más me llamó la atención es que estaba impecable, parecía que ni parpadeaba, su mirada era muy penetrante y eso me hizo sentir algo inquieta, sin embargo había en él algo que me era bastante familiar, su rostro, sus ojos, y su cabello, traté de recordar en dónde lo había visto, pero por más que lo intentaba no podía, hasta que de pronto se me vino a la mente una fotografía que había encontrado en la cartera de mi abuelito mientras jugaba con ella cuando era niña, sin duda era el mismo niño, pero eso era imposible, porque eso sucedió hace más de diez años, lo siguiente que pasó no sé cómo explicártelo, pareciera que ese niño estuviera escuchando mis pensamientos, porque en ese mismo instante se le formó una sonrisa burlona en su rostro, me empecé a marear y se me nubló la vista, sentí que mi cuerpo se desguanzaba, en verdad pensé que me desmayaría ahí, en ese momento escuché que detrás de mi abrían la puerta seguido de un buenas tardes, salté del susto, me giré tan rápido que estuve a punto de caerme hacia atrás, el encargado del panteón alcanzó a sostenerme por el hombro, se me quedó mirando un poco asustado y me preguntó que si estaba bien, apresurada le dije que me había mareado por el calor, respiré hondo y un poco más repuesta le pedí la cubeta y la pala, todavía se esperó un momento más, después dio media vuelta y se metió al cuarto por las cosas.
El Niño Historia De Terror
Me giré muy lentamente buscando al niño entre las lapidas donde lo había visto pero ya no estaba, mi corazón seguía latiendo muy rápido, y a pesar de que sabía que era absurdo que fuera el mismo niño que el de la foto, una parte de mi me decía que eso podía ser posible, porque durante la penosa situación legal por la herencia de mi abuelito, nos enteramos que su primogénito que tuvo con su otra esposa, había muerto siendo apenas un niño, una pérdida de la cual nunca pudo recuperarse, según nos contó el abogado que llevaba nuestro caso, en ese momento salió el vigilante con la cubeta y la pala, le di las gracias y me regresé hacía donde estaba mi abuelita y mi mamá.
Ya estaba oscureciendo y empezaba a correr un viento raro y frío, volví a sentir que alguien que alguien me estaba mirando pero ya no volteé ni me detuve, sabía muy bien que era ese niño, que precisamente había elegido éste día para visitar a su papá, mi abuelo.
Autor: Luis Martínez Vázquez
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