Rumbo Al Panteón Historia De Terror 2024

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Rumbo Al Panteón Historia De Terror 2024

Rumbo Al Panteón Historia De Terror… Fíjate que, a pesar de los años, tengo bien presente aquella vez que nos sucedió esto, imagínate, tu abuela Margarita y yo apenas andábamos de novios, estábamos bien chamacos, en ese entonces ella trabajaba de costurera de tiempo completo en una fábrica de ropa, allá por el metro San Antonio Abad, y yo andaba como operador de una máquina de inyección en una fábrica de plásticos, por la Agrícola Oriental.

No estábamos tan retirados pero en aquel entonces en la ciudad, te estoy hablando de hace más de cuarenta años, pues no había mucho transporte público como ahora, y si le batallábamos bastante para vernos entre semana, aparte de que había temporadas en que a mí me rolaban los turno en la chamba, por lo que decidimos vernos solo cada ocho días, algunas veces los sábados, pero seguro eran los domingos, entonces nos íbamos a dar una vuelta a la Alameda, o nos íbamos a la matiné, y después a comer, la pasábamos muy bien.

Recuerdo que una semana antes de que nos pasara esto, cuando ya la iba a dejar a su casa, tu abuela Margarita me pidió de favor que el siguiente domingo, que caería en 2 de noviembre, día de muertos, la acompañara a visitar la tumba de su mamá, que estaba enterrada en el panteón de Tlapizahuac, rumbo a Ixtapaluca sobre la carretera federal a Puebla, yo le dije que sí, que por supuesto, así que el siguiente domingo pasé un poco más temprano por ella, todavía la esperé un ratito afuera.

Al salir la vi muy triste, al abrazarla, vi sus ojos hinchados y rojos, parecía que había llorado mucho, cuando le pregunté qué si estaba bien, sin alzar la mirada me dijo que sí, le quité la bolsa de mandado que traía cargando y caminamos hasta la esquina para esperar el pesero.

Todo el trayecto se la pasó muy callada, yo sabía que tenía poco el fallecimiento de su mamá, apenas iba a cumplir un año, lamentablemente no llegué a conocerla, y no sabía de qué había muerto, pero no quise preguntarle más, porque las pocas veces que intentamos hablar de eso, se ponía muy triste, así que solo la abracé para que sintiera de alguna manera mi apoyo.

Finalmente llegamos a la base del último colectivo que tomaríamos para llegar al panteón, deja te digo que en aquel entonces los peseros eran carros particulares grandes, casi siempre de cuatro puertas, no había microbuses ni combis, por lo que solo podía llevar cinco o seis pasajeros por viaje, por eso había mucha gente en paradero, al parecer todos ese día iban hacia el panteón, afortunadamente alcanzamos lugares en la parte de atrás en uno de estos carros, el colectivo inició su marcha sobre la carretera federal hacia Puebla, pero más adelante se desvió para meterse en un sendero de pura terracería muy estrecho, apenas y cabía el carro, así como fue metiendo, quedamos en un despoblado, ni una sola persona o casa alrededor, solo unos cuantos arbustos y uno que otro árbol viejo en el paisaje, así estuvimos por unos diez minutos, hasta que por fin vimos la entrada del camposanto, todos nos bajamos ahí, el colectivo dio media vuelta como pudo y se regresó por donde habíamos venido, la mayoría de las personas llevaban sus canastas con comida y flores de cempasúchil, nosotros solo llevábamos la bolsa de mandado que traía.

Al entrar al panteón no te voy a negar que sentí un poco de tristeza, porque recordé que hacía mucho que no visitaba la tumba de mi hermano, me había dolido mucho su muerte, estuvimos caminando entre los angostos pasillos y las tumbas hasta el fondo del lugar, hasta que por fin llegamos con la mamá de tu abuela Margarita, se persignó y se arrodilló, rezó un ratito, después me pidió la bolsa de mandado, sacó un trapo y empezó a quitar el polvo de la lápida, yo me quedé mirando, la verdad no sabía qué hacer, entonces me pidió que le ayudara a quitar toda la hierba de alrededor de la tumba, mientras lo hacía ella puso un pequeño mantel blanco y un par de veladoras, y unas palanquetas y jamoncillos, los dulces que eran los preferidos de su mamá, y después sacó un plato y un recipiente de plástico con tapa, lo abrió con mucho cuidado y vacío el mole rojo y el arroz que traía adentro, todavía estaba tibio, olía riquísimo, y finalmente sacó un pequeño retrato y colocó en medio de aquella pequeña ofrenda, era la primera vez que veía a mi suegra, era muy bonita, se parecía mucho a tu abuela, entonces se arrodilló y rezó otro ratito, no pude dejar de admirar la fe tan grande que tenía tu abuela Margarita, yo hacía tiempo que la había perdido cuando murió mi hermano, cuando terminó sus rezos, se levantó, me sonrió y de la bolsa sacó otro recipiente con tapa, era nuestra comida, pasamos toda la tarde ahí sentados, charlando de su mamá, me platicó tanto de ella, que entendía porque la extrañaba tanto.

Rumbo Al Panteón Historia De Terror

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Poco a poco fue anocheciendo, la gente recogía sus ofrendas y se iban, y el panteón se fue vaciando, yo creo que fuimos los últimos que salimos de ahí, tu abuela Margarita guardó todo en la bolsa de mandado y nos dirigimos a la salida, ya estaba oscuro y había muy poco alumbrado dentro del camposanto,  yo me hacía el valiente de la mano de tu abuela, pero caminar en la penumbra entre tumbas y lápidas, si me daba algo de miedo, al llegar a la entrada nos dimos cuenta que éramos los únicos que estábamos en la parada del colectivo, entonces empezó a tronar el cielo y cayeron las primeras gotas, yo pensé que ya no agarraríamos carro y que tendríamos que caminar hasta el paradero bajo la lluvia, pero tu abuela me dijo que el ultimo colectivo pasaba a las diez de la noche, entonces solo esperamos un poco más, cuando vimos que se acercaba un carro, iba vacío, le hicimos la parada y nos metimos en la parte de atrás, tu abuela seguía muy triste, yo le pregunté qué pasaba, entonces me dijo que hubiera querido despedirse de su mamá, que cuando le avisaron que se puso mala, pidió permiso en el trabajo y se fue directamente al hospital corriendo, pero que cuando llegó ya había fallecido, que no hubo tiempo de despedirse, en ese momento el colectivo empezó a bajar la velocidad, el sendero estaba hecho un lodazal, íbamos a vuelta de rueda, entonces vimos a una persona que iba caminando más adelante a orillas del camino, cuando nos le emparejamos, bajamos la ventanilla para verla mejor, era una viejecita chaparrita, iba vestida toda de negro y cubría su cabeza blanca con un chal, se veía muy humilde, al vernos nos sonrió, tu abuela le pidió al chofer que se detuviera para que se subiera, abrimos la portezuela y me bajé para ayudarla a subir, al agarrarla del brazo la sentí helada y muy flaquita, el carro arrancó otra vez, los tres nos quedamos en silencio por un momento, solo se escuchaba el ruido de la lluvia sobre el toldo, tu abuela se quitó su suéter y se lo puso encima a la viejecita, entonces a unos metros para salir de aquel camino lodoso y tomar la carretera federal, el carro se detuvo bruscamente, al parecer nos habíamos quedado atascados, el chofer apretó el acelerador, pero por más que lo intento no podía sacarlo de aquel lodo, en ese momento la lluvia aminoró un poco, entonces le dije al chofer que lo ayudaría, me bajé y busque una piedras para ponerlas en la llanta atasca, le grité que acelerara y empujé el carro con todas mis fuerzas, por un momento pensé que si saldría pero cuando ya estamos a punto de librarla el peso hacía que se regresara, entonces vi que tu abuela Margarita se bajó del carro y se puso a lado mío para empujar, le grité al chofer que acelerara otra vez y entonces entre los dos empujamos y el carro salió por fin de aquel lodazal, abracé a tu abuela emocionado, estamos empapados de pies a cabeza, entonces al subirnos al carro nos dimos cuenta que la viejecita ya no estaba, extrañados le preguntamos al chofer y nos dijo que se había bajado detrás de tu abuela, pero eso no era posible, no lo había visto, nos bajamos del carro y la empezamos a buscar alrededor del colectivo, si en verdad se había bajado no podría ir muy lejos, la estuvimos buscando un rato hasta que el chofer nos dijo que nos teníamos que ir, nos subimos con esa sensación de que algo muy raro había pasado, entonces tu abuela me dijo que antes de bajarse para ayudarme, la viejecita le había dicho: «ya no llores, ella está bien», no había que pensarlo mucho, a tu abuela Margarita se le salieron las lágrimas, de alguna manera entendimos que aquella viejecita, que desapareció frente a nuestros ojos, hablaba de su mamá. 

Autor: Luis Martínez Vázquez

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