Brujas Y Muertos 2023

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Brujas Y Muertos 2023

Brujas y muertos… Me llamo Juan, soy originario de Veracruz, de una comunidad en los alrededores de Catemaco, fui criado por mis abuelos, lo que ocurrió fue que ellos me robaron de mis padres.

Mis abuelos no eran malos, mis padres ya tenían muchos hijos y todos pasaban hambre, entonces, para que yo no sufriera, me llevaron con ellos sin que mis padres se dieran cuenta.

Yo viví muy feliz con mis abuelos, no me criaron como si fuera su nieto, lo hicieron como si fuera su hijo, no me consentían, y me regañaban cada que era necesario, pero, mientras yo me portara bien, ellos eran maravillosos.

Fue por eso que nunca extrañé a mis padres, hasta la fecha no los conozco, sé dónde viven ellos y también mis hermanos, pero jamás sentí la necesidad de incluirlos en mi vida, porque mis abuelos fueron la única familia que necesitaba.

Mi abuelo era carpintero, trabajaba en casa, y mi abuela dedicaba el 100% de su tiempo a atenderme.

A partir de que yo cumplí 9 años, empecé a pasar tiempo con mi abuelo, le ayudaba en sus trabajos de carpintería, y mi abuela aprovechaba ese tiempo para descansar en su mecedora mientras tejía, a ella le gustaba mucho tejer manteles para la mesa, cada mes cambiábamos de mantel y en todos los años que viví con ellos, jamás repetimos mantel.

Cada año preparábamos el altar escalonado para la celebración del día de muertos, decorábamos con flores, pan, incienso, velas y mole.

Cuando cumplí 15 años, que fue un 22 de Septiembre, mi abuela preparó mole, el mismo que hacía para el altar el Día de Muertos, entonces decidí preguntarles a mis abuelos porqué era importante ese día.

Lo que me contaron fue que desde muchísimos años antes de que llegaran los españoles, nuestros antepasados ya tenían enraizado el culto hacia la muerte.

En aquellos años, cuando alguien moría se le enterraba estando envuelto en un petate, y sus familiares organizaban una fiesta con la finalidad de guiarlo en su travesía hacia el Mictlán.

Colocaban comida sobre el lugar en el que había sido enterrado, porque, aunque la comida lo viajaba hasta el otro mundo, el sabor del alimento y sus nutrientes sí podían trascender, de esa forma, cuando el difunto tuviera hambre, podría sentir el sabor de la comida y adquirir energías para seguir su travesía.

Los dioses del Mictlán estaban conscientes de que, si no fuera por la ayuda de sus familiares, ningún alma sería capaz de completar su travesía, por eso, como muestra de su agradecimiento, una vez al año, los dioses del Mictlán le permitían a los espíritus regresar con sus seres queridos por un día.

Pero había una condición, el muerto solo podía realizar el viaje de transición hacia el mundo de los vivos, únicamente si sus seres queridos lo llamaban y la familia sería la responsable de garantizar el bienestar del difunto.

Si el ánima se extraviaba durante el viaje de ida, o durante el viaje de regreso, la responsabilidad recaería exclusivamente en sus seres queridos, los dioses del Mictlán no acudirían para ayudar a ningún espíritu que quedara vagando en el mundo de los vivos.

Por eso empezaron a colocarse los altares en honor a los difuntos, su función no era la de celebrar, sino que servían como faros para que el alma lograra completar su viaje con éxito.

Con el pasar de los años, y con las influencias católicas interfiriendo en nuestras tradiciones, el culto a los muertos se fusionó con el Día de Todos Los Santos y con el Día de los Fieles Difuntos, y fue de esa forma que terminó convirtiéndose en la celebración del Día de Muertos.

Con todo lo que me contaron mis abuelos me quedó una duda, como ya todos saben, por estas tierras abundan las brujas, y yo quería saber si las brujas también celebraban el día de muertos.

Mis abuelos no estaban seguros de si lo celebraban o no, de lo que sí estaban seguros era de que, en el supuesto caso de que sí lo celebraban, debían hacerlo de una forma muy macabra.

Poco tiempo después de haber tenido esa conversación, un señor que vivía en San Andrés Tuxtla, llegó a la casa para hacerle un encargo a mi abuelo, era una silla, pero le dio muchísimas especificaciones de todas las ornamentas que debía llevar la silla.

Dadas las especificaciones de semejante naturaleza, mi abuelo quería saber para quién era la silla o para qué iba a ser utilizada.

El señor sacó un montón de billetes y le dijo a mi abuelo que no hiciera preguntas de las cuales no quería conocer las respuestas, también le dijo que quería lista su silla para el 27 de octubre, y le pidió de favor que no aceptara ningún otro trabajo hasta que terminara su silla.

El señor volteó a verme y sugirió que yo podría llevarla hasta su ciudad, luego se fue.

Cuando mi abuelo contó el dinero dijo que era suficiente para vivir bien por 10 meses, agua tomábamos del río, nos alumbrábamos con velas, nuestro único gasto era la comida.

En aquel entonces no supe cuánto dinero recibió mi abuelo, pero ya que dijo que con eso comeríamos bien por 10 meses, vendría a ser el equivalente de 35 mil pesos de hoy.

Recuerdo las especificaciones que ese señor le dio a mi abuelo para construir la silla, quería un respaldo ancho con forma de triángulo invertido, cuya punta inferior debía alcanzar al asiento.

Los largueros, que son los laterales que unen el respaldo con el asiento, los quería fraccionados, que simularan una columna vertebral.

Las guarniciones, que son las que unen las patas traseras con las delanteras, las quería oblicuas, tornadas hacia adentro,

Los travesaños, que uno comunica las 2 patas delanteras entre sí, y el otro hace lo mismo con las patas traseras, las quería en forma de pentagrama invertido, de tal forma que la silla pareciera que tenía 6 patas en lugar de 4.

En cuanto a las patas de la silla, pidió que su textura simulara que tenían 6 anillos cada una de las patas, y los anillos debían estar distribuidos de la misma forma en todas las patas.

Los descansa brazos debían ser anchos, las palabras del señor fueron que la persona que se sentaría ahí debía verse como el hombre más poderoso del país.

Además, dijo que en las puntas de los descansa brazos debía haber unas calaveras, de tal forma que, al sentarse ahí y extender los brazos, las manos pudieras estar sobre las calaveras.

Mi abuelo y yo trabajamos al 200% para dejar esa silla perfecta, logramos terminarla 2 días antes del plazo que nos había dado el cliente.

Me tomé un día entero para descansar, y, al día siguiente, me amarré la silla en la espalda y me fui caminando hasta San Andrés Tuxtla, ya había ido antes hasta allá en varias ocasiones, y de trayecto eran como 2 horas y media caminando, pero con el peso extra de la silla, que era de unos 20 kilos, me tardé más de 3 horas en llegar.

Cuando llegué al lugar acordado no estaba el señor, sino que estaba una muchacha de unos 14 años, yo no me acerqué con ella porque yo iba a esperar al señor, pero la muchacha se me acercó y dijo que estaba ahí de parte del señor tal, me dio el nombre del señor, y me pidió que de favor la siguiera hasta la camioneta para subir la silla.

En lo que caminamos intercambiamos algunas preguntas básicas, nombre, edad, nada muy particular, solo cortesías.

La camioneta estaba a 2 cuadras, cuando llegamos ahí estaba el señor, subí la silla en la cajuela, me felicitó porque decía que la silla se veía tal y como él se la había imaginado.

Yo ya me iba a regresar para mi casa, pero el señor me invitó a comer, como agradecimiento por haber llevado la silla hasta allá.

La muchacha y yo subimos a la camioneta y fuimos hasta la casa del señor, él le dijo a la muchacha que tenía cosas que hacer, le encargó me preparara algo de comer, él regresaría en un rato.

El señor se fue y nosotros entramos a la casa, resultó que dentro de la casa había más muchachas, y todas parecían de la misma edad, o menos, eso ya me dio mala espina.

Yo pegunté quién era el señor y que hacían todas ellas en su casa, me dijeron que me sentara en la mesa y que ahí ya podría hacer mis preguntas.

Una de las muchachas me acompañó hasta el comedor, la mesa era muy grande, tenía 10 sillas, yo tomé un lugar y esperé en lo que las muchachas preparaban la comida, todas estaban en la cocina, se tardaron como 15 minutos, mientras comíamos yo estuve haciendo muchas preguntas.

Se los voy a resumir, resulta que el señor era un poderoso brujo y todas ellas eran su aquelarre, todas venían de diferentes pueblos y comunidades, ellas habían llegado ahí a San Andrés Tuxtla a buscar al brujo, él les daba techo y comida, en lo que ellas se educaban en la brujería.

Sus funciones diarias incluían mantener la casa en orden, y una vez al año debían conseguir invitados para la celebración del día de muertos.

Entre todas debían garantizar la asistencia de un total de 30 hombres.

Todo eso sonaba muy interesante, pero, antes de considerar su oferta, es decir, asistir a su ceremonia, les pedí que me mostraran algo para yo tener la certeza de que eran brujas.

Me llevaron al patio de la casa, en el centro, sobre un gigantesco pentagrama cenizo dibujado en el suelo, tenían una cabra negra amarrada a un bastón hecho de huesos, alrededor de la cabra había velas azules, amarillas, y rojas.

Brujas Y Muertos

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Me dijeron que esa cabra la iban a sacrificar para conmemorar la celebración del Día de Muertos.

Con esa, ya eran 2 veces que hacían mención al Día de Muertos, entonces les pregunté cómo era que esa celebración funcionaba para ellas, y para las brujas en general.

Me explicaron que la finalidad de los rituales que realizan esa madrugada, es aplacar la sed de venganza de todos aquellos que han muerto debido a las energías oscuras.

Sabido es por todos que las brujas pueden llegar a matar, ya sea por encargo de alguien más, por satisfacción propia, o, para ofrecer sangre a los oscuros seres que les dotan de sus tenebrosas habilidades.

Las almas de todas esas personas comienzan su viaje hacia nuestro mundo el 27 de octubre para poder llegar el 2 de noviembre.

La cuestión es que, según me contaron ellas, las almas de los que mueren debido a una bruja, siguen siendo asolados por el miedo y el sufrimiento, no importa que hayan logrado llegar al Mictlán.

Esas almas, como no estaban en paz, no tenían permitido visitar a sus familias, eso les ocasionaba mucho odio, lo cual, podría ser muy peligroso para las brujas si no aprovechan el Día de Muertos.

Las muchachas me explicaron que ellas hacían un ritual que les permitía ejecutar el llamamiento de los espíritus, ese ritual sustituía al altar.

En cuanto se manifestaban los espíritus, ellas hacían otro ritual que era para absorber todas las vibras negativas de esas almas, y transformarlo en poder que ellas pudieran absorber.

Todo lo que ellas me dijeron me pareció lo suficientemente convincente para asumir que me estaban diciendo la verdad, por eso acepté estar presente en su celebración.

Todavía no llegaba el señor, entonces hice más preguntas, a mí me interesaba saber el porqué se usa a la cabra en rituales de naturaleza oscura.

Me explicaron que la leche de cabra protege de las malas vibras, atrae a los buenos espíritus, pero también hace enojar a las criaturas de la noche, incluyendo a los demonios.

Además, la leche de cabra posee ciertas cualidades místicas que rivalizan, en poder, con la brujería de más alto nivel.

Era por eso que las brujas debían sacrificar cabras en rituales que requieren mucho poder, por eso ofrecían cabras durante el día de muertos, para poder invocar las ánimas de quienes estando en vida fueron sus víctimas.

Pregunté qué le harían al pobre animal durante el Día de Muertos.

Le iban a cortar el cuello.

Eso me parecía algo demasiado cruel, y no estaba del todo seguro de querer presenciarlo, pero mi curiosidad era grande.

Entonces llegó el brujo, se veía muy animado, me dijo que ya podíamos irnos, que me acercaría hasta mi casa.

Me despedí de las jóvenes brujas y nos fuimos.

En el camino yo iba muy callado, el brujo me preguntó qué pensaba de la invitación, no supe que contestarle, entonces él, supongo yo, para que confiara en que no había ninguna trampa, me dijo algo que ninguna de las brujas sabía.

Las que resultaran elegidas por la oscuridad perderían su belleza, ese aspecto de ellas transmutaría en poder, y él las enviaría a diferentes pueblos y rancherías para adueñarse de esos territorios.

El brujo me aseguró que el único sacrificio que se haría sería el de la cabra, ninguna persona saldría lastimada.

Yo aún no entendía para qué necesitaban la presencia de personas que no tuvieran nada que ver con la brujería, no me quedaba claro cuál era la necesidad de tener invitados para su ritual.

La respuesta fue demasiado sencilla, se trataba de una fiesta, y en las fiestas debe haber invitados.

Finalmente llegamos hasta donde yo debía bajarme para llegar a mi casa, el brujo me extendió su mano y me dijo que me esperaba en la fecha indicada a la media noche, yo le respondí el saludo, en señal de que sí estaría ahí.

Por supuesto que no le comenté nada a mis abuelos, porque de ninguna manera ellos me iban a permitir asistir a una ceremonia organizada por un brujo y su aquelarre de brujas.

Entonces, mi idea era estar con mis abuelos en la cena del día de muertos, ellos para las 9 de la noche ya estaban dormidos.

Eso me daba suficiente tiempo para llegar hasta la casa del brujo, y así fue que le hice para estar en aquella ceremonia.

En cuanto llegué al lugar tuve una sensación horrible, pero no podía dar marcha atrás, después de todo, ya estaba ahí.

Mis recuerdos sobre aquella noche son algo confusos y desconozco por completo en qué orden sucedieron las cosas, lo que pasa es que, en cuanto entré, una de las jóvenes brujas me dio peyote.

Les voy a relatar lo que tengo en la memoria, pero insisto, mis recuerdos no están en orden, y estoy seguro de que hay sucesos que se borraron de mi mente.

Salimos al patio, había 2 hileras de extrañas luces que flotaban sobre el suelo, simulaban un camino que llevaba hasta la cabra negra que estaba amarrada.

Recuerdo haber visto esculturas de piedra en toda la orilla del patio, fue extraño porque esas esculturas no estaban la primera vez que fui al lugar.

En algún punto de la madrugada, la cabra ya no estaba, y en su lugar, en el centro del patio había una cosa negra, era terrorífico, no tenía cuerpo, era más bien como la sombra de algo, pero no tengo idea de qué, lo que me daba más miedo era su tamaño, era algo gigantesco.

Recuerdo que las brujas danzaban desnudas alrededor de un hombre vestido con una túnica, también llevaba un extraño bastón, yo supongo que era el Brujo Mayor.

En mi mente hay imágenes de muchos símbolos extraños, estaban dibujados en el suelo, en las paredes, inclusive las brujas tenían dibujados esos símbolos en sus cuerpos, no los podría describir, no eran pentagramas ni nada que se le pareciera, era algo que nunca antes había visto.

También había fuego, mucho fuego por todas partes, hacía demasiado calor, yo hasta estaba sudando, en ningún momento nos dieron nada para tomar, me acuerdo porque durante toda la madrugada tuve mucha sed.

También, en ese patio había un insoportable, y muy marcado, olor a flores, a resina quemada y a huevo podrido, es más, no tengo claro en qué momento ocurrió, pero vomité por el olor tan fuerte que había ahí.

En algún punto sacrificaron a la cabra, no lo vi pero escuché sus quejidos y sus gritos, tampoco sé si fue antes o después de que yo viera la sombra gigante.

También podía escuchar que alguien lloraba, creo que eran bebés o tal vez niños pequeños, le siento, pero todo en mi mente, relacionado a esa madrugada, lo tengo muy difuso.

Hay un detalle que sí tengo bastante claro, hubo un lapso de silencio absoluto y todo mundo se quedó quieto.

Lo recuerdo bastante bien porque desde que llegué había música, entonces, cuando todo el ambiente fue envuelto en silencio me puse alerta.

Pasaron unos instantes en completa calma, de pronto un poderoso viento helado me golpeó muy fuerte y caí al suelo.

No podía ponerme en pie, estaba a punto de desmayarme cuando comencé a ver como comenzaron a aparecer personas transparentes, como si fueran fantasmas o espíritus.

Al día siguiente desperté en casa de mis abuelos, no tengo idea de cómo fue que regresé, lo único que sé es que era muy temprano por la mañana y mis abuelos aún no se despertaban.

Sentía que la cabeza me iba a explotar, tenía los ojos hinchados, me dolía hasta el hueso más pequeño del pie, sentía oprimido el pecho, estaba mareado, y tenía un fuerte dolor en el estómago.

Fui a la cocina, por alguna razón necesitaba tomar leche, agarré una jarra y bebí todo lo que pude.

Me sentí un poco mejor así que fui hasta el río a darme un baño, ahí descubrí que tenía rasguños y moretones por todo el cuerpo.

No entendía nada.

Cuando regresé del río mi abuela ya tenía el desayuno listo, eran unos huevos con café, quise comer pero no pude, tuve la sensación de querer devolver el estómago, mejor no comí.

En la cena tampoco pude ingerir alimentos, solo podía beber leche, durante tres días eso fue lo único que mi cuerpo toleró, ni siquiera podía tomar agua, nada que no fuera leche.

Sobre todas las heridas que tenía en el cuerpo, les dije a mis abuelos que había ocurrido algo en el río y por eso me había lastimado.

El brujo nunca volvió para pedir algún trabajo a mi abuelo, y yo nunca volvía saber nada de esas brujas.

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Autor: RAMIRO CONTRERAS

Derechos Reservados.

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