Los Abuelitos Historia De Terror 2024

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Los Abuelitos Historia De Terror 2024

Los Abuelitos Historia De Terror… De inicio sé que te va a costar mucho trabajo creerme esto que te voy a contar, a las pocas personas que les he compartido mi historia, gente cercana y que aprecio mucho, acaban mirándome desconfiados y creyendo que estoy inventando todo, pero está por demás decirte que lo experimenté en carne propia, que lo vi con mis propios ojos, y que son recuerdos muy difíciles de olvidar, pero si te soy sincero, también entiendo su desconfianza en mis palabras, porque si yo no lo hubiera vivido tal vez tampoco lo creería. 

Todo éste horror empezó un domingo en la tarde, te estoy hablando de finales de los años 80s, en aquel entonces yo tenía unos dieciocho años, habíamos acabado de comer y mi papá había traído algunas películas de Jackie Chan del videoclub, nos acomodamos todos en la sala, mi mamá nos había hecho palomitas con caramelo, nos esperaba una buena tarde, pero apenas puse la cinta en la videocasetera la luz se fue, todo se quedó en silencio por unos segundos, y entonces el cuadro con la foto de los abuelos que estaba en medio de la pared frente a nosotros, sin más se cayó, como si alguien lo hubiera descolgado, del golpazo contra el suelo todos saltamos asustados.

El vidrio se hizo pedazos y el marco se partió en dos, la imagen en blanco y negro de los abuelos quedó toda maltrecha sobre el piso, todavía ni nos reponíamos del susto cuando el foco de la sala empezó a parpadear y la televisión empezó a encenderse y apagarse sola, yo pensé en ese momento que tal vez había un corto en la instalación, pero tras unos segundos el foco y la televisión se apagaron al mismo tiempo y todo volvió a quedar en silencio.

Volteé a ver a mi hermano Gerardo y después a mis papás, todos parecíamos un poco sorprendidos, pero también me di cuenta que mi papá se veía más pálido que de costumbre y tenía la mirada fija sobre la fotografía de los abuelos en el piso, parecía como ido, y entonces empezó a ladear la cabeza muy despacio de lado a lado sin quitar la mirada de la imagen, la verdad si se veía muy macabro haciendo eso, si me dio miedo, mi mamá que estaba a su lado le habló por su nombre un par de veces pero no reaccionó, y no fue hasta que lo sacudió suavemente por el hombro que pareció que regresaba de ese trance.

Por un momento se nos quedó mirando extrañado, sin decirnos una sola palabra, y sin más se levantó del sillón como un autómata y se dirigió hacia la cocina, nosotros nos quedamos más que desconcertados por ese raro comportamiento de mi papá sin saber qué hacer, cuando regresó traía una escoba y un recogedor, se fue detrás del televisor hacia donde estaba lo que quedaba del marco, antes de empezar a barrer los pedazos de vidrio recogió la foto y se le quedó mirando otra vez, entonces vimos como se le empezaron a escurrir sus lágrimas, se volteó hacia nosotros y nos dijo que su mamá había muerto, los tres nos quedamos sin habla, de qué estaba hablando, por qué nos decía eso, entonces mi mamá le preguntó alarmada si le habían avisado al teléfono de su trabajo sobre el fallecimiento de la abuela, mi papá solo movió la cabeza negativamente, no me había percatado pero sus movimientos eran cada vez más lentos.

Entonces mi mamá, intrigada, se levantó del sillón y le preguntó que cómo sabía que había muerto la abuela, entonces mi papá nos dijo muy despacio y quedito, como si fuera un secreto: «se vino a despedir», la respuesta de mi papá nos dejó helados, mi mamá corrió abrazarlo, Gerardo y yo también nos levantamos a confortarlo y después le quitamos la foto de los abuelos de las manos  y empezamos a barrer los pedazos de vidrio, mi mamá lo agarró por el brazo y se lo llevó a su recamará, y mientras recogíamos aquel desastre Gerardo me preguntó si recordaba cuándo fue la última vez que habíamos visto a los abuelos, yo traté de hacer memoria y caía en cuenta que ya tenía mucho tiempo, quizá más de diez años, cuando yo tenía unos ocho y él unos cinco, en ese momento me pasó por la mente una pregunta que ya me había hecho tiempo atrás: por qué mi papá nos alejó de ellos, pero por más que tratamos de hallar una razón o motivo no pudimos encontrarlo.

Mientras Gerardo se fue a tirar los pedazos de vidrio al bote de la cocina, yo le eché un ojo al apagador del foco de la sala, por si estaba sumido o roto, pero no, al parecer estaba bien, y después revisé el contacto donde estaba enchufada la televisión para ver si encontraba alguna parte del cable pelado o chamuscado, pero no encontré nada, ni siquiera el olor de plástico quemado.

Gerardo regresó de la cocina y nos volvimos a sentar ahí en la sala, no había regresado la luz, entonces pensamos que el problema podría ser del transformador que estaba en la esquina de la calle, en ese momento mi mamá salió de la recámara y se fue a sentar con nosotros, no tuvimos que preguntarle, nos dijo que había acostado a mi papá, que tenía algo de temperatura y que le había dado un par de pastillas para que se le bajara, pero que lo estaría checando a cada hora porque si no se normalizaba habría que llevarlo a urgencias, la noté preocupada, los tres guardamos un profundo silencio, yo creo que ninguno quería hablar del extraño comportamiento que había tenido hace un rato mi papá, ni mucho menos mencionar eso de que la abuela se había venido a despedir de él, pero en ese momento sonó el teléfono sobre la mesita a lado del sillón, los tres saltamos del susto otra vez, mi mamá que estaba más cerca contestó, levantó el auricular, al parecer era para mi papá, ella dijo que estaba un poco indispuesto pero que si gustaba dejar el recado que ella se lo pasaba.

En ese momento vi el rostro de mi mamá entristecerse, y después dijo un «sí, gracias» apagada, colgó el auricular y agachó la mirada como apenada, mi hermano y yo nos le quedamos mirando llenos de curiosidad, ella apretó los labios y a pesar de que sus ojos se humedecieron, sé que se aguantó las ganas de llorar, y con voz entrecortada nos dijo que había llamado un pariente de mi papá, para avisarle que su mamá había muerto por la mañana, que la velarían en su casa y que mañana la enterrarían en el panteón del pueblo.

La noticia nos cayó como  balde de agua fría, me quedé en silencio, tenía un nudo en la garganta, aunque habíamos convivido poco tiempo con ella en los últimos años, sé que mi familia la quería muchísimo, al menos yo tenía muy gratos recuerdos con ella en mi infancia, durante las vacaciones de verano cuando la visitábamos cada año, pero también nos quedamos muy desconcertados y hasta asustados, cómo supo mi papá que la caída del cuadro era la abuela despidiéndose de él, minutos antes de ésta llamada.

Mi mamá nos abrazó y empezó a llorar quedito, yo a pesar de sentirme muy triste no podía dejar de pensar si todo esto no era más que una gran coincidencia de situaciones, muy pronto me daría cuenta de que no, que nada pasa al azar en ésta vida, pero esto solo era el inicio de una larga y amarga pesadilla.

Mi mamá dejó dormir otro rato a mi papá antes de despertarlo y darle la mala noticia, como todavía no llegaba la luz y ya empezaba a oscurecer pusimos velas en toda la casa, la verdad es que empezamos a sentir un ambiente bastante pesado y denso después de la llamada telefónica, y no se si esto tenga que ver, pero empezó hacer mucho frío dentro de la casa, se me hizo muy extraño porque aparte de que estábamos en pleno verano, al salir para echar ojo al transformador en el poste de luz.

Afuera se sentía demasiado calor, la casa nunca había sido fría pero todos terminamos arropados y sentados otra vez en la sala, entonces mi hermano Gerardo le preguntó a mi mamá si sabía las razones del porqué habíamos dejado de ir con los abuelos durante tanto tiempo, mi mamá nos miró con cierto pesar y respiró resignada, después de un breve silencio nos dijo que ya teníamos edad para saber y entender ciertas cosas.

Se levantó del sillón y se fue hacía la cocina mientras nos preguntaba si queríamos un café, Gerardo y yo nos quedamos mirándonos intrigados, hasta ese momento no me había pasado por la cabeza siquiera de que hubiera algún tipo de secreto oscuro en la familia, sabíamos del distanciamiento de mi papá con los abuelos, pero al menos yo pensé en todo este tiempo que era algo normal cuando se tienen diferencias de pensamientos o ideas, ya en algunas ocasiones mi papá nos había comentado que el abuelo a veces podía llegar a ser un hombre bastante duro y testarudo, pero que en el fondo era una buena persona, en ese momento llegó mi mamá con una charola con nuestros cafés, la puso en la mesa de centro y se acomodó de nuevo en el sillón, no tuvimos que preguntarle, yo creo que le bastaba ver nuestras caras para saber que estábamos más que ansiosos por conocer el misterio que había detrás de éste alejamiento.

Entonces nos empezó a contar que la abuela era una especie de curandera para ciertas enfermedades que a veces la medicina no podía tratar, que conocía las propiedades de las plantas y las hierbas, y que practicaba ciertos rituales y maleficios, entonces Gerardo la interrumpió diciendo que la abuela era una bruja, mi mamá se quedó callada por un momento, como tratando de encontrar las palabras adecuadas, pero finalmente asintió con la cabeza, pero nos recalcó que era lo que se consideraba una bruja blanca, que aquel conocimiento que tenía, heredado a su vez por su propia abuela, lo usó para curar de espantos, algo parecido a un exorcismos, para romper hechizos o brujerías, para hacer el bien a todo aquel que lo necesitara, y que por eso la gente del pueblo y los alrededores la quería mucho, porque los había ayudado cuando ya nadie les daba ninguna esperanza, a pesar de los riesgos a los que se enfrentaba al lidiar con esa fuerzas oscuras, que más de una vez estuvieron a punto de quitarle la vida.

En ese momento se me vinieron a la mente varias imágenes borrosas de mi infancia, en donde veía a mi abuela sosteniendo con una mano la cabeza de una persona que parecía convulsionarse, mientras rezaba algo que no entendía, en otra imagen aparecía yo en el piso y mi abuelo agarrando a una persona por el cuello, mi mamá hizo una pausa mientras le daba un sorbo a su café, la verdad Gerardo y yo estábamos más que impactados con todo esto, no podía creer que la abuela hubiera sido una bruja real todo este tiempo y nosotros sin darnos cuenta, entonces sin pensarlo mucho le pregunté a mi mamá si el abuelo era un brujo también, bajó la taza muy despacio.

Por su reacción supuse que esto se pondría peor, y entonces escuchamos la voz de mi papá desde la puerta de la recámara: «tu abuelo es un nahual», todos saltamos del susto, no esperábamos que ya se hubiera despertado, se acercó a nosotros y se sentó a lado de mi mamá y la abrazó, parecía estar más tranquilo aunque se seguía viendo muy pálido y ojeroso, tomó un sorbo de café de la taza de mi mamá, y continuó diciéndonos que un nahual es una persona con el conocimiento para poder transformarse en su tonalli, el animal que es su protector y su guía desde su nacimiento.

Esto era más que alucinante, en algún momento pensé que todo esto era una broma pesada, un mal chiste, en ese momento no pude asimilar todo lo que nos estaban diciendo, mi papá continuó y nos dijo que el abuelo conoció y aprendió todo sobre el nahualismo de su tío abuelo, pero que siempre trató de mantenerlo alejado a él y sus hermanos de todo esto, a pesar de eso empezaron a tener problemas con algunos de los rancheros del pueblo, porque hubo una temporada en que empezaron aparecer muertos muchos de sus animales de corral o de plano ya no aparecían, y también los sembradíos de maíz aparecían destrozados de la noche a la mañana, el rumor de que su abuelo era un nahual no era algo nuevo, pero hasta ese día nadie lo había podido comprobar, en algún momento, antes de que me enviaran a trabajar a Puebla, su abuelo me confesó que si hubo un tiempo, cuando era más joven, en que no podía dominar completamente a su tonalli, y acababa robándose algunos animales de los vecinos, o destrozando los sembradíos de maíz, o correteando a personas por la madrugada en el bosque, pero que todo eso había quedado atrás cuando conoció a la abuela, que desde la primera vez que la vio ella supo quien era sin decírselo, y que con el tiempo le fue aprendiendo muchísimas cosas más.

En ese momento mi papá tuvo un ataque de tos que le impidió seguir contándonos del abuelo, mi mamá lo recargó sobre el sillón y mi hermano Gerardo corrió a la cocina por un vaso de agua, una vez que le dio unos sorbos, quiso seguir contándonos, pero vimos como empezó a temblar como si tuviera escalofríos, mi mamá le tomó nuevamente la temperatura, tenía cerca de treinta y ocho grados, teníamos que llevarlo a urgencias, pero entonces mi papá se negó, nos dijo que de nada serviría, que no iban a poder hacer  mucho por él ahí, que por favor hiciéramos las maletas para irnos a despedir de la abuela, mi mamá protestó y le dijo que lo que necesitaba era un hospital y que no podía conducir así como estaba, fue entonces que volteó a verme y le dijo: «pero Joel si puede» y me estiró la mano con las llaves de nuestro viejo automóvil.

Algo que nunca le dije a mis papás es que me ponía muy nervioso al manejar, que era una de las cosas que más odiaba hacer, pero esto era una situación urgente, preparé mi maleta y entre Gerardo y yo subimos a mí papá en los asientos traseros del carro junto con mi mamá, mi hermano ocupó el asiento del copiloto, yo encendí el motor, no sé si llamarle buena suerte pero nuestro carro era automático, porque me ponía más nervioso cuando tenía que meter velocidades, aun así se me jaloneó un poco, pero apenas habíamos avanzado algunos metros, cuando mi mamá angustiada me dijo que no había apagado las velas que pusimos en la casa, frené pero no apagué el carro, me bajé rápido y me regresé corriendo a la casa, al abrir sentí una brisa helada que provocó un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo, y al entrar te podría jurar que vi de reojo por un instante a una mujer vestida de blanco sentada en la sala,  me dio miedo y no volteé, me apresuré a apagar todas la velas y de pasó revisé las llaves del gas y me apresuré a la puerta, pero al salir sentí que alguien me respiró en la nuca, solo sentí como se me erizó el cabello, corrí otra vez hacia el carro y al echarle una última mirada a la casa, me pareció volver a ver aquella mujer vestida de blanco entre las cortinas de la ventana de la sala, al subirme al carro no les comenté nada.

Los Abuelitos Historia De Terror

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Tomamos la salida a la autopista México-Puebla con dirección a Veracruz cuando ya había anochecido, por ser domingo no había mucho tráfico y a pesar de que iba muy nervioso por manejar en autopista, íbamos a buen ritmo, no recordaba muy bien cómo llegar al pueblo de mis abuelos, pero sería cosa de unas tres o cuatro horas, para que antes de llegar a Tehuacán, tomáramos la desviación hacía Santa María Alta, en ese momento miré a mi papa por el retrovisor, se veía más pálido y por momentos jalaba el aire por la boca con dificultad, nunca lo había visto así, siempre había sido un hombre muy fuerte, la verdad es que me sentía muy desesperado, porque no sabía si estábamos haciendo bien en no llevarlo al médico, pero casi nos había exigido que lo lleváramos primero a despedirse de la abuela, me sentía tan agobiado que ya no sabía ni qué hacer, tenía la cabeza hecha un lio, pero ver a mi mamá poniéndole algunas compresas en la frente con tanta dedicación y ver a mi hermano preocupado pero entero, me tranquilizó mucho.

Fue un camino largo y bastante silencioso, cada uno iba sumido en sus propios pensamientos, yo tenía tantas preguntas que me abrumaban, pero sobre todo no podía comprender todo lo que estaba pasando, hace unas horas éramos una familia común y corriente a punto de disfrutar su tarde de domingo viendo películas y comiendo palomitas, y ahora estábamos a media carretera, yendo al funeral de una abuela que no había visto en diez años, con un papá enfermo, mientras intentaba  asimilar que era nieto de una bruja y un nahual, esto era realmente desquiciante, mi hermano me sacó de mis pensamiento para avisarme que la desviación a Santa María Alta estaba más adelante.

Entramos al pueblo un poco antes de las doce de la noche, no era muy grande y me pareció que no había cambiado mucho desde la última vez que estuvimos por aquí, pasamos entre el Ayuntamiento y el parque y nos detuvimos un momento frente a la iglesia para preguntar por un hotel, lo había estado pensando bien durante el camino, y mi papá necesitaba atención médica antes de llegar a la casa de los abuelos, pero todo parecía desierto, en ese momento mi papá nos dijo con una voz muy rara: «ora pro nobis», mientras nos señalaba con su mano temblorosa la iglesia, los tres nos le quedamos mirando extrañados, esa no era su voz, esto era más grave de lo que pensábamos, Gerardo se bajó y se acercó a un sitio de carros de alquiler, ahí le pudieron decir en donde nos podíamos hospedar.

Mientras nos instalábamos en la habitación recostamos un rato a mi papá en la cama, su temperatura había bajado un poco, pero seguía con los escalofríos y por momentos murmuraba algo que no entendíamos, pensamos que estaba delirando, la casa de los abuelos ya no estaba lejos de aquí, entonces le comenté a mi mamá que saldría a buscar un doctor para que lo viera y así irnos más tranquilos, ella asintió con la cabeza.

Salí de la habitación y me dirigí a la recepción, le pregunté al joven que nos había atendido si conocía un médico cercano que nos pudiera recibir a esta hora, lo pensó por un momento y me dijo que podía telefonearle al que los apoyaba a ellos, se lo agradecí mucho y le pedí de favor si podía avisarnos cuando llegará, entonces me regresé por el pasillo por donde había llegado, cuando empecé escuchar los gritos desesperados de mi mamá, corrí a la habitación, al abrir la puerta vi a mi hermano y a mi mamá tratando de sujetar a mi papá, quien parecía que se convulsionaba sobre la cama, me apresuré ayudarles, pero al querer agarrarlo por el brazo, me di cuenta que su rostro estaba totalmente amarillento y su piel parecía cuarteada, se me quedó mirando fijamente, sus ojos estaban completamente enrojecidos, y entonces se empezó a burlar de nosotros, mientras repetía una y otra vez: «ora pro nobis», primero en voz baja y después empezó a gritarlo, estuvimos forcejeando con él durante un buen rato, hasta que poco a poco se fue tranquilizando y finalmente se quedó como dormido.

En ese momento nos derrumbamos en la cama junto a él, mi mamá y mi hermano empezaron a llorar, yo estaba como bloqueado, no podía entender qué carajos le estaba pasando a mi papá, en ese momento tocaron a la puerta de la habitación y se oyó una voz al otro lado de la puerta: «soy el médico», me apresuré abrirle, al abrir me encontré con un señor bajito, de traje, con el cabello blanco, se me quedó viendo por un momento, lo invité a pasar, dejó su maletín en una silla y se acercó a mi papá, prácticamente se quedó congelado frente a él, solo se le quedó mirando unos segundos y sin decirnos ni media palabra se dio media vuelta y se dirigió hacia su maletín a guardar sus cosas, yo fui tras de él y le pregunté qué pasaba, sin alzar la mirada me dijo que lo que tenía mi papá él no lo podía curar, que no necesitaba un médico sino un sacerdote o una curandera blanca y de las buenas, como tu abuela.

En ese momento me quedé más que sorprendido, cómo sabía quién era mi abuela, aquel señor no nos dio tiempo a preguntarle nada más, nos sonrió muy amablemente, agarró su maletín, nos dio las buenas noches, y antes de salir nos dijo que a lo mejor mi abuelo le había aprendido algo a la abuela, que lo lleváramos con él.

No sé cuánto tiempo tardamos en reaccionar después de haber escuchado lo que nos dijo el médico, sin pensarlo más, entre los tres envolvimos a mi papá en las mismas sábanas de la cama, lo cargamos y lo subimos al coche, en ese momento se acercó a la ventanilla el muchacho de la recepción, mientras encendía el motor le comenté que regresaríamos hasta mañana por nuestras cosas y le pregunté si sabía cómo llegar a la casa de la familia Apanco, me dijo que al salir a la calle principal del pueblo diera vuelta a la izquierda y de ahí todo derecho, que no había pierde porque era el único camino que había, pero que tuviera cuidado, porque era un sendero muy peligroso, apenas terminó de explicarme se escuchó un gran estruendo en el cielo que nos estremeció a todos, y en cuestión de segundos empezaron a caer las primeras gotas y después a llover muy fuerte.

Apenas salimos del pueblo nos encontramos con la vereda que nos había comentado el muchacho de la recepción, en verdad era muy angosta, apenas y cabía el carro, y lo que había olvidado era que el sendero subía hacia la falda del cerro, de un lado teníamos una pared de tierra y arbustos y del otro una barranca que parecía bastante profunda, con solo verla me tensé mucho y empecé a sudar, la lluvia apenas y me dejaba ver, y ya te había mencionado mi escasa experiencia para manejar, estuve a punto de ponerme a llorar ahí por mi desesperación, pero no teníamos de otra, traté de avanzar lo más despacio que pude y empecé a subir aquella pendiente, al principio iba a vuelta de rueda, pero las llantas empezaron a resbalarse con la tierra y el agua que bajaba, apreté un poco el acelerador, sentía todos los músculos de mi cuerpo rígidos, y lo que me faltaba en ese momento, los faros delanteros empezaron a parpadear, sentía el estómago revuelto y unas inmensas ganas de vomitar, seguimos avanzando con mucho cuidado, pero hubo un momento en que una de las llantas de atrás se patinó en la orilla de la vereda por el lodo y el carro se fue para atrás, mi mamá dio un gritó muy fuerte y se abrazó a mi papá, yo aceleré para que no me venciera el peso, aun así sentimos el jalón, si te soy sincero en verdad creí que ahí íbamos a morir, que el carro no aguantaría y que nos iríamos de espaldas hacía la barranca, no sé si fue mi instinto de sobrevivencia o alguien nos cuidaba desde allá arriba, pero en un acto desesperado, agarré el volante lo más fuerte que pude y pisé hasta el fondo el acelerador, sin mentirte fueron los segundos más angustiantes de mi vida, y entonces nuestro viejo cacharro empezó avanzar otra vez, yo sentí que me regresaba el alma al cuerpo, miré por el retrovisor y vi a mi mamá abrazada a mi papá rezándole quedito, volteé a ver a mi hermano, estaba agarrado hasta con las uñas del asiento, estaba pálido y tenía la mirada fija hacia el frente, sudaba igual que yo, al regresar la mirada al camino distinguí que había una curva muy pronunciada, dejé de acelerar, al pasarla, frente a nosotros apareció casi como un milagro la cabaña de los abuelos, la lluvia nos dio tregua un momento y me estacioné frente a ella.

La puerta estaba abierta, le dije a mi mamá que nos esperara, que íbamos por el abuelo, Gerardo se bajó conmigo y caminamos hacia la casa, apenas entramos nos llegó un aroma muy fuerte a incienso y ocote, la sala estaba medio oscura, alumbrada solo por algunas veladoras, en medio de aquella estancia sobre una mesa de madera estaba recostada la abuela, vestida toda de blanco y rodeada por muchísimas rosas rojas, en cada esquina de la mesa había un pequeño cirio, y alrededor de la abuela había algunas cuantas personas sentadas, en ese momento se levantó el abuelo de su silla, me pareció enorme, mucho más alto de lo que recordaba y empezó a caminar muy despacio hacía a nosotros, se detuvo a unos pasos y nos miró de arriba abajo, tenía una mirada muy penetrante, entonces la dureza de su rostro se desencajó en una grata sonrisa, sin decirnos una sola palabra nos abrazó a los dos al mismo tiempo, sé que es muy extraño y no lo puedo explicar, pero no tuvimos que decirle nada, solo salió de la casa hacia el carro a grandes zancadas y nosotros detrás de él, al verlo mi mamá corrió a su encuentro, la abrazó muy fuerte y le dijo que todo estaría bien, abrió la portezuela y cargó a mi papá en sus brazos como si fuera un niño pequeño, lo metió a la casa, lo primero que hizo fue llevarlo a lado de la abuela, mi papá reaccionó al verla y estiró su mano para acariciar su mejilla, tengo que confesarte que ese ha sido uno de los momentos más triste de mi vida, ya no aguanté más y empecé a llorar abatido, mi mamá me abrazó y lloró conmigo, así estuvimos por un momento, entonces mi abuelo se encaminó hacia la recamará de mi abuela, los tres nos fuimos tras él, entró y dejó suavemente a mi papá en la cama, al lado había un pequeño altar sobre una vieja mesa de madera, con algunas veladoras y jarros, varios frasquitos con líquidos espesos de diferentes colores, un libro muy grueso con una pasta de madera negra, que parecía una biblia pero no lo era, y varios rosarios de madera y de plata, el abuelo tomó primero uno de los frasquitos de color amarillo, vertió un poco en sus manos, y empezó a frotar el cuello, los hombros y finalmente los brazos de mi papá, mientras rezaba para sí, después abrió el libro y le colocó uno de los rosarios de plata alrededor, con una mano lo sostuvo y con la otra agarró la cabeza de mi papá y empezó a leer en voz alta, en un idioma que desconocíamos, varios pasajes que terminaba con «ora pro nobis», poco tiempo después me enteraría que era latín, y entonces mi papá empezó a convulsionarse como nos había pasado en el hotel, pero bajo la mano fuerte del abuelo, por más que forcejeara mi papá no pudo zafarse de él, parecía un muñeco de trapo, cuando pareció calmarse mi abuelo lo enderezó un poco y le dio de beber unos tragos de uno de los jarros que estaban en el altar y después lo recostó nuevamente, la respiración de mi papá se empezó a normalizar, parecía que estaba dormido.

Al voltear a vernos mi abuelo nos sonrió, nosotros no pudimos ocultar nuestras caras de susto, entonces jaló una de las sillas que estaban ahí, se sentó, parecía muy cansado, se secó el sudor con su eterno pañuelo en la bolsa de atrás del pantalón, recuperó un poco el aliento y entonces nos empezó a platicar que la abuela en algún momento de su juventud se había dedicado a la brujería negra, que llegó a ser muy poderosa, y que fue capaz de manipular el clima y controlar el fuego en su cuerpo, y que él en ese entonces era un aprendiz de nahual, con muchas dificultades para controlar a su tonalli, por lo que a veces podía ser muy peligroso, pero que al conocerse se enamoraron y quisieron tener una vida normal, como la de cualquier persona, y entonces decidieron renunciar a la vida que habían tenido hasta ese momento, pero que no fue fácil para la abuela, ya que algunas personas del pueblo que estaban enteradas del conocimiento que tenía, la empezaron a buscar para pedirle ayuda, para enfrentar brujerías de otras curanderas de magia negra, y que fue tanta su insistencia que acabó ayudando a algunas de ellas a las que ya nadie les daba ninguna esperanza, y vaya que les ayudó.

Entonces el rumor se empezó a correr como pólvora por todo el pueblo y por algunos poblados cercanos, y la casa se empezó a llenar de gente rogándole por su ayuda, su abuela sabía de antemano que muchas de estas matronas oscuras no se quedarían con los brazos cruzados y tratarían de hacernos daño, su abuela hizo una protección para toda la familia, pero no fue suficiente, por eso decidimos enviar a su papa y a su tío a otro lado, a donde no pudieran dañarlos, y todo pareció funcionar bien durante muchos años, hasta llegamos a pensar que ya no intentaría algo más fuerte, nos confiamos, cometimos un error, dejamos que se acercara la familia, y en una ocasión cuando ustedes estaban aquí, su abuela recibió a una persona para curarla de espanto, pero uno de los acompañantes trató de atacarte a ti Joel, afortunadamente yo lo pude detener y desde ese momento decidimos poner otra vez distancia de por medio para protegerlos, pero ahora que su abuela se ha convertido en un ser de luz, muchas de aquellas brujerías cayeron sobre tu papá, pero tanto él como ustedes van a estar bien, se los prometo, el abuelo hizo una pausa y en ese momento escuchamos un leve quejido que venía de mi papa, nos acercamos a la cama, ya no estaba tan pálido, al vernos trató de sonreírnos, el abuelo se acercó y lo abrazó, lo arropó nuevamente y le dijo que tenía que descansar, que en unas horas estaría bien, mi mamá nos dijo que ella se quedaría con él, Gerardo y yo salimos del cuarto y nos fuimos a sentar junto a la abuela.

Fue una madrugada muy larga, pero estaba más tranquiló, al parecer mi papá estaría bien, un poco antes del amanecer mi abuelo nos mandó a dormir un rato, nos dio la vieja habitación en la que nos quedábamos de niños, nos recostamos, Gerardo cayó como piedra, pero yo no podía dormir, cada vez que cerraba los ojos, me aparecía aquella imagen de la mujer de blanco en la sala de la casa, y entonces volvía a sentir ese miedo y me despertaba asustado, así estuve hasta que salió el sol.

Por la mañana empecé a escuchar el rumor de mucha gente como si rezaran, me levanté alarmado y desperté a Gerardo, cuando salimos del cuarto apenas y podíamos pasar del gentío que había en la casa, todos se arremolinaban alrededor de la abuela, entre empujones nos acercamos a ella, ahí estaba mi papá repuesto completamente, con el abuelo y mi tío Horacio quien al vernos nos abrazó emocionado, teníamos muchos años de no verlo, en ese momento mi abuelo nos pidió que le ayudáramos con mi abuela, junto a la mesa habían colocado un ataúd de madera negra, la cargamos entre todos y la depositamos adentro suavemente, y después la llevamos hacia la carroza que ya nos esperaba en la puerta de la casa.

El trayecto al panteón fue lento, bajamos por la pendiente enlodada a vuelta de rueda, hasta llegar a la entrada del pueblo y de ahí nos fuimos por la calle principal, era impresionante la cantidad de gente que había, parecía que todo el pueblo estaba ahí para despedirse de la abuela, al pasar arrojaban crisantemos blancos sobre su ataúd, todas las calles por donde pasamos quedaron alfombradas de blanco, finalmente llegamos al camposanto.

Regresamos del panteón pasando el medio día de aquel lunes, mis papás y Gerardo se sentaron a charlar en la sala con el abuelo y mi tío, yo me disculpé y me fui al cuarto, apenas toqué la cama y me quedé profundamente dormido, volví a soñar con aquella mujer vestida de blanco que vi cuando entré a la sala de nuestra casa, pero en esta ocasión no sentí miedo, recuerdo que en el sueño me acercaba hacía ella y me sentaba a su lado, y entonces la reconocía, era mi abuela, se veía mucho más joven, ella me sonreía, parecía muy feliz, en ese momento me desperté llorando, no pude evitar pensar que mi papá tenía razón cuando nos dijo que se fue a despedir de nosotros, al enderezarme sobre la cama me di cuenta que ya había anochecido, no tenía ni idea de que hora era, me puse una chamarra y salí del cuarto, en la sala no había nadie pero la puerta de la casa estaba abierta, salí, vi a lo lejos sobre el campo, a mi abuelo de espaldas, tenía la cabeza y los brazos alzados con las palmas hacia arriba, como si estuviera rezando al cielo, en ese preciso momento empecé a escuchar  muchos aullidos lastimeros entre los bosques cercanos, y sobre las sombras de los cerros frente a él, vi decenas de bolas luminosas que parecían brincar sobre los montes.

Días después regresamos a casa, en esa ocasión ya pudo manejar mi papá, y aunque fue un viaje silencioso, sabíamos de alguna manera que estaríamos bien. Estuvimos visitando al abuelo al menos dos veces por año hasta que murió hace algunos meses a la edad de noventa años. En unos días visitaré la casa de los abuelos, para arreglar algunos asuntos pendientes, en esa ocasión llevaré a mis dos hijas adolescentes, para que conozcan la asombrosa historia de sus bisabuelos.

Autor: Luis Martínez Vázquez

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