Los Perros Del Bosque Historia De Terror 2023
Los Perros Del Bosque, Historia De Terror… Mi nombre es José Luis, la historia que les contaré a continuación es sobre una leyenda urbana que ha arruinado la relación con mi familia. Cuando situaciones fuera de lo normal suceden nadie cree que sean reales, hasta que les sucede en carne propia. No he escuchado a muchos hablar sobre este tema, pienso que hemos sido pocos los que hemos sobrevivido.
En el verano del 2013 habíamos salido a acampar con mi tío Raúl. De mi familia, él era el más aventurero; le encantaba conocer lugares, escalar, pescar, cazar, entre otras actividades al aire libre. Yo solía ser un joven tímido, no estaba acostumbrado a salir más allá de mi ciudad.
Buscábamos un bosque en particular del que no daré nombre para evitar que acudan curiosos, solo diré que se encontraba en Guadalajara, mi tío tenía muchas ganas de conocerlo ya que nuca había ido, para mí sería la primera noche que pasaría al aire libre.
De camino nos encontramos con un señor que tendría cerca de unos 50 años, y le consultamos sobre el bosque. El hombre nos preguntó si estábamos seguros de querer acampar allí, esa advertencia me dejó un sabor amargo en la boca, sonaba incrédulo.
Nos dio las indicaciones para llegar, aunque no parecía muy a gusto, pero antes de irnos nos advirtió: “Si escuchan a perros ladrar, aunque los sientan en sus espaldas, no deben voltear”. El tío Raúl agradeció diciendo un “sí, gracias” de manera sarcástica y continuamos con nuestro viaje.
Le dije a mi tío que esto no me gustaba, pero él me explicó que se suelen hacer este tipo de bromas cuando se ve a alguien tan joven como yo, tenía 19 años en aquel entonces.
Entramos en el bosque con la camioneta hasta donde el camino nos permitía pasar, en una zona bastante lisa armamos nuestra tienda.
Tomamos nuestras cañas de pescar y gracias al arroyo que teníamos conseguimos algo para comer. Solo faltaba la fogata. El tío me dijo que me enseñaría a prepararla de modo silvestre, sin la necesidad de un encendedor.
Nos adentramos en el bosque en busca de leña cuando el sol comenzaba a ponerse, y entonces oímos perros ladrar detrás de nosotros. Mi corazón se aceleró a mil por un momento, luego reí debido a los nervios, recuerdo cómo mis piernas temblaban mientras recordaba el rostro del hombre que nos dio la advertencia.
Mi tío decía algo de que no creía en leyendas urbanas, pero que no había que subestimar a un perro salvaje. Los ladridos en un principio se escuchaban a unos 10 o 15 metros de distancia. Mi tío intentó voltear, pero por reflejo grité un fuerte NO. Pienso que no lo hizo únicamente porque me notó en pánico.
Los ladridos se escuchaban cada vez más cerca, pero en ningún momento me percaté de que los perros caminaran, sus pasos no emitían sonido. Lo único que se oía eran los ladridos, cada vez más fuertes, indicando que se estaban acercando.
Recuerdo que mi tío perdió la paciencia mientras balbuceaba algo que no logré descifrar, cargó su escopeta y me ordenó que avanzara. No quería dar un paso hacia delante, tampoco me quería quedar allí. Solo deseaba no haber estado en ese bosque. Sin embargo, él no estaba asustado por la leyenda, se preocupaba por no alterarme más de lo que ya estaba, además de no ser mordido por los perros.
Con paciencia, mi tío me hablaba de manera pausada para convencerme de que caminara, los ladridos de los perros se escuchaban cada vez más fuerte, no me explico cómo, escuchaba el ladrido de un perro como si estuviera detrás de mí, podía sentir su húmeda respiración en mi cuello. Aquello no tenía sentido, yo medía 1 metro 70.
El grito eufórico de mi tío me obligó a correr hacia delante. Él me advirtió que podría disparar para que no me asustara aún más. En ese momento lo dejé atrás, aunque fueron pocos metros. Pude oír el roce de las ropas de mi tío y algunos pasos, luego de eso: nada.
Los ladridos desaparecieron, mi tío no había disparado, tampoco escuché sus pasos. El suspenso por saber qué sucedía comenzaba a torturarme la mente. Llamé a mi tío, no tuve respuesta; lo llamé por una segunda vez levantando el tono de mi voz, seguía sin respuesta.
En la tercera lo llamé con un grito: nada. Ese instante fue eterno, no supe descifrar si fue un minuto o media hora. Al no oír más los ladridos de los perros volteé, no veía a mi tío por ningún lado. No estaba él, su gorra, su escopeta. Desapareció sin dejar rastro alguno.
Los Perros Del Bosque Historia De Terror
Aquella situación no la podía aceptar. Recuerdo que él llevaba unas botas puestas, sus pasos en el bosque habían sido más escandalosos que los míos por las hojas y las ramas que pisamos. No había manera de que él hubiera evitado el sonido de sus pasos aunque se lo hubiera propuesto para hacerme una broma. Regresé a donde estaba antes de escuchar a los perros, inspeccioné el suelo y no logré encontrar ningún rastro, ni siquiera de sangre.
Comencé a llamar a mi tío entendiendo que era una broma, le dije que era suficiente, que ya me quería ir. El sol estaba terminando de esconderse en el horizonte y yo no sabía qué hacer. Tenía los peces, pero no sabía preparar una fogata.
Me fui hasta la camioneta, solo me quedaba esperar a que mi tío regresara. Encendí las luces del interior del vehículo. La noche era intensa, solamente se veían las estrellas en el cielo y el leve reflejo de la luna sobre el arroyo. Me estaba sintiendo mejor, pero las horas pasaban y mi tío seguía sin aparecer.
Una sensación de culpa me obligó a buscarlo. Tomé una linterna y decidí recorrer los alrededores, no podía seguir así. Comencé a asustarme al iluminar entre los árboles, nada más podía ver donde la luz llegaba, el resto era totalmente oscuro.
No solamente temía de la leyenda de los perros, temía encontrarme con algún otro animal. Algo moviéndose entre las hojas me aterró, pero al instante noté que era un sapo. Llamaba a mi tío mientras iluminaba con mi linterna, pero seguía sin dar señal alguna.
El bosque no me daba seguridad, decidí regresar a la camioneta y dormir allí, pensando que en la mañana vería que hacer. Me di la vuelta para dirigirme hacia la camioneta, estaba a tan solo unos 30 metros. Nuevamente los ladridos de los perros a mis espaldas.
Quedé petrificado, el miedo que sentía era mucho más grande que antes, ya que ahora era de noche y estaba solo. La linterna comenzó a parpadear, no podía creer que justo en ese momento me traicionara. Luego de varios parpadeos se apagó por completo.
Me oriné en los pantalones mientras me devoraba la oscuridad, los perros cada vez se oían más cerca, sus ladridos eran claros, aumentaban, se acercaban, pero no sentía los pasos. De nuevo sentía el ladrido en mis espaldas, el aliento húmedo sobre mi nuca, no tenía sentido.
Me estaba hiperventilando del terror, pero no me podía mover. Estaba tratando de tomar coraje para correr hacia la camioneta y refugiarme dentro, pero no lo lograba. Sentí algo húmedo gotear en mi hombro y fue cuando no lo soporté. Corrí hasta la camioneta mientras gritaba, tropecé con un tronco a pocos metros de llegar, caí en un instante, mi rostro golpeó contra el suelo, había entrado tierra y algún trozo de hoja en mi boca, pero no me importó.
Me levanté como pude y llegué. Entré por la puerta y me quedé en el asiento del acompañante, seguía viendo al frente. Aseguré las puertas y subí los vidrios, los perros ya no los escuchaba. Ya no sabía qué pensar, si eso que sucedía era real o no.
Observé mi reflejo en el espejo retrovisor, tenía los ojos rojos de tanto llorar, el rostro sucio y algo lastimado por la caída, mi expresión daba lástima. Me limpié como pude el rostro, busqué algo de agua en la guantera, tomé un sorbo y escupí la tierra que tenía dentro de mi boca.
Los ladridos comenzaron de nuevo, la sorpresa me obligó a soltar mi botella y cayó, derramándose el agua. De nuevo los perros se escuchaban a lo lejos, se acercaban poco a poco, pero esta vez había algo distinto que lo empeoró todo. Llegó un momento en donde escuchaba el ladrido de un perro detrás de mí, y era imposible que eso sucediera.
Detrás de mí había un vidrio, ya que era una camioneta para dos personas. Ya no sabía qué hacer ni qué pensar. Recordé en ese momento el espejo retrovisor, y sin mirar lo levanté. No miraría atrás, y no quería probar qué pasaría si miraba el espejo. Comencé a llorar aún más fuerte por la desesperación.
Lo demás desapareció de mi mente. Para cuando me di cuenta un doctor pasaba una luz por mis ojos. Mi madre estaba alterada, sé que ella hablaba con el doctor, pero las palabras no las descifraba. Perdí el habla por 2 días, y cuando por fin pude hablar expliqué a mi familia y a la policía lo que sucedió.
El oficial que estaba tomando mi declaración no estoy seguro si me creyó o no, pero sí me dijo que había 20 desaparecidos en ese bosque. Mi relato coincidía con el de alguien que declaró una situación similar. Al describir quién me dio la advertencia el oficial se mostró interesado. Logramos verificar que quien nos advirtió en el bosque también contó lo mismo a las autoridades. Todo quedó en un trauma por shock, mi historia pasó por un “delirio” inducido indirectamente por aquel hombre. Mi madre al día de hoy no me habla, no me cree en absoluto. Raúl era su hermano. Jamás hemos tenido noticias de él.
Autor: Pablo Rojas Camacho
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