La Mujer Demonio Historia De Terror 2024
La Mujer Demonio, Historia De Terror… Hola, me llamo Diana, tengo 34 años y actualmente soy jefa de enfermeras en el hospital donde laboro. Me siento muy contenta con mi trabajo y lo que hago, aunque he de contarte que me ha costado mucho esfuerzo llegar hasta donde estoy, más de lo que puedas creer, ha sido muy difícil, y siempre pensé que por nada del mundo dejaría lo que he logrado, pero hace poco más de un año, tuve una experiencia aterradora en el hospital donde trabajo y estuve a punto de renunciar a mi puesto, a mi trabajo, a todo, en ese momento ni siquiera me di la oportunidad de pensarlo, solo quería estar lejos de ahí…
Recuerdo que cuando abrí los ojos, volví a ver la silueta de aquella mujer demonio en la ventana, me quité la mascarilla de oxígeno y el suero, salté de la cama y me fui hacia los vestidores del hospital, agarré lo que pude de mis cosas del casillero, me vestí y salí casi corriendo por el pasillo de emergencias, sin voltear ni una sola vez, estaba más que aterrorizada, no podía asimilar lo que acababa de pasarme y no sabía cómo manejarlo, solo quería estar lo más lejos posible de ahí.
La doctora Carmen, la jefa de emergencias, y una de mis mejores amigas desde que llegué al hospital, salió detrás de mí, y en la rampa de las ambulancias me alcanzó por el hombro, me detuve pero no volteé en ningún momento, estaba hasta temblando por el miedo, entonces se puso frente a mí y me abrazó, mientras me decía que ella sí me creía, no entendí sus palabras en ese momento, pero me solté a llorar, la abracé muy fuerte, no entendía lo que estaba pasando, pero ella me siguió diciendo que todo estaría bien, eso me ayudó a tranquilizarme poco a poco.
Ya más serena, me acompañó hasta la avenida a que tomara un taxi, esa tarde ya no regresé a trabajar, me reporté enferma, y al otro día solo me presenté con Paquito, el de recursos humanos, a pedir mis vacaciones, me debían varios días, hacía como dos años que no las tomaba, desde que me separé de Rubén, pero esta vez en verdad necesitaba estar lejos del hospital, al menos hasta poder asimilar que lo que me había atacado esa horrible noche, que sufrí el paro cardiorrespiratorio, había sido una mujer demonio.
Pude estar tranquila unos días en casa, pero empezó a sucederme que al anochecer, al irme a acostar, apenas cerraba los ojos, volvía a mi cabeza aquella horrible imagen del rostro deformado de aquella mujer, a veces se me aparecía con un ojo deformado en su cuenca ensangrentada, mirándome fijamente, y escurriéndole una baba negra de su boca, mientras chocaba sus dientes amarillos y podridos, apretando la mandíbula una y otra vez, produciendo aquel horrible sonido que taladraba mis oídos.
Me despertaba aterrada, bañada en sudor, llena de escalofríos y muerta de miedo, al grado en que ya no pude dormir durante tres días seguidos, también empecé a sentir mucha nausea y ascos a la hora de la comida, se me revolvía el estómago y empezaba a vomitar lo poco que había podido comer, llegó un momento en el que empecé a expulsar sangre con flemas, en verdad estaba muy mal, perdí la noción del tiempo, apenas y me mantenía consciente, fueron días muy difíciles, tanto que llegué a pensar que ahí terminaría mi vida.
Una tarde empezó a sonar el timbre de mi casa de manera muy insistente, hace días que ya no pedía comida a domicilio, y desde que me había separado de Rubén, en realidad nadie me visitaba, toda mi familia es de Puebla por lo que no venían mucho, apenas y pude pararme de la cama, me sentía muy mareada, tuve que sujetarme de las paredes, de donde se podía, se me hizo muy pesado el camino, y eso que solo eran unos cuantos metros.
Apenas y alcancé a girar la llave y a quitar los seguros de la puerta, en ese momento las piernas se me doblaron, me recargué en la pared de al lado y me fui sentando poco a poco en el piso, mientras la puerta se abría lentamente, cuando pude abrir los ojos de nuevo, me encontré con el rostro distorsionado de la doctora Carmen, lo veía como alargado, recuerdo que entre sueños me decía que iríamos a ver a una señora que me ayudaría, yo no entendía bien lo que me estaba diciendo, su voz parecía muy lejana y como si tuviera eco.
Puso mis brazos sobre su cuello, me tomó por la cintura y me ayudó a levantarme, me llevó casi arrastrando a uno de los sillones de mi sala, me revisó los signos vitales y me dio a beber algo de suero, de su maletín también sacó una jeringa y un frasquito, supongo que era epinefrina o algo parecido, porque apenas me inyectó, sentí como una descarga eléctrica en todo mi cuerpo y que me regresaba la fuerza a mis piernas, a mis brazos, como si me sacudieran el cansancio extremo que había tenido todos estos días, aun así me seguía sintiendo débil, ahí mismo en el sillón me ayudó a cambiarme y arreglarme un poco.
Al final buscó las llaves de mi casa, las guardó en su maletín, me ayudó a levantarme sujetándome de los brazos, y aunque la verdad ya me sentía un poco mejor, todavía se me movía un poco el piso, seguía con algo de mareo, nos detuvimos para cerrar con llave la puerta, bajamos muy despacio por las escaleras, vivo en el cuarto piso de un edificio de departamentos, hasta que llegamos al estacionamiento y nos dirigimos hacia su carro.
Me llevó todo el tiempo del brazo, sujetándome con fuerza para que no me fuera a caer, me ayudó a acomodarme lo mejor que pudo en el asiento trasero y me ajustó el cinturón de seguridad, apenas y podía mantenerme despierta cuando encendió el auto, el esfuerzo de bajar me había agotado por completo, para cuando abrí los ojos otra vez, ya estábamos en medio del tráfico, hasta ahí me di cuenta que era de tarde, al principio no podía ubicar por dónde íbamos, pero después de un rato se me fue haciendo conocida la calzada, íbamos sobre la Ignacio Zaragoza con rumbo a la autopista federal México-Puebla, la doctora Carmen se esforzaba por hacerme la plática, para que no perdiera la consciencia otra vez, yo me esforzaba por ponerle atención pero me costaba muchísimo mantener los ojos abiertos.
Recuerdo que me contaba de la señora que íbamos a ver, doña Mariana, una curandera muy poderosa, una de las mejores del Estado de México, que sabía muchísimo de lo que me estaba pasando, y que ella me ayudaría, que vivía pasando el municipio de Ixtapaluca, un poco más allá del pueblo de San Francisco, la voz de la doctora Carmen, aunque la escuchaba clara, me seguía pareciendo lejana, los ojos me pesaban muchísimo, se me cerraban, y por más que me esforcé por mantenerlos abiertos ya no pude más y los cerré por un instante.
Para cuando abrí mis ojos, estaba en un cuarto muy oscuro, alumbrado solo por unas cuanta veladoras sobre una pequeña mesa de madera, que estaba al lado de un anafre con el carbón encendido, estaba acostada de lado, sobre una cama muy dura, no podía moverme, me seguía sintiendo débil pero al menos ya no me sentía mareada, tenía la boca seca y muy amarga, en ese momento sentí que se me iban a cerrar los ojos otra vez.
A mi espalda escuché la voz de la doctora Carmen que le preguntaba a alguien qué si podría ayudarme, hubo un silencio largo, se me hizo desesperante, y entonces, fue cuando escuché aquella voz serena de la curandera, de doña Mariana, con la que estaré eternamente agradecida, que le decía a la doctora Carmen que estaría difícil la cosa, porque lo que traía encima conmigo era un demonio mujer, y uno de los difíciles, porque era la hermana del mismo Diablo, al escucharla sentí un escalofrío que me recorrió toda la espalda, me horrorizó aquella respuesta.
Todo mi cuerpo empezó a temblar sin control como si hiciera muchísimo frío, hice el intento desesperado de querer levantarme, quería salir corriendo de ahí, pero ni siquiera pude girar mi cuerpo para verlas, me sentí tan impotente que solo se me ocurrió pensar en rezar algo, pero por más que lo intenté no pude, no recordaba ninguna oración, ni un padre nuestro, nada, hacía muchísimos años que no lo hacía, desde que murió mi mamá, cuando tenía catorce años, pero al menos el pensar en ella me alivió un poco el horror de ese momento, deseé con toda mi alma que mi mamá estuviera aquí conmigo, abrazándome y diciéndome que todo iba a estar bien… fue suficiente, ya no pude evitarlo y se me escurrieron mis lágrimas, cerré los ojos, y entonces dejé de escuchar la voz de doña Mariana…
pero antes de continuar déjame contarte como empezó todo esto…
Como te decía hace un rato, fue hace poco más de un año cuando tuve aquella horrible experiencia con aquella mujer demonio, Ara, como la llamaba doña Mariana. Por aquel entonces me tocaba el turno nocturno, aquella madrugada en especial estuvo tranquila a pesar de que coincidió con la segunda quincena de noviembre y con el fin de semana, aun así hubo muy pocos ingresos en Emergencias, y la mayoría de los atendidos fueron por situaciones aparentemente leves, nada grave, aunque tuvimos un caso muy raro, el de una chica que llegó con convulsiones, lo extrañó del asunto fue que su cuerpo, que por momentos se retorcía de manera muy grotesca, estaba completamente frío, como si hubiera estado acostada sobre hielo, sin embargo el termómetro nos marcaba cerca de los 41 grados, esa situación desconcertó un poco a la doctora Carmen, Jefa de Emergencias.
Para poder inyectarla tuvimos que sujetarla entre tres compañeras y las doctora, tenía muchísima fuerza en sus extremidades para su peso y estatura, después de mucho forcejear al fin pudimos estabilizarla, pero no pudimos sacarla de su estado inconsciente, la doctora decidió mandarla a terapia intensiva, para mantenerla bajo observación y tener un diagnóstico completo, cuando de pronto, sin más, la joven se enderezó sobre la cama, casi todas saltamos del susto, se nos quedó mirando como si estuviera muy enojada con nosotras, abrió un poco la boca, yo pensé que iba a hablar pero no, entonces empezó a vomitar sangre ennegrecida, muy viscosa, con un olor espantoso, así estuvo por unos segundos, apenas terminó se desmayó nuevamente sobre la cama, todas en la sala de Emergencias nos quedamos paralizadas y en silencio.
Durante todo ese tiempo, hasta que la doctora Carmen reaccionó y se acercó a la chica, acomodó su cabeza sobre la almohada y empezó a tomarle los signos vitales, parecían estables, el resto de nosotras reaccionamos y nos apresuramos a apoyarla, fue algo impactante a pesar de que estamos hasta cierto punto acostumbradas a ver situaciones muy duras todas las noches, pero ya repuestas de la impresión, la doctora Carmen me pidió que hablara con los jóvenes que habían traído a la chica, para saber qué es lo que había consumido que la había puesto así.
Salí de la sala de Emergencias y me acerqué a los chicos que estaban sentados en las bancas de la sala de espera, a preguntarles qué es lo que le habían dado de tomar que la había puesto tan mal, al principio se quedaron mirando entre ellos en silencio, yo insistí varías veces con la pregunta, parecía que nadie diría nada, hasta que mencioné que el caso lo turnaríamos a la policía, fue que una de las chicas alzó la vista hacía mí, parecía entre dudosa y angustiada, miró por un momento al resto de sus compañeros y de nuevo dirigió su mirada hacia mí, y con voz temblorosa me dijo que ni siquiera habían tomado nada, que gran parte de la noche se la habían pasado jugando la ouija, vi que el resto de los jóvenes se empezaron a poner muy nerviosos, no le creí, la chica se calló de nuevo y agachó la cabeza, ya no quise insistir, sabía que en los resultados del laboratorio nos enteraríamos de lo que habían consumido, les dije que su amiga se quedaría hasta mañana para observación, que le avisaran a su familia, me di media vuelta y me regresé a la sala de Emergencias.
Mis compañeras ya se había reincorporado a sus áreas, solo estaba la doctora Carmen en su escritorio, llenando algunos formatos, me senté frente a ella y empezamos a platicar del caso de la chica, a manera de broma le dije que a lo mejor a la joven se le había metido un demonio, como en la película del Exorcista, porque según eso es lo que habían estado haciendo toda la noche: jugar la ouija, las dos nos empezamos a reír, pero entre risas me dijo que sí le dio un poco de miedo las reacciones de la chica, que por un momento si le pasó esa idea por la cabeza, entonces empezamos a platicar de algunos de los casos extraños que se contaban del hospital, historias que incluso habían vivido en carne propia algunas de nuestras compañeras, sobre todo, de las que cubríamos el turno de nocturno.
La mayoría de estos relatos coincidía en que sentían que alguien o algo las seguían entre los pasillos, o que las vigilaba a distancia mientras hacían sus rondines o atendían a sus pacientes, otras decían que llegaron a ver como se movían las cosas de las mesas o las camillas en los pasillos, y unas cuantas más aseguraban que llegaron a tener experiencias aún más horribles, como la de haber visto fantasmas vagando por los pasillos, de entre todas estas historias que estuvimos charlando, hubo una en especial que me impactó muchísimo, que supuestamente le había sucedido a Graciela, la anterior jefa de enfermeras, la doctora Carmen me contó que hace mas o menos tres años, la jefa pasó a verla a su oficina, por ahí de las tres de la madrugada como parte de su rondín, que fue de rápido y que apenas y le dio tiempo de saludarla cuando ya se le había perdido en el pasillo rumbo al elevador.
La doctora Carmen me dijo que ya estaba acostumbrada a verla así de apresurada siempre, así que no le dio mucha importancia y siguió en lo suyo, llenando reportes frente a la computadora, cuando, como a los quince o veinte minutos de que había pasado Graciela, entró apresurado José a su oficina, uno de los guardias de seguridad del hospital en aquel entonces, parecía alterado y le preguntó si sabía dónde estaba la jefa Graciela, la doctora algo sorprendida le dijo que probablemente estaría en alguno de los pisos de hasta arriba haciendo su rondín, José apenas y la dejó terminar cuando se echó a correr al pasillo rumbo al elevador, sin ni siquiera haberle dado las gracias, a la doctora Carmen se le hizo muy extraño eso y se fue detrás de él, preguntándole si todo estaba bien, el guardia no contestó y no paró hasta que estuvo frente al elevador, apretando el botón insistentemente para que bajara, mientras intentaba comunicarse por su radio con Mario, el otro guardia, su compañero, que estaba en la sala de los monitores de las cámaras en la entrada del hospital.
Apenas se abrieron las puertas del elevador, José y la doctora Carmen se subieron, entonces el guardia le comentó que la jefa Graciela se había comunicado con ellos por el radio, para decirles que estaba siguiendo a una mujer que seguramente se había metido de contrabando al hospital, porque cuando le habló para preguntarle qué estaba haciendo ahí, la mujer en lugar de detenerse empezó a caminar más rápido, cuando de pronto solo escucharon un grito horrible en la radio y después nada.
Le marcaron varias veces a su celular, revisaron las cámaras de seguridad y nada, la habían perdido, José guardó silencio, la doctora Carmen ya no le preguntó más, pero me dijo que sí se le notaba mucho la preocupación por la jefa, y que apenas se abrieron las puertas del elevador, el guardia salió corriendo al pasillo, hacia el área donde probablemente se encontraba Graciela, con la doctora por detrás, mientras corrían por el pasillo miraban de pasada las oficinas de los costados, pero todo parecía cerrado, hasta que se detuvieron frente a la puerta doble del área de Terapia Intensiva, José le avisó por la radio a su compañero que estuviera atento porque iba a entrar, la doctora me dijo que todavía el guardia volteó a verla y con un gesto de la mano le indicó que esperara ahí, desenfundó el arma que traía en la cintura, sacó una lámpara de entre su chamarra, empujó la puerta suavemente con el hombro y se metió a la estancia.
La doctora Carmen me dijo que aquellos minutos de espera se le hicieron eternos, porque que en verdad estaba muy preocupada por Graciela, entonces se empezó a desesperar, así que sin pensarlo mucho empujó un poco la puerta para saber qué estaba pasando, pero no entró, solo asomó la cabeza, pero casi la sacó de inmediato, un intenso olor a podrido le provocó nauseas que estuvieron a punto de hacerla vomitar, empezó a respirar profundo por la nariz para tranquilizarse, una vez que se le pasó esa sensación, buscó un cubrebocas que traía en la bolsa de su bata y se lo puso, volvió a empujar la puerta, aun así el olor era penetrante, trató de no pensar en eso, esta vez si se metió pero se quedó a unos pasos de la puerta, estirando el cuello tratando de ubicar al guardia pero la estancia estaba muy oscura, se le hizo raro que José no hubiera subido el switch general de las luces que estaba a un costado de la misma puerta, se dio media vuelta hacia el switch y lo subió, el clic del botón se escuchó con un gran eco, porque había un silencio muy profundo en toda el área.
Ni una sola de las lámparas se prendió, me dijo que lo estuvo intentando varias veces, subía y baja el switch pero nada, parecía que se habían fundido todas las lámparas, porque todos los demás aparatos seguían funcionando normal, buscó su teléfono en las bolsas de su bata para enviarle un mensaje a Miguel, el encargado de mantenimiento, para que lo revisara mañana a primera hora, hasta ese momento cayó en cuenta que se le había olvidado su celular en su oficina, se dio la media vuelta, me confesó que si le dio algo de miedo ver la sala en penumbra, trató de relajarse, se esperó todavía unos minutos más a ver si veía al guardia o a Graciela, pero nada, finalmente se decidió por buscarlos y empezó a caminar entre las camas de la sala, algunas tenía la cortina que las separa corrida, para dar un poco de privacidad a los pacientes, me contó que empezó a sentir muchísimo frío, que estaba hasta temblando, pero que siguió caminando, revisando entre las camas.
Fue entonces cuando recorrió una de las cortinas que vio a Graciela tirada boca abajo en el suelo, convulsionándose todavía, se agachó hacia ella, sujetó su cabeza para que dejara de estrellarse contra el piso, entonces sintió como se le desvanecía el cuerpo de la jefa de enfermeras en sus manos, muy espantada revisó sus signos vitales, apenas respiraba y no escuchaba su corazón, la giró muy suavemente para que quedara boca arriba.
Desabotonó su blusa hasta dejar parte de su pecho al descubierto y, sin pensarlo mucho, jaló el carrito con el desfibrilador que estaba junto a la cama del paciente, prendió la maquina y apoyó las palas sobre el pecho de Graciela para la primera descargar, tratando de reanimar su corazón, lo estuvo haciendo varias veces, estaba tan concentrada, que de pronto sintió que algo la agarraba por el hombro, del susto aventó las palas y se fue hacia tras para caer de sentón, toda espantada vio que era José, el guardia, quiso decirle hasta de lo que se iba a morir, pero entonces escuchó un leve quejido que provenía de Graciela, se apresuró hacia ella, mientras el guardia se comunicaba con su compañero solicitando apoyo.
Al parecer a Graciela le había dado un infarto, estuvo unas semanas en recuperación y en cuanto estuvo mejor pidió su cambio para el hospital Siglo XXI, todos en el trabajo dieron por sentado que el paro cardiaco lo había sufrido por alguna disposición congénita o por el estrés, resultado de tener un puesto tan exigente como el suyo, pero lo que nadie supo, es que un día antes de que se fuera Graciela del hospital, pasó a visitar a Carmen para agradecerle por haberle salvado la vida, y que cuando estuvieron a solas en su oficina, Graciela empezó a llorar y le dijo que tuviera mucho cuidado, que si tenía la oportunidad que se fuera de ahí, a la doctora le sorprendió lo que acaba de escuchar, por lo que le preguntó que por qué le decía eso, Graciela guardó silencio por un momento, como pensando muy bien lo que iba a decirle, y después le hizo un gesto para que se acercara a ella.
Fue entonces que le contó al oído que esa madrugada, mientras seguía entre las camas de los pacientes a la supuesta mujer desconocida que se había metido al área de Terapia intensiva, al recorrer una de las últimas cortinas del fondo de la estancia, se le apareció frente a ella la más horribles de las visiones de toda su vida, un ser aterrador, enorme, mitad demonio, mitad mujer, con el rostro deformado, de ojos rojos, de piel agrietada, pálida, a un costado de la cama, mirando fijamente al paciente recostado, entonces aquella mujer volteó a verla, el solo sentir su mirada paralizó todos los músculos de su cuerpo, ya no pudo moverse, como si la hubieran clavado los pies al piso, tampoco pudo gritar, como si una mano invisible le apretara la garganta, tan fuerte que ya no podía respirar.
Entonces aquella mujer demonio empezó a caminar hacia ella, fue cuando sintió una gran presión en el pecho, del lado del corazón, y como sus piernas se le doblaban como si fueran de trapo, todo fue tan rápido, aun así alcanzó a meter las manos para cubrirse un poco la cabeza cuando chocó contra el piso, apenas y podía respirar y todo le daba vueltas, no había perdido la consciencia del todo, aquella mujer-demonio caminó hacia donde estaba, se agachó hacía ella, y con una de sus garras la sujetó por la blusa y la levantó como si nada, como si fuera un trapo, y se la acercó al rostro, Graciela desesperada cerró los ojos para evitar verla cara a cara, pero aquel aliento a podrido era tan intenso que su estómago se empezó a contraer una y otra vez hasta que ya no pudo evitar vomitar.
El resto de su cuerpo empezó a convulsionarse, aquella mujer-demonio bajó su garra lentamente y la dejó caer a sus pies, fue entonces que vio aquellas horribles piernas, humanas pero con enormes pezuñas, como las de una cabra, que al alejarse de ella, hacía un ruido espantoso al arrastrarlas sobre la loseta del piso, mientras escuchaba también los horribles quejidos y risas que salían de lo que parecía la boca de aquella mujer, una plasta negra entreabierta con dientes deformes y amarillos, fue lo último que recordaba, cada vez le costaba más respirar, cerró los ojos y perdió el conocimiento, hasta que la encontró y revivió ella…
La doctora Carmen no quiso contradecirla en nada de lo que le acababa de contarle, porque pensó que probablemente lo había alucinado cuando se convulsionó, o cuando a su cerebro le había faltado oxígeno, Graciela se levantó y le dio un fuerte abrazo a la doctora, mientras le agradecía nuevamente por haberle salvado la vida, todavía le insistió en que a la menor oportunidad que tuviera se fuera de ahí, Carmen le dijo que lo haría para que se fuera tranquila, Graciela se dio media vuelta y salió de su oficina, fue la última vez que la vio, no ha tenido noticias de ella desde entonces, y aunque trató de no darle mayor importancia a la historia que acababa de escuchar, a partir de ese día empezó a tener pesadillas muy intensas y recurrentes con aquella mujer demonio que le había relatado Graciela, al grado que le empezó a afectar su salud física y mental, por lo que una de sus tías, Lola hermana de su mamá, la mandó con doña Mariana, la curandera, así terminó de contarme la historia de Graciela la doctora Carmen esa noche…
Yo que quedé muda de la impresión, en medio de ese silencio sonó la alarma de mi celular, faltaban diez minutos para las tres de la madrugada, como jefa de enfermeras tenía que dar mi recorrido de rutina por todas las áreas, muy a mi pesar me tuve que levantar, mientras le decía, a manera de broma a la doctora Carmen, que no se fuera a ir, que regresaba rápido, yo sabía de antemano que ella salía hasta las seis de la mañana, igual que yo, recuerdo que me miró por un instante por arriba de sus lentes, mientras fingía una cara de fastidió, y regresaba de nuevo la mirada a la pantalla de su computadora, yo agarré mi tabla con mis hojas de reporte que estaban encima de su escritorio y mientras las revisaba, me dirigí hacía la salida de la oficina.
En aquel entonces iniciaba mi recorrido del cuarto piso hacia abajo, del área de Terapia Intensiva y terminaba precisamente en la planta baja, en el área de Emergencias con la doctora Carmen, al caminar sobre el pasillo principal sentí una brisa muy fría en todo el cuerpo, hasta la piel se me enchinó, me dio un escalofrío muy intenso, se me hizo extraño, en el hospital se evitaban este tipo de corrientes de aire, pero pensé que me había sugestionado con la historia que me acababa de contar la doctora, traté de no darle importancia, me alcé de hombros y seguí caminando y revisando mis hojas, pero apenas avancé algunos pasos, tuve la sensación de que alguien o algo estaba a mi espalda, es como cuando sientes que alguien o algo te está mirando fijamente pero tú no lo puedes ver, al momento si me dio miedo, pero recordé que podía ser Diana o Jimena, alguna de mis compañeras enfermeras que trabajan conmigo en este turno.
Me detuve y me volteé lentamente hacia atrás, el pasillo estaba completamente vacío, no había nadie alrededor, las puertas de las oficinas y consultorios a los costados estaban cerradas, todo parecía en calma y en silencio, entonces varias de las lámparas del techo empezaron a apagarse y prenderse como si estuvieran haciendo cortocircuito, no se me hizo tan extraño, a veces pasaba, levanté la mirada para ver bien cuales eran las que estaban fallando, para poder reportarlas con mantenimiento, me quedé mirando hacia arriba, parecía que parpadeaban en secuencia y al hacerlo se escuchaba como un quejido, o como un lamento, había algo que no me dejaba quitar la vista de las lámparas, hasta que escuché un golpe muy fuerte sobre un vidrio.
Bajé la mirada de prisa hacia una de las ventanas de las oficinas que estaban a unos pasos de mí, entonces me pareció ver el rostro de una mujer joven asomándose entre las cortinas, me asusté mucho, di un salto hacia atrás, los músculos de mis brazos y piernas se pusieron muy duros, casi grito, aquel rostro desapareció así como lo vi, eso me hizo dudar, pensé que lo había imaginado, seguía pensando que sí me había sugestionado mucho con el relato de la doctora Carmen, así que traté de tranquilizarme, respiré hondo varias veces, sentí como se relajaron mis músculos, ya más serena me acerqué lentamente a la ventana de aquella oficina y me asomé hacía adentro entre los pliegues de la cortina ¡y nada!, ahí no había absolutamente nadie, me enojé conmigo misma por ser tan cobarde, acabé de anotar el número de las lámparas descompuestas y justo en ese momento me llegó un aroma dulce, muy intenso, no me extrañó del todo, algunos de los familiares de nuestros pacientes se las ingenian para meter arreglos de flores para sus enfermitos, pero aquel aroma tenía algo muy familiar, se me hacía conocido, traté de recordar el lugar donde lo había olido antes, pero por más que me esforcé no logré acordarme, ni dónde ni cuándo, lo que si me di cuenta, es que entre más lo respiraba más me sentía agobiada, al grado en que empecé a sentir náuseas y como que se me empezó a revolver el estómago.
Sacudí la cabeza y empecé a caminar más rápido para ya no estar en ese lugar, poco a poco el aroma se fue perdiendo, pero no paré hasta quedar frente a la puerta del elevador, presioné el botón, todavía me sentía algo inquieta, mientras llegaba, revisé nuevamente mis hojas de reportes, en ese momento volví a sentir que alguien me miraba fijamente, por costumbre volteé hacía ambos lados del pasillo pero todo estaba completamente vacío, nada fuera de lo normal, en ese momento se abrieron las puertas del elevador, respiré aliviada, pero al entrar me pareció ver de reojo la silueta de una mujer muy alta y corpulenta, hasta el fondo del pasillo de mi lado derecho, se me erizó la piel, por un segundo pensé en la mujer-demonio del relato de la doctora Carmen, además se suponía que no debía haber nadie en esa área a esta hora, tuve el impulso de detener de las puertas del elevador y regresarme a revisar, esto también podía ser una broma de mal gusto de parte de mis compañeras, me sentí muy enojada, si era así tenía que acabar con eso, pero al intentar dar un paso fuera del ascensor, escuché un horrible susurro sobre mi nuca que me erizó los cabellos y me dejó paralizada completamente, aquella horrible voz me repetía una y otra vez: “déjala, déjala”, ya no pude reaccionar, las puertas se cerraron, y el elevador empezó a subir, ya no supe qué pensar o qué hacer, en verdad sentía mucho miedo.
La Mujer Demonio Historia De Terror
Al pasar el tercer piso, las luces del ascensor empezaron a parpadear, se prendía y apagaban sin control, sentía que el piso se movía como si estuviera temblando, muy angustiada recargué mi espalda contra la pared del fondo, apreté la tabla de mis reporte contra mi pecho y cerré los ojos, no sabría decirte cuanto tiempo duró eso, pero de pronto todo dejó de sacudirse y sentí que el elevador ya no se movía, abrí los ojos despacio, las luces ya no parpadeaban y las puertas estaban abiertas, aún sentía el cuerpo muy duro, no sé si por mero instinto me apresuré a salir, pero me quedé ahí afuera, a un paso con el elevador a mi espalda, sin saber qué hacer, paralizada de miedo, tratándome de explicarme qué carajos me estaba pasando, llegué a pensar que estaba alucinando, que todo estaba en mi cabeza, porque ya que llevaba algunas semanas sin haber podido dormir ni comer bien, y los últimos días había estado trabajando turnos dobles.
Sabía que estaba rebasando mis límites físicos y mentales, pero la ruptura con Rubén me seguía doliendo mucho a pesar de que ya iba para dos años, y lo que menos quería era llegar a casa porque todo me recordaba a él, traté de respirar profundamente y tranquilizarme, pero en ese momento sonó mi teléfono en la bolsa de mi bata y me hizo saltar del susto otra vez, era la doctora Carmen, apenas contesté me preguntó que si todo estaba bien, su voz sonaba algo angustiada, eso me extrañó y le pregunté que por qué, se quedó callada por unos segundos, eso me dio mala espina, después de ese silencio me dijo que el personal de seguridad le había comentado que habían visto en los monitores de las cámaras de vigilancia, a una mujer muy extraña salir del área de Emergencias, alrededor de las tres de la madrugada, hacía el pasillo del ascensor, casi al mismo tiempo en que yo había iniciado mi recorrido, que en la pantalla se vio que había pasado pegada a mí, prácticamente había caminado a mi lado durante unos pasos, y que luego se adelantó hacia el elevador, que todavía vieron como yo me subía y que justo en ese momento empezaron a fallar las cámaras y perdieron la señal de video de todo ese piso y del ascensor, uno de los dos guardias salió corriendo por el pasillo para tratar de alcanzar a la mujer, pero le dijo que solo alcanzó a verla a lo lejos, detrás de mí, cuando se cerraban la puertas del elevador, la doctora Carmen hizo una pausa, yo sentí un escalofrío en toda la espalda, no sé si fue por miedo, pero volteé discretamente hacía atrás, hacía el elevador, estaba vacío, mientras pensaba en las cosas extrañas que me habían estado pasando durante mi recorrido, sobre todo la sensación de que alguien me vigilaba muy de cerca o me perseguía, pero aunque no lo creas, también me dio hasta cierto punto algo de alivio.
Si las cámaras y los guardias habían visto a esa mujer, entonces era real y no estaba pasando solo en mi cabeza, y desde luego no era la primera vez que nos hubiera pasado esto, ya en otras ocasiones se nos habían colado algunos familiares imprudentes y necios que querían ver a sus pacientes a deshoras, pero hasta ese momento nada que representara un verdadero peligro para el personal del hospital… la doctora Carmen me trajo de nuevo de mis pensamientos, preguntándome otra vez que si todo estaba bien, le dije que no se preocupara, que muy probablemente los guardias encontrarían a la persona que se había metido y la invitarían a salir sin mayor problema, me despedí de ella, le dije que bajaría en un rato más y colgué, me esperé todavía unos minutos ahí parada afuera del elevador, para tratar de relajarme, un poco más tranquila empecé a caminar hacía el área de Terapia Intensiva, que estaba al fondo de aquel pasillo, a la izquierda, y nuevamente hasta el fondo, mientras avanzaba entre las salas y oficinas volví a sentir aquella brisa helada en todo mi cuerpo, sobre todo en la parte de mi cuello y la nuca, la piel de mis brazos y mi espalda se me puso chinita, y volví a percibir aquel aroma dulce en todo el camino, pero traté de ya no darle importancia, pero al dar vuelta a la izquierda, me pareció ver a lo lejos a la misma silueta alta y corpulenta de una mujer como la que había visto pisos abajo, que se metía a la sala de Terapia Intensiva, hasta llegué a pensar que era Rocío, una de mis compañeras, también muy alta y corpulenta, pero ella solo trabajaba en el turno matutino, por eso no era posible, era la única en todo este piso, no podía ser más que aquella mujer que habían visto los guardias en las cámaras, me detuve y por un segundo dudé entre seguirla y confrontarla o hablarle a los guardias para que subieran y se encargaran de la situación, no lo pensé mucho, saqué mi teléfono para marcarle a la doctora Carmen pero algo me detuvo.
No era la primera vez que me había visto en la penosa necesidad de sacar a algún familiar imprudente, así que decidí, sin saber realmente por qué, continuar, apresuré el paso y llegué hasta el final del pasillo, me paré frente a la puerta del área de Terapia Intensiva, todavía se balanceaba un poco, sentí como se empezó agitar mi corazón, pero me repetía a mí misma que todo tenía una explicación, además, siempre me había considerado una mujer fuerte, al menos en estos casos, así que respiré profundo y empujé la puerta, di un paso hacia adentro, y sin entrar completamente, eché un vistazo, hasta donde alcanzaba a ver todo parecía tranquilo, solo escuchaba el sonido de algunas de las máquinas de signos vitales y respiradores, en ese momento dudé de lo que había visto, tal vez aquella mujer no estaba aquí, la sala se mantenía a media luz para que los pacientes pudieran descansar, era una estancia grande, teníamos 24 camas divididas solo por cortinas, así que empecé a caminar muy despacio entre ellas.
Aproveché para revisar los últimos reportes médicos, algunas camas tenía la cortina corrida, por lo que para poder revisar bien tenía que recorrerla suavemente para no despertar a los pacientes, de pronto sentí mucho frío, en verdad mucho, estaba hasta temblando, por momentos como que se me iba el aíre y me costaba respirar, aun así seguí avanzando poco a poco entre las camas, había un silencio muy profundo, me detuve a revisar el suero de uno de los pacientes, en ese instante escuché varios pasos detrás de mí, como si alguien caminara muy lento, casi arrastrando los pies, solté la muñeca del paciente y me volteé muy asustada, empecé a recorrer con la mirada entre las camas y cortinas, tratando de ubicar de donde provenía aquellos pasos, pero nada, me repetía a mí misma que todo estaría bien, volví a acomodar el brazo del paciente bajo la sábana y seguí caminando, estaba tan concentrada buscando a aquella supuesta mujer, que no me había dado cuenta que ya solo me faltaban unas cuantas camas para terminar de revisar el área, me detuve de nuevo en las últimas dos camas al fondo de la estancia, ambas estaban cubiertas por la cortina, avancé a la primera y al recorrer la separación me llevé el susto de mi vida.
Ahí estaba, de espaldas hacia mí, aquella mujer que hace unos minutos había visto entrar a la sala, ahora que la veía de más cerca, en verdad era demasiado alta y corpulenta, parecía vestida como con un hábito de color negro, pero muy descolorido y muy viejo, su cabello era muy largo y negro, le llegaba a la cintura, pero se veía despeinado y descuidado, hasta tieso, estaba inclinada hacia la chica de las convulsiones que había llegado esa noche, tenía una de sus manos sobre la frente de la joven, parecía que estaba rezando o algo así, aunque me pareció rara y me causaba mucho miedo aquella mujer, en mi cabeza me decía que era de carne y hueso, como cualquier persona, entonces sin pensarlo mucho, pasé saliva porque tenía la boca muy seca y amarga, con la voz más fuerte que pude le dije que no podía estar ahí, que quién la había dejado pasar a esta hora, pero aquella mujer ni se inmutó, no recibí ninguna respuesta, solo podía escuchar mi respiración agitada y el bip de las máquinas, volví a insistir, pero apenas completaba la última palabra sentí que mi voz se perdía, como si alguien me estuviera apretando la garganta muy fuerte, desesperada me llevé las manos al cuello, sentía que me ahogaba, entonces aquella mujer se volteó muy lentamente hacia mí, era enorme, me daba la impresión que su cabeza llegaba hasta el techo, sus ojos rojos, casi desorbitados, me miraban fijamente, avanzó hacía mí, al salir de la penumbra que la rodeaba pude ver con claridad su rostro, ¡era espantoso!, lo tenía descarnado, con muchas llagas en las mejillas, de las que le salía un líquido negro, asqueroso, abría y cerraba la boca chocando sus horribles dientes amarillentos y podridos, parecía que se burlaba de mí con esa mueca torcida en sus labios, se fue acercando más y más, no parecía que caminara, me dio la sensación de que flotaba sobre el piso, cuando me tuvo de frente, levantó su brazo, extremadamente delgado, parecía un hueso deforme, y su mano parecía más una garra con uñas gruesas, largas y afiladas, me agarró por la bata, me levantó y me sacudió como un pedazo de trapo, yo sentía que me moría, no podía respirar y sentía una presión muy fuerte en el pecho, todo me daba vueltas, estuve a punto de desmayarme cuando sentí que me soltaba, fui a chocar contra una de las máquinas de ventilación mecánica y unos tanques de oxígeno, al caer al piso me golpeé tan duro la cabeza que perdí la consciencia por algunos segundos, quedé boca abajo, al abrir los ojos me di cuenta que estaba ante los pies de aquella mujer demonio, una de ellas parecía más la pata de un guajolote, pero mucho más grande, con garras demasiado gruesas y afiladas, esa me la puso sobre la cabeza y empezó a presionarme muy fuerte contra el piso, sentía como me escurría la sangre entre mis cabellos por las garras que me sujetaban, yo no podía moverme, sentía que me iba a reventar la cabeza, traté de rezar, pero como si estuviera leyendo mi mente, escuché de nuevo su horrible voz en mi oído, una y otra vez, que me decía: “déjala, déjala”, fue todo lo que pude soportar, es lo último que recuerdo.
Cuando abrí los ojos, estaban los dos guardias, varias de mis compañeras y la doctora Carmen desesperados, tratándome de subir a una cama, ahí mismo en Terapia Intensiva, ya había amanecido, cuando por fin lograron acomodarme me pusieron suero y oxígeno, por momentos se me cerraban los ojos, trataba por mantenerme despierta pero no pude, perdí la noción del tiempo, al abrirlos nuevamente, al mirar hacía la ventana, vi claramente la horrible silueta de aquella mujer demonio, lo único que pensé en ese momento era que tenía que salir de ahí a como diera lugar, como pude me arranqué la aguja del suero de la muñeca y la mascarilla del oxígeno, me levanté de la cama y me fui directo a los vestidores, saqué lo que más pude de mis cosas de mi casillero, ni me vestí, así me bata salí casi corriendo por el pasillo de Emergencias, escuchaba que me gritaban, pero yo no iba a regresar, hasta que sentí que me agarraban por el hombro me detuve, era la doctora Carmen, se paró frente a mí y me abrazó…y bueno ya sabes lo que pasó después…
Así fue como llegué a la casa de doña Mariana, entre ella y la doctora Carmen me acomodaron boca arriba, me enderezaron ahí mismo y me dieron a beber de un jarrón, era un líquido muy amargo, tuve que escupirlo varías veces, sentía que me quemaba la lengua y la garganta, que me revolvía el estómago, pero no pararon hasta que me lo bebí todo, entonces la doctora Carmen me abrazó por la espalda y me sostuvo así, mientras doña Mariana apretaba su pulgar contra mi frente, mientras rezaba algo que no entendía, una y otra vez, por momentos sentía que vomitaría, y otras veces que no podía respirar, hasta que perdía la consciencia, y al abrir los ojos estaba boca abajo, en el piso o la cama, llegó un momento en que ya no pude abrirlos, solo sentía que me sujetaban con fuerza mis brazos y piernas porque mi cuerpo temblaba, se convulsionaba, en verdad pensé que iba a morir ahí… no sé cuánto tiempo pasó, cuando finalmente mi cuerpo se quedó quieto, tranquilo, y aunque no podía abrir los ojos, escuchaba entre sueños la voz de doña Mariana que rezaba con mucha devoción…
Cuando finalmente desperté, estaba en mi cama, en mi casa, la doctora Carmen me pasaba un paño húmedo por la frente, al verme me sonrió, yo no supe que decirle, intenté levantarme, pero aún no tenía fuerza en mis brazos, ella me detuvo suavemente para que dejara de intentarlo, al tiempo que me decía que ya todo estaría bien, que tratara de descansar, que ella se quedaría para cuidarme.
Después de algunas semanas pude recuperarme casi por completo, aunque aún tengo algunas cicatrices y dolencias, pero al parecer nada serio, lo que no he podido evitar del todo, son las pesadillas con aquel demonio mujer, como la llamaba doña Mariana, y todavía, algunas veces, me despierto agitada y llorando por las madrugadas, pero ha ido a menos. Regresé a trabajar, pero en otro hospital, y cada quince días, sin falta, visito a la doctora Carmen en su casa, de quien estaré eternamente agradecida por haberme salvado la vida.
Autor: Luis Martínez Vázquez
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