El Taxista, Historia De Terror 2023
REDE2023-04-14T17:49:11+00:00El Taxista, Historia De Terror… En la ciudad en la que vivo no hay plazas comerciales, tampoco cines ni ningún atractivo turístico, aún así el ser taxista es uno de los mejores trabajos de por aquí.
La ciudad siempre está llena de gente que viene de los pueblos y de las comunidades de los alrededores, inclusive hay ciertas fechas en las que, debido a la excesiva afluencia de gente, los taxistas condicionamos el viaje. Lo que hacemos es que solo aceptamos viajes que incluyan a 4 personas, no importa que alguien venga solo, se tiene que acoplar con otras personas, y no es opcional, todos los taxistas estamos de acuerdo.
Si en las fechas más concurridas nos pusiéramos a hacer viajes individuales se haría un aglomeramiento de gente en magnitudes bestiales, y si eso ocurriera, sería absolutamente imposible brindar el servicio.
Tanta afluencia de gente se debe a que aquí en la ciudad está un cementerio público gigantesco, los otros 2 cementerios públicos que está más cerca se encuentra a más de 100 kilómetros, uno hacia el este y otro hacia el oeste, los otros 2 panteones que hay cerca son privados, y, por supuesto, solo la gente adinerada de la región puede acceder a esos otros cementerios.
Entonces, toda la gente que viva a 50 kilómetros de aquí, o menos, tienen que enterrar a sus muertos en el cementerio que tenemos aquí. Por eso hay tanta afluencia de gente, y por eso trabajar de taxista en el sitio del panteón es de los mejores 5 trabajos que se pueden conseguir en toda la zona.
Como se puede intuir, trabajar afuera de un cementerio tiene su respectiva exposición a cierto tipo de situaciones paranormales. En una ocasión había ido a dejar a un matrimonio hasta una localidad, me moví del panteón a las 8 de la noche, hice poco más de una hora en llegar hasta la casa del matrimonio.
A las 9 y cuarto, ya habíamos llegado a su casa, ellos me invitaron a pasar para comerme un taco, toda la gente estaba consciente de que nosotros, los taxistas, debido a tanta carga de trabajo, no teníamos tiempo ni para comer. Les acepté el taco, porque lo único que traía en el estómago era un bolillo con jalapeño que me había comido a las 4 de la tarde.
Para las 10 ya estaba conduciendo de regreso, a medio camino, una familia, que parecía estar muy alterada, me hicieron la parada. Me detuve, subieron rápido y me pidieron que me arrancara de inmediato, a mí no me gustó el ambiente que se sentía, entonces les pregunté qué estaba pasando, pero, de pronto, antes de que me contestaran, un pajarraco monstruoso salió de entre los árboles.
Yo pude ver al ave porque volteé por el escándalo que estaba haciendo, era de color gris claro y sus alas eran enormes, parecía una criatura huesuda. Yo pisé el acelerador a fondo, el pajarraco trataba de alcanzarnos, se abalanzaba sobre nosotros, de un picotazo arrancó uno de los espejos laterales.
El ave iba gritando mientras nos perseguía, el sonido que hacía era horripilante, era una mezcla de un ladrido con el ruido que hacen las ratas, algo muy extraño. Una vez más se abalanzó y atacó el vehículo, lo que hizo fue golpear la defensa trasera, el impacto fue tan fuerte que se abrió la cajuela.
La criatura bajó a toda velocidad y se emparejó del lado de mi ventana, pude verle el rostro, tenía una cara humana, con una expresión monstruosa. Entré en pánico, me quedó claro que si no me deshacía de ese pajarraco todos íbamos a morir, de pronto le vi al ave gris toda la intención de golpear mi ventana.
Entonces frené, la criatura, en efecto, se lanzó hacia un costado, pero, como yo había frenado, se fue de largo contra los árboles que estaban del otro lado del camino. Aceleré a lo máximo que podía el taxi y logré llegar a la ciudad con todos sanos y salvos. Cuando ya todos estuvimos más tranquilos le pregunté al señor de la familia qué era lo que había pasado.
Él me explicó que ellos iban en su auto, por el camino que está del otro lado de los árboles, de pronto una bruja empezó a perseguirlos, no se detuvieron, de pronto la bruja los rebasó y se paró frente al auto, todo fue tan repentino que no les dio tiempo de frenar y le pasaron por encima a la bruja, pero el auto ya no encendió después del impacto.
Lo peor fue que la bruja, aunque quedó mal herida, no murió, debido a eso, ellos cruzaron los árboles para llegar al camino en donde yo los encontré. No volví a hacer viajes en la noche por ese rumbo.
Pasaron unos 4 años, entonces me ocurrió otro incidente, yo estaba estacionado afuera del panteón, serían como las 8 de la mañana, aún no empezaba el movimiento fuerte en el trabajo.
Entonces un niño se acercó a mi taxi, me pidió que lo llevara a su casa, que no tenía dinero pero que sus padres me pagarían al llegar a su casa. Era la primera vez que un niño completamente solo me pedía un viaje, no estaba muy convencido pero tampoco me parecía correcto dejar al niño ahí solo.
Acepté llevarlo.
El niño no sabía la dirección precisa de su casa pero sí me explicó bien cómo llegar. En el trayecto le pregunté cómo era que había llegado tan lejos, el infante me explicó que se había salido de su casa porque vio a un gato y quiso alcanzarlo.
Pero por más que corría para agarrar al gato, el animal seguía corriendo, así se fue hasta que el gato cruzó una calle y el niño ya no pudo alcanzarlo, cuando menos lo acordó ya estaba en el panteón. Luego de un rato llegamos hasta la casa que me había dicho, para asegurarme de que sí era la casa del niño, le pedí que me esperara dentro del auto y que yo iría a avisar a la casa.
Bajé del taxi, y fui a tocar la puerta, me abrió una señora de unos treinta años, le comenté que dentro de mi taxi traía a un niño que decía vivir en su casa y que se había salido por ir persiguiendo a un gato. La mujer se puso muy nerviosa y me pidió que le describiera cómo era el niño, lo hice y entonces la mujer se soltó a llorar, yo no entendía qué era lo que estaba pasando.
La mujer me contó que 9 años atrás su hijo menor se había salido de la casa por perseguir a un gato pero terminó muriendo cuando lo atropellaron. Yo no podía creer lo que estaba escuchando, corrí al taxi pero ya no vi a nadie dentro, aún ahí abrí la puerta de atrás, y lo único que encontré fue un tenis, lo agarré, estaba muy confundido, pero lo llevé con la señora, se trataba del tenis que había salido volando cuando atropellaron a su hijo.
Esa situación me dejó muy pensativo, tanto que al día siguiente no di servicios de taxi.
En cuanto volví al trabajo, muy temprano por la mañana, antes de que iniciara la llegada de la gente, le comenté a los compañeros lo que me había pasado con el niño. Dos de los taxistas me dijeron que ya habían visto al niño, y que también les había pedido que lo llevaran, pero ambos se negaron porque les daba mala espina.
Uno de los compañeros dijo que lo que yo había hecho era ayudar al espíritu de ese niño para completar su ciclo aquí en el mundo de los vivos, y que, al yo haberlo llevado a casa, el niño por fin podría partir al mundo de los muertos.
Pasaron 6 meses, una tarde fui a dejar a unos jóvenes a la central de autobuses, en cuanto ellos bajaron se acercó conmigo un tipo que se veía extraño. Me dijo que ocupaba servicio de taxi, que me pagaría 12 mil pesos, pero que yo debía moverlo solo a él, mientras arreglaba un asunto en la ciudad.
Dudé, pero sacó varios billetes de 500 y me los dio, me aclaró que no estaría demasiado tiempo en la ciudad, 3 días máximo, pero que, si su estancia se prolongaba más de lo que él tenía pensado me daría más dinero. Acepté el trabajo, lo ayudé a subir sus maletas en la cajuela, lo hice con mucho cuidado porque me aclaró que lo que llevaba era muy delicado y extremadamente costoso.
El Taxista, Historia De Terror
El primer lugar al que me pidió que lo llevara fue a la única funeraria de la ciudad, me pidió que abriera la cajuela porque bajaría una de las maletas.
Fui a la parte de atrás para abrirle la cajuela, era de esas que hay que agarrarlas para que no se cayeran, entonces, aunque no era mi intención, como yo estaba ahí sosteniendo la cajuela pude ver cuando el tipo abrió la maleta, eran varias carpetas con documentos, él revisó, supongo que quería asegurarse que no le faltaba nada y luego entró a la funeraria.
Estuvo dentro casi media hora, salió, volvió a poner la maleta en la cajuela y me dijo que lo llevara al único hotel de la ciudad. Llegamos, me dijo que no bajaría las maletas, porque solo entraría al hotel a dormir 3 horas, que mientras tanto yo comiera o que hiciera cualquier cosa mientras no me moviera de ahí y no me alejara del taxi, por cuestión de las maletas que él llevaba en la cajuela.
El tipo era sumamente extraño, y su comportamiento no mejoraba mucho mi percepción sobre él, esos 2 aspectos, sumado a la gran cantidad de dinero que me dio tras conversar apenas 2 minutos, me hizo pensar que tal vez podría tratarse de algún narco o alguien del gobierno. A una cuadra del hotel había un puesto de tacos y fui a comprarme varios, como traía dinero me pedí 2 de cada uno, y también un jarrito, nunca me gustó la coca.
Regresé al hotel y comí dentro del taxi.
Pasaron las 3 horas, ni un minutos más, el tipo ya estaba saliendo del hotel directo hacia el taxi, subió y me dijo que debíamos volver a la funeraria. En lo que conducía me atrevía preguntarle a qué se dedicaba, el tipo, con una voz muy melancólica, me respondió que no trabajaba para una empresa que nunca fue creada y no tenía un puesto que era inexistente.
Él siguió hablando, me dijo que podría decirse que era un supervisor independiente especializado en funerarias, y que debido a eso se la pasaba viajando durante todo el año sin descanso. Su empleo lo llevaba por todo el país, al mes visitaba al menos 10 ciudades diferentes, y nunca regresaba a una que ya había visitado antes.
Me dijo que la paga era demasiado buena, cada funeraria le pagaba entre 6 mil y 10 mil pesos, dependiendo de los servicios que requirieran para sus instalaciones, por lo tanto, al mes lo mínimo que ganaba era de 60 mil pesos, pero eso podía llegar hasta 100 mil pesos.
Yo le pregunté si no creía que era peligroso que dijera que ganaba toda esa suma de dinero, él, aún con una voz melancólica, y mirando a través de la ventana, me respondió que no tenía amigos, pareja, tampoco hijos, ni familia de ningún tipo, lo peor que le podía pasar era que lo mataran, eso no le daba miedo, la soledad sí.
Me pareció una respuesta muy profunda y mentiría si no confieso que me dejó algo inquieto. Antes de llegar a la funeraria me pidió que pasara a comprar algo para cenar, porque esperaríamos afuera de la funeraria hasta que solo quedaran los trabajadores, y eso podía tardar 5 minutos o hasta varias horas. Llegamos a un local que vendía tamales, compramos para los dos y de ahí ya nos fuimos directo a la funeraria.
Mientras cenábamos le pregunté cómo le hacía para que las funerarias decidieran contratarlo, él me dijo que la empresa inexistente para la que no trabajaba le informaba a qué funeraria debía llegar, me pidió que no le hiciera más preguntas sobre esa empresa porque no podía decirme más de lo que ya me había dicho.
Yo me encontraba muy expectante ante todo lo que ese tipo me estaba diciendo, y, aunque realmente no estaba entendiendo mucho de lo que me decía, sabía que había cosas ocultas. Por eso insistí en que me dijera exactamente cuál era su trabajo, él se quedó en silencio, se terminó el taco que tenía en la mano, y entonces vimos que de la funeraria salió una familia.
El sujeto los señaló y me dijo que el anciano al que esa familia estaba velando no sabía que ya había muerto, que estaba asustado, y que esa noche se iba a manifestar dentro de la funeraria. Yo no entendía de qué me estaba hablando, él me explicó que parte de su trabajo era asegurarse que todas las personas que estaban dentro de la funeraria fueran personas vivas.
Cuando había entrado a la funeraria más temprano, cuando bajó la maleta llena de documentos, se dio un paseo rápido por las instalaciones, cuando se asomó al salón en el que esa familia estaba velando a su familiar, notó que entre todos ellos había una persona a la que no podía mirarle el rostro.
Intentó moverse para verlo desde otro ángulo, inclusive entró un poco al salón, pero no había manera de ver el rostro de esa persona. Para descartar, se fijó en su sombra y no tenía, además, su silueta no se reflejaba en el vitro piso blanco. Todos parecían ignorar su presencia, como si nadie supiera que esa persona estuviera ahí.
Esos detalles le indicaban al sujeto que esa persona no era una persona viva, sino que era una entidad que el denominaba como extraviado. Lo primero que vino a mi mente fue que el tipo era una clase de caza fantasmas, pero antes de hacerle más preguntas, el tipo bajó del auto y me pidió que abriera la cajuela para que pudiera sacar sus herramientas de trabajo.
Sacó 2 maletas y me dijo que lo esperara dentro del taxi, que por nada del mundo me fuera a dormir, que podía ser peligroso para mí, también me advirtió que, sin importar que viera o escuchara, no me moviera de ahí. Pasó una hora, el tipo salió de la funeraria pero no se acercó al taxi, sacó un Nextel, en aquel entonces los celulares tipo black berry aún no llegaban a la ciudad, y los celulares como los de hoy creo que aún no existían.
El tipo estaba hablando con alguien a través del Nextel, a los 20 minutos llegó una camioneta, de ahí se bajó un sacerdote, un niño, y varias personas vestidas con túnicas que daban miedo. El tipo y el sacerdote intercambiaron algunas palabras, yo no alcanzaba a escuchar nada, cuando terminaron de hablar todos entraron a la funeraria.
A la media hora salió el tipo y se quedó ahí cerca, pasaron otros 40 minutos y entonces salieron los demás, pero la escena era macabra. Al frente venía el sacerdote, detrás de él venían las personas de las túnicas y traían cargando al niño, que, desde donde yo estaba, se alcanzaba a notar que ya estaba muerto.
Mientras el sacerdote y el tipo hablaban, los encapuchados subieron el cadáver del niño en la cajuela de la camioneta. Luego el tipo regresó al taxi, yo estaba asustado por lo que acababa de mirar, él me dijo que siguiera a la camioneta de cerca, que ellos ya sabían que los íbamos a seguir.
Yo no dije nada, tenía un nudo en la garganta, simplemente hice lo que el sujeto me ordenó. La camioneta salió de la ciudad y se adentró en una comunidad a la que yo ya había ido antes, pero pocas veces, entramos hasta el patio de la pequeña capilla que estaba en la comunidad. Los hombres con las vestimentas intimidantes se bajaron de la camioneta, levantaron una placa de cemento que dejó al descubierto un pozo, y ahí arrojaron al niño.
Después de eso el tipo me dijo que ya podíamos irnos, quería que lo llevara de vuelta al hotel para pasar ahí la noche, también me dijo que yo debía dormir dentro del taxi en el estacionamiento del hotel, por si en la madrugada surgía alguna emergencia y él debía moverse.
Hice exactamente lo que me pidió.
La madrugada avanzó, iban a ser las 4 de la mañana y yo todavía no lograba cerrar los ojos, estaba muy perturbado por lo que acababa de presenciar, pensé seriamente en irme, pero no lo hice porque yo necesitaba respuestas, no podía quedarme sin saber que demonios era exactamente lo que estaba sucediendo.
La última vez que miré la hora antes de quedarme dormido eran las 4:15. A las 6 de la mañana el tipo ya estaba tocando la ventana del taxi para que lo dejara entrar y llevarlo a un lugar, cuando se subió me dio un café cargado, afirmó saber que yo no había tenido una buena noche.
En lo que yo me tomaba el café me explicó algunas cosas, y me pidió que me limitara a escuchar, que no respondería ninguna pregunta y que me diría solo lo necesario porque él no solía darle explicaciones a nadie, debido al hermetismo de su trabajo, pero como ya había tenido que presenciar algo muy fuerte, haría una excepción conmigo.
Primero me dijo que lo que había ocurrido con el niño no era una práctica habitual, pero las cosas dentro de la funeraria se pusieron difíciles y era la única manera de terminar el trabajo. Me explicó que un extraviado no es un fantasma, que no se trata solamente del espíritu del fallecido, sino que se trata de un ser que se crea con la mezcla de las emociones negativas del muerto, es decir, miedo, enojo, tristeza, etcétera.
Para llegar a ese punto debían ocurrir una serie de desafortunados sucesos, primero debía morir una persona que tuviera asuntos pendientes sin resolver, esa muerte debía ocurrir en circunstancias no naturales y de forma abrupta, eso ocasionaba que la persona no se diera cuenta que ya no encajaba dentro del plano de los vivos.
Cuando un espíritu quedaba en esa especie de limbo sufría un desprendimiento de emociones, las positivas se manifestaban con sus familiares, pero las negativas formaban, cada emoción, una entidad diferente, y luego esas entidades negativas se fusionaban con el espíritu del fallecido, así se formaba el ser que él llamaba como extraviado.
Cuando las entidades negativas que formaban al ser eran muy poderosas podían causar estragos muy grandes, llegando incluso a matar personas, por eso debían ser expulsados del mundo de los vivos. Pero había ocasiones en que la energía de los extraviados era tan oscura y tan densa que no era posible afectarlo, y la única forma para deshacerse del ser era dejándolo encarnar un cuerpo humano y luego matar ese cuerpo.
Y eso era lo que había ocurrido con el niño, había sido utilizado como recipiente para el oscuro ser. Yo no podía creer lo que acababa de escuchar, lo peor era que yo no tenía forma de saber si lo que me estaba diciendo ese tipo era verdad, o si me estaba ocultando algo. El sujeto me pidió que lo llevara nuevamente a la funeraria para revisar que todo estaba bien.
Tardó unas 4 horas.
Cuando salió dijo que todo estaba en orden, que por favor lo llevara a la central de autobuses y que ya mi trabajo había concluido. Llegamos a la central, y, antes de bajarse del taxi me dio otros 4 mil pesos, me dijo que de seguro necesitaría tomarme unos días para procesar todo lo que había pasado antes de volver al trabajo.
Todo esto que les cuento ocurrió allá por el 2004, han pasado ya casi 20 años, y es la primera vez que me atrevo a contar mi historia, porque siempre me dio miedo la posibilidad de que si yo hablaba ese tipo o la empresa para la que él trabajaba, enviaran a alguien a silenciarme.
Autor: Ramiro Contreras.
Derechos Reserados.
Deja un comentario