La Barranca De Los Muertos Historia De Terror 2023

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La Barranca De Los Muertos Historia De Terror 2023

La Barranca De Los Muertos Historia De Terror… Mi nombre es Francisco y te voy a contar mi experiencia. En ese camino de tierra rojiza que va derecho hacía la barranca espantaban mucho, bueno antes no. Yo creo que todo eso empezó con el temblor del 85, yo tenía unos doce años y mi hermano Ricardo catorce, a nosotros afortunadamente no nos pasó nada, mi mamá estaba en el mercado donde trabajaba y mi papá en una obra, era albañil.

Pero a las pocas semanas de aquella tragedia empezaron a llegar muchos camiones a tirar cascajo a la barranca, se escuchaban a diario como pasaban los torton con su pesada carga, así estuvieron por casi un mes.

Después nos enteramos por unos amigos de mi papá, que todo lo que vinieron a tirar para acá eran escombros de los edificios derrumbados por el temblor. No le dimos mucha importancia en ese momento, pero entonces un día llegó mi papá temprano de trabajar y después de comer nos pidió que lo acompañáramos.

Al salir nos dirigimos hacía ese camino de tierra rojiza, el de la barranca, la verdad es que no estaba muy lejos de casa llegamos en cuestión de unos cinco minutos caminando. Al borde de aquel desfiladero mi papá se asomó y nos dijo que podíamos recuperar algunos tabiques de aquel cascajo. Buscamos una vereda y descendimos.

Al inició nos pareció una buena idea, pero al paso de los días el estar yendo y viniendo con nuestra carga de tabiques se nos empezó a hacer muy pesado, hasta que una tarde todo cambio.

Movimos un pedazo de pared grande entre los tres y sin más aparecieron frente a nosotros los restos de varias personas ya en descomposición, algunos de esos cuerpos estaban desmembrados y algunos otros tenían las tripas de fuera. Nos quedamos con los ojos bien abiertos, el fétido olor hizo vomitar a Ricardo, yo me contuve las ganas me tapé la boca y la nariz con la mano, y mi papá se quedó como perdido por unos instantes mirando aquellos despojos humanos hasta que pudo reaccionar.

Sacó un pañuelo de su bolsa y lo usó como tapabocas y con una de las palas que llevábamos junto todos aquellos restos de carne y huesos en un hueco entre el cascajo y después empezó a taparlos desesperadamente.

Sé que trató de aparentar el valor que siempre nos demostró, pero en aquella ocasión no pudo, se le vía el espanto en sus ojos mientras paleaba fuertemente para tapar aquellos muertos.

Una vez que los cubrió con todo lo que pudo, recogimos toda la herramienta y nos subimos por la vereda de regreso todavía muy asustados. Ya una vez arriba de la barranca nos sentamos a descansar un momento, el aprovechó para mirarnos a los ojos y hacerle prometer que no le diríamos nada a mi mamá de lo que acabábamos de ver, ni a ella ni a nadie de nuestros amigos o de la colonia para que la gente no preguntara y no tuviéramos problemas.  

La Barranca De Los Muertos Historia De Terror

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Por supuesto que dejamos de ir a la barranca, mi papá le dijo a mi mamá que ya no valía la pena seguir yendo por lo que quedaba del cascajo, y por unos días todo pareció que volvió a la normalidad, pero a la siguiente semana de que dejamos de ir empezaron a suceder cosas muy extrañas.

Mi hermano Ricardo empezó a despertarse por las madrugadas con unos gritos de terror que despertaban a media colonia, y cuando se le pasaba el susto mi mamá le preguntaba que qué había soñado, él bajaba la mirada y decía que no se acordaba de mucho, que había muertos que lo perseguían y nada más, pero que si eran muy aterradores.

Mi papá y yo nos mirábamos, sabíamos muy bien cuál era la causa de sus pesadillas, pero de igual manera guardamos silencio, lo prometimos.

Pero no acabó ahí el asunto. Por las noches se empezaron a escuchar quejidos y lamentos que parecían provenir de lo profundo de la barranca, por lo que la gente empezó a evitar ir hacía allá por las noches, inclusive por las tardes nubladas, aunque a veces era imposible, porque era el único camino corto hacia Santa Catarina y la autopista, por lo que si no había de otra trataban de ir en bola o al menos con alguien más.

Y así fue por muchos meses, la gente le huía a la barranca, hasta que finalmente un día sucedió aquella desgracia que nos puso a todos los de la colonia con los pelos de punta, Samuel, un señor ya grande que era el borrachito del barrio y que siempre andaba dando tumbos por aquí y por allá, apareció muerto al fondo de aquel barranco.

La gente que lo alcanzó a ver antes de que llegara la ambulancia para recogerlo, empezó a contar muchas cosas acerca de su rostro, algunos dijeron que parecía aterrorizado con los ojos bien abiertos, como si hubiera visto a un fantasma o al mismo diablo.

Entonces se empezó a correr el rumor de que en el fondo de la barranca había un ser maligno que mataba a todo aquel que bajara o se acercara, o que por las madrugadas se aparecía el fantasma de una mujer con una bata azul que parecía caminar por aquel sendero de tierra rojiza, y que la gente que la alcanzaba a ver y se acercaba pensado que estaba viva, al estar junto a ella se daban cuenta de que no era más que huesos, entonces las personas salían corriendo despavoridas de ahí.   

Nosotros seguimos guardando silencio, pero al poco tiempo de la muerte de Samuel, mi papá enfermó muy grave, empezó a tener temperaturas muy altas y convulsiones, dejó de hablar y casi no comía, lo llevamos a todos los doctores posibles, pero nadie nos pudo dar una razón de lo que tenía, y las pesadillas de Ricardo se fueron repitiendo cada vez más seguido y cada vez más insoportables, al grado que empezó a evitar dormir y se la pasaba todo el día cansado y ojerosos, con los nervios destrozados.

La situación económica se le cargó a mi mamá y yo tuve que dejar la secundaria para irme a trabajar y poder ayudarla. Esto se había complicado demasiado, llegó un momento en que ya no me quedó de otra, tuve que romper la promesa que le hice a mi papá.   

Un día, después del trabajo, llegué a casa decidido y le conté todo a mi mamá, le hablé de los muertos que vimos y de que sabíamos del porqué de las pesadillas de Ricardo, ella solo me escuchó en silencio, no dijo ni una sola palabra, yo pensé que se iba a enojar y que me regañaría, pero una vez que termine de contarle me dijo que fuera por una chamarra.

Salimos con dirección a la iglesia de la colonia, ya empezaba a llover. Entramos y me pidió que me sentara en una de esas bancas de madera, mientras ella se acercó al altar buscando al Padre. No sé cuánto tiempo estuve esperando ahí sentado, hasta que finalmente salió mi mamá acompañada del Padrecito y salimos de la iglesia, ya llovía muy fuerte.

Pasamos a la casa y mientras mi mamá subía al cuarto de mi papá y de mi hermano con el Padre, me pidió que preparara una pala y un pico y que me llevara un impermeable. Cerca de la medianoche bajaron, aún llovía, entonces mi mamá me pidió que los llevara a donde habíamos encontrado esos cuerpos.

El camino era un lodazal, caminamos en silencio hasta llegar a la barranca, ahí le indiqué por donde descendíamos. El padre solo asentó la cabeza, tomó el pico y me pidió que lo siguiera, yo agarré la pala. Descendimos con mucha dificultad, la tierra estaba resbalosa y había muy poca iluminación que llegaba de algunos postes del alumbrado público.

Abajo le señalé donde estaban, se arremangó la sotana y se subió a aquella montaña de cascajo. Rápidamente quitó las piedras y tierra que había puesto mi papá y dejó al descubierto aquellos restos humanos, el olor era insoportable, me pidió la pala y poco a poco los fue colocando a un costado, una vez que acabó me pidió que le ayudara a cavar una fosa. La lluvia aminoró, pero el cielo siguió relampagueando.

Apenas terminamos echó todos los restos al hoyo y de su sotana sacó un lienzo morado que se puso alrededor del cuello y una botella con agua, supuse que era bendita, y empezó a rociarla sobre todos esos huesos al tiempo que empezó a rezar casi como un murmullo.

Después de varias oraciones me pidió que le ayudara a tapar la fosa. Yo temblaba, no sé si era por el miedo o por el frío. Una vez que terminamos, se quitó una cruz de plata que tenía colgada del cuello y la enterró en aquel sepulcro improvisado.

Subimos, mi mamá estaba arrodillada rezando, al vernos se levantó presurosa y se nos acercó, el Padre le dijo en voz baja: «ya descansan», y nos regresamos. En la puerta de la casa mi mamá le ofreció un café al Padrecito, pero lo rechazó gentilmente, se despidió y se fue.

Nunca le pudimos agradecer por todo lo que hizo por nosotros esa noche. Mi papá y mi hermano se fueron recuperando poco a poco al paso de los días, y cuando finalmente estuvieron repuestos fuimos todos a la iglesia, pero ya no lo encontramos, el sacristán nos dijo que lo había enviado a Veracruz, nunca más supimos más de él por más intentos que hicimos por localizarlo. Espero que pueda leer o escuchar éste relato y donde quiera que se encuentre, solo queremos decirle que le estamos eternamente agradecidos.

Autor: Luis Martínez Vásquez

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