El Lienzo, Historia De Terror 2023
El Lienzo, Historia De Terror… Sonara extraño, pero hace unos años, encontré unas esculturas de porcelana y yeso, en medio de la nada. Suelo pasar todos los días, por una planicie desértica, en la que empresas sin escrúpulos arrojan sus desechos.
Mi medio de transporte es la bicicleta, recorro a diario alrededor de 60 kilómetros en total desde Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco hasta el centro de Guadalajara, que es donde trabajo. Recorrer tal distancia me ha dado la oportunidad de encontrar cosas interesantes en mi camino, aquellas personas que son ciclistas sabrán de lo que les hablo.
El lugar del que les hablo se trata de una calle muy ancha que cruza en diagonal, puedes encontrar naves industriales abandonadas e incluso uno que otro tráiler oxidado.
No es un lugar muy transitado, pues realmente tiene mal aspecto, creo que las únicas personas que circulan el área son los trabajadores que se emplean en las pocas empresas que sobreviven, al igual que personas en situación de calle que acuden con la esperanza de encontrar algo de valor en una planicie desértica en la cual ocurre toda la historia que estoy por relatares.
Todo comenzó un día que volvía del trabajo. Por azares del destino nos dejaron salir temprano, aunque debido a la distancia entre mi trabajo y mi casa, suelo hacer mas o menos como hora y media de camino.
Salí aproximadamente de la empresa a las 4 de la tarde, habré tardado alrededor de una hora en llegar hasta esa calle, así que la luz del sol aun iluminaba las calles.
La calle se encontraba vacía, no se veía ningún transeúnte o animal caminando por la banqueta, por lo que me subí a pedalear sobre ella, pues esta zona, aunque no es muy transitada, de vez en cuando pasan transportes de carga muy pesada, manteniendo siempre un miedo continuo de no ser visto y morir atropellado por uno de estos enormes camiones.
Mientras pedaleaba sobre la acera, crucé por un lado de la planicie y de reojo noté algó que logró captar mi atención. Eran varios objetos, a lo lejos parecían maniquíes, aunque su color no era igual al plástico con el que suelen ser fabricados.
Me acerqué al alambrado que protege el terreno, el acero del que está hecha se encontraba muy deteriorado y en ciertos puntos existían aberturas. Logre ingresar por una de esas aberturas donde la malla estaba rota, con la finalidad de acercarme para ver más de cerca las esculturas. Me costó un poco de trabajo entrar con todo y bicicleta, ya que es una bicicleta vieja y pesada.
Una vez que estuve cerca me percaté de que no eran maniquíes, eran esculturas hechas en porcelana y yeso, también estaban algunos cuadros de pinturas y unas telas enormes dobladas en el suelo, desenrollé algunas de esas telas y descubrí que en realidad eran unos lienzos enormes, que mostraban imágenes de temática un poco oscura, de igual manera que las esculturas, las cuales tuve que ver dos veces, pues de primera vista uno creería que se encontraban en mal estado y les faltaban piezas, pero no, la carencia de ciertas extremidades parecían haber sido hechas adrede, lo mismo los rostros, los cuales intentare describir un poco haciendo memoria.
Las tres esculturas llevaban puestas una especie de máscaras blancas, una de ellas, reflejaba un sentimiento de angustia, otra escultura mantenía forma como la de un Ángel, solo que su cara reflejaba espanto y la última escultura llevaba cuernos supuse que era una especie de demonio, su máscara parecía representar enojo. El artista que haya fabricado esas esculturas era muy hábil, pues logró plasmar a la perfección las emociones en los rostros que esculpió en las máscaras.
Revisando las pinturas y los lienzos noté que todos mantenían una misma firma, la cual no logré identificar, era solo un garabato mal hecho.
Me llamó la atención en especial un lienzo en específico, este mostraba tres imágenes parecidas a las esculturas, pero de una más vivida. Sentí la tentación de llevarlo conmigo, para colocarlo en el muro frontal de mi sala, para esto me puse a buscar entre la basura algo con lo que pudiera amarrarlo al cuadro de mi bicicleta porque debido al tamaño, sería muy complejo meterlo en mi mochila.
Después de buscar un rato encontré un trozo de lazo de ixtle y procedí a amarrar el lienzo que enrollé previamente, mientras hacía esto me percaté de que ya estaba oscureciendo, mire mi reloj, ya pasaban de las ocho de la noche, se me fue el día mirando las esculturas en el llano.
Me giré de nuevo para ver las esculturas y noté que estas miraban directo hacia donde me encontraba yo, cosa que me hizo saltar del miedo, sin embargo, después de recapacitar unos momentos, pensé que quizás estas esculturas se encontraban en esa posición desde un principio y no lo recordaba, pero estaba equivocado, pues cuando devolví la mirada, pude ver como esas malditas esculturas se movían por si solas logrando un movimiento casi naturalmente humano, aunque este espectáculo duro solo unos segundos, fue tiempo más que suficiente para echarme la bicicleta al hombro y comenzar a correr.
El Lienzo, Historia De Terror
Llegando a la abertura en la malla, una mujer de aspecto extraño me cerro el paso. Tenía la cara de loca, me miro y comenzó a decir maldiciones con una voz chillona y un extraño acento, mientras apuntaba en dirección hacia mi bicicleta, note algo muy extraño en rostro, no sabría cómo explicarlo, su piel era demasiado pálida y sus ojos eran todo pupilas en color negro.
La mujer no parecía humana. Me eche hacia atrás, pero recordé que allí estaban las esculturas, así que me moví en dirección izquierda, hacia un muro continuo.
Escuchaba su voz detrás de mí, para esto ya había oscurecido, cosa que me dificulto el paso.
Era muy extraño, todo el ambiente se sentía pesado y en todo el rato no pasó ni un auto o persona a pie. Llegué hasta un muro que no era muy alto, no quería mirar hacia atrás, pues la voz de aquella extraña mujer no dejaba de sonar en el aire.
Sin pensarlo, arrojé mi bicicleta por el muro, en una situación común se me habría dificultado cargarla, sin embargo, con los niveles de adrenalina que circulaban por mi sangre, ni siquiera sentí el peso.
Enseguida miré hacia atrás y noté que la mujer había desaparecido, aun así, no pensaba dar la vuelta. Subí el muro, y me senté encima de él, recordé que del otro lado existía una terraza que era utilizada como capilla para oficiar misa los domingos.
Brinqué del otro lado del muro, vi que sería fácil salir por ese lugar, ya que la puerta de su enrejado era muy ancha por debajo, así que logré salir con facilidad del lugar. Desgraciadamente, cuando levanté la bicicleta para montarla, noté que traía una llanta ponchada. Me dejé llevar por el coraje y arrojé la bicicleta contra el suelo. Tuve que regresar caminando arrastrando la bicicleta.
Llegué muy tarde a mi casa, asustado, aunque también obsesionado con las esculturas que había visto, a tal punto que incluso se me olvidó de que llevaba el lienzo amarrado en el cuadro de la bicicleta, cosa que no recordé hasta el día siguiente.
Al siguiente día en cuanto regresé del trabajo me di a la tarea de ponerlo sobre el muro frontal en la sala de mi casa. Cuando volví a pasar por aquella zona en días posteriores, las esculturas ya no se encontraban en el lugar.
Al pasar los días comencé a experimentar una serie de suceso extraños, escuchaba voces, cosa que es muy extraña, pues vivo solo y no tengo vecinos a los lados. Unas veces escuchaba el llanto de una mujer, en otras risas, otros gritos o todo junto.
Otra cosa que noté también fue que las imágenes en el lienzo cambiaban de posición, aunque al principio creí que solo era mi imaginación, después pude comprobarlo fotografiando el lienzo con mi celular.
Desarrollé cierta fobia hacia el lienzo. Ideé mil teorías en mi cabeza, no sabía si todo aquello (las esculturas y los lienzos) le pertenecía a esa especie de bruja que vi junto a las esculturas, o si la misma bruja era parte de uno de los cuadros, pues haciendo memoria, recordaba haber visto muy superficialmente a una mujer como ella en uno de los cuadros.
Resolví retirar el lienzo, después intenté quemarlo en un terreno baldío enfrente de mi casa. Se que quizás no me creerán, pero no conseguí hacer arder la tela, no sé si tendría algún recubrimiento químico que le impedía arder, pues ni siquiera con gasolina o alcohol lo logré.
También intenté borrar las imágenes de mi teléfono cosa que no conseguí ni formateándolo. Dejé la tela en la entrada de mi casa, con la esperanza de que se la llevara la basura, cosa que no pasó en dos días, ni siquiera una persona resolvió llevarse el lienzo.
Durante esos dos días seguí escuchando las mismas voces, la que lloraba, la que gritaba y la que reía. Mi punto de quiebre llegó justo una mañana cuando encontré una de las máscaras que llevaban las esculturas en la entrada de mi casa, era la que me había impactado más, aquella que reflejaba angustia. Ese mismo momento, tomé la máscara y el lienzo, los amarré a mi bicicleta y pedaleé hasta el lugar donde lo recogí.
El lugar se encontraba vació, a excepción de algunos muebles que dejaron abandonados. Intenté recordar el lugar exacto de donde recogí el lienzo, allí estaba un ropero roto. Puse el lienzo frente al mueble y corrí fuera de la planicie intentando no voltear hacia aquel lugar, aunque no lo logré, pues por inercia giré mi cabeza unos segundos, vi la silueta de una persona que se agachó a recoger el lienzo. No tuve el valor de volver a mirar y me dirigí a mi casa pedaleando fuerte sin parar.
Afortunadamente no he vuelto a escuchar voces ni he vuelto a ver objetos extraños en esa planicie, o al menos no me he dado cuenta, pues mantengo cierta renuencia a no mirar en dirección a aquel lugar. También logré al fin eliminar los archivos de mi teléfono.
Tampoco he tomado cosas abandonadas en el camino, aprendí mi lección.
Autor: Mauricio Vidal Farfan Cisneros.
Derechos Reservados.
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