El Acompañante Historia De Terror 2024
El Acompañante Historia De Terror… No era de esas personas que creen en cosas de fantasmas o espantos, quizá porque nunca había tenido una experiencia tan cercana y real como la que vivimos y que nos dejó una marca muy profunda.
Esto nos pasó hace unos tres años, esa vez fuimos a visitar a unos parientes de mi mamá a un rancho que esta rumbo a Xalapa, Veracruz, la verdad no sabíamos bien como llegar, y aunque le preguntamos a los primos pues nomás no entendimos bien, así que cuando nos subimos al autobús en la estación le preguntamos al chofer si conocía aquel rancho, se quedó pensativo un momento, pero después nos dijo muy confiado que él nos avisaba cuando estuviéramos cerca, que conocía un atajo para que no diéramos tanta vuelta desde la estación, se lo agradecimos mucho y nos fuimos a nuestros asientos.
Sabíamos que el camino era largo pero no tanto, ya llevábamos como cinco horas de carretera y estábamos un poco desesperadas, cuando sentimos que el chofer empezó a bajar la velocidad, nos extrañó un poco, y cuando por fin se detuvo por completo nos dijo que nos fuéramos por ese camino, entre la vegetación a lado del cerro, todo derecho, hasta que topáramos con el río, y que desde ahí veríamos un sendero que desciende por el mismo monte, y que ese nos llevaría directo al Rancho de la Cruz que le habíamos comentado.
Recogimos nuestras maletas, apresuradas y nos bajamos del autobús. Mi mamá y yo nos quedamos mirándonos, no teníamos ni idea de donde andábamos, y sobre el camino que nos dijo el chofer no se veía ni un alma a quien preguntarle, así que no nos quedó de otra que empezar a caminar sobre aquel sendero, después de andar por un rato vimos con alivio como apareció frente a nosotras el rio, ahí nos paramos a descansar un rato, pero también nos detuvimos porque según el chofer había una vereda que descendía, pero resultó que nos encontramos con dos, una que se metía entre la maleza y la otra que rodeaba al cerro.
Estábamos confundidas, mi mamá intentó marcarle a la tía Gloria pero no teníamos señal, en ese momento a lo lejos sobre el camino vimos que se acercaba una persona hacia nosotros, eso nos tranquilizó un poco, al parecer era un joven como de unos veinte años, de pantalón de mezclilla y camisa azul, traía un sombrero que le cubría los ojos, pero se le veía buena pinta, la verdad se veía guapo, aunque eso sí, muy pálido, y cuando pasó junto a nosotras le dimos las buenas tardes, pero ni siquiera volteó a vernos y se siguió de largo, yo alcancé a decirle que si sabía cómo llegar al Rancho de la Cruz, que buscábamos a la señora Gloria Estrada.
En ese momento se detuvo bruscamente, no se dio la vuelta, y tras unos segundos de silencio, nos hizo un gesto con la mano para que lo siguiéramos, agarramos las maletas y nos fuimos detrás de él, caminaba muy rápido y por más que le corrimos nunca nos pudimos emparejárnosle, después de un rato de caminar en silencio, aquella situación nos empezó a dar mala espina, por más que le preguntábamos nunca nos respondió nada, de pronto aquel joven levantó la mano apuntando hacia el cielo, mi mamá y yo volteamos hacía arriba, había nubes negras de lluvia y ya empezaba a oscurecer, sin decir más el joven apretó el paso, en ese momento no sé porque me llamaron la atención sus botas, me daba la impresión de que no tocaban el suelo, pero pensé que ya estaba alucinando por el calor de los mil diablos que hacía.
El Acompañante Historia De Terror
Pasaron algunos minutos más para que todo se oscureciera, por aquel sendero no había ni una pizca de luz, apenas y podíamos ver el camino de tan oscuro que estaba, de pronto escuchamos detrás de nosotras como si quebraran las ramas entre la maleza y varios gruñidos, las dos saltamos asustadas, algún animal salvaje nos estaba persiguiendo, en ese momento aquel joven nos hizo el gesto con la mano de que nos apresuráramos, empezamos a caminar más rápido, pero aquellos bufidos no pararon, al contrario, los empezamos a escuchar cada vez más cerca, casi encima de nosotras, íbamos aterradas, de repente el joven se detuvo, casi chocamos contra él, levantó su mano y nos señaló una vereda muy angosta escondida entre la vegetación, casi corrimos hacia ella, apenas la pasamos cuando a lo lejos vimos un poblado, en ese momento escuchamos un alarido que nos erizó la piel y empezamos a bajar el cerro como locas, en eso se soltó la lluvia muy fuerte, nosotras seguimos corriendo y ya casi llegábamos a las primeras casas cuando al voltear hacia atrás nos dimos cuenta de que el joven no venía con nosotras, mi primer impulso fue regresarme por él, pero mi mamá me jaló y me dijo que mejor pidiéramos ayuda, al llegar a las primeras viviendas empezamos a tocar todas las puertas que encontramos a nuestro paso, y a las personas que fueron saliendo les tratamos de explicar como pudimos lo que creímos que en ese momento estaba pasando, que al joven que nos acompañaba lo estaba atacando un animal sobre el sendero que veníamos, entonces se organizó rápidamente un grupo para salir a su ayuda, a nosotras nos metieron a una de las casas, nos ofrecieron un cuarto para que nos cambiáramos, estábamos empapadas, al salir nos sentaron cerca de un fogón y nos dieron algo de beber para el susto.
Ya estábamos un poco más tranquilas cuando en eso llegó mi tía con dos de mis primos, ya estábamos en el Rancho de la Cruz, corrimos abrazarlos y empezamos platicarles lo que nos había pasado, nos escucharon preocupados, entonces mi tía nos dijo espantada que ese camino era muy peligroso y que ni siquiera los del rancho se atrevían a cruzar por ahí por las noches, y que aparte de los lobos que rondaban por el río, se decía que espantaban mucho, y que incluso había gente que juraba que por ese camino se aparecía el nahual, nos quedamos sorprendidas y angustiadas, entonces le comenté a mi tía que habíamos tenido mucha suerte por aquel joven que nos había acompañado gran parte del camino, pero que estábamos preocupadas por lo que le hubiera pasado, en ese momento entraron algunas personas del grupo que salió a buscarlo, nos dijeron que no habían encontrado a nadie y que por la lluvia detendrían la búsqueda, al parecer también ya habían avisado al municipio vecino para que les mandaran más gente y equipo de rescate para buscarlo, que era todo lo que podían hacer por el momento, nos entristecimos mucho, mi tía y mis primos nos llevaron a su casa.
Al otro día continuaron la búsqueda de aquel joven, pero fue en vano, fue como si se lo hubiera tragado la tierra, y como no pudimos darles ni siquiera su nombre o alguna referencia de donde era, después de tres días decidieron dar por finalizada la búsqueda.
Nos sentimos muy mal por eso. Nosotras nos quedamos en el rancho una semana más, un día antes de regresarnos a la ciudad, después de comer nos quedamos a charlar con la tía de toda la familia que vive por estos rumbos, entonces se levantó y se metió en una de las recámaras, cuando regresó traía un viejo álbum de fotografías, lo abrió y empezó a pasarnos las fotos mientras nos platicaba algunas historias de aquellos parientes.
En una de ellas venían pegadas dos fotos, al separarlas vimos a una pareja que nos dejó con la boca abierta, mi tía se apresuró a decirnos que era ella cuando tenía diecisiete años y que el joven con el que aparecía abrazado se llamaba Rodolfo, un novio que quiso muchísimo, y que hasta planes de boda hubo, pero que una noche después de haberla venido a visitar se le ocurrió irse por ese sendero, por el que habíamos llegado nosotras, y que a los pocos minutos de que se fuera se empezaron a escuchar sus gritos pidiendo ayuda, espantada fue por su papá y sus hermanos para irlo a socorrer.
Al llegar lo encontraron tirado cerca del rio, todo ensangrentado y moribundo, nada pudieron hacer, murió más tarde en el hospital, las autoridades del municipio dijeron que lo habían atacado varios lobos, los que causaron las heridas que lo había llevado a la muerte, pero entre la gente del rancho y de los poblados cercanos se empezó a correr el rumor de que en realidad lo había atacado el nahual del cerro de la Cruz, que habitaba ahí desde hace mucho tiempo, mi tía terminó su relato con la voz quebrada y empezó a llorar, mi mamá la abrazó tratando de consolarla, y yo solo me quedé mirando aquella vieja fotografía, en ese momento no tuvimos el valor de contarle a mi tía que aquel joven que nos había acompañado en el camino y Rodolfo, su novio asesinado por el nahual, eran la misma persona.
Autor: Luis Martínez Vázquez
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