El Laberinto Del Espantapájaros 2023.

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El Laberinto Del Espantapájaros 2023.

El Laberinto Del Espantapájaros… Fernando caminaba de manera lenta y pacifica sobre la acera, por lo general solía caminar más rápido, siempre deseando llegar lo más pronto posible a casa después de la escuela, no le gustaban los exteriores, le encantaba tener un diagnóstico médico para poder alejarse de los demás si parecer una total descortés, “Ansiedad social” muchos se preocuparían tras ser diagnosticados con algo cómo eso.

Pero para ser honestos, para Fernando fue bastante bueno, por fin esas actitudes y temblores que sucedían en todo su cuerpo cuando lo obligaban a ir a cualquier tipo de fiesta o reunión social tenían una justificación, su padre trataba de tapar el sol con un dedo diciendo que “no pasa nada con que sea un poco excéntrico” lo dijo por años antes de que la escuela lo forzará a llevar a su hijo con un terapeuta, vuelvo a repetir no le molestaba, ahora podía ir a casa después de la escuela, leer libros y ver películas de terror completamente solo.

todo lo que tenía que ver con el terror le encantaba, había algo en sentir temor que le resultaba muy interesante, y esa era la razón por la que estaba caminando tan despacio aquella tarde, eran vísperas de Halloween y todos los artículos y adornos de los puestos le fascinaban, él lo veía cómo la época en la que todos trataban de ser tan espeluznantes cómo el durante todo el año, colocaba un altar de día de muertos en su habitación, aunque realmente no tenía a nadie a quien ponérselo.

Ponía fotografías de actores o directores que admiraba y había a multitud que hacía sus compras de último momento, pensó que lo compraría una semana antes, en eso estaba cuando vio un anunció pegado a un poste:

¿Quieres asustarte de verdad?

En noche de brujas, los vivos tienen que disfrazarse de los muertos para intentar camuflarse.

¡Intenta escapar del laberinto para obtener fabulosos premios!

Sábado 31 de octubre, solo una noche, ven y asústate con nosotros.

Fernando pensó que era bastante increíble, nunca llegaba algo tan genial a su aburrido pueblo, había entrado a unas tres casas de terror de algunas ciudades aledañas sin embargo estás no lograron inmutarlo ni un poco, además su diagnóstico de ansiedad social había venido también un resultado de IQ muy alto, era bueno con crucigramas, adivinanzas y demás acertijos, y además podría ganar premios.

Eso era bastante estupendo, siempre quiso ir a un cuarto de escape, su padre estaría de acuerdo, aún se negaba a aceptar el diagnóstico de su hijo y estaba convencido de qué solo necesitaba “fuerza de voluntad y salir un poco más” así que si le dijera que quería salir una noche eso lo pondría muy feliz, incluso le pagaría la entrada y lo más probable es que lo llevaría, podría incluso intentar hacerlo más feliz y mentirle un poco diciendo que unos compañeros de clase lo invitaron.

Arrancó uno de los volantes que colgaban del anuncio y se fue a casa, aún no estaba tan convencido, le parecía genial, pero su ansiedad social lo podía hacer perder el control, realmente no quería pasar por eso. Llegando a casa cerró la puerta de su cuarto y buscó la página que marcaba el volante, era demasiado bueno para ser verdad, la prueba de escape del laberinto sería individual y los premios por terminar el laberinto eran una total locura:

1.- Un buen chico original, tal y cómo lo vimos en la película.

2.-Un colección de funkos de la película de viernes 13.

3-Una camisa autografiada por el elenco de la película de Freddy Cruger.

Cuál fuera el lugar que logrará obtener el premió sería algo que realmente le gustaría tener, y el que fuera una competencia individual solo lo volvía mejor, se puso manos a la obra para cuando el momento llegara, supuso que la mayoría de los acertijos o preguntas serían de películas y franquicias antiguas, así que pasó los días viéndolas e investigando datos curiosos de las mismas, quería estar absolutamente preparado para cualquier cosa que se pudiese presentar.

Se lo comunicó a su padre solo dos días antes de la gran noche, para asegurarse de que lo dejara le dijo que había sido idea de varios compañeros de clase, según su historia los chicos sabían cuánto le gustaba las películas de terror y creyeron que el podría ayudarlo con las preguntas aterradores, su padre se emocionó tanto que bien le pudo decir que golpeó a alguien y lo expulsaron y esa noticia sería un cero a la izquierda, por fin sentía que esa extraña obsesión de su hijo por fin tendría un valor útil.

Se estacionaron frente a la dirección que decía el anuncio, se veía algo vacío, pero bastante genial, habían levantado un enorme portal que parecía de piedras reales, con un espectacular que ponía “Solo los verdaderos valientes podrán salir con vida”.

El padre de Fernando sonrió para sí mismo, su hijo podría tener muchas cualidades, pero sin lugar a dudas, la valentía no era una de ellas, el lugar tenía su encanto tenebroso, eso tenía que reconocerlo, de alguna manera habían conseguido que los robles se vieran tan marchitos y lúgubres cómo esas películas de Hollywood.

Había algunas plantas decorativas demasiado extrañas cómo para poder ser reales, tenían colores neones muy brillantes, algunos con puntos púrpuras o amarillentos que parecían que explotarían en cualquier momento y si algo de lo que salpicará te caía encima, podrías ser el nuevo por portador de una extraña e incurable enfermedad que mataría en un futuro a millones.

Un camino de lo que parecía ser azufre, iluminado por antorchas, los guiaba hacía la curiosa taquilla la cual estaba rodeada por una cabeza de demonio, de tal forma que parecía estar dentro de su boca, con un boletero que menaban una vibra que simplemente no te daba confianza, el mismo Fernando pensó que quizás no debía estar ahí, y su padre más de lo mismo, aquel hombre vestido con un elegante esmoquin negro, corbata roja, camisa pulcra y blanca, ojos color miel, esbozaba una sonrisa de oreja a oreja, tan grande que casi podían jurar que no era humana, “Adelante concursantes valientes” les dijo.

Su voz era seductora y penetrante, cómo si al escucharla, no podías hacer otra cosa más que obedecerla, ambos estuvieron pronto frente a la taquilla, el tenebroso boletero sacó inmedíatamente dos tickets color rojo carmesí, “Solo uno” dijo el padre de Fernando, por un momento se planteó el decirles que su hijo esperaba a unos amigos, pero la verdad era la primera vez que no quería contarle a un extraño los estupendos logros o avances de su hijo, además el hombre pareció enojarse con ello, sus ojos miel iluminados por la luz de las antorchas parecieron darle un brillo sobrenatural.

Ambos se pusieron serios e intercambiaron miradas asustadas, “Pero podrían conseguir uno de nuestros maravillosos premios si ambos de inscriben” dijo el boletero con toda la intención de persuadir, pero el padre de Fernando no estaba tan seguro de hacerlo, no quería que los nuevos amigos de su hijo lo vieran cómo un “niñito de papá” eso probablemente los alejaría de él.

Eso seguro agregaría una línea más a su lista de culpa de su cabeza, así que no quería hacerlo aun cuando aquella voz profunda que su cerebro pedía a gritos obedecer insistía, así que lo volvió a rechazar con cortesía, “Se que su hijo desea los premios más que otra cosa” está vez pareció mucho más atemorizante, “Si, fuese bueno, pero tengo otros planes”.

No sabía porque estaba inventando eso, él era un hombre bastante firme que no le molestaba sonar descortés si decía que después de dejar a su hijo en ese laberinto, conduciría a la gasolinera más cercana, pediría que llenen el tanque y pasaría a la tienda a comprar un dip de crema de cebolla junto con la bolsa más grande de papas que vendieran y un litro de refresco de cereza, después subiría a su camioneta y conduciría a casa, en dónde se sentaría en su cómodo sillón para ver cualquier película de comedia, entre más boba y absurda mejor, todo esto hasta que recibiera el mensaje de su hijo para que fuera a recogerlo.

En el fondo no era muy diferente a su hijo y talvez esa era la razón por la que lo molestaba tanto, secretamente se culpaba así mismo de que su hijo no fuera más “normal” también lo angustiaba la gente, podía estar con ella, claro que sí, sin embargo, después de una fiesta o reunión el mismo se sentía muy agobiado y débil, cómo si las personas a su alrededor consumieran toda su energía, pensaba que de alguna extraña manera se lo había pasado a su hijo y él no podía soportarlo tan bien cómo su padre.

Cómo sea ahora se encontraba ahí, frente a un hombre de sonrisa extraña, cuyos ojos parecían estar perforando su alma y desenterrando en cada uno de sus pensamientos más secretos.

“Si, me veré con unos amigos” volvió a reiterar de forma más nerviosa, intentando aparentar más firmeza, el boletero esbozo nuevamente su sonrisa aterradora y deslizó un único boleto por la ventanilla “Que el caballero se asustó mucho entonces”. Dijo, después de un largo silencio incómodo.

Fernando siguió dudando por unos minutos, pensaba que talvez, lo mejor era volver al auto con su padre, sin embargo tenía quince años, la edad en la que muchos nos creemos invencibles y el realmente quería uno de esos premios, fue guiado a la entrada del laberinto, le parecía particularmente extraño que el laberinto estaba hecho de piedra, no había manera en que pudieran haberlo construido tan rápido y aún si tuvieran a cincuenta hombres dispuestos a morir para terminar de construirlo, no creía que fuera del todo legal construir algo así en un sitio que aunque apartado y desolado, era un espacio público, otra cosa a destacar es que solo había una puerta.

Fernando había imaginado que pondrían a todos los participantes en distintas entradas, posteriormente arán sonar un silbato para que la competencia comenzara, sin embargo, no parecía haber un solo concursante además de el a la vista, Fernando no aguanto más y preguntó el motivo por el que no había más personas, “los participantes ya están adentro” le contestó el hombre que lo guiaba a la entrada sin voltearlo a ver, “tendrás que permanecer en tu lugar hasta que suene la alarma”.

Fernando supuso que eso estaba bien, claro era un poco extraño, pero después de todo ¿No era eso lo que estaban vendiendo? Una experiencia, una extraña mezcla entre cuarto de escape y casita del terror, era más que entendible que trataran de crear una atmosfera adecuada para la situación y vaya que lo estaban logrando, porque al menos él se sentía inquieto.

Lo dejaron justo en la entrada, el tenebroso hombre le deseo suerte y una gran puerta de madera se cerró tras él, estaba emocionado, la luz de la luna era la única iluminación con la que contaba en ese momento, supuso que era para que ningún listillo comenzará a avanzar para hacer trampa, además eso aumenta más misterio a la atmósfera, la alarma sonó y con ella la luz tintineante de una sirena, su color era rojizo.

Fernando comenzó a avanzar no había gran cosa y comenzó a sentirse un poco decepcionado, tripas de hule, sangre tan falsa que ni con la luz rojiza de la sirena podía verse medianamente decente, los maniquíes de monstros también se veían en extremo falsos. Cuando de repente un espantapájaros frente a él, «Genial» pensó el joven con una sonrisa después de dar un salto de sorpresa, hacía mucho que no se asustaba así.

Creía que debía haber una especie de trampilla que lo sacó de la nada, pues al dar vuelta no lo había visto, el hombre de paja solo estaba ahí, con cabeza de una enorme y naranja calabaza, tallada cómo en las películas americanas, ojos de triangulo, con una perpetua sonrisa con unos dientes puntiagudos, el interior de la misma se veía negro, aunque era difícil decirlo con la luz de la sirena iluminando de forma intermitente, impermeable naranja y pantalones de mezclilla viejos y rotos.

Si lo bajarán de aquella cruz de madera aun así sería más alto que el, pensó por un momento si se podía deber a una especie de trampa, iba en la dirección correcta y necesitaban desviar su atención, buscó en cada uno de los bolsillos del espantapájaros, no encontró nada más que paja y pelusa, lo pensó otro momento y de un salto le quitó el sombrero, una navaja con el mango negro cayó de el mismo, eso debía ser una pista, una muy extraña pista, apretó el botón de la navaja y la hoja, plateada y puntiaguda estuvo fuera en menos de lo que dura un parpadeo, se veía tan afilada que creía poder cortarse solo con mirarla.

La guardó en el bolsillo de su sudadera y siguió avanzando, gateo por debajo del enorme espantapájaros, suponía que podía salir por ahí, pero no fue así, pronto se dio cuenta de su error cuando se topó con un muro de piedra sólido, reprochando se así mismo por haber perdido todo ese tiempo volvió sobre sus mismos pasos solo para darse cuenta que el espantapájaros ya no estaba en su lugar, salto un poco sobre el piso con la esperanza de sentir la trampilla, pero por más saltos que dio, le fue imposible sentir nada más haya que la firme tierra del piso.

La luz roja tintineante le estaba comenzando a molestar, sentía que las diferentes entradas que se veían exactamente iguales, pero de cierta manera debían ser así para desorientar a los participantes, había tres entradas posibles, escogió una al azar y entro, al tocar las paredes pudo notar que estaban húmedas, primero pensó que era agua, pero era demasiado espesó, «sangre falsa» se dijo así mismo y siguió avanzando, por suerte ese pasillo si tenía una salida, más bien dos izquierda o derecha, lo pensó por un momento y decidió derecha, al final debía dar vuelta, el olor se estaba tornando desagradable.

Se topó con una pared de nuevo, comenzaba frustrarse, talvez no tenía mucho tiempo ahí, pero normalmente los acertijos los resolvía a la primera y eso ocasionaba que tuviera poca tolerancia a la frustración, dio un golpe a la pared, lanzó un grito de dolor, se había enterrado algo, más bien muchas cosas, la pared tenía cientos de diminutas puntas, similares a espinas de un rosal, pero hechas de piedra sólida, sangre le escurría desde el lateral izquierdo de la mano derecha, y bajaba hasta el codo.

Comenzó a maldecir y gritar, ardía demasiado cómo para ignorarlo, un par de esas espinas se habían roto de la pared y ahora estaban clavadas en su mano. “¡Necesito ayuda!” Gritó pidiendo ayuda a lo que el creyó era una cámara, “¡Estoy herido!” bramó de nueva cuenta pero no hubo respuesta alguna, pensó que talvez si volvía a su punto de partida, podría tomarlo cómo descalificación o algo así, camino exactamente por dónde vino, caminaba con más seguridad ahora que sabía exactamente el camino.

El Laberinto Del Espantapájaros

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Un muro, no podía ser posible, lo recordaba perfectamente, había avanzado en línea recta, después se había topado con el espantapájaros, muro, volvió, había tres entradas y escogió el pasillo de en medio, vuelta y muro de nuevo, estaba convencido de que hace unos minutos atrás no había un muro ahí, volvió y avanzó por la entrada está vez del lado izquierdo, había otros tres pasadizo.

Era evidente que por ese lugar no había entrado la primera vez, pero bueno, había un muro debía encontrar la forma de volver al inicio o llamar la atención de los moderadores, la herida le estaba punzando cada vez más, escogió el más cercano, la luz era mucho más tenue en ese, aunque no podía ver bien, se reusaba rotundamente a tocar las paredes para guiarse.

Muro de nuevo, lanzó un gruñido de fastidio y volvió, entró al segundo, era un poco estrecho y parecía que se volvía más mientras uno más se adentraba, muro de nuevo, pateó con seguridad, sus tenis eran su suficientemente gruesos para que sus pies no corrieran con la misma suerte que su mano, y volvió, la tercera era la vencida, muro de nuevo, no podía creerlo, no podía creer que estuviera tan perdido, siempre se había considerado con una memoria casi fotográfica, si el creía que no había muros por dónde había pasado antes.

Entonces eso debía ser real, dio media vuelta y gritó por la sorpresa, el espantapájaros estaba ahí, justo enfrente de él, no podía ser posible, era más que seguro que no estaba ahí hace dos segundos, y el sitio era tan silencioso que hubiese escuchado si alguna trampilla se hubiese abierto para dejarlo ahí o algo así, lo picó con su dedo índice, sus pies levitaban del piso con la ayuda de la barra así que no era una persona que se acercó sigilosamente mientras miraba el muro.

Con desconfianza comenzó a rodearlo con mucho sigilo y precaución, lo pasó, y caminó un metro volteó con temor, algo dentro de el creía que ese espantapájaros lo estaba siguiendo, incluso creyó escuchar sus pasos.

Pero lo que sus ojos vieron fue mil veces peor, simplemente no había nada ahí, ya no quería caminar, ese lugar era demasiado extraño aún para el, corrió despavorido, ya no le importaba ninguno de los premios, la mano no paraba de sangrar y ese espantapájaros enserió lo había aterrado, saltaba a lo que sea que su visión nublada por el tintineo rojizo, le pareciera una cámara de monitoreo, decía que estaba herido, que no le interesaba, ya ningún premió, pero al igual que la primera vez no había respuesta alguna.

No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, juraba que había entrado a al menos tres pasadizos más que no sabía ni cómo habían aparecido en primer lugar, lo único que le importaba es que eran una posible salida de ese macabro lugar, entró a uno más, el espantapájaros estaba ahí de nuevo, se preguntaba a si mismo que si aquel espantapájaros era el mismo cada vez, pues juraba que podía tener algunas pequeñas diferencias, talvez era otro diferente, cuál fuera el caso no le importaba, corrió en dirección contraria apenas lo vio, derrapó aterrado, ahora estaba frente él, corrió de nuevo y luego otra vez, era inútil, no importaba para donde intentará correr, esa cosa siempre estaba ahí.

Hasta donde el sentía llevaba horas en el laberinto (Las especificaciones del juego decían que solo tendrías cincuenta y cinco minutos para completarlo) pensaba que nadie lo estaba buscando, que probablemente su padre estaría más que feliz si nunca pudiera salir de ahí, que se quedaría ahí para siempre, tuvo un ataque de histeria en ese momento, sacó la afilada navaja de su mochila y corrió frenéticamente hacía el espantapájaros, cuando estuvo frente al comenzó a apuñalarlo con todas sus fuerzas, jugo de calabaza y pedazo de ropa y paja caían sobre su sudadera, lo hizo repetidamente hasta que el espantapájaros quedó hecho pedazos.

Con la cabeza de calabaza totalmente desfigurada y con el brazo colgando, jadeando lo observó con detenimiento, orgulloso de su acción, nunca había podido sacar tanta frustración como en ese momento.
De pronto, la luz roja dejó de tintinear, todo quedó en total oscuridad, las luces (las de verdad) iluminaron todo el lugar, no era jugo de calabaza y paja lo que salía de su cuerpo con cada puñalada y la cabeza de calabaza no era más que una bien elaborada máscara de papel maché era un hombre, una brillante luz de una linterna policiaca iluminó su rostro.

Lo siguiente está muy difuso en su memoria, por más que intentó hacer que los demás creyeran su historia, sus intentos fueron inútiles, no había herida en su mano, no había muros que aparecían la nada, y es más los muros estaban hechos de tabla roca y papel maché, tampoco había tantos empleados disfrazados de maniquí solo había cuatro personas trabajando de espantapájaros ese día, su padre no pudo defenderlo, la navaja que aseguró encontrar, fue negada rotundamente por los administradores.

Fernando fue diagnosticado psicosis paranoide, con esquizofrenia, debido a sus antecedentes fue fácilmente condenado a un pabellón psiquiatra hasta el último día de su vida, lo que los encargados nunca se pudieron explicar fue esa extraña grabación que no dieron a la policía, en dónde apareció el primer espantapájaros, espantapájaros del que ellos no eran dueños.

Autor: Liza Hernández.

Derechos Reservados.

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Historias de Terror