El Títere Historia de Terror

El Títere Historia de Terror

Todos me llaman el gato, amigos, familia, incluso la gente que me cae mal.

La historia que quiero compartir es completamente real, no me la contaron, me ocurrió a mí El Títere Historia de Terror.

Todo comenzó hace demasiados años, en aquel entonces yo tenía como 8 o 9 años, mi padre nos había llevado, durante las vacaciones, a Guanajuato, a visitar el Cerro del Cubilete para ver el Cristo que se encuentra en la mera cima de la montaña.
Era costumbre de mi madre que a cualquier ciudad nueva que fuéramos nos compraba algo diferente a mis hermanos y a mí, algunas veces eran juguetes y otras veces no. En esa ocasión a mí me compraron un títere, de esos que se pueden mover con hilos, el títere era un viejito de sombrero, vestido con un poncho, un pantalón café y unas chanclas, tenía las mejillas bien rojas, y una gran sonrisa decorada con una larga barba blanca.

Luego de que nos compraran nuestros recuerdos, nos llevaron a un lugar con escaleras de cemento. Mis hermanos y yo nos dimos cuenta de que podíamos resbalarnos por la orilla de las escaleras, y así, ahí nos pusimos a jugar.

En algún momento un señor ya grande, prácticamente un anciano, se me acercó, ese señor me pareció bastante curioso pues iba vestido prácticamente igual que mi títere, es más, hasta traía la misma barba.
El señor no me decía nada, solo me estaba viendo sin siquiera parpadear. Entonces, con una voz tenue y delicada me dijo: ese también se quiere resbalar.
Cuando dijo eso señaló con uno de sus delgados dedos a mi títere. Yo, sin pensarlo realmente, atendí lo que me estaba diciendo el señor y puse a mi títere en la orilla de la escalera para que se resbalara.
Por desgracia, mi títere no aguantó el trayecto y terminó rompiéndose, yo, claramente enojado, volteé para gritarle al señor, pero ya se había ido y yo no me había dado cuenta.
Volteé hacia todos lados, pero no logré ubicarlo, lo más raro es que en aquel lugar había muy pocas personas, prácticamente nadie, no era posible que ese anciano hubiera salido corriendo tan rápido, lo que había ocurrido era que se había desaparecido.
Ahora lo único que me quedaba era ir con mi padre y mostrarle mi títere quebrado, yo tenía miedo pues mi padre era muy enojón y corajudo.
Por supuesto que se molestó cuando le conté lo que había pasado, lo primero que hizo fue regañar a mi hermano, el mayor, por permitir que un extraño se me hubiera acercado, y cuando estaba por regañarme mi madre lo detuvo con la mirada, y le dijo que había sido un accidente y que me iban a comprar otro.
Nos fuimos de aquel lugar y volvimos al sitio donde me habían comprado el títere, y mi padre, a regañadientes, me compró otro. El nuevo títere era de la Chilindrina, pero el títere del viejito también lo conservé, pues, aunque estaba roto, a mí me había gustado mucho.

Duramos un día más allá y luego terminaron las vacaciones y todos volvimos a casa.

Ya estando de regreso puse los 2 títeres en una silla que estaba cerca de la ventana de mi cuarto.

Mi hermano mayor, tratando de ayudarme, le colocó al títere del viejito grapas para madera, así podía jugar con él sin que se me cayera a pedazos. Lo malo es que las grapas que ahora tenía el títere lo hacían ver un poco malvado y algo aterrador.
Pasó el tiempo y una noche, me despertó el ruido de algo cayéndose, en cuanto me enderecé pude ver a mi títere del viejito tirado en el suelo, no me pareció raro pues yo nunca he sido bueno para acomodar las cosas así que pensé que simple y sencillamente se había resbalado por como yo lo había dejado, así que simplemente lo volví a sentar en la silla y volví a dormir.
Como 3 días después escuché de nuevo el ruido durante la madrugada, y al despertarme, en efecto, mi títere estaba en el suelo, yo solo lo puse otra vez sobra la silla y me fui a dormir.
A los dos días pasó algo diferente, pues cuando me desperté por haber escuchado el ruido me encontré al títere del viejito sobre mi cama, eso sí que me dio escalofríos.
Esa situación se estuvo repitiendo durante 5 semanas, las noches me parecían densas, me cansaba, incluso sí dormía, por eso durante el día no andaba de muy buen humor que digamos.
Cuando se completaron 6 meses de que habíamos regresado la situación con ese títere comenzó a empeorar, pues ya no lo veía en mi cama, tampoco en la silla, ahora desaparecía, pero por días enteros, a veces tardaba hasta una semana en encontrarlo, y siempre que lo volvía a encontrar era en lugares bastante raros en lo que sin duda alguna un títere no tiene nada que hacer.
También comencé a notar, de vez en cuando y de reojo, que una pequeña figura pasaba corriendo muy rápido de un lugar a otro, pero cuando intentaba atraparlo simplemente se esfumaba.

Para ese punto yo ya estaba asustado, pero no me animaba a contarle a mis padres pues creía que me verían como un mentiroso o que se burlaran de mí, y obvio que yo no quería eso.

Así que decidí contárselo a mi hermano mayor, él me dijo que también había visto correr por la casa a una personita, sobre todo por las oscuras noches sin luna llena.
Mi hermano y yo llegamos a la conclusión que mi títere debía estar vivo, porque daba la casualidad que siempre que mi títere desaparecía era cuando podíamos ver a ese hombrecito vagar por la casa.
Todo empeoró cuando, aparte de los avistamientos, comenzamos a escuchar cómo se carcajeaba de una forma en verdad macabra.

Eso ya era demasiado para mi hermano y para mí así que entre los dos fuimos con mi madre y le contamos todo, también le dijimos que nosotros no nos atrevíamos a contarlo a papá así que le pedimos que ella le dijera, por suerte aceptó.

Mi hermano también les contó a sus amigos, y uno de ellos le dijo que sería buena idea colocar una hoja y una pluma, se supone que si el títere quería algo en específico lo tendría que escribir ahí.
No me iba a quedar con la duda así que esa noche le dejé pluma y papel antes de dormir. En aquella ocasión no se escuchó ningún ruido, y por la mañana mi títere estaba justo como yo lo había dejado, no se había movido ni un solo centímetro, respiré aliviado.
Por curiosidad, y con un poco de miedo, fui a revisar si el títere había escrito algo en el papel, pero la hoja estaba en blanco, pensé que eso ya había sido todo.
La noche siguiente volví a dejar la pluma y el papel donde mismo, me llevé un susto cuando, al despertar, me encontré la hoja a un lado de mi almohada. Tenía unos garabatos que no se entendían nada, la pluma no estaba, fui a revisar al títere y a un lado suyo estaba la pluma.
Consideré decirles a mis papás, pero no me iban a creer, mi hermano me dijo que debíamos tirar al títere, si quería hacerlo, pero me daba miedo que el títere se fuera a enojar.
Con el paso de los días las cosas en mi cuarto, por las noches, se comenzaron a poner más feas, el títere ya no se movía de lugar, pero podían escucharse pasos y risas cerca de mi cama. Algunas veces incluso podía escuchar que alguien me susurraba al oído, no entendía qué me decían, pero ese susurro me hacía levantarme de brinco y voltear a ver al títere, pero no se movía ni un centímetro.
En una ocasión mi madre llevó un perrito a la casa, se lo había encontrado en la calle así que lo adoptó. Todo iba bien con el cachorro hasta que una noche se quiso dormir en mi cuarto, pero en la madrugada comenzó a gruñir y a ladrar bien feo, luego comenzó a llorar y corrió hacia la puerta.

Mi madre escuchó el escándalo del perro y fue a mi cuarto, en cuanto abrió la puerta el perro salió corriendo, lo dejaron salir al patio. En la mañana el perro ya no estaba, se había ido.

Ya no estaba dispuesto a soportar más a ese títere así que una tarde lo eché una bolsa de basura y lo metí al bote, así creí que le pondría fin a esa pesadilla.
Pasaron los días y los meses y el títere no volvió. Los años transcurrieron, y en mi cumpleaños número 46 mi esposa me hizo un regalo, sí, era un títere, el maldito mismo títere que yo había tirado a la basura muchos años atrás.
Estaba como nuevo, hasta venía empaquetado en una caja con tapa de plástico. Decidí dejarlo en su caja, ni loco lo iba a sacar de ahí. El problema fue que esa misma noche escuché el mismo susurro que me despertaba cuando era niño, solo que ahora sí entendí lo que decía: Eres Mío.
 
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados

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