Caminantes De Negro Historia De Terror 2023

caminantes-de-negro-historia-de-terror

Caminantes De Negro Historia De Terror 2023

Caminantes De Negro, Historia De Terror… Mi nombre es Rubén, soy de Guanajuato, específicamente vivo en el reconocido y un poco solitario callejón, cercano al templo, es un lugar bastante bonito y que atrae varios turistas, como toda la ciudad en sí.

En fin, comienzo contando que desde hace tiempo vivo totalmente solo, en una casa que fue de mis padres. La verdad es lo que me heredaron y por lo que claro, estoy bastante agradecido, aunque realmente hubiera preferido mil veces tener a mis padres que una propiedad para mí solo. Las cosas materiales nunca se disfrutan totalmente solo.

Y bueno, por esa razón la casa solo era habitada por mí, me había quedado sin mis padres. Mi madre, fue la última en dejarme, murió todavía joven, pero la muerte no conoce la edad, ya tiene ocho años de eso.

Los mismos años que dejó de recorrer toda la avenida, para dirigirse todos los días a la misa de Candelaria. Fue realmente muy duro quedarme totalmente solo en este barrio, en esta casa.

Las ganas de mudarme siempre las tuve, pero como ya sabrán, no es cosa fácil y, en parte, es más sencillo estar aquí, en el mismo lugar donde ya conoces todo: a todos, todos los vecinos, a los buenos y a los malos, en lo que pasa y deja de pasar en las calles. Como dicen “es mejor malo conocido que bueno por conocer” y yo pienso que es más el conformismo y el miedo a empezar de nuevo.

Después de perder a mis padres sucedió algo que me cambio y me asustó demasiado. Casi siempre escuchaba anécdotas paranormales o extrañas de personas que van a vivir a lugares nuevos, pero es raro que escuchará sobre actividad paranormal en tu propia casa, donde has vivido por años y años.

En fin, esto ocurrió en el año 2013. Como es usual en la época de cuaresma, los balcones de las casas en Guanajuato, se suelen decorar con cortinas moradas y negras, casi como un preludio a las conmemoraciones de Semana Santa, para las hermosas procesiones tan características de la ciudad.

Y bueno, no lo sé, quizás sea por eso, por ese ambiente espiritual tan fervoroso que se vive, sobre todo cada viernes de Cuaresma. No lo sé, pero pienso que eso provocó que ciertas presencias, energías o espíritus, como quieran llamarles, se sintieran un poco, un poco más libres de costumbre.

Yo no sé mucho del tema paranormal, porque jamás vi películas de ese género, ni libros, ni nada parecido. Mis padres eran muy católicos y por ende no era bien visto eso.

Aquella noche ya había oscurecido, eran alrededor de las diez de la noche. Las calles de la ciudad están iluminadas a esa hora y es todo un espectáculo caminar por ahí.

Había tenido un día bastante pesado en el trabajo y había salido más tarde de lo normal, aunque realmente no sentía el tiempo, porque nadie me esperaba en casa, así que daba igual a qué hora llegará, porque incluso a veces era triste para mí pasar mi tiempo en esa casa, por todos los recuerdos que guardaba y toda la nostalgia acumulada ahí, cuando vivía con mi familia, pero ahora solo era yo, así que si solo la usaba para dormir para mí era mejor, pero por fin iba a poder descansar a gusto por el cansancio.

Normalmente me muevo en mi camioneta, que ya es bastante viejita, pero siempre va y viene y me lleva para todos lados. Pero ese día realmente andaba algo corto para llenar el tanque, por lo que decidí irme en el autobús para economizar un poco, al fin y al cabo nadie me esperaba.

Como ya era un poco tarde, el autobús nos dejó en dos paradas antes de la última. Eso era lo más cerca que podía dejarme de mi casa, y bueno, ni modo, tocaba caminar unas seis cuadras largas sinceramente.

No iba tan preocupado por lo peligroso de la ciudad, porque me conozco las calles perfectamente e incluso algunos malandros de por ahí, es mi barrio dicho vulgarmente. Pero, sinceramente, esa noche comencé a sentir algo de miedo.

Pero es que las calles estaban muy, muy solas, demasiado sombrías, era como si las luces estuvieran más tenues esa noche, era algo casi anormal, sobre todo tratándose de un fin de semana, en donde la gente aún está en las calles o se la pasa de fiesta.

He de admitir que empecé a tener los nervios de punta, pero me consolaba pensando en que quizá era solo mi imaginación y que entre más rápido caminará más rápido estaría sano y salvo en mi casa.

Pasé junto al templo al que muchas veces solía ir con mi madre de niño y unos años ya joven. No sé qué me paso que después de tratar de ir más rápido me llegó una sensación de muchísimo sueño y a lo mejor era por el cansancio acumulado de la semana y porque ese día había salido muy tarde, pero de pronto pensé que también podía deberse a los nervios y al miedo irracional que sentía, así que comencé a ir un poco más despacio.

Las piernas me pesaban y los parpados también, lo único que quería era llegar a mi casa y dormir, ya no aguantaba el cansancio. Era como esos momentos de impotencia en los que quieres correr pero no puedes, no sé cómo explicarlo, era como si sintiera que algo muy malo estaba a punto de suceder.

Me daba mucho miedo sentir esa horrible sensación de ser perseguido por algo inexistente. Aunque claro, no tenía sentido, pues la calle no podía estar más solitaria, incluso llegue a pensar que todo era parte de mi imaginación por el cansancio.

Estaba por llegar a la esquina cuando escuché algo muy, muy raro, algo que me hizo detenerme casi en seco: se escuchaban unos murmullos muy tenues de un grupo de gente, era como si estuvieran rezando.

No podía entender lo que decían, por más que lo intenté era difícil descifrarlo y ese pequeño detalle de oír a tanta gente cerca, en la esquina a la que me aproximaba, hizo que me detuviera.

Cuando estaba casi a punto de irme corriendo, con mucho cuidado me asomé hacía donde se escuchaban esas voces, pero solo podía ver el resplandor de lo que parecían ser velas, velas que se reflejaban sobre la casa de enfrente. Pude notar entonces a una persona, y luego a dos, a tres. Y entonces me di cuenta de que en realidad eran alrededor de 20 o 30 personas caminando hacia enfrente, dándome la espalda. Caminaban hacia abajo, como buscando algo.

La temperatura comenzó a bajar y entonces supe que eso no era algo normal y se me enchino la piel del miedo; mis piernas seguían sin responder por lo mismo e incluso sentía que me iba a desmayar.

Justo en ese momento casi pego un grito, y es que en cualquier otro caso, en cualquier otra ocasión, un grupo de personas murmurando o rezando con velas en las manos, en un día de cuaresma, quizás no me hubiera asustado tanto, pero había algo anormal en todo eso.

Era normal que en esa época las parroquias salieran a rezar el Vía Crucis en las noches, yendo a las casas destinadas para  seguir la tradición, todos sabemos que eso es algo muy usual. Pero esa ocasión había un pequeño y macabro detalle y era que todos y cada uno de ellos estaban cubiertos por unas enormes y largas túnicas negras, algo así como los trajes de los frailes y eso sí que no era normal, jamás había visto que la gente en los vía crucis llevará ese tipo de ropa y menos que la atmosfera fuera tan fría y sombría.

Pero eso no es todo, porque había algo aún más horrible y lo que en verdad me hizo pensar que esas personas venían del mismo infierno y era que llevaban cubierta la cabeza con una capucha negra que les cubría todo el rostro, además estaban rezando como había mencionado antes, pero al poner más atención a lo que decían, se escuchaba muy raro, era como otro idioma, no podía entender absolutamente nada, podría decir que era latín.

Sé que tendría sentido pensar que quizás era una especie de secta, pero yo estaba seguro de que no era así, porque esas personas parecían sacadas de una película de terror.

Y entonces recordé que había escuchado alguna vez una historia que una amiga de mi madre le había contado, en donde decían que varias personas habían dicho que en muchas ocasiones habían visto a unas personas andar en la noche, vestidas de negro y decían que probablemente eran enviados del diablo que venían a la tierra a robar almas inocentes. Algo que sinceramente jamás creí, pero esa noche me parecía que esa historia paranormal podía ser cierta.

Tenía mucho miedo, pero no sabía qué hacer, no podía correr, porque mis piernas no tenían fuerza y n siquiera podía gritar, porque me había quedado completamente en shock.

No supe qué hacer, solo me quedaba esperar y traté de asomarme de nuevo, pero no quería que me vieran, porque no sabían que me podían hacer, tenía mucho miedo y que tal si sí era cierto lo que contaban, que esas personas venían por almas a la tierra, yo no quería que ese fuera mi final.

Ya casi llegaba a mi casa, estaba más o menos a tres puertas, pero se me hacía un camino larguísimo, por el miedo. Caminaba muy lenta y sigilosamente, para que esas personas no me vieran. No tenía noción del tiempo, sentía que estaba pasando una eternidad y yo solo quería estar a salvo. No salía nada de mi boca, incluso llegué a creer que me había quedado mudo por la impresión y aunque suene gracioso ahora, en ese momento tenía sentido.

Paso a lo mejor solo un minuto, o cinco, no tenía ni idea, pero no fue mucho en tiempo real. Pero por lo menos ya no se escuchaban tan cerca esos pasos y los cantos, estaban cada vez más lejos, al menos así los escuchaba yo, y bueno, gracias a Dios, así lo era.

Caminé lo más rápido que pude, pero de pronto escuché a una sola persona rezando, pero se escuchaba muy fuerte, como si estuviera muy cerca, así que les pedí a mis piernas que se movieran, pero era complicado. Sabía que una de esas cosas me había visto y seguramente iba por mí.

El miedo corría por mis venas y ya no aguantaba el miedo. La voz se escuchaba más cerca, aunque se supone que me estaba alejando, así que decidí asomarme, pero vi que ya estaban a casi media cuadra de mí. Tenía mi llave ya lista en la mano, así que caminé hacia mi casa.

Apenas logré abrir la puerta, casi tirándola abajo de la fuerza que hice, pero lo había logrado. Pero al abrir la puerta me di cuenta de algo espantoso y es que me tope frente a frente con una de esas personas, estaba vestida completamente de negro y su rostro estaba cubierto, traía una vela en la mano y un olor a azufre invadió mi olfato.

Con toda la valentía que pude reunir en ese momento le grité que se largará de mi casa, que no era bien recibido, pero en ese momento esa cosa comenzó a reírse. Era una risa macabra, algo que jamás imaginé escuchar en mi vida.

Y fue entonces que se quitó la máscara con su mano podrida y me mostró su rostro. Si alguien me pregunta, podría decir que era como ver al mismo demonio. Su piel era de un color rojo sangre, no tenía nariz y su boca era desproporcionadamente grande y tenía unos dientes afilados y amarillentos. En sus mejillas había heridas abiertas, como si se hubiera desgarrado.

Caminantes De Negro Historia De Terror

caminantes-de-negro-historia-de-terror
caminantes-de-negro-historia-de-terror

Cuando vi eso quise huir de mi propia casa, que se supone es mi lugar seguro. Me quede boquiabierto y esa cosa grito y con su mano podrida me tomó del cuello y me levantó, sentía como la vida se me iba poco a poco, pero entonces pensé en mi mamá y comencé a rezar como pude; las palabras salían con dificultad de mi boca, pero hice mi mayor esfuerzo por no desistir y entonces pude sentir como esa asquerosa mano iba perdiendo fuerza, hasta que me soltó y desapareció por completo, no sin antes dar un alarido de enojo.

Caí al suelo y me raspé las rodillas y las manos, pero prefería mil veces eso a morir en manos de un ser de otro mundo.

Respire con dificultad tocando mi cuello y solo me quedó dar gracias a Dios por salvarme de aquel ser horripilante y demoniaco. Cerré muy bien la puerta, dejé mis cosas y solo me dejé caer en el sillón, exhausto, casi muerto después de un día cansado de trabajo, de caminar, pero también por el miedo, por todo lo que había pasado en tan solo unos minutos, que para mí fueron horas y horas.

Ya no escuchaba nada. Parecían haberse ido completamente y es que una parte de mí aún quería creer que era solo gente rara o algún grupo religioso extraño, digo, algo humano, quiero decir. Quería que lo que había pasado en la puerta de mi casa solo fuera producto de mi imaginación. Sin embargo, mientras me calmaba o, al menos, eso intentaba, intentaba tranquilizarme, escuché cómo tocaron la puerta.

No tocaron el timbre, tocaron directamente la puerta. Me asusté de nuevo y, aunque en el fondo trataba de racionalizarlo de alguna manera, no era tan tonto como para abrir la puerta a esa hora y menos después de lo que me había pasado, simplemente ya no quería saber nada más, ya no quería salir, si incluso en mi propia casa no me sentía seguro, mucho menos afuera.

Llegué a pensar que, quizás era alguien más, que podía ser algo sin importancia, que coincidió con la aparición de esa gente, de esos monstros. Pero hubo un pequeño detalle, algo muy raro, algo que pude escuchar perfectamente. Luego de que parecía que ya se había ido quien había tocado la puerta, porque ya no se escuchó nada por un par de minutos, volví a escuchar como tocaron otras tres veces. Y después de eso volví a escuchar cómo la persona que estaba en la puerta se retiraba, cómo daba media vuelta y se iba, y pude escuchar sus pasos. Pero esos pasos fueron acompañados del ruido de su voz rezando en latín probablemente.

No podía soportar eso, ya estaba muy cansando, tenía mucho miedo y lo peor es que estaba completamente solo, no tenía a quien recurrir, a quien contarle, estaba solo con la probabilidad de que quizá otra de esas cosas volviera a mi casa e intentará matarme una vez más.

A pesar de que estaba muy cansado decidí que esa noche no dormiría, que esperaría al amanecer, donde seguramente me sentiría más tranquilo, porque quizá esas personas caminando ya se habrían ido.

Puse unas velas en el que era el altar de mis padres, recé un padre nuestro y puse una película en la televisión para poder llevar una noche más amena. Pasaron unos minutos y la verdad el sueño ya me estaba ganando, los ojos ya se me cerraban y me rehusaba a eso. Sabía que al día siguiente estaría muriéndome de sueño y de cansancio, pero eso era mejor a comparación de que alguien viniera a matarme a mi propia casa.

Tenía miedo y antes, cuando estaba tratando de llegar a mi casa yo ya me sentía seguro, porque creía que no me habían visto, pero esas cosas deben tener ojos por todos lados y yo estaba en el momento y en el lugar equivocado.

Me levanté y me preparé un café cargado, a ver si eso me ayudaba y también saqué un pequeño dije en forma de cruz que tenía mi madre en uno de sus cajones. No tenía cadena, así que no tenía opción, me lo colgué al cuello con un hilo delgado para coser, que encontré en el mismo cajón.

El café me ayudó y la película me relajo, así que llegó un momento en el que se me había olvidado lo del tema paranormal, hasta que de pronto la televisión se apagó de la nada. El aparato ya era viejo, pero jamás había pasado algo así. Me levanté de nuevo e intenté desenchufarla, para que no dañara los demás aparatos eléctricos y entonces sucedió algo.

Me volví a acostar y me quedé solo con mis pensamientos, hasta que de pronto la televisión se encendió sola. Por un momento me dio alivió, pero un segundo después recordé que la había desenchufado, así que no tenía sentido que se hubiera prendido. Fui a revisar y efectivamente, estaba desenchufada.

Sentí como mi corazón comenzó a latir más rápido y me costaba trabajo respirar.

Tomé la cruz que estaba en mi cuello con la mano, pero el metal de la misma me quemó, era como si estuviera ardiendo. De repente las velas se apagaron y cuando solté el collar por inercia, me quemó también el cuello, así que opté por cortar el hilo con fuerza.

Justo en ese momento la misma criatura aterradora que había visto en la entrada de mi casa estaba ahí, parada justo detrás de la televisión. Ya no tenía la capucha que cubría su rostro, así que podía verlo totalmente.

Volví a gritarle que se largará, pero ni se inmutaba, más bien se burlaba y sus dientes amarillos y asquerosos se asomaban de su gran boca.

Comencé a rezar una vez más y entonces sucedió algo que jamás olvidaré.

El borde de mi cama se hundió, como cuando una persona se sienta, pero no había nadie. Puedo decir que en ese momento todo mi miedo se fue, era como si todo el mal hubiera desaparecido, incluyendo ese horrible ser.

Entonces algo toco mi pie, como tratando de consolarme y entonces lo supe. Quien estaba ahí conmigo en ese momento era mi madre. No podía verla, pero algo en mi corazón me decía que era ella. Me estaba cuidando y consolando incluso desde donde estaba. Le agradecí a Dios y a mis padres por no haberme dejado solo, aunque físicamente lo estaba. En ese momento me di cuenta de que nunca estoy solo, mis padres me acompañan y me cuidan a donde vaya.

Después de la peor experiencia de mi vida, jamás los he visto otra vez y espero nunca más volver a verlos. No he sabido de alguien más que los haya visto, al menos no en este tiempo. Si en verdad es lo que pienso que son, esas cosas son demonios que vienen a la tierra por las almas débiles como en algún momento fue la mía, entonces quiere decir que estuve a casi nada de que me llevaran con ellos, pero mi madre no lo permitió.

Autor: Lyz Rayón.

Derechos Reservados

Share this post

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Historias de Terror