El Amante De La Bruja 2023

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El Amante De La Bruja 2023

El Amante De La Bruja… A lo largo de mi vida, he escuchado relatos de leyendas y mitos, historias de criaturas místicas y hazañas sobrenaturales, pero ninguna tan impresionante como la de mi propio abuelo. Las historias de mi abuelo siempre fueron mis preferidas, están llenas de magia y suspenso, me mantenía atento en todo momento, contándome sus aventuras cuando se enfrentó contra el diablo en alguna ocasión, o cuando se encontró una vasija llena de monedas de oro, yo sabía que todas eran una sarta de mentiras, pero la historia que más le dolía contarme y con la que le sufría mas era cuando me contó el día en que se enamoró de una Bruja.

Esta es la historia de cómo mi abuelo llego a conocer a una bruja, la cual se convirtió en su novia y fue consumido por la oscuridad de la magia negra, y se los contare como me decía mi abuelo cada vez que terminaba una historia. Les juro que es verdad.

Mi abuelo se llamaba Mateo, él era un hombre de campo, te sabía a la perfección los sitios en los que podías encontrar animales para cazar, con tan solo un palo de madera podía encontrar agua,  y cuando quería llover, él podía hacer que se fueran las nubes, dibujando una cruz en el piso, entre broma y broma, tanto sus nietos como sus mismos hijos decíamos que la misma tierra lo había parido pues él conocía cada rincón del monte como la palma de su mano.

El creció en un pueblo perdido entre las montañas, uno de esos poblados en los que solo se puede llegar en burro y a varios kilómetros de distancia de la civilización.  En ese pueblo pequeño, las historias de magia, nahuales, brujas y chaneques eran algo común. Y hasta donde yo sabía, él nunca se las tomo en serio, hasta que llego a conocer a Celina. Una joven Bruja.

Celina, era una mujer con una belleza misteriosa, su simple mirada te podía hipnotizar y mantenerte así por un buen tiempo. Apareció de pronto en el pueblo sin previo aviso. Su piel era tan blanca como la luna, pálida y con algunos lunares en el cuello, y sus ojos eran dos esmeraldas brillantes.

El Amante De La Bruja

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De ese modo era como el abuelo la describía cada vez que la recordaba.  A pesar de verse tan joven, se decía que llevaba muchas vidas vividas y que conocía tantos secretos para mantenerse así de joven y bella. Fue de ese modo que le comenzaron a llamar la Bruja de San Ignacio.

Pero para mi abuelo, que había quedado cautivado por su belleza eso no le importaba, de hecho de algún modo le parecía atrayente. Incluso el sentimiento le fue correspondido pues aquella mujer se interesó por mi abuelo. Comenzaron a pasar tiempo juntos, y con el paso de los días, poco a poco su conexión se volvió muy profunda y apasionada. 

Mi abuelo que en aquel entonces apenas estaba cumpliendo los 17 años, no le importaba si el amor de su vida era mayor, pues Celina, nunca le quiso mencionar su edad, ella le aseguraba que le ganaba por varios años.

Por más que mi abuelo intentó sacarle información sobre su origen, Celina siempre veía la forma de darle la vuelta a la conversación, le ocultaba la verdad de algún modo. Los padres de mi abuelo y sus hermanos le aseguraron varias veces de que se estaba metiendo con una bruja, pero no le quería dar importancia a chismes de la gente, para él, todo el pueblo siempre tuvo envidia de su relación.

Cierto día, al atardecer la hermana de mi abuelo, Jacinta, fue a recolectar agua al arroyo, como ya estaba casi por anochecer era casi seguro que no habría nadie en él.

Sin embargo conforme se acercaba comenzó a escuchar los susurros de una plática, no le dio mucha importancia pues era normal que la gente se quedaba de ver en el arroyo para hablar, pero cuando llegó al lugar, no logro identificar de donde provenían.

Empezó a asustarse, así que rápidamente hecho la cubeta al arroyo y cuando la quiso extraer, sintió que el agua estaba muy caliente. Incluso logro ver como de todo el arroyo comenzó a brotar vapor, el agua estaba casi hirviendo.

Los susurros se volvieron más intensos, mas no podía entenderles, sobre todo la voz masculina, en eso pudo notar que a lo lejos, sobre el arroyo estaban caminando dos personas, una de ellas vestía una túnica blanca mientras que la otra persona era mucho más alta que la otra, parecía sostener algo en su mano derecha, algo parecido a un tridente, fue cuando detecto lo mas espantoso, aquel sujeto de casi dos metros de alto resulto ser el mismo Diablo.

Estaba caminando sobre el arroyo y de su alrededor de sus piernas emanaban vapor. No podía moverse, estuvo así todo el tiempo hasta que ambos notaron su presencia, fue cuando mi Tía abuela Jacinta se dio cuenta que la persona de blanco era Celina,  salió del arroyo como pudo, pero cuando agarró camino a casa el mismo Diablo apareció frente a Jacinto obstruyéndole el paso.

Pudo distinguir que su rostro era de un color rojo intenso como la misma sangre, las pupilas negras se clavaron en ella y de pronto ya no podía hablar, se había quedado sin habla, en eso vio como Celina se acercó al diablo y le dio un beso. Ambos se alejaron de dónde venían.

Por el pueblo se comenzó a correr el rumor de que mi Tía abuela Jacinta había visto a la misma muerte, y por ello se había quedado muda del susto. Mi abuelo nos contó que parecía que estaba encantada pues no movía ni un centímetro de su cuerpo.

La habían encontrado sentada a la orilla del arroyo y sin decir ni una sola palabra del por qué estaba allí. Por más que sus hermanos intentaron hacerla hablar, nada paso, ella seguía con la mirada perdida y sin abrir la boca.

Mi Abuelo y Celina ya llevaban un tiempo juntos, él le conto a Celina lo que había pasado con su hermana Jacinta en el arroyo, fue cuando Celina le confesó que quizás era su culpa que su hermana estuviera así, le confesó que era una bruja y esa noche vestía de blanco pues estaba preparando magia blanca. Le mostró su poder, tomo una flor pequeña del piso y con un solo toque, se marchitó, aunque mi abuelo estaba asustado, también estaba fascinado por lo que acababa de ver, aun así aceptó a Celina por lo que era.

Esa noche cuando mi Abuelo llego a casa, dio la noticia de que Celina era una bruja, al parecer fue el único que se lo tomó con bien, pero todos en la familia le tenían ya miedo. De pronto Jacinta emitió un sonido leve, un quejido que apenas fue perceptible, su mirada se clavó ante mi abuelo y con mucho esfuerzo le dijo: “El amante de tu bruja, es el mismo diablo”.

Jacinta le platico todo lo que vio al abuelo, pero a él le hizo gracia, pero con el tiempo, empezó a notar que Celina comenzaba a cambiar, de pronto ella se volvió una persona insoportable, aquello que le fascinaba a mi abuelo se volvió oscuro y aterrador. Mi abuelo ya no se sentía cómodo a su lado, así que intento alejarse de Celina, pero algo le hacía cambiar de opinión.

Mi tía abuela Jacinta decía que era por la magia negra que Celina había utilizado en contra de su hermano. Así, a medida que el tiempo transcurría mi abuelo empezó a perder la vitalidad que tenía. Su piel se volvió pálida y sus ojos perdieron ese brillo de juventud que tenía. Se volvió delgado, casi en los huesos, pero el cambio más fuerte que tuvo fue con su alma, se volvió oscuro y sombrío.

En cambio a Celina se le veía más joven y hermosa, incluso ya ni veía a mi abuelo, simplemente lo tenía sentado en una silla como un adorno de la casa, no importaba cuanta resistencia tomara, Celina siempre estaba un paso delante de él.

Cada vez que mi abuelo intentaba zafarse de ese embrujo, solo le llevaba un castigo más severo, con un hechizo más fuerte o una maldición que no pudiera quitarse. Mi Tía abuela Jacinta noto que cada vez que Celina hacia uso de magia, el abuelo se volvía más débil. Hasta que un día no aguanto ni estar de pie y esa misma tarde apareció mi abuelo en posición fetal frente a las puertas de la casa de sus padres. Tenía una nota que decía: “Ya no me sirve, es de ustedes”.

Durante varios meses mi abuelo permaneció en cama recuperándose, y mientras ese tiempo pasaba, en el pueblo pasaron varias cosas, Jacinta se fue de la casa, nunca dijo a donde fue o quien se iba, simplemente aviso de que se iba al día siguiente. Celina termino juntándose con un hombre corpulento de mayor altura a la de ella.

Un día, sin que nadie se lo esperara mi abuelo comenzó a gritar como loco, decía que Celina se le había aparecido frente a él y lo estaba obligando a irse con ella. Cuando fueron a ver que sucedió, solo encontraban al abuelo en una esquina temblando, lleno de miedo.  Esa tarde, la casa tuvo que ser bendecida para evitar que aquella bruja volviera poner un pie en la casa.

La tranquilidad en el pueblo comenzó a verse atormentada, se decía que todo era consecuencia de Celina y su nueva pareja.

Sobre todo los días de Luna llena, los animales se comenzaron a comportar de una manera extraña, los gallos cantaban a mitad de la noche como si ya hubiera amanecido, los animales se salían de su corral alterándose por completo. Se escuchaban susurros de miedo y angustia por las calles, la gente ya evitaba salir después del anochecer, le temían a la bruja de San Ignacio y a su amante.

El estado de mi abuelo no mejoraba. Aún continuaba diciendo que podía oír a Celina susurrándole al oído por las noches, llamándolo a su lado. Sus noches se volvieron inquietantes. Se retorcía en la cama, repetía una y otra vez que Celina estaba afuera de la casa esperándolo. Hablaba por las noches, decía cosas incomprensibles, palabras que nadie había escuchado antes.

Mi bisabuela rezaba sin cesar para que su hijo se librara del embrujo, pero parecía en vano. Cada día que pasaba, mi abuelo se volvía más pálido, más delgado, más sombrío. Aunque intentaba luchar contra la magia negra de Celina, parecía haber perdido toda la esperanza.

Una noche, la luna llena iluminaba el cielo estrellado. Mi abuelo escucho ruidos fuera de la casa, sabía perfectamente que Celina estaba afuera y era hora de confrontarla, busco entre las cosas del bisabuelo el revolver que usaban para cuidar las tierras y se lo escondió entre sus ropas, estaba decidido terminar con Celina de alguna u otra manera, así que caminó hacia la puerta principal, tropezaba con sus propios pasos, llego a la puerta para abrirla de par en par.

Allí, frente a la casa, se encontraba Celina, deslumbrante en su túnica blanca, flotando sobre la tierra. A su lado, el Diablo, su amante, parecía sonreír maliciosamente. Mi abuelo dio un paso adelante, decidido a enfrentar a su antiguo amor, no se esperaba ver a su amante allí, pero no había vuelta atrás, sacó su revólver y apuntó a Celina decidido a acabar con todo de una vez.

Hubo un silencio mortal mientras Celina miraba a mi abuelo con sus brillantes ojos verdes de esmeralda. Mi Abuelo sentía como Celina quería meterse en su cabeza para hacer que soltara la pistola y cuando el Diablo extendió su mano y tomo a Celina de la cintura fue aún más fuerte haciendo que cayera de rodillas, gritando por no ponerle fin a esto.

Pero de repente, una figura se apareció entre la oscuridad. Era Jacinta, la hermana de mi abuelo. Estaba sosteniendo un crucifijo en su mano y empezó a rezar con fervor. El crucifijo de hierro, brillo intensamente, las palabras de Jacinta sonaron fuertemente, exigiéndole a la bruja y al diablo que en nombre de dios se fueran.

El diablo soltó a Celina para atacar a Jacinta y hubo un destello de luz muy intenso y luego el sonido de un disparo. Todo volvió a estar en penumbras, mi abuelo sostenía el revólver, Jacinta no sabía que sucedió pues el Diablo se quedó parado a tan solo unos pasos de ella, y de pronto se escuchó como alguien caía al piso.

Celina había perdido la vida, el diablo se dio la vuelta y él la tomó en brazos, para después desvanecerse en una llamarada, dejando un intenso olor a azufre. Mi tía abuela Jacinta se acercó al abuelo para agradecerle por disparar pero él se veía anonadado. El aseguraba que nunca levanto el arma y jamás jalo del gatillo, fue Celina quien lo controló y lo obligo a hacerlo.

Desde esa noche las cosas mejoraron, la tranquilidad regreso al pueblo, por varios días el olor a azufre perduro pero se fue desvaneciendo poco a poco. La Salud de mi abuelo regreso, y en un mes estaba de nueva cuenta conquistando a otras mujeres del pueblo.

La tía Jacinta se había ausentado para recuperarse, y durante ese tiempo se acercó con curanderas y reales brujas blancas que le enseñaron a afrontar la magia negra. Llegaron a la conclusión de que Jacinta ya no quería seguir viviendo ese sufrimiento y al ver que ya no estaba bajo el control del Diablo, aprovecho el momento para terminar con su vida.

La historia de mi abuelo es una que siempre llevo conmigo. Es una historia de amor y pérdida, de magia y oscuridad.

Es una historia que me recuerda que el amor puede ser un regalo maravilloso, pero también puede ser una maldición si no se maneja con cuidado. De todas las historias que nos contaba, esta era una de mis favoritas, pues aseguraba que era verdad.

Autor: Mario Franco Corrales Lengua de Brujo

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