La Procesión Historia De Terror 2024

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La Procesión Historia De Terror 2024

La Procesión Historia De Terror… A veces uno no sabe ni en qué creer, pero cada vez que recuerdo esto se me pone la piel chinita, y eso que ya pasaron algunos ayeres desde que lo viví.

Esto me pasó en el pueblo de mis abuelitos maternos, ellos son de Taxco, Tlaxcala, desde que tengo memoria los vamos a visitar al menos una vez al año, ya sea en vacaciones de semana santa o de diciembre para pasar la navidad con ellos, pero en esa ocasión mi abuelita que es diabética tuvo una recaída que la mandó al hospital, entonces mi mamá me preguntó si podía acompañarla porque estaba preocupada por ella, ya que mi papá trabajaría ese fin de semana, al principio si lo dudé un poco porque mis amigas de la escuela me habían invitado a un Halloween para el día siguiente, pero también estaba preocupada por mi abuelita, así que le dije que si a mi mamá.

Preparamos las maletas y mi papá nos dejó en la estación de autobuses, apenas y alcanzamos boletos para esa misma tarde, había mucho movimiento en las calles, como era primero de noviembre día de muertos, mucha gente aprovechó el fin de semana también para darse una escapada y visitar a la familia.  

Después de casi dos horas de camino llegamos por fin al pueblo, mi abuelito ya nos esperaba en la estación, apenas bajamos le dimos un fuerte abrazo y de ahí mismo nos fuimos al hospital, a pesar de la hora nos permitieron pasar a verla, corrimos abrazarla, al parecer todo estaba bien solo que se le había bajado mucho el azúcar, pero que ya estaba estable y se quedaría hasta mañana para estarla checando, entonces mi mamá me dijo que se quedaría con ella, que me fuera con mi abuelito a su casa para que descansara un poco.

Salimos del hospital un poco antes de la media noche, sin embargo, había muchísima gente en las calles, la mayoría eran niños disfrazados en compañía de sus papás pidiendo su calaverita en los locales que aún se mantenían abiertos, apenas y se podía caminar entre tanta gente, con trabajos logramos salir a la calle principal, pero esa estaba peor, aquello parecía un carnaval, y apenas habíamos avanzado media cuadra cuando mi abuelito se encontró a uno de sus amigos y se pusieron a platicar, yo ya estaba medio desesperada y le dije que tenía que ir al baño, me dijo que me adelantara y me dio las llaves de la casa, me eché las maletas al hombro y empecé a caminar por esa misma calle, sabía que era todo derecho y después a la derecha, era imposible perderse, pero avanzar media cuadra entre el gentío me llevó casi diez minutos, ya estaba más que desesperada, así que decidir irme por una calle aledaña, me metí en la primera esquina hacia la derecha, en esa casi no había gente, caminé un poco más, el ruido de las otras calles se fue apagando hasta que llegó un momento en el que solo escuchaban mis pasos sobre la banqueta, sin darme cuenta la calle quedó completamente vacía, los pocos faros del alumbrado público apenas y alumbraban, y empezó a correr un viento helado, me detuve para ponerme una chamarra, según yo no debía tardar mucho en llegar a la calle de la casa de mis abuelitos, en ese momento me pareció ver un cruce, así que aceleré el paso pero de pronto me detuve sorprendida, ahí se terminaba el pueblo, estaba al pie un pequeño cerro,  a mi lado derecho una barda alta y muy larga y a mi izquierda había un sendero en medio del bosque, no sé si fue por inercia pero me dirigí hacia el camino de tierra, no estaba tan oscuro, apenas había dado unos pasos cuando me pareció escuchar a lo lejos el murmullo de varias personas, respiré aliviada, frente a mí, sobre el mismo sendero, venía un grupo de personas y aunque todavía estaban algo retiradas, me llamó la atención de que todos venían vestidos de negro y que traían un cirio largo en la mano derecha, mientras en la izquierda cargaban lo que parecía un libro abierto.

La procesión Historia De Terror

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Venían rezando todos al mismo tiempo, parecía una sola voz, por más atención que les puse no logré entender lo que oraban pero la tonada me pareció muy lúgubre, su andar era demasiado lento, en ese momento recordé que mi abuelita nos platicó en alguna ocasión que en estos días de Santos Difuntos, algunas familias o vecinos se agrupaban en una procesión para salir todos juntos a la media noche, para ir a ver a sus muertos al panteón, supuse que me había encontrado a una de esas famosas procesiones, pero conforme se iban acercando, me llamó la atención y me desconcertó un poco que solo fueran hombres y mujeres, no había ni un solo niño entre ellos, y al ponerles un poco más de atención me dio la sensación de que parecía que flotaban en lugar de caminar, esto era demasiado raro, me detuve, en ese momento se me ocurrió que podía ser un cortejo fúnebre, pero al echar otro vistazo no vi por ningún lado la carroza o el ataúd, incluso llegué a pensar que tal vez era una broma pesada de día de muertos de los lugareños para asustar a las personas que pasaran por aquí, pero en ese momento en que solo estaban a unos metros delante de mí, me percaté de que los acompañaba una tenue neblina debajo de sus rodillas, al levantar la vista hacia sus rostros quedé horrorizada, sentí un escalofrío que me recorrió todo mi cuerpo y como la piel se me erizaba, no tenían ojos, solo se les veía aquellos huecos negros en un rostro deformado y descarnado, me quedé paralizada, sentí que me veían a través de aquellas cuencas vacías, no sé si fue mi instinto pero me hice a un lado de aquel sendero, me metí entre los árboles y los arbustos, sentía que todo me daba vueltas, llegué a pensar que me caería ahí mismo, me arrodillé y cerré los ojos, te puedo jurar que sentía como pasaban lentamente a mi lado como rachas de viento muy frío, y como aquel rezo se empezó a escuchar como un lamento, como un alarido de sufrimiento, tuve que taparme los oídos con las manos, pero aun así seguí oyéndolos dentro de mi cabeza, aquella procesión parecía no tener fin, no sé cuánto tiempo pasó, a mí me parecieron horas, pero de pronto todo se quedó en silencio, solo escuchaban algunos grillos y el viento se calmó, bajé los brazos y abrí muy lentamente los ojos, sobre aquel sendero no había nadie, me levanté y volví asomarme, pero todo el camino estaba desierto, ni una sola alma.

Me eché las maletas al hombro y empecé a caminar despacio porque aún me sentía muy mareada, a cada paso volteaba hacía todos lados, iba hasta temblando, no me había percatado pero el sendero olía mucho a ocote y a cempasúchil, en ese momento vi a lo lejos sobre el camino lo que parecía una calle, traté de caminar más rápido, pero sentía las piernas desguanzadas, al salir del sendero empecé a escuchar de vuelta todo el barullo de la gente en las calles, un poco más adelante me encontré con varios niños disfrazados y sus papás, en la siguiente esquina di vuelta y me encontré de nuevo en la calle principal, había menos gente, caminé hasta llegar a la casa de mis abuelos. Cuando entré mi abuelo estaba en la sala viendo la televisión, volteó a verme y me dijo que acababa de llegar, que pensó que ya estaba ahí, le dije que me había perdido un poco pero que ya estaba aquí, me seguí a la habitación que nos dan cuando vamos de visita, boté las maletas al piso y me acosté sobre la cama, pero no pude dormir.

Al otro día fui a ver a mi abuelita temprano al hospital, cuando llegué ya la estaban alistando porque la darían de alta, mi mamá aprovechó para ir al baño mientras me quedaba con ella, mientras charlamos se me quedó mirando extrañada pero no me dijo nada hasta que llegamos a casa, aprovechó un momento que nos quedamos solas y me preguntó que tenía, empecé a llorar quedito, no quería preocupar a mi mamá, y le conté toda aquella horrible experiencia que había vivido esa madrugada, se me quedó mirando tranquila, pero me dijo que había tenido mucha suerte, que aquello que había visto era la procesión de los muertos, que cada año vienen a ver a sus vivos, pero que según cuentan los más ancianos del pueblo, que si te la llegas a encontrar, te llevan con ellos, yo la escuché aterrada, pero me dijo que todo estaría bien. Aquella tarde con el pretexto de acompañarla al mercado, me llevó con una persona para que me hiciera una limpia.  

Autor: Luis Martínez Vázquez

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