Diabólico Amor, Historia De Terror 2023
Diabólico Amor, Historia De TerrorVivo en un pueblo en el que las tradiciones y costumbres aún prevalecen.
Una de ellas consiste en caminar alrededor del parque para poder acercarnos a alguna joven y hacerla nuestra novia. Así fue como conocí a Ana, una muchacha de largo cabello negro y tez morena. Desde el primer momento en que la vi me cautivó. De inmediato intenté dialogar con ella y fui correspondido.
Después de ese encuentro continuamos viéndonos y nos hicimos novios. Le expuse a ella mi intención de formalizar nuestra relación y poder casarnos. Pensé que la idea le gustaría mucho, sin embargo ella se mostró indiferente. En ese momento no comprendí su falta de interés pero más adelante todo me sería revelado.
Al poco tiempo de conocernos nos casamos y nos fuimos a vivir a una casa cerca del río. Ella manifestaba conductas extrañas como levantarse por la noche y salir a caminar por el río durante dos horas. En un principio, creí que era parte de sus costumbres familiares, pero conforme conocí a su familia percibí que ella era muy diferente a su madre y sus hermanos.
Cuando adquirí más confianza con el padre de Ana traté de comentarle la forma tan extraña que ella tenía de conducirse. Creo que en el fondo su padre sí sabía a qué me refería porque de inmediato cambió de tema y me dio una excusa para retirarse. No fue posible que el padre de ella pudiese disipar mis dudas.
Al principio, ella no tenía menoscabo en que yo me enterara de sus salidas, pero como la cuestionaba mucho creo que comenzó a darme algo para que me durmiera. Cada noche tenía la intención de seguirla para saber con exactitud qué es lo que ella hacía cuando salía por la madrugada.
Por más que me esforcé por no quedarme dormido no lo conseguía; a cierta hora me vencía el sueño y así duraba durante varias horas. No solo eran las salidas que hacía por las madrugadas. Sabía que ella guardaba algo muy preciado en el armario, ya que lo mantenía bajo llave y de ninguna manera me permitía verlo.
En una ocasión ella dejó la llave de su armario sobre la cama; de más está decir que ella era muy cuidadosa con esa llave, ya que siempre la mantenía colgada en su cuello. Ese día se distrajo porque su madre llegó inesperadamente. Ana solo alcanzó a vestirse y olvidó recogerla.
Aproveché la distracción que tuvo y hurgué entre los cajones de su armario. Me sorprendí de lo que encontré al interior de ellos. En uno de los cajones había unos pequeños muñecos, los cuales se encontraban vestidos y con ciertos amarres en diferentes partes del cuerpo. Encontré uno que tenía los ojos vendados y los brazos amarrados por la parte de atrás. No tenía la certeza, pero creo que ese muñeco era la representación de mi persona.
Además, encontré unos frascos pequeños de cristal cuyo contenido era extraño. Abrí uno de ellos, el tufo era muy desagradable y me dieron náuseas. A partir de ese momento comencé a cuidar cada acción de ella. Traté de comer algo diferente de lo que ella preparaba. Por la noche dejé de tomar la bebida que me daba después de la cena. De esta manera fue posible no quedarme dormido y poder seguirla cuando salía de la casa por la noche.
Ella se preparó para salir y cubrió su cabeza con una tela de color negro. Mantenía cierta distancia para que no se percatara de mi presencia. Pasamos por la maleza que en ocasiones era alta que casi me cubría por completo.
Se detuvo en un llano en forma de círculo y encendió unas velas que llevaba en un bolso. Las ordenó en forma de triángulo y comenzó a cantar en un lenguaje ininteligible. Comenzó a contorsionarse y levantó los brazos suplicando con vehemencia al cielo.
Diabólico Amor, Historia De Terror
No tardó mucho con este ritual cuando de pronto la sombra de ella reflejada por el fuego de las veladoras comenzó a hacerse más grande; esta tomó la forma como la de un toro con cuernos. Ella comenzó a hablarle a esa sombra, de la cual solo se veían el resplandor rojo de sus ojos.
Tuve miedo de ser descubierto, con cautela me retiré del paraje y regresé a la casa. Por largo rato estuve sentado sobre la cama. No concebía lo que había visto.
Ahora todo me quedaba claro; ella me había usado para poder salir de casa de sus padres y tener la libertad de realizar sus rituales. Con seguridad todo el tiempo me ha mantenido con sustancias que no me permitían ver con claridad la realidad de lo que es ella.
En ese momento escuché que abría la puerta. Me recosté y me cubrí con la sábana para fingir que dormía. Ella se acercó a mi cara para cerciorarse que aún me encontraba dormido; cuando lo constató sacó la llave del armario y lo abrió.
Comencé a escuchar el choque de los frascos de cristal como si buscara uno en específico. Lo encontró. Además, sacó uno de los muñecos y lo puso sobre la cama. Continuó con palabras que no comprendí, un rato más se quedó dormida.
Esa noche ya no pude dormir, comprendí que era necesario huir de esa mujer que tenía tratos con un ser que no pertenecía a este mundo. Por un instante pasó por mi cabeza confrontarla y decirle que ya sabía lo que era: una bruja. No sé por qué motivo no lo pude hacer cuando lo intenté las palabras no emergieron de mi boca.
Quise irme a trabajar mas no me sentía bien. Un ligero mareo hizo que buscara un lugar para sentarme, a su vez, sentía muchas náuseas. Cuando pude incorporarme me apresuré al baño para vomitar. ¿Qué era eso? Una extraña sustancia negra salió de mi cuerpo.
Ahora comprendía que ella tenía un propósito conmigo, el cual, no era precisamente por un pacto de amor.
Me fui a acostar a la cama porque me sentí muy mal. Ese día no me fue posible mantenerme en pie. Todo el día estuve en la cama sin probar nada de alimento. Cuando el sol comenzó a ocultarse y la penumbra hizo su presencia ella me dijo que era necesario que me bañara, que debía estar limpio para el lugar al que íbamos a ir juntos. Ya no tuve voluntad para negarme, asentí afirmativamente.
Ella me llevó con cuidado, quise pensar que era ternura. Nunca me había tratado de esa manera. Me ayudó a jabonarme y a rasurarme porque sin entenderlo del todo ya no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo solo. Después sacó del armario un traje y me vistió. No comprendí el por qué era necesaria tanta elegancia si solo estamos ella y yo en casa.
No fue así, por un rato me mantuve sentado en un sillón de la sala mientras llegaba la hora de partir. Yo no comprendía el por qué me dejaba llevar por ella. Ya casi no pensaba en nada, mi mente se encontraba en blanco. De hecho, sé que hay algo que debo decirle, pero ya no lo recuerdo.
Antes de partir ella sacó de su bolso uno de los frascos ámbar de cristal y vertió un poco de su contenido en un vaso con agua. Me lo dio a beber. Después salimos de casa y nos fuimos por la orilla del río hasta llegar al paraje en el que la vi la noche anterior.
Sabía que debía huir de ese lugar, pero no tenía las fuerzas para hacerlo. Además, mis pensamientos cada vez son más débiles. Siento como si todo lo que ella me dice de alguna manera no es tan malo.
Cuando llegamos al lugar estipulado por ella. Me senté en una piedra, ya no es necesario que me mantenga a la fuerza o amarrado. Ella me controla y no puedo hacer nada al respecto.
Ana comienza a hacer su ritual de muerte y yo solo puedo observar. En un momento aparece ese ser oscuro cuyos ojos brillan de un color rojizo. Alcanzó a percibir una voz cavernosa que habla en una lengua que yo desconozco.
Logre comprender que es un ritual para ofrecer un sacrificio. Ya nada me importa comienzo a caer en un espiral descendente de apatía y sin sentido.
Ella está a punto de clavarme en el pecho un cuchillo alargado que brilla con más intensidad por el fulgor que emite el fuego.
En eso escucho una voz que proviene de la oscuridad. Volteó para ver de qué o quién se trataba. Es el padre de ella que viene con una escopeta en la mano. Él le dice a su hija que se aleje. Creo que de algo sirvió aquella breve conversación que tuve con él.
Ana lo mira con furia y le dice que no lo quiere dañar; es mejor que se vaya y le permita terminar lo que comenzó desde antes de conocerme.
Él se acerca cada vez más hacia mí y me desata. Ella se le deja ir como bestia encima y comienza a arañarlo, incluso hasta morderlo. Se da una lucha entre padre e hija hasta que se escucha un balazo y cae ella fulminada.
Es tanta la furia del demonio que se desata un viento tan fuerte que no nos permite mantenernos en pie. Parece que él es quien lo controla y nos azota como si fueran latigazos. El padre de Ana saca un frasco con agua y comienza a lanzarla por todas partes, al mismo tiempo que grita las oraciones y le exige que se vaya.
Jamás creí que fuésemos capaces de salir ilesos de ese acontecimiento.
Después, todo volvió a la calma. La fogata que Ana había encendido estaba apagada por completo. Ella yacía en el piso sin vida. Su hermosa cara se transformó en un rostro decrépito y horrible.
El padre de Ana me ayudó a incorporarme y juntos emprendimos el regreso al pueblo. A mí me costó mucho trabajo caminar, una de mis piernas quedó baldada y la arrastré para poder continuar. Ya no fui capaz de realizar las actividades que hacía cotidianamente, quedé con poca movilidad y mis pensamientos era pocos o nulos.
Una de las bebidas que Ana me dio a beber fue williamsii o mejor conocida como peyote, con esta hierba perdí toda la capacidad motora y de pensamiento organizado. Ahora no soy más que un bulto.
Autor: Adriana Cuevas Herrera.
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